Revive el debate sobre el valor y el trabajo productivo e improductivo
Libardo Sarmiento Anzola*
En Colombia las actividades contraproductivas le vienen ganando terreno al trabajo productivo. La transferencia de recursos de los sectores productivos a los improductivos es un lastre que frena el desarrollo, atiza los conflictos y limita el bienestar sostenible de la sociedad.
En 2023, la economía colombiana creció 0,6 por ciento. Las actividades productivas no registraron incremento o fueron negativas (industria: cayó -3,5% y construcción: -4,2%); en tanto, las improductivas aumentaron 3,0 por ciento (la administración pública se amplió en 3,9% ciento y las actividades financieras 7,9%). Las actividades no productivas, así se consideren necesarias, no añaden nada al producto excedente; son acciones de consumo social, no de producción. La contabilidad del trabajo improductivo permite mantener la ficción de que el país superó la amenaza de recesión. “Estamos en el año de las vacas flacas” afirma el ministro de Hacienda; sin embargo, sobre las perspectivas de 2024, agrega: “Si miramos las proyecciones este año deberíamos poder terminar en 1,2%”, dependiendo del mayor gasto estatal, financiado con endeudamiento público e impuestos.
Crecimiento económico y desempleo.
El criterio básico usado por las cuentas nacionales convencionales para distinguir una actividad como producción económica es que se vea reflejada en las transacciones de compra-venta de una economía de mercado. Sin embargo, es trabajo, desde el punto de vista económico, solamente el trabajo útil, aquel que toma cuerpo en valores de uso, que tienen un efecto material. Dentro de las relaciones de producción capitalista se requiere además que el trabajo tenga el carácter de creador de valor de cambio. Este valor de cambio, a su vez, debe contener un valor superior al valor de la fuerza de trabajo. En síntesis, el trabajo productivo es el trabajo intercambiado con el capital para producir plusvalía, teniendo como condición necesaria la producción o modificación de un valor de uso. Al contrario, los trabajadores improductivos son los que, si bien no contribuyen a la producción de riqueza, participan no obstante en su distribución y consumo (1).
En consecuencia, es importante tener una idea más precisa de lo que ocurre en la economía (esfera del valor y su distribución) y de observar las relaciones entre sectores productivos y no productivos por sus implicaciones para el desarrollo. Las ganancias privadas o el gasto público no generan automáticamente bienestar social. En efecto, el Estado se ha convertido en agencia de presión extraeconómica que traslada recursos de la economía productiva hacia sectores improductivos; además, el crecimiento impulsado por las ganancias privadas es capaz de generar una tasa de desempleo persistente, como se desprende la tendencia histórica en el país, en cuyos últimos 74 años, en Colombia la tasa de desempleo registra una tendencia lineal creciente; en contraste, la dinámica del valor agregado es turbulenta con tendencia decreciente (gráfico 1).
La riqueza es el conjunto de bienes materiales de que dispone la sociedad. El crecimiento de la producción y el crecimiento de la productividad (impulsado por el cambio técnico) están correlacionados (ley de Verdoon). Todos los trabajadores venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario, pero en sentido estricto los únicos que producen los valores de uso en los cuales se encarna el valor y el plusvalor son los trabajadores productivos, por tanto, los salarios pagados a los trabajadores comerciales, financieros y otros de la fase de la circulación, más las nóminas de la burocracia y las fuerzas militares y de policía, se pagan o son deducidos del valor agregado o excedente producido.
En estadística, la correlación indica la fuerza y la dirección de una relación lineal y la proporcionalidad entre dos variables. El coeficiente de correlación es la medida que cuantifica la intensidad de la relación. Entre la dinámica del crecimiento económico y el comportamiento de la tasa de desempleo la relación es negativa (cuando crece el valor agregado el desempleo cae) pero muy débilmente: -0,274. Durante el período 1950-2023 el valor medio anual del crecimiento de la economía ha sido de 4,0 por ciento; el coeficiente de variación (% desviación estándar/media) es de 63,5 por ciento; el rango de variación es de 17,6 puntos porcentuales, con un mínimo de -7,3 por ciento en 2020 y un máximo de 10,3 en 2021. Durante este mismo período, la tasa de desempleo registra un valor promedio anual de 9,8 por ciento; un coeficiente de variación de 39,6 por ciento (su comportamiento es más estructural que la inestabilidad registrada por la dinámica económica); un rango de variación de 16,8 puntos porcentuales, un mínimo de 2,9 por ciento en 1955 y un máximo de 19,7 en el año 2000.
La evolución del valor agregado está altamente correlacionado y de manera positiva con el número total de empleados: 0,937. Durante el período 2005-2023, el crecimiento de la economía depende del mayor número de empleados y no de aumentos en la productividad por trabajador o por el cambio técnico (gráficos 2 y 3).
En consecuencia, el comportamiento de la productividad dibuja una línea plana. Es más, en los años 2005-2023 se registra una tendencia de caídas en la productividad o de inercia cercana a cero (gráfico 4). Una tendencia que tiende a prolongarse, toda vez que la inversión productiva en Colombia es baja, apenas alcanza una quinta parte del PIB. El 80 por ciento del PIB se orienta hacia el consumo de los hogares capitalistas y de las clases trabajadoras, lo que explica la prevalencia del atraso tecnológico, la baja productividad, el desempleo, la pobreza, la exclusión y el desarrollo desigual. Colombia necesita garantizar una tasa de crecimiento económico anual mínima de 6 por ciento para superar estas problemáticas. Para ello es necesario incrementar la productividad mediante una tasa de inversión por encima del 30 por ciento del PIB. Por trimestres, durante el año 2023, la relación inversión/PIB fue de 20,8 por ciento en el primero; 14,6 en el segundo; 15,4 en el tercero; y 10,5 en el cuarto. En 2023 la inversión privada fue inferior en 25 por ciento al valor registrado en 2022. En resumen, los capitalistas no están invirtiendo en el país.
Dinámica de las actividades económicas del valor agregado real.
El sistema económico colombiano es carente de economías en red, sin grandes cambios estructurales, con mercados pequeños y segmentados, pocos eslabonamientos hacia atrás y hacia delante, altos costos de transacción, elevados niveles de incertidumbre, riesgo e inseguridad, y una de las peores distribuciones del ingreso y de la riqueza en la región y en el mundo, todo lo cual obstaculiza el camino para construir una sociedad moderna, dinámica, justa y estable. En particular, según la ley del crecimiento endógeno del economista N. Kaldor (1908-1986) existe una fuerte relación de causalidad que va del crecimiento del producto manufacturero (que articula además mejoras en la productividad del trabajo, innovación tecnológica e inversión) al crecimiento del PIB; en Colombia el lento e incompleto desarrollo industrial se frenó en la década de 1970 y después involucionó.
Hay que tener en cuenta que el desarrollo económico es ante todo un proceso de desequilibrio. La dinámica entre las diferentes actividades es asimétrica, con interrelaciones entre sectores con rendimientos decrecientes y crecientes, y, además, con temporalidad en sus ciclos heterogéneo. También el sistema económico está estructurado por ramas económicas productivas y otras improductivas que sobreviven de la transferencia de parte del plusvalor generado en las primeras (gráfico 5).
El cuadro 1 muestra que durante el período 2005-2023 el valor agregado crece a un ritmo anual de 3,5 por ciento (en el período más extenso, de 1950-2023, la expansión económica fue de 4,0% promedio anual).
El crecimiento de los sectores de la economía real y productiva registra tasas inferiores al promedio global: Agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca (2,5%); Explotación de minas y canteras (2,1%); Industrias manufactureras (2,3%); Suministro de energía y agua (2,5%); Construcción (2,4%). Información y comunicaciones es la única rama productiva que crece a un ritmo promedio anual de 5,3 por ciento.
En contraste, los sectores no reales o contraproductivos aumentan a velocidades superiores: Comercio al por mayor y al por menor (4,1%); Actividades financieras y de seguros (6,9%); Actividades inmobiliarias (3,1%); Actividades profesionales, científicas y técnicas (3,6%); Administración pública, defensa, educación y salud (4,3%); Actividades artísticas, de entretenimiento y recreación y otras servicios (7,0%).
En estadística, cuando se desea hacer referencia a la relación entre el tamaño de la media y la variabilidad de la variable, se utiliza el coeficiente de variación (CV). Este indicador nos permite observar el grado de dispersión de una variable estadística. El análisis del comportamiento histórico de los sectores económicos muestra que el coeficiente de variación del valor agregado es de 101,9 por ciento durante el período 2005-2023. Tres sectores registran una más alta y mayor inestabilidad relativa: Explotación de minas y canteras (327,3%); Industrias manufactureras (232,5%) y Construcción (392,2%). La dinámica de crecimiento es estable en tres ramas económicas: Actividades financieras y de seguros (46,2%); Actividades inmobiliarias (24,1%); y Administración pública, defensa, educación y salud (44,3%).
Cambio en la estructura económica favorable a las actividades improductivas
Durante el período 2005-2023 la estructura económica nacional se transforma significativamente. Las actividades productivas pierden importancia relativa en el sistema económico; a la vez, las contraproductivas aumentan su ponderación o peso en el conjunto (gráfico 6).
De las 12 ramas económicas en que se divide la estructura económica, cinco pierden participación relativa: Agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca (8% en 2005 y 6,5% en 2023); Explotación de minas y canteras (de 5,8% cae a 4,4%); Industrias manufactureras (16,3% a 12,9%); Suministro de energía y agua (4,0% a 3,3%); Construcción (6,3% a 4,8%).
Dos ramas económicas no cambian su contribución al PIB: Actividades inmobiliarias (alrededor del 10%) y Actividades profesionales, científicas y técnicas (alrededor del 7,5%).
Finalmente, cinco actividades fueron las que aumentaron su importancia relativa en la estructura económica: Comercio al por mayor y al por menor (18,1% en 2005 y 19,3% en 2023); Información y comunicaciones (de 2,7% aumenta a 3,5%); Actividades financieras y de seguros (3,3% a 5,8%); Administración pública, defensa, educación y salud (15,1% a 17,3%); Actividades artísticas, de entretenimiento y recreación y otras servicios (2,4% a 4,7%).
Evolución del trabajo productivo e improductivo
El concepto de actividades del mercado no productivas es ahora más frecuente en los discursos y debates prácticos y políticos por el grave problema que genera debido a los altos costos y lastre negativo que causa en la economía y en el desarrollo. Con preocupación se señalan a todos aquellos empleos, sectores, actividades financieras y al mismo Estado por ser altamente improductivos. Los Estados y economías actuales tienden cada vez más a extraer continuamente riqueza de los trabajadores y sectores productivos para trasladarla a los improductivos o “parásitos”.
La división de la sociedad entre ciudadanos «no productivos» y «productivos» plantea inexplorados problemas de resentimiento. Cada vez se agrega más a la orgánica explotación del trabajador por el capitalista, la explotación de los estratos y sectores productivos, tanto de los empresarios como de trabajadores productivo, por los no trabajadores: los que reciben la renta son la suma de los “parásitos” en la cima de la escala social más los del fondo de esa escala. Además, por los aumentos en la productividad por trabajador y el remplazo de trabajadores por máquinas y la incorporación de la Inteligencia Artificial a los procesos productivos, los trabajadores improductivos y rentistas crecerán cuantitativamente a mayor velocidad relativa que los productivos. Hace un siglo el economista Vilfredo Pareto (1848-1923) describió la así llamada regla del 80/20; haciendo una inferencia, economistas y analistas sociales sugieren que la actual explosión de productividad económica nos enfrenta con el caso final de esta regla: la economía global está tendiendo hacia un estado en el que solamente el 20 por ciento de la fuerza de trabajo hará todo el trabajo necesario productivo, de manera que el 80 por ciento de la población se volverá básicamente irrelevante y con ningún uso o funcionalidad, potencialmente desempleada y dependiente cada vez más de la caridad, los subsidios y el asistencialismo público(2).
Retornando una vez más al análisis del valor en la economía y la relación entre trabajo productivo y trabajo improductivo, toda actividad laboral tiene un resultado, pero no todos los resultados de un proceso de trabajo terminan en un producto. Así, mientras que las actividades laborales en la producción desembocan en la creación de mercancías, las actividades laborales que no están en la producción dan lugar a otros resultados impuestos socialmente, como la distribución de bienes, servicios, y dinero (ya sea directa o indirectamente cuando son mediados por el intercambio), actividades administrativas generales en los sectores público y privado , y varias otras actividades sociales como los trabajos en la policía, los bomberos, los militares y los vigilantes privados. Toda actividad laboral satisface sus requisitos de consumo con la producción pasada o presente. Pero solo el trabajo productivo añade simultáneamente algo al producto total, esto es, incrementa la riqueza social. En resumen, el trabajo que no se ocupa en la producción es una forma de consumo social, no de producción. El tema no es la necesidad, porque todas esas actividades son necesarias, de una u otra manera, para la reproducción social. Más bien, el tema se relaciona con la naturaleza del resultado(3). Ahora bien, el que un empleo sea improductivo no anula su pertenencia a la clase trabajadora.
En Colombia, durante el período 2005-2023, las actividades productivas registran una media anual de 40,6 por ciento y las improductivas 59,4 por ciento, en su contribución a la economía nacional (gráfico 7).
Las ramas improductivas son más estructurales que las productivas; las primeras registran un coeficiente de variación de 4,5 por ciento y las segundas del 6,6. El rango de variación tanto de las actividades productivas como de las improductivas es de 7,9 puntos porcentuales. El mínimo de participación relativa de las actividades productivas es de 35,4 por ciento en el año 2023; el máximo es de 43,3 por ciento en los años 2006-2007. El mínimo de participación de las actividades improductivas es de 56,7 por ciento y el máximo de 64,6 por ciento.
La tendencia histórica muestra que las actividades improductivas están ganando el terreno que las productivas pierden. Entre los años 2005-2023, las actividades productivas pasaron de representar el 43,1 por ciento en la contabilidad nacional del PIB de 2005 a 35,4 por ciento en 2023; las ramas económicas improductivas, al contrario, aumentaron su participación de 56,9 por ciento a 64,6 a lo largo de los 19 años analizados.
En la economía ortodoxa, apologética del capitalismo, se considera como actividad productiva a cualquier actividad que sea socialmente necesaria. Entonces, dentro de la economía neoclásica el mercado es el único juez que diferencia lo productivo de lo improductivo: toda mercancía o servicio que cuente con un vendedor y un comprador es productiva, independiente de la naturaleza, la normatividad, la moral, los valores éticos o los daños sociales y ambientales que generen, en resumen, que sean más “males” que “bienes”. Sin embargo, en un mundo caracterizado por el crecimiento endémico de la burocracia, de las actividades financieras y comerciales, del sector de las fuerzas armadas, de las actividades ilícitas, inmorales, deshumanizantes, destructivas e insostenibles ambientalmente, el debate entre trabajo productivo e improductivo se niega a ser enterrado.
Consecuentes con ello, aún más si se trata de un gobierno progresista que pretende profundizar y modernizar el capitalismo, es impostergable que Colombia transforme radicalmente su estilo de desarrollo, como parte de un proceso de transformación de la sociedad como un todo, caracterizado por una expansión de su capacidad productiva, la sostenibilidad ambiental de los procesos económicos, la elevación de la productividad por trabajador y de ingresos por persona, cambios en la estructura de clases y grupos y en la organización social, confluencia entre regiones y comunidades, transformación cultural y de valores, y cambios en las estructuras políticas y de poder hacia la igualdad, la justicia y la democracia radical, todo lo cual conduce a una elevación de los niveles y calidad de vida, resultado imposible de alcanzar redistribuyendo, vía subsidios o asistencialismo para el consumo, como sucede hoy. En consecuencia, es importante tener una idea más precisa de lo que ocurre en la economía (esfera del valor) y de observar las relaciones entre sectores productivos y no productivos; esta conexión determina el crecimiento, la distribución del ingreso y la dinámica del conflicto social entre clases.
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1. Sarmiento, Libardo; Zerda, Álvaro. (1989). Economía política de las cuentas nacionales. Tercer Mundo Editores, Colombia, p. 38.
2. Zizek, Slavoj. (2015). Viviendo en el final de los tiempos. Ediciones Akal S. A. España, pp. 244-254.
3. Shaikh, Anwar. (2022). Capitalismo, competencia, conflicto y crisis. Fondo de Cultura Económica, México, pp. 224-227.
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* Economista y filósofo. Integrante del comité editorial de los periódicos desdeabajo y Le Monde diplomatique, edición Colombia.
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