La tarea que se abre a los seguidores del gobierno de Petro, si en realidad se busca establecer algunos cambios significativos, es ir trabajando en construir un auténtico poder popular, más allá de las simples aspiraciones personales o grupales.
Julio César Carrión Castro
Magister en Ciencias Políticas
Se cumplen ya 50 años del golpe imperialista contra el poder popular en Chile y la izquierda no coge vergüenza, a pesar de las claras advertencias expresadas por Rosa Luxemburgo desde 1900.
El grave error en que incurrió la Unidad Popular con Salvador Allende, fue creer en los cantos de sirena de la democracia burguesa; considerar cierta la posibilidad de la cooperación interclasista y renunciar a los procesos revolucionarios, en favor del reformismo “progresista”. Todos los quehaceres revolucionarios e insurgentes, fueron cubiertos por el velo de la institucionalidad del llamado “Estado de Derecho”. Dejaron de existir las alternativas y las propuestas de cambio, inmersos los sectores populares chilenos en la credibilidad en las instituciones que, supuestamente, trabajarían por alcanzar un capitalismo bondadoso y amable.
Ese ideario reformista, hoy tiene su presencia catastrófica también en Colombia, y nos lleva a creer, ingenuamente, que un sistema político, económico, social, cultural, marcado desde la colonia, por la tradicional desigualdad social y el dinástico despotismo de unas élites, tan ignaras como corruptas, puede, de un momento a otro, como por arte de birlibirloque, convertirse en una especie de Paraíso Terrenal, comprometiendo a esos viejos gamonales, esclavistas, hacendatarios, finqueros y encomenderos, en los nuevos constructores, desde las regiones, desde los municipios y departamentos, en los promotores del cambio, quienes habrán de apoyar el gobierno de Petro. Por esas “razones” es que vemos la enorme acogida que tienen esos gatopardos politiqueros de siempre, en los listados a ocupar las gobernaciones, alcaldías, concejos municipales y asambleas, a nombre del Pacto Histórico, los llamados verdes, y demás movimientos y partidos, supuestamente “alternativos”.
Como si se tratase de un sino trágico que pesa sobre los colombianos, esas fuerzas regresivas y sectarias han logrado, de nuevo, cooptar la inconformidad y la protesta. Las secuelas de más de 200 años del poder oligárquico, fortalecido ahora con las mafias de contratistas, paramilitares y narcotraficantes, hacen presencia en la oferta electoral que se avecina, presentándose como renovados y cambiados, hasta llegan a constituir ligas y organismos “anticorrupción” liderados por reos e imputados.
La tarea que se abre a los seguidores del gobierno de Petro, si en realidad se busca establecer algunos cambios significativos, es ir trabajando en construir un auténtico poder popular, más allá de las simples aspiraciones personales o grupales, constituir auténticas organizaciones revolucionarias sustentadas en un pluralismo democrático, en una red molecular que recoja los múltiples y dispersos intereses, populares para fortalecer sus luchas y no para tratar de borrar los antagonismos de clase. Fomentar el protagonismo popular, más que tratar de soslayarlo, enalteciendo nuevas y viejas burocracias. Crear organización popular.
Edición 839 – Semana del 26 de agosto al 1º de septiembre de 2023
_____________
Fuente: