Reseña de En la línea de quiebra. Crisis estructural y mentalidad en la sociedad de consumidores, de Corsino Vela.
Por Vicente Guedero
7 de agosto de 2024 /
«El capitalismo se ha dado una buena hostia en su estructura de acumulación, de la que no se volverá a levantar. No será una Gran Depresión segunda parte, tipo 1929. Será mucho peor. No será un infarto con terapia (Segunda Guerra Mundial) y convalecencia (Reconstrucción) sino una agonía a la que el proletariado tendrá que poner fin»1
En la línea de quiebra es más que un mero análisis del proceso de descomposición del capitalismo fosilista actual, es más bien una profunda radiografía que examina su funcionamiento interno, sus lesiones y vulnerabilidades, sus fisuras más escondidas y sus límites más ignorados. Es más, su autor parece dar ya por fallecido al paciente y colocarlo sobre la mesa de disección para estudiar con detalle cada uno de sus órganos. Eso es lo que hace Corsino Vela en este gran ensayo publicado por Traficantes de Sueños. Pero antes de adentrarme en él sería conveniente señalar que este libro viene a complementar los análisis desarrollados en dos de sus libros anteriores: La sociedad implosiva y Capitalismo terminal y que bien podrían servir de complemento. Recomiendo además la lectura de dos de sus artículos: «Deseo/mercancía. Un apunte materialista acerca de la subjetividad moderna» publicado en 2021 en la revista Salamandra. Intervención surrealista2 y el titulado «Con el trabajo a cuestas» incluido en 2024 en el número 50 de la revista Ekintza Zuzena3.
Lo primero que habría que decir es que, a pesar de la realidad tan compleja que este libro analiza, el lenguaje utilizado por su autor, sin perder rigurosidad, es asequible y comprensible, incluso para aquel que no esté familiarizado con las categorías de análisis marxistas más básicas. En ese sentido es muy de agradecer, la claridad expositiva. En cuanto a sus estrategias de análisis su autor no pierde de vista en ningún momento la necesaria distinción entre valorización y la generación de beneficios a ciertas empresas, así como entre trabajo productivo e improductivo, pues en el aumento de esta brecha es en donde hallaremos una de las principales contradicciones en el propio desarrollo del modo actual de reproducción social capitalista. Pero la más acertada de sus estrategias de análisis tiene que ver con el hecho de que sus diagnósticos estén elaborados desde la perspectiva de la crítica del valor. De hecho el libro cuenta con dos capítulos estrechamente entrelazados dedicados a la crítica del valor y que desde mi punto de vista son su punto medular. Ahora bien, Corsino Vela, al echar mano de esta categoría de análisis lo hace sin caer en un determinismo categorial o en una suerte de abstraccionismo. Recordemos que dentro de la crítica del valor podríamos señalar dos tendencias; una abstraccionista, representada por autores como Robert Kurz o Anselm Jappe y que presupone la existencia de ciertos dinamismos automáticos inherentes a los propios procesos de producción y circulación de mercancías, y otra corriente, representada por autores tan injustamente defenestrados como Paul Mattick, en la que el valor se halla sometido a unas limitaciones objetivas determinadas por la lucha de clases y el nivel de conflictividad social propio de cada momento histórico. En En la línea de quiebra Corsino Vela se posiciona en esta segunda línea analítica en la que el valor es considerado como una realidad determinada en el conflicto social asociado a la producción de mercancías, bien bajo la forma de movilizaciones obreras, levantamientos o huelgas. Es bien sabido que la corriente abstraccionista de la crítica del valor no sólo podría llevarnos a un perjudicial determinismo histórico –que podría llevarnos a su vez a una suerte de pasividad, pues el proletariado no tendría nada qué hacer bajo el designio de ese automatismo integrado plenamente en su subjetividad– sino también a una «mala interpretación del sujeto automático»4, lo que guarda estrecha relación con la parte final del libro, más propositiva, en el que se abre la posibilidad de que en este contexto de declive y conflictos generalizados aflore un nuevo sujeto antagonista.
El libro, por tanto, se arma de la categoría del valor como herramienta de diagnóstico, pero no como categoría abstracta. De hecho es admirable cómo en En la línea de quiebra consigue desnaturalizar el concepto de valor, en el sentido de no mostrarlo como algo consustancial al ser humano sino como una realidad práctica sometida a los vaivenes de la conflictividad, lo que aporta una perspectiva analítica más sensata en tanto que atiende a las condiciones actuales de existencia. Sin quitar importancia al resto de capítulos del libro, esta consideración de la lógica del valor y la relación social que la soporta, es la que fundamenta y atraviesa transversalmente todo el libro y le permite tanto adoptar una visión estructural de los límites del valor y de la acumulación del capital, como entender más profundamente la nueva reestructuración del capital que están acometiendo los actuales gestores del desastre.
Otro posicionamiento a destacar en este libro es el que aleja a su autor de determinadas corrientes actuales del pensamiento que podríamos englobar dentro de lo que se conoce como «colapsismo». Por un lado tenemos un colapsismo climático, representado por asociaciones como Extinction Rebellion, que advierten de un colapso inminente, climático y ecológico, pero que no denuncia el papel que las propias dinámicas capitalistas desempeñan en esta destrucción e marcha. Corsino Vela para escapar de la idea de colapso entendida como una fatalidad climática o incluso, como él mismo dice, «una fatalidad inexorable de la condición humana»5, no deja de señalar la responsabilidad que en la catástrofe actual, que no sólo es ecológica o climática, tienen los procesos de producción y distribución capitalistas, es decir, la propia relación social asalariada que impone el capitalismo. Por otro lado, debemos tener en cuenta que existen ciertas corrientes colapsistas como por ejemplo el decrecimiento, que en sus variantes más mediáticas siempre se quedan en el mero diagnóstico, advirtiendo de un posible colapso civilizatorio económico, social, energético e incluso psicológico. Ante eso, Corsino Vela afirma que ese colapso ya ha llegado, que llevamos décadas en él. Es un enfoque muy diferente del de muchos autores decrecentistas para quienes el colapso es un suceso inevitable que va a llegar. Este cambio de perspectiva supone un giro clave pues de este modo nos hacemos conscientes de que, aunque sí que es cierto que las circunstancias pueden empeorar, llevamos décadas viviendo en el colapso, y lo más importante de todo: que eso que muchos llaman colapso es un largo proceso de declive. Esto da otro punto de vista para el análisis, otra percepción que evita el alarmismo respecto de algo que ya hace décadas que ha llegado. De ese modo Corsino Vela elabora sus análisis: «a partir de la premisa de que ya estamos en el colapso; de que es en la realización capitalista del colapso donde se inscribe nuestra vida cotidiana. No se trata, por tanto, de teorizar el colapso, como de ir un paso más allá y teorizar desde el colapso, ya convertido en experiencia de la cotidianidad»6.
Por supuesto, hay multitud de tendencias dentro del decrecimiento, sin embargo resulta obvio que incluso por parte de aquellos que se declaran más abiertamente anticapitalistas sus críticas las limitan a la explotación de los recursos naturales, con los espolios neocoloniales que ésta requiere, o como mucho al reparto desigual de la escasez. Otros autores decrecentistas más valientes descienden un poco más en las capas de la cebolla para ahondar en la crítica al crecimiento, que ha chocado ya con sus límites externos como ocurre por ejemplo con el agotamiento de todos los derivados del petróleo pero quedándose ahí, sin adentrarse a criticar las dinámicas internas del capitalismo ni la complicidad nociva y necesaria del estado en todo esto. La cuestión es que llegan a un terreno difuso en el que «dejar de crecer» se queda en una mera cuestión cuantitativa de «producir menos», lo que es una contradicción en toda regla pues producir dentro de los márgenes del capitalismo requiere crecimiento y producción de valor. En cambio Corsino Vela le quita más capas a la cebolla para bucear todavía más en el propio funcionamiento interno del capitalismo y señalar nítidamente contradicciones más recónditas y profundas. Llega así al concepto de valor, como principio fundamental del intercambio de equivalentes que se da en el mercado, y la relación social asalariada que lo produce, es decir, la relación asalariada, concreta y tangible, que sufren en la actualidad no sólo los trabajadores sino los individuos en calidad de clase consumidora. Así nos dice que para «que la crítica radical de la mercancía frente al programa de austeridad consciente del decrecimiento […] no se queden en la inconsistencia lógica que delata sus propios limites materiales, objetivos, históricos, hay que reconducir la crítica del valor / mercancía al plano de la relación social concreta donde se realiza»7. Este ensayo no pierde de vista el hecho de que si la salida del capitalismo implica dejar de crecer es condición necesaria abandonar el sistema de producción actual, la lógica de valorización y el trabajo asalariado, es decir, será una necesaria transformación social superadora.
Una vez dicho esto, con el valor como categoría de análisis central, el libro se lanza a examinar cuáles son los diferentes puntos de fisura por los que se está desgarrando ya este capitalismo no sólo moribundo sino mantenido artificialmente con vida. Sin ánimo de ser exhaustivo enumeraré algunas de las más importantes brechas abordadas. Por un lado el ensayo dedica un capítulo al análisis de la deriva del llamado tercer sector, formado por organizaciones privadas, sin ánimo de lucro, ONG, sociedades laborales o cooperativas. En la línea de quiebra no deja de denunciar que todas las actividades que la izquierda del capital propone como «alternativas» al capitalismo están en realidad integradas en la relación social asalariada que es el propio capital. Por otro lado, también es objeto de análisis otra gran brecha sistémica: el papel que desempeñan en este contexto de declive, la industria cultural y del entretenimiento, es decir, la industria del espectáculo, un coste necesario para sostener la mentalidad consumidora pero que obstaculiza los procesos de valorización. Otra brecha analizada tiene que ver con la dificultad cada vez mayor de los gobiernos por mantener la paz social subvencionada y a su vez mantener el equilibrio fiscal, oscilando entre los recortes y el gasto público. Asimismo se dedica un apartado a la brecha creciente entre trabajo productivo e improductivo que en Europa, por ejemplo, hace recaer en los inmigrantes los trabajos más indeseados. Pero si hablamos del capitalismo actual es imprescindible adentrarse en los procesos cada vez más agresivos de financiarización que el capitalismo ha acometido en las últimas décadas, algo por cierto ya estudiado por este mismo autor y con gran claridad de ideas en sus libros anteriores. Sin duda esta es la estrategia más desesperada de los capitalistas por mantener al capitalismo artificialmente con vida unas décadas más, algo similar al procedimiento que permite mantener con vida a una persona con muerte cerebral mediante ventiladores artificiales. De hecho Corsino Vela llega a afirmar sin ambages que la financiarización es una «contratendencia de la crisis en su fenomenología monetaria, contable y realizadora de valor en su más alta expresión»8, que invade ya ámbitos impensables como son negocios especulativos de la esfera improductiva. Otro bloque lo dedica al papel de la alta tecnología y el complejo tecnocientífico del capital en general, todo un tejido industrial enhebrado en la lógica de producción y de valorización capitalistas. Para ello profundiza por ejemplo en la renovación de la promesa tecnológica, que agita el espantajo de innovación acortando el ciclo de obsolescencia de las mercancías producidas, o en la digitalización a ultranza, que genera cada vez más desempleo. Lo que pone en relación con el aumento de la población excedentaria que ya ni siquiera puede ser empleada en actividades productivas, lo que Gil-Manuel Hernàndez i Martí ha dado en llamar «excedentariado»9.
En cuánto a las repercusiones de este declive en las movilizaciones Corsino Vela indaga en el porqué de la actual regresión de las tendencias revolucionarias y en las consecuencias de la desaparición del movimiento obrero industrial de las décadas pasadas; explica, por ejemplo, cómo en Occidente, tras las deslocalizaciones de las reestructuraciones previas, los ciclos de conflictividad asociados se han limitado a acciones reivindicativas vinculadas a las actividades del sector terciario, es decir, a las actividades improductivas. En ese sentido, por ejemplo, dedica todo un subcapítulo al análisis de las huelga de guionistas de Hollywood de 2023 y no se le escapa que estas luchas ya apenas son una amenaza para las clases dominantes pues apenas interrumpen los procesos de acumulación del capital. Corsino Vela aprovecha aquí la ocasión para cargar contra la izquierda del capital. Por un lado denuncia que la izquierda actual se haya quedado anclada en los esquemas ideológicos correspondientes a la fase de dominación formal del capital, pues el grado de penetración en la subjetividad del proletariado bajo la dominación real es ya absoluta, con lo que el terreno de lucha se ha trasladado a otras capas del psiquismo humano como por ejemplo la mentalidad, asunto que abordará en el capítulo final. Por otro lado, y retomando la categoría valor afirma que en tanto en cuanto la izquierda del capital posee una concepción de la categoría del valor limitada a su dimensión económica, es decir, en tanto en cuanto entiende el valor como una simple categoría económica y no una categoría histórica, sus luchas se han limitado a la mera redistribución equitativa de lo producido. Aquí, ciertamente, la izquierda del capital, al olvidar cualquier anhelo de transformación profunda de la sociedad «conecta con el humanismo burgués progresista, a la hora de propugnar una capitalismo regulado y redistributivo, equitativo y de crecimiento sostenible, socialmente distribuido»10. El capítulo en el que aborda esta cuestión también analiza la formación de la subjetividad consumidora de un proletariado desindustrializado y terciarizado, que en sus reivindicaciones se limita a demandar por ejemplo subsidios e indemnizaciones o a garantizar jubilaciones anticipadas, pero dando la espalda a las viejas aspiraciones de abolir el Estado y el trabajo asalariado.
Pero sin duda otro momento clave en el libro es cuando distingue ideología y mentalidad para analizar la subjetividad de la población proletarizada y excluida. Desde el decrecimiento y cierta crítica radical se suele señalar –y con razón- el alto grado de contaminación del proletariado y del excedentariado por parte de la tecnolatría, esa fe inquebrantable en que la tecnología nos sacará de todos los problemas que se nos pongan por delante, pero hay algo aún más pernicioso y más difícil de afrontar: la creencia en el valor, esa extraña superstición que las mercancías despiertan en nosotros y que nos hace otorgarlas valor. Llegamos entonces a un punto clave del libro: si aceptamos que el capitalismo tiene cada vez más síntomas de agotamiento, si cada vez hay más grietas por las que éste se resquebraja, y si además éste ha dado ya el paso definitivo de la fase de dominación formal a la dominación real del capital, con todo lo que es implica en cuanto a su incidencia en nuestra vida cotidiana, estaríamos ante una posibilidad de cambio en la mentalidad del proletariado; un cambio «respecto de la concepción hasta ahora vigente, en el que la actividad humana reproductora de la sociedad está circunscrita a la relación asalariada, la producción de valores de cambio (mercancías) y su intercambio de acuerdo con un principio de equivalencia universal que remite, precisamente, al tiempo de trabajo»11. Es más que un cambio, es toda una metamorfosis del espíritu que va más allá de las meras cuestiones formales como por ejemplo apropiarse de los medios de producción, por eso insiste que esta crisis demanda nuevas mentalidades, no nuevas ideologías. Y según Corsino Vela se ha llegado a un punto de no retorno que emplaza a ese cambio, un cambio que bien puede apuntar en muchas direcciones pero que en cualquier caso emana como posibilidad real de transformación social. Si tenemos en cuenta además el incremento de la conflictividad social a la que él se refiere como «conflictividad difusa», por ejemplo en la nueva lucha sindical pero también en la defensa del territorio –en el libro hace referencia12 a movimientos populares como las okupaciones de tierras actuales, las luchas de las ZAD o movimientos como Soulèvements de la Terre– o en la lucha contra el auge del fascismo tenemos ahí otro activador del potencial antagonista de la subjetividad proletarizada, que le ayudaría a éste a escapar de esa adoración respecto del valor y del trabajo asalariado o infra-asalariado, es decir, de esa naturalización de la relación social basada en el intercambio de equivalentes. Aquí esa lógica en apariencia automática del valor parece empezar a tambalearse. No en vano Corsino Vela habla de que estamos ante una «crisis del fetichismo» y deja entrever que estas contradicciones insalvables a las que ha llegado el capitalismo fosilista podrían «romper con la fe en el capital […] al menos, para abrir una fisura en el orden mental dominante desde la que pueda aflorar otra manera de ver, pensar y actuar»13.
Por todo lo dicho, -y dada la gran ambigüedad y las posturas cada vez más cercanas a la social-democracia que gran parte del decrecimiento está tomando ante el conflicto en marcha- este libro es un buen compañero de viaje, no sólo para entender este capitalismo en descomposición –pero no por ello menos radicalizado- sino que también es un poderoso estimulante para encarar las luchas actuales y venideras con una perspectiva de emancipación en este amargo declive sistémico en el que estamos embarcados.
Vicente Guedero
6 de agosto de 2024.
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1 «Il capitalismo s’è preso una botta sulla struttura dell’accumulazione, dalla quale non si risolleverà più. Non sarà una Grande Depressione bis, tipo 1929. Sarà qualcosa di molto peggio. Non sarà un infarto con terapia (Seconda Guerra Mondiale) e convalescenza (Ricostruzione) ma un’agonia cui il proletariato dovrà mettere fine».
«Capitalismo che nega sé stesso. Una crisi ai limiti del modo di produzione capitalistico», en revista n+1, numero 24, diciembre de 2008.
2 https://vientosur.info/vuelve-la-revista-salamandra/
3 https://www.nodo50.org/ekintza/2024/ekintza-zuzena-numero-50/
4 Corsino Vela, En la línea de quiebra: Crisis estructural y mentalidad en la sociedad de consumidores, Ed. Traficantes de Sueños, 2024, col. Mapas, p. 195.
5 Ibídem, p. 101.
6 Ibídem, p. 99.
7 Ibídem, p. 196.
8 Ibídem, p. 67.
9 Gil-Manuel Hernàndez i Martí, «La desactivación exterminista del “excedentariado”», 6 de julio de 2024. https://rebelion.org/la-desactivacion-exterminista-del-excedentario
10 Corsino Vela, En la línea de quiebra: Crisis estructural y mentalidad en la sociedad de consumidores, Ed. Traficantes de Sueños, 2024, col. Mapas, p. 82.
11 Ibídem, p. 218.
12 Ibídem, p. 226.
13 Ibídem, p. 269.
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