Hoy, Estados Unidos y sus aliados occidentales gastan casi 1.400 billones de dólares al año en armas y guerra, aproximadamente el doble de lo que invierte el resto del mundo, desde los «enemigos» Rusia y China hasta los países «neutrales». Los nuevos objetivos de la cumbre de la OTAN suponen entre 1.000 y 1.200 billones de dólares en gasto militar adicional, para un total de más de 2.600 billones de dólares al año en 2035. Miles de millones de dólares de nuevo gasto en armas, si contamos toda la próxima década. Una cifra disparatada, fruto de una voluntad que no puede obviar la guerra.
Nunca en la historia se había decidido un rearme semejante sin llegar a un conflicto abierto. La estúpida cita en latín de Giorgia Meloni, «si vis pace para bellum», es copiada servilmente por Ursula von der Leyen. Quien ya había dicho que si Europa quiere la paz, debe prepararse para la guerra y el rearme bélico. Nacionalistas y proeuropeos están unidos en un aventurerismo belicista. La carrera armamentística de la OTAN provocará una competencia feroz en todo el mundo, hasta el colapso de la economía o hasta la Tercera Guerra Mundial.