El legado de Francisco Mosquera y sus ideas deben ser utilizadas para entender y enfrentar la situación actual en América Latina. Debe hacerse énfasis en la necesidad de la solidaridad internacional y la importancia de aprender de la situación venezolana para fortalecer los movimientos progresistas de América Latina, resaltando cómo las dinámicas internacionales influyen en los procesos internos de las naciones latinoamericanas.
Por la Redacción de LA BAGATELA
Edición #98 Agosto 2024
…el mejor homenaje que podemos tributar a la memoria de Francisco Mosquera hoy, a los 30 años de su fallecimiento, no es reducir su legado teórico revolucionario a la mera reiteración de sus tesis, a la repetición ritual de sus enunciados; hoy nuestro deber insoslayable es emplear la poderosa herramienta que nos legó para guiarnos en medio del temporal que azota el mundo, a nuestro país y a América Latina. Me refiero a la cuestión candente, explosiva, que ocurre en nuestra inmediata vecindad, que mantiene en vilo a nuestros países, a sus amigos y enemigos, y se ha convertido en uno de los epicentros de la atención mundial: los resultados de las elecciones presidenciales de Venezuela, nuestra vecina y hermana república. Marcelo Torres, en el acto de homenaje al líder y fundador del PTC, el 1 de agosto de 2024, en el 30º aniversario de su fallecimiento.
Pugilato alrededor de las actas de votación
Con los resultados de las elecciones presidenciales en el vecino país, se ha desatado una auténtica tormenta política en el subcontinente. Lo que durante el tempestuoso período de las campañas presidenciales había sido fuego graneado de los medios de comunicación gringos del continente y de todo occidente contra la República Bolivariana de Venezuela, se convirtió en genuino bombardeo mediático, en amenazante cerco político de los gobiernos alineados con Estados Unidos contra el gobierno de Nicolás Maduro.
De exigirle al presidente Maduro durante el período eleccionario que, sin más ni más, aceptara por anticipado que traspasaría el poder al aspirante de la oposición, el candidato de la principal cabecilla de la reacción pronorteamericana, la opositora Corina Machado, se pasó a reconocer la pretendida victoria de Edmundo Gonzáles y a repudiar un supuesto fraude electoral del gobierno venezolano. En medio de gran estrépito mediático, lo hicieron la OEA, la Unión Europea, el gobierno de los Estados Unidos por supuesto, el Centro Carter y los gobiernos más proestadounidenses de América Latina. En cambio, un muy nutrido grupo de países del mundo apoyó la nueva elección del presidente Maduro ─la mayor parte de gobiernos del Tercer Mundo, hecho cuidadosamente silenciado por los medios occidentales─, contándose entre ellos, respaldos tan significativos como los de China, Rusia, Irán, Bolivia, Cuba, Honduras, y Nicaragua.
La dificultad para el gobierno venezolano se presentó por la circunstancia de que habiendo declarado el Consejo Electoral el triunfo de Maduro y su reelección para el período venidero, el anuncio no fue acompañado por las actas de votación que lo certificaran. A su turno, desde el inicio de la crisis, los gobiernos progresistas de Brasil, México, Bolivia, Chile y el de Colombia, le solicitaron con apremio que procediera a mostrar las actas.
El Tribunal Supremo de Justicia recibe las actas electorales de manos del presidente del CNE.
Aunque en un comienzo el grueso de los medios ignoró la advertencia, portavoces del gobierno de Maduro revelaron que habían soportado un ataque cibernético en el almacenamiento informático de los datos electorales. Especialistas en informática de la Universidad Simón Bolívar de Caracas han precisado que, aunque los datos de las elecciones presidenciales como tales no fueron hackeados, estos no pudieron hacerse llegar a los puntos de totalización que es la fase final del proceso legal que recorre la información. Y previamente se había provocado la caída de la página web del Consejo Nacional Electoral. Nicolás Maduro señaló que, 6 días antes de las elecciones, empresarios de corporaciones digitales cercanos a Donald Trump habrían organizado el ciberataque, desde Macedonia del Norte. Maduro igualmente ha creado una comisión especial para investigar los hechos, y ha solicitado la ayuda de expertos internacionales para abordar la situación.
Venezuela presenta antecedentes de ciberataques de origen político. A primeros de diciembre de 2016 el sistema de servicio de pagos electrónicos del país sufrió un sabotaje de esta índole. Y de nuevo, en 2019, a comienzos y finales de marzo, Venezuela padeció dos apagones generales por el ataque cibernético a la represa Guri, la cuarta hidroeléctrica más grande del mundo. En esta ocasión el gobierno venezolano señaló directamente al de Estados Unidos como causante del suceso, que provocó 28 muertes.
En Colombia, luego de la inaudita presión sobre el presidente colombiano para que se sumara al coro de las condenaciones a Maduro, a pesar de que su cancillería ya había solicitado también la presentación de las actas, el presidente Petro, tras una cautelosa y minuciosa observación de los hechos y, como se reveló, después de dialogar con el presidente venezolano, se pronunció a través de la red social X junto con una intervención en un municipio del oriente del país.
El presidente Petro solicitó la exhibición de las actas de votación, pero fue mucho más allá. Agregó que fueran auditadas por una veeduría internacional en la que, sin falta, habrían de participar delegados de los gobiernos progresistas del subcontinente que como es de esperar, no cohonestarían con ninguna trapisonda contra el gobierno y el pueblo venezolano. Planteó además dos elementos cruciales de la situación: cese el bloqueo económico a Venezuela por parte de Estados Unidos y que una vez se verifique un escrutinio de la votación sobre la base del examen de las actas, las partes acepten el resultado que se compruebe.
Visita de Gustavo Petro a Nicolás Maduro en Caracas, Venexzuela.
Con la propuesta del cese al bloqueo, que identificó como causa de la salida de millones de venezolanos de su país, Petro deja sentada la posición que va a la raíz del asunto sobre la dramática situación padecida por la vecina nación. Y su segunda propuesta implica, de hecho, empezar por echar atrás las condenas y las anticipadas acusaciones de fraude al gobierno de Maduro. Además, alertó al país, desde Piedecuesta, Santander, que hay poderes interesados en enfrentar militarmente a Colombia y Venezuela en una guerra. La advertencia apunta a las beneficiarias de semejante cataclismo: abriría paso a las multinacionales para volver a apoderarse por completo del petróleo de ambos países. Alerta de máxima importancia, advirtiendo que un conflicto bélico tal sería una verdadera desgracia o catástrofe nacional de hondas repercusiones para ambos pueblos hermanos.
No sabemos cuál sea el desenlace de la peligrosa crisis de Venezuela. Pero, en cualquier caso, no puede pasarse por alto la naturaleza de los bandos y los antagonistas principales que allí se enfrentan. María Corina Machado es una punta de lanza que lidera el bando oligárquico más progringo de Venezuela, el mismo de Guaidó, el triste pelele de Estados Unidos, quien representó vanamente la farsa de “presidente”, bajo cuya sombra se facilitó el bloqueo y las expropiaciones -robo- de propiedades y activos de Venezuela por los imperialistas norteamericanos y británicos.
De cualquier manera, aún sin haber terminado, un examen a vuelo de pájaro de la crisis de Venezuela nos arroja lecciones y elementos fundamentales de la situación de América Latina y el mundo que conviene no ignorar sobre Venezuela y en el inmediato porvenir de América Latina.
El período del cual venimos y el actual momento de transición
La trayectoria de la república Bolivariana de Venezuela se ubica desde su comienzo en la época de la hegemonía unipolar estadounidense. Esta se enmarca entre una fase inicial y un punto de inflexión o fase terminal. El comienzo arrancó con la adopción del modelo neoliberal por Estados Unidos y Gran Bretaña (los años 80), por la caída del muro de Berlín (1989) y la disolución de la URSS (1991) como punto de inicio del pleno despliegue de esa hegemonía. Sin olvidar el sangriente preludio en el Cono Sur, con los golpes de cuartel que le antecedieron, en especial en Chile, campo de experimentación y ensayo de los “Chicago Boys” bajo la dictadura del carnicero Pinochet.
El punto de inflexión o momento de cierre que marca el declive o decadencia de esa hegemonía es la guerra de Ucrania (febrero de 2022 o incluso ─según algunas fuentes─ 2014, con la anexión rusa de Crimea), con la transición hacia un nuevo período, la conformación de una nueva correlación global de fuerzas, la que se da entre la hegemonía gringa que periclita y la estrella ascendente de China, los Brics como nuevos centros emergentes de poder mundial, seguidos por Irán, cuadro que avanza en la configuración de un mundo de multipolaridad conflictiva.
Los Vientos del Sur, contraofensiva progresiva frente al repliegue impuesto por la hegemonía unipolar
El período de hegemonía unipolar de Estados Unidos impuso una correlación de fuerzas que restringe o suprime al mínimo los cambios por la vía revolucionaria a nivel mundial, y por regla general los circunscribe o hace factibles los avances mediante el progresismo y las reformas.
Una de las últimas fotos del presidente Hugo Chávez, el 4 de octubre de 2012, antes de su muerte.
Desde la revolución nicaragüense (1979) y durante el apogeo de la hegemonía global norteamericana no hubo más cambios en el mundo por la vía revolucionaria. Se dio, como excepción, a mediados de los noventa, en Nepal, dada su ubicación marginal de los movimientos de capital y comercio globales y su limítrofe vecindad con el gigante chino.
En 1999 inicia, con la elección del coronel Hugo Chávez como presidente de Venezuela, lo que llegó a identificarse como los Vientos del Sur, que se desenvolverían a lo largo de dos oleadas consecutivas hasta el presente. En el contexto antedicho, los Vientos del Sur en América Latina inauguran una serie de procesos de cambio por la vía de las reformas. El gobierno de Chávez actúa durante esta inaugural oleada en la primera línea del impulso renovador. En Mar del Plata, Argentina, durante la Cumbre de presidentes de América en noviembre de 2005, propicia la gran derrota de Bush con el entierro del ALCA, una gran victoria de América Latina capitaneada por los mandatarios Chávez, Lula y Kirtchner. Impulsaron así mismo, con otros jefes de Estado y con los cuales sumaban 13 países, la Declaración de Cusco (2004) y luego la firma del tratado constitutivo de UNASUR (2008), primer gran intento de integrar económica y políticamente con independencia a Suramérica (casi 400 millones de habitantes). Aunque temporalmente haya atravesado un período de merma de su número de países e iniciativa por las vicisitudes de los Vientos del Sur, UNASUR señala el camino colectivo de emancipación a seguir por las naciones de América Latina.
La fortaleza del proceso venezolano ha residido en el gran liderazgo de Chávez y su proyección luego de su muerte en el período de Maduro, su sucesor, en el jalonamiento de la conciencia antiimperialista y democrática de su pueblo. Y su excepcional singularidad estriba no sólo en su gran riqueza petrolera ─primera reserva mundial de crudo─, sino en que ha contado con el apoyo del factor fundamental del poder del Estado, el ejército. Todo ello lo ha convertido, para la vieja clase dominante y de Estados Unidos, en el hueso más duro de roer. Fue lo que conjuró la respuesta multitudinaria del pueblo de Caracas y del país entero en las calles ante el golpe militar auspiciado por Estados Unidos en 2002. Lo que mantuvo a flote, a pesar del camino plagado de enormes escollos, al nuevo régimen implantado.
El bloqueo económico, arma infame del imperialismo
El antedicho período de hegemonía unipolar norteamericana, que se proyecta incluso en su período de decadencia terminal, configura el poder de la reacción mundial acaudillada por Estados Unidos para obstruir drásticamente y aún estrangular la economía de cualquier país del Tercer Mundo y en especial de América Latina. El cerco imperialista a Venezuela lo corrobora. El terrible castigo recaído sore su población provocó una emigración del país sin precedentes.
La crisis de los precios del petróleo 2014-2016 expuso a Venezuela a gran vulnerabilidad frente a sus enemigos y, en primer término, respecto de Estados Unidos. Facilitó el cerco con la serie de brutales represalias que denominó “sanciones” contra la república bolivariana. De los 3 millones y medio de barriles de petróleo diarios extraídos en Venezuela, el cerco imperialista provocó su descenso a unos 200 mil barriles diarios en su peor momento. Con depreciación de la moneda, inflación galopante, escasez de productos de consumo y medicamentos, neutralizadas invasiones de mercenarios y masivas salidas de venezolanos hacia otros países, Venezuela ha soportado de pie acaso la más dura década de su historia republicana.
Duque, uno de los peones más serviles de Washington ─durante su mediocre período como gobernante de Colombia─ graznó que Maduro se derrumbaría “en pocas horas” sólo para constatar la consistencia del gobierno venezolano y ver reducido su alboroto a anuncios de fanfarria…
La crisis venezolana marcó claramente tanto los límites como el alcance del avance de los países de los Vientos del Sur con los procesos de reforma. Estos constituyen procesos democráticos que conquistaron gobiernos, pero no el poder; en la medida en que gobiernan en el marco de los viejos Estados con ejércitos que han conformado las oligarquías y han estado largamente a su servicio, el hecho impone a los nuevos gobiernos progresistas unos márgenes de acción y maniobra limitados. Más vulnerables a los golpes, duros o blandos. Orquestados por el poder del imperio para cercar e incluso estrangular la economía de cualquier país del Tercer Mundo debido a su debilidad estructural. A lo cual coadyuvó sin quererlo el error en el enfoque del crecimiento de la economía venezolana, que debía basarse más en la construcción de los cimientos de la industrialización propia y menos en el monoextractivismo petrolero. La incólume resistencia de Cuba ante el prolongado bloqueo demuestra la fortaleza y altivez nacional de su pueblo, a costa de indecibles penurias y sacrificios que continúan. Lo cual, a través de la distancia temporal pareciera confirmar la previsión de “los viejos de Londres” ─Marx y Engels─ en el sentido de que el giro decisivo de la revolución socialista debería basarse en su ocurrencia en un país capitalista avanzado. Si bien es cierto que la geografía cuenta en la actual geopolítica: no es lo mismo América Latina, tradicional traspatio gringo, que Asia y Eurasia, donde se ubican los más fuertes contrincantes de Estados Unidos.
Todo indica que el Gobierno Petro toma muy en cuenta la lección extraída de esta realidad mundial: es menester acumular más fuerzas, minimizar las concesiones impuestas, conformar un frente para impulsar ─y negociar─ las reformas y avanzar con cautela, pero con firmeza y laboriosa diligencia hasta un nuevo despertar popular, similar o mayor al de 2019 y 2021 en Colombia.
Asimilando enseñanzas
En conclusión, la crítica situación a la que se ve abocado el régimen de Nicolás Maduro con ocasión de las elecciones presidenciales de 2024, hunde sus raíces tanto en las consecuencias en el mediano plazo de la difícil situación económica afrontada por Venezuela desde la caída de los precios del petróleo, pero acentuada al extremo por el cerco y el bloqueo imperialista del país, como por los efectos de la campaña mediática continental y mundial contra el “castrochavismo”. Por lo pronto, para los Vientos del Sur, el presente se caracteriza por una combinación de golpes y contragolpes, de avances y retrocesos, de descalabros y victorias parciales ─como expresara García Linera, el exvicepresidente de Bolivia─ sin que sea claro quien vencerá a quién en esta contienda entre los pueblos de Latinoamérica, de un lado, y las oligarquías de cada país y el imperialismo norteamericano, del otro. Si en nuestra región se ascenderá a un período abiertamente revolucionario o si retrocederemos a una oscura fase de represión y fascismo.
Empero, la prolongación indefinida de la hegemonía gringa global no constituye ninguna fatalidad. Por el contrario, claramente periclita, es desafiada con creciente eficacia en Ucrania y el Medio Oriente; y en América Latina, a pesar de reveses y contratiempos, persiste una fuerte tendencia a la democracia de los pueblos y a la independencia nacional. Es cierto que la humanidad como especia ve su existencia amenazada con una nueva y más devastadora extinción por el calentamiento global o por el desencadenamiento de una guerra nuclear global. Pero la intensificación de los conflictos bélicos regionales, o incluso uno más general pueden desembocar en el nuevo desbloqueo de la vía revolucionaria.
La influencia de Washington y la de la derecha del subcontinente no pudo imponer en la OEA la votación mayoritaria para ejercer máxima presión y obligar al gobierno de Maduro a doblegarse. Si bien el gobierno venezolano aún no exhibe las actas de la votación, la posición conjunta de Lula, López Obrador y Petro, gestiona una salida al cerco que se pretende estrechar contra el gobierno de Venezuela. Las lecciones se condensan en acrecentar la importancia de la solidaridad internacional (¡hoy con Venezuela y con Gaza!), acumular fuerzas, ser conscientes de las limitaciones del período, avanzar paso a paso, y concentrar las fuerzas para cada batalla.
9 de agosto de 2024
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