Cambiar o cambiar, no hay alternativas
A medida que continuamos degradando el medioambiente, los efectos perversos se propagan a los seres humanos y la naturaleza
Mariela León
cambio16.com 12/08/2025
Las olas de calor tan extremas y las inundaciones desastrosas que ocurren casi a diario en distintos lugares del planeta, nos coloca en una época de pruebas: resistir, morir o prepararnos. Muchos aseguran que es la muestra fiel del cambio climático y otros sugieren que entramos en el antropoceno, una nueva era geológica caracterizada por el impacto humano en la Tierra. Esta posibilidad es motivo de un entusiasta debate científico.
El concepto ‘antropoceno’ —del griego anthropos, que significa humano, y kainos, que significa nuevo— fue popularizado en el año 2000 por el neerlandés Paul Crutzen, ganador del Premio Nobel de química en 1995, para designar una nueva época geológica caracterizada por el impacto del hombre sobre la Tierra. Una nueva época geológica que vendría a suceder al holoceno, el período cálido tras la última glaciación.
Para aquellos que defienden que transitamos esa nueva era, el Antropoceno se caracteriza por tres factores: el progreso tecnológico desarrollado de manera acelerada tras la primera Revolución Industrial. El crecimiento brutal de la población gracias a las mejoras en alimentación, sanidad e higiene. Y la multiplicación de la producción y el consumo.

La interacción de estas tres circunstancias en la evolución humana ha provocado un creciente aumento del consumo de recursos naturales, minerales y fósiles. Así como la expansión de los terrenos de cultivo, las ciudades, sus infraestructuras. Y las rutas de transporte que son las principales actividades humanas que han alterado el rostro del planeta en los dos últimos siglos.
¿El Antropoceno nos alcanzó?
Si bien algunos científicos y muchas personas documentadas o no, utilizan el término como un hecho, la Unión Internacional de Ciencias Geológicas, lo rechaza. La autoridad encargada de definir las divisiones del tiempo geológico, se ha opuesto a declarar el Antropoceno como una nueva época geológica. Argumentan que las evidencias presentadas no cumplen con los criterios necesarios para establecer una nueva unidad formal en la escala de tiempo geológico.
Esto significa que esa clasificación no se agregará al cuadro cronoestratigráfico que aparece en los libros de texto. Ni en las láminas colgadas en las paredes de las escuelas para registrar los principales cambios en la historia de la Tierra.
En 2024, la IUGS confirmó una votación anterior de un comité de expertos que descarta la idea. Sin embargo, también reconoció que el término antropoceno circula y circulará libremente.
«A pesar de que no se acepta como unidad formal en la escala de tiempo geológico, los científicos de la Tierra y el medio ambiente seguirán utilizando el término antropoceno. También por los científicos sociales, políticos y economistas, y el público en general», dijo.
Más allá de la controversia sobre si el uso del término es apropiado o no, otro grupo de expertos encuentra oportunidades para saber la crudeza de dónde estamos parados y hacia dónde queremos ir. Un estudio publicado en la revista Nature, reveló que la masa de todo lo fabricado por el ser humano en el planeta en 2020 (masa antropogénica) superó por primera vez en la historia a la masa conjunta de los seres vivos (biomasa).

Crecimiento exacerbado y desordenado
La investigación afirma que su peso seco fue de alrededor de 1,1 teratones (unidad de medida de energía equivalente a 1 billón de toneladas) y eso que no se contabilizó la masa de la basura. Para ponerlo en perspectiva, el peso de todo lo que existe en Nueva York creado por el hombre es igual al peso de todos los peces del mundo. Mientras que solo la masa de plásticos en el planeta duplica la masa de todos los animales terrestres y acuáticos.
La intervención humana en el medio ambiente ha sido vertiginosa y no ha sido ordenada ni respetuosa. La masa antropogénica (edificios, autos, fábricas ropa, botellas, transporte, entre otros) en 1900 era tan solo de 35 gigatones, es decir, el 3 % de su peso actual. Desde entonces, este tipo de masa se ha ido duplicando cada 20 años hasta alcanzar en la actualidad —de acuerdo a los datos del último lustro— un incremento anual de 30 gigatones. Lo que equivale a que cada persona del planeta produce su peso en masa antropogénica cada semana.
Esto se traduce en transformaciones bruscas que amenazan la estabilidad mundial y derivan en efectos perniciosos para el planeta:
Cambio climático: durante el holoceno, la estabilidad de la temperatura permitió a los seres humanos asentarse en ciudades, desarrollar la agricultura, el comercio y las redes de comunicación. Pero la acumulación de gases de efecto de invernadero, provocada principalmente por la quema de combustibles fósiles, dispara el calentamiento global. De allí las olas insoportables de calor y las lluvias torrenciales.
Deforestación: El mundo pierde al año 13 millones de hectáreas de bosque. Y la tasa de deforestación en la Amazonia es del 17 %, un porcentaje que se aproxima a ese 20 % considerado como el punto de no retorno.

Una manera de replantearnos
Kevin Collins, profesor titular de Medio Ambiente y Sistemas en la Open University, en el Reino Unido, y un grupo de estudiantes han reflexionado sobre el antropoceno más allá de si estamos o no en esa era geológica. Se han preguntado cómo el pensamiento y la acción sistémicos alrededor del término podrían mejorar la gobernanza del medio ambiente.
“Hablábamos de cómo los expertos han estado buscando un punto clave en el registro geológico de la Tierra que marque el inicio del Antropoceno, desde que el término se popularizó en el 2000”, comenta Collins en Anthropocene Magazine. “Técnicamente conocidos como Puntos y Sección del Estratotipo Límite Global (GSSP), los ‘picos dorados’ son puntos de referencia acordados que definen los límites inferiores de las eras geológicas. Existen poco más de 100 en todo el mundo. En algunos casos marcados con un pico físico clavado en los estratos”.
Sostiene que “la evidencia del Antropoceno no está en el suelo ni en el lodo. Ni siquiera en el dióxido de carbono de la atmósfera. La clave está en nuestras mentes. Está en la forma en que pensamos sobre nuestra relación con la Tierra. Es una invitación a acoger este tiempo con optimismo. Hasta que no lo hagamos, no podremos cambiar nuestra forma de pensar para abordar los desafíos globales. Dar la bienvenida al Antropoceno como idea es replantear nuestra relación con el planeta. Es dejar de ser receptores de la naturaleza para pasar a ser creadores activos del mundo en el que vivimos”. Es una oportunidad para mejorar.
Cambiar o cambiar, no hay alternativas

Señala en su artículo que “alejarse de la geología, también cambiaría la terminología de ‘clavo de oro’ a ‘hilo de oro’. Esta es una imagen más atractiva si hablamos de cabezas e ideas, y además depende menos de las mediciones y gráficos científicos. Es importante destacar que un hilo conecta las diferentes partes de nuestra vida, extendiéndose hacia una red que conecta con los demás y con el mundo en general.
Esta red puede ser muy localizada. Un pequeño grupo o familia que actúa consciente de que sus acciones afectan el futuro ambiental colectivo. Y puede extenderse a otras áreas: empresas que reconocen su dependencia de los recursos naturales. O comunidades que trabajan juntas para mejorar sus condiciones ambientales.
Independientemente de la escala, dice Collins, e incluso si se ignora, se oculta o se niega, la verdad cómoda o incómoda del Antropoceno es que este hilo dorado inquebrantable nos atraviesa a nosotros mismos. A los demás y a toda la demás vida y procesos de la Tierra. Y a medida que continuamos degradando nuestro medio ambiente, los efectos se propagan a través de la red y producen resultados nuevos y menos atractivos tanto para los seres humanos como para la naturaleza.
Afirma que “cuanto más sobreexplotamos nuestro entorno, más limitadas se vuelven nuestras opciones”.
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