Parece demostrado que la microbiota intestinal es capaz de afectar al funcionamiento del cerebro
Ilustración conceptual del microbioma intestinal. Estos microbios influyen en muchos aspectos de la salud, incluido el sistema inmunológico, y ayudan a digerir los alimentos.THOM LEACH / SCIENCE PHOTO LIBRA (GETTY IMAGES/SCIENCE PHOTO LIBRA)
IGNACIO MORGADO BERNAL
29 MAR 2024-CET
Muchas personas sufren fobia social, un trastorno que les origina ansiedad y miedos, muchas veces intensos, en situaciones de grupo poco familiares donde han de interactuar con otras personas. Lo pueden padecer ya desde la infancia o la adolescencia y puede prolongarse durante años produciendo incapacidades que les hacen evitar esas situaciones y comprometen su calidad de vida. ¿Cómo solucionarlo? Se ha intentado con tratamientos farmacológicos, pero tienen limitaciones y con frecuencia resultan inefectivos.
Pero ahora se explora una nueva clave que quizá podría ayudar a superar ese trastorno, pues se ha observado que las personas que padecen fobia social tienen una composición biológica de su microbiota intestinal diferente a la de las personas sanas que no la padecen. De ahí que, por extraño que parezca, la microbiota intestinal podría estar relacionada con el procesamiento de las relaciones sociales que tiene lugar en el cerebro.
¿Qué es la microbiota intestinal?
Numerosas bacterias colonizan el cuerpo humano sano, la mayoría en el sistema gastrointestinal, constituyendo un sistema complejo llamado flora o microbiota intestinal. Comprende más de 1000 diferentes tipos de bacterias cuya composición se altera a lo largo de la vida por factores como la dieta, el uso de antibióticos, el tipo de parto de la mujer y otros factores de la vida moderna. Los cambios y la estructura de la microbiota intestinal son dinámicos. Mientras el huésped, es decir, el cuerpo y el sistema digestivo de la persona, le proporciona un entorno rico en nutrientes, la flora intestinal o microbiota, a su vez, aporta funciones metabólicas, protectoras y estructurales independientes del genoma de la persona. La microbiota contribuye a la eliminación de toxinas y carcinógenos, evita que el intestino sea colonizado por bacterias patógenas, contribuye al desarrollo del sistema inmunológico y regula el estado inflamatorio del organismo.
Ahora, los trasplantes de microbiota fecal han emergido como una técnica efectiva para saber cómo pueden afectar a cambios fenotípicos en quien los recibe. Cuando, por ejemplo, se transfieren heces de un ratón obeso a un ratón delgado y libre de gérmenes éste se vuelve hiperfágico y gana masa de grasa corporal. Pero desconocemos el mecanismo por el que actúa la microbiota para producir ese efecto. Las investigaciones realizadas han mostrado también que esos trasplantes pueden transferir rasgos psicológicos y fisiológicos en casos de depresión, ansiedad comorbida con colon irritable o esquizofrenia, es decir, que parece demostrado que la microbiota intestinal es capaz de afectar al funcionamiento del cerebro.
Quizá por eso no resulta sorprendente que, recientemente, para investigar si una determinada microbiota intestinal podría causar miedo social, un equipo de investigadores del Instituto Karolinska de Estocolmo haya inoculado materia fecal de humanos con fobia social a ratones machos para comprobar si ello puede causar cambios en miedo social, sociabilidad, cognición social y conductas de superación de estrés, además de tránsito y motilidad intestinal en los ratones receptores. El resultado ha sido que los ratones que recibieron materia fecal de humanos con fobia social, aunque no mostraron cambios en sus conductas de ansiedad o depresión, o alteraciones significativas en hormonas prosociales como la oxitocina o antiinflamatorias como las citosinas que pudieran influir en su comportamiento frente a los congéneres, sí mostraron una mayor sensibilidad específicamente al miedo social, todo ello comprobado mediante pruebas de condicionamiento clásico pavloviano. Como se esperaba, estos resultados indicaron una clara influencia de la microbiota intestinal en el funcionamiento del cerebro de los ratones.
Aunque en diversas ocasiones han podido transferirse órganos o materia biológica de animales a humanos, es mucho menos frecuente la transferencia inversa, es decir, trasplantes de material biológico humano a animales, motivados aquí por la inconveniencia ética y práctica de hacer ese mismo tipo de trasplantes de persona con fobia social a persona sin ella. Pero, el resultado observado al transferir la microbiota relacionada con esa fobia a un animal inferior como el ratón siempre es un buen indicador de que esa influencia podría darse en toda la cadena evolutiva de los mamíferos y, por tanto, es también un indicador de lo que puede ocurrir en nuestro propio cerebro humano. Nos indica, a su vez, que modificar de algún modo la microbiota de las personas con fobia social podría ser un buen modo de curar o, al menos, aliviar su trastorno.
Materia gris es un espacio que trata de explicar, de forma accesible, cómo el cerebro crea la mente y controla el comportamiento. Los sentidos, las motivaciones y los sentimientos, el sueño, el aprendizaje y la memoria, el lenguaje y la consciencia, al igual que sus principales trastornos, serán analizados en la convicción de que saber cómo funcionan equivale a conocernos mejor e incrementar nuestro bienestar y las relaciones con las demás personas.
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Ignacio Morgado Bernal
Es catedrático emérito de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona
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