Neurociencia y sociedad
Su influencia en la química neuronal es tan fuerte como los efectos de la pasión sexual o las drogas
El cerebro despierta pasiones en nuestro cerebro. / Generador de imágenes de COPILOT para T21/Prensa Ibérica.
Eduardo Martínez de la Fe
Madrid 12 SEPT 2024
El dinero tiene el mismo efecto en el cerebro que las drogas o el sexo y está en el origen de la polarización social que ha situado el futuro de la humanidad y del planeta a los pies de la iniciativa privada. También afecta a la empatía y a la conexión emocional de las personas. Pero la química cerebral se puede gestionar.
Estudios recientes de neurociencia han revelado que nada excita más el cerebro humano que el dinero, superando incluso el impacto de imágenes de cuerpos desnudos o cadáveres, informa Clara Soares en la revista portuguesa Visão en un amplio dossier que compila y actualiza los conocimientos de neurociencia sobre la relación entre cerebro y dinero.
La poderosa influencia del dinero en nuestras mentes tiene raíces profundas en la evolución humana, señala este dossier. Según el neurocientífico portugués Rui Costa, CEO del Instituto Allen, citado por Visão, estamos programados para buscar la gratificación: "evolucionamos en el sentido de desplazarnos hacia lugares con más comida o mejor clima; hoy, eso puede trasladarse al dinero". Costa añade que este impulso puede convertirse en "un hábito, pero también en una dependencia, en una obsesión".
Circuito de recompensa
La neurociencia ha descubierto que el dinero activa el circuito de recompensa del cerebro de manera similar a las drogas o el sexo. Este mecanismo involucra al instinto, la cognición, la motivación y la memoria, así como la liberación de generosas dosis de dopamina en el núcleo accumbens, donde genera sensaciones de placer y motivación para buscar más recompensas financieras.
Este circuito involucra varias regiones cerebrales, incluyendo el área tegmental ventral, donde se inicia el proceso; el citado núcleo accumbens, que libera dopamina generando sensación de placer; el hipocampo, que almacena las memorias de gratificación; el córtex prefrontal, que puede suprimir la razón ante impulsos financieros; y la ínsula y la amígdala, involucradas en el procesamiento emocional.
Este mecanismo neuronal puede llevar a comportamientos problemáticos como la toma excesiva de riesgos en inversiones, gastos compulsivos, adicción al juego y una búsqueda obsesiva de riqueza. En situaciones de riesgo financiero, como la compra de acciones, la anticipación de ganancias rápidas eleva los niveles de dopamina, suprimiendo los procesos racionales del cerebro.
Desigualdad económica
La relación entre el dinero y el cerebro tiene implicaciones en la desigualdad económica global, señala también la revista: existen casi 3.000 personas en el mundo con fortunas superiores a mil millones de dólares, y el 81% de los más ricos concentran más riqueza que los 4.000 millones más pobres del mundo. Esta disparidad ha generado llamamientos a favor de aumentar los impuestos a los ultrarricos.
El papel de los millonarios en la sociedad ha llegado a ser escandaloso. Aunque financian proyectos de innovación costosos, siguen por lo general criterios extractivos (extraer recursos del subsuelo y explotarlos), cuando la gran cuestión actual es que la mayor parte de los billones de dólares necesarios para solucionar la crisis climática están en el ámbito privado, como señala el World Economic Forum. Eso significa que el futuro humano y del planeta depende de la iniciativa privada (personas que nadie ha elegido) y que el origen de esta peligrosa situación está en la química cerebral de nuestra especie.
La Bolsa de Frankfurt en pleno frenesí. / ARNE DEDERT/DPA
Éxito financiero
Para explicar esta polarización, se considera que el éxito financiero depende de una combinación de factores: talento, inteligencia, aprovechamiento de oportunidades, buena gestión de circunstancias favorables, determinación y buen sentido de los negocios. En algunos casos, también pueden influir el egoísmo y el deseo de reconocimiento.
Según explica el catedrático de genética Eduardo Costas, no todo lo que genera riqueza personal es talento y azar. También padecemos una obsesión adaptativa heredada de nuestro pasado de cazadores-recolectores, cuando hace 250.000 años debíamos acumular recursos el mayor tiempo posible para asegurar la supervivencia, añade Costas. Esa obsesión adaptativa se ha convertido en una obsesión crónica innecesaria en este momento evolutivo.
Manuela Grazina, neurocientífica del Centro de Neurociencias y Biología Celular (CNC) de la Universidad de Coímbra, aclara en la citada revista portuguesa que "somos el resultado de una lotería de eventos, pues nuestra herencia genética dicta una parte de nuestro funcionamiento". Sin embargo, enfatiza que "aquello en lo que nos convertimos depende del ambiente intrauterino, de la alimentación, de las interacciones y hábitos de vida y de nuestro sistema biológico y neuroquímico".
Recompensa desequilibrada
Esta interacción entre genes y ambiente es crucial para entender nuestra relación con el dinero, añade Grazina: "la exposición a condiciones adversas al inicio de la vida puede alterar las estructuras del circuito de la recompensa, llevando a la reducción del volumen del hipocampo y a cambios en el tamaño del cuerpo calloso, contribuyendo así a la ansiedad, la depresión y dificultades de concentración". Es algo que ya está pasando: una de cada ocho personas en el mundo padece un trastorno mental, señala la OMS.
Además, Grazina destaca que "un circuito de recompensa desequilibrado, ya sea por vulnerabilidad genética – que pesa en más del 40% en el desarrollo de adicciones – o debido a fallos afectivos que alteran el córtex prefrontal, puede predisponer a comportamientos compulsivos relacionados con el dinero" y provocar efectos indeseados. Un ejemplo: el estrés financiero es el que más afecta hoy a la salud, según un estudio publicado este año en la revista Brain, Behavior and Immunity.
Menos empatía
El artículo de la revista Visão aborda también cómo la acumulación de riqueza puede afectar negativamente a la capacidad de empatía de las personas.
Citando un estudio de la Universidad de California, sugiere que las personas más ricas tienden a ser menos empáticas y a tener menos compasión por los demás, y añade también, en palabras de Michael Kraus, profesor de Comportamiento Organizacional en Yale, que la riqueza puede crear una "burbuja de privilegio" que aísla a las personas de las realidades de los demás.
Desconexión emocional
Por último, señala que las personas adineradas tienden a atribuir su éxito a sus propios méritos, ignorando los factores externos o la suerte que pudieron haber contribuido a su riqueza, así como que la riqueza puede llevar a una disminución en la capacidad de percibir emociones en los demás, lo que afecta a la empatía, algo que necesitamos si queremos arreglar un mundo fracturado, reclama el psicólogo de Stanford Jamil Zaki en la revista Strategy+business.
Hay más consecuencias del papel del dinero en la actividad cerebral y el comportamiento, como que la acumulación de riqueza puede conducir a un sentido de derecho y superioridad, lo que puede resultar en comportamientos menos éticos o respetuosos hacia los demás, así como que la desconexión emocional que a menudo acompaña a la riqueza extrema puede tener implicaciones negativas para la sociedad en general. Más de 200 economistas de 67 países señalaron el año pasado que la desigualdad es uno de los principales riesgos mundiales.
Nada indica que, evolutivamente, este sea el final del camino. Podemos gestionar la química cerebral para resolver los problemas que tenemos, de la misma forma que aprendemos a superar las pasiones humanas y las drogodependencias.
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Referencia
A obsessão do dinheiro: Como ele agita o nosso cérebro (tanto como a paixão ou as drogas). Clara Soares, Visão, 04.09.2024.
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Fuente: