'Vertebra tu bienestar'
La neurocirugía es una puerta a la recuperación, a la esperanza y, sobre todo, a la mejora de la calidad de vida
(istock)
Dr. Pablo Clavel Laria
elconfidencial.com 27/06/2025
La neurocirugía es una especialidad que muchos asocian con momentos críticos o enfermedades graves. Sin embargo, es también una puerta a la recuperación, a la esperanza y, sobre todo, a la mejora de la calidad de vida. Cada año, miles de personas recuperan su autonomía, su capacidad de moverse sin dolor, o incluso su vida, gracias a intervenciones precisas en el sistema nervioso central y la columna vertebral.
Siempre, desde el primer día de mi formación he asistido y vivido en primera persona casos y experiencias que han cambiado la calidad de vida o la vida de las personas.
Por supuesto, todos los neurocirujanos tenemos en nuestra experiencia el haber asistido a pacientes que han entrado por urgencias con hematomas cerebrales epidurales, subdurales o intraparenquimatosos y haber corrido para drenar el hematoma dado que el paciente se encontraba en coma con una anisocoria (un signo de enclavamiento) y a un paso de la muerte. Uno de los casos que recuerdo fue un extraño hematoma de una chica muy joven, espontáneo, cerebeloso. Unos pocos minutos fueron determinantes para salvarle la vida. En otro paciente joven de unos 18 años que vino tras un accidente de moto con un edema cerebral difuso decidimos realizar una craneotomía descompresiva amplia (quitarle todo el hueso del cráneo) para dar espacio al cerebro hinchado. La recuperación del paciente fue completa y pudo incluso reincorporarse a los estudios y acabar la carrera. En aquellas épocas guardábamos el hueso que habíamos quitado del cráneo dentro de la barriga del propio paciente para colocarlo de nuevo en la cabeza meses después. Hoy en día se colocan plastias hechas a medida, diseñadas por ordenador y con ello evitamos algunas infecciones que antes se producían.
Desgraciadamente, no siempre todos los casos que intervenimos en urgencias tienen un resultado bueno y algunos de los pacientes que sobrevive queda con secuelas. Es una de las decisiones más difíciles para un neurocirujano: cuándo intervenir o no un caso grave. Y la edad, como pasa siempre en cirugía, acaba siendo uno de los principales factores pronósticos.
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Robótica en la sala de operaciones: el futuro de la neurocirugía y de la cirugía de columna. (istock)
Algunos tumores también me han impactado. En ocasiones por sangrados continuos incontrolables y en otras ocasiones por saber que la resección no podía ser completa. En otros casos, por saber que, aunque operases al paciente, el paciente acabaría inevitablemente falleciendo como así sucede con los glioblastomas, la forma más maligna de tumor cerebral. También los cordomas de columna suponen un reto. En el caso de una chica de unos 35 años tuvimos que realizar junto con el equipo de cirugía vascular del hospital la segunda cirugía del mundo de resección de la vértebra L5 y todo el sacro. Fuimos agresivos en la resección, hasta tal punto que la paciente aceptó la amputación de todas las raíces nerviosas desde la lumbar 5 lo que la condenó a un cuadro de incontinencia y debilidad que la hacía desplazarse desde la intervención en silla de ruedas. Desgraciadamente, sólo conseguimos alargar su supervivencia 3 años. Ella siempre nos estuvo muy agradecida dado que su pronóstico era de apenas unos meses.
Es curioso cómo nos aferramos a la vida cuando vemos que se nos escapa. Afortunadamente, las historias de éxito han sido muchas, la gran mayoría. Hemos devuelto la visión quitando tumores de las meninges o de las hipófisis que comprimen los nervios de la visión, hemos hecho que pacientes que no podían caminar por una estenosis de canal lumbar o una mielopatía compresiva cervical, vuelvan a caminar. Y hemos quitado muchos dolores, ciáticas, dolores en el brazo o dolores en la cara cuando se trata de una neuralgia del trigémino. Conseguimos que aquellos pacientes enfermos de Parkinson que tiemblan dejen de temblar gracias a la implantación de un electrodo en el subtálamo. Y hacemos que las columnas torcidas se pongan rectas con complejísimas cirugías correctoras. Pacientes que no pueden caminar por que solo pueden mirar al suelo vienen a la consulta con una sonrisa cuando ven que pueden mirar hacia delante sin dolor. La tecnología, la mejora en las técnicas quirúrgicas y en los materiales que utilizamos y los avances en la neuroanestesia nos están ayudando sin duda a afrontar mejor estos retos.
(istock)A pesar de ello hemos de seguir trabajando y avanzando. Esperamos que los tumores puedan tratarse con las nuevas terapias. Que tengamos mejores métodos diagnósticos y que perfeccionemos las técnicas menos invasivas, también las del dolor. Pero también nos hemos de ocupar de los pacientes, de los miedos lógicos con los que afrontan una intervención de nuestra especialidad. Y como no, de sus familias. Estamos trabajando en una mejor preparación preoperatoria del paciente que redunda en un mejor resultado postoperatorio.
Pero todo lo mencionado sirve de poco sin el mejor diagnóstico que localice la patología. Con todo el armamento tecnológico siguen siendo la experiencia del médico cirujano, la historia clínica y la escucha atenta del paciente las herramientas que más nos van a ayudar. Y tras el diagnóstico certero, un buen plan que nosotros discutimos internamente en sesiones semanales. Y tras un buen plan, la mejor ejecución con las mejores herramientas tecnológicas y humanas. No seríamos capaces de realizar nuestras intervenciones sin el equipo que nos acompaña: desde ayudantes cirujanos, a enfermeras quirúrgicas, de quirófano o de anestesia, anestesistas, neurofisiólogos, técnicos, celadores o administrativas.
Todos colaborando como sólo sabemos hacer los humanos para el éxito de una intervención y la curación de una persona.
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