DOSSIER:
1. Gustavo Petro: “No traicionaremos…”
Equipo desdeabajo
El festejo fue, es y será intenso. Una multitud de gentes, mujeres y hombres de todas las edades pero en su mayoría jóvenes, coparon las calles, avenidas y parques de sus ciudades y barrios de residencia. El alborozo no era –es– para menos: con 11’281 mil dos votos –50.44 por ciento– Gustavo Petro, cabeza del Pacto Histórico venció a Rodolfo Hernández que alcanzó el apoyo de 10 millones 580 mil 399 sufragantes –47.34 por ciento. La radiografía del país quedó refrendada, placa también tomada el pasado 29 de mayo, y el reto de una línea de gobierno que logre unir sus partes queda como uno de los mayores quehaceres de quienes fueron favorecidos por la voluntad popular. (Ver editorial desdeabajo Nº292, "Zurcir con la totalidad que somos")
Un triunfo alcanzado en segundo vuelta, con la movilización decidida de la juventud factor determinante en el resultado final, y el crecimiento de más de 2 millones quinientos mil votos a favor del Pacto Histórico entre esta ronda y la primera, rompiendo de esta manera el mito sobre el techo de la izquierda (enlace artículo ¿Momento o techo de la izquierda?. El aumento experimentado por Rodolfo Hernández también fue mayúsculo –4.641.514 votos– pero no suficiente para ser elegido, pero sí para que los movimientos sociales no pierdan de vista el país que dibujó esa campaña y se pregunten por cómo concitar esos millones de personas, y lograr su participación en la agenda de cambio que Colombia requiere.
Una ruptura del techo histórico lograda por la acción decidida de quienes podemos denominar como fuerza sociopolítica del cambio. Conmovida por el triunfo logrado mucha de ella, para el caso de Bogotá, pasadas las 4 de la tarde, vitoreaba al interior de los buses de Transmilenio cada que escuchaba el reporte del Consejo Nacional Electoral, al tiempo que desde el interior de las estaciones de los buses formaba con sus manos corazones y se estrechaba en viva voz con el “tenemos Presidente” que salía por las ventanas de los buses.
Una marea humana, como si de un evento deportivo se tratara, también transportada en vehículos particulares y con destino hacia el sitio contratado para recibir el resultado final de la jornada electoral. Cientos, miles de personas, con rostros alegres, con ojos vivaces, gozosos, radiantes por que por primera vez el país, ellos y ellas, tienen un presidente –pero también una vicepresidenta– del pueblo y que los reivindica.
A ellos y a ellas, a lo largo del país, se refirió Gustavo Petro en la primera parte de su intervención para celebrar lo que también él valoró como un logro histórico, para unos segundos después asegurar: “No traicionaremos a este electorado…”.
Un electorado que también está integrado por decenas de activistas que han acompañado al ex M-19 en más de cuatro décadas de lucha: “Vencimos […] son más de 40 años de lucha”, dijo a las afueras del Movistar, coliseo donde se congregó la multitud para celebrar, Gloria Carreño, profesora y activista que no ha dado el brazo a torcer en todos estos años de resistencia y construcción por el cambio y que esta vez, como lo hizo hace cuatro cuando el triunfo se escabulló, portaba la bandera del M-19.
Cientos, miles de personas, unas lograban ingresar a la celebración y otras, al no poder ingresar tomaban rumbo hacia la Plaza de Bolívar, con la esperanza de que la fórmula Gustavo Petro–Francia Márquez finalmente llegaran allí para festejar. Con seguridad, en su alborozo no escuchaban lo que decían desde seguridad: “La celebración no puede darse allí pues no hay despliegue para eliminar los riesgos de seguridad”.
Mientras unas y otros seguían bregando por ingresar, o retomaban rumbo por la Avenida 30 hacia el centro de la ciudad, Francia Márquez empezaba a celebrar el suceso, acompañada con total fuerza y convicción por una juventud feminista que ve en ella la posibilidad de profundizar la lucha contra el patriarcado, contra la desigualdad salarial, contra la violencia de género, pero también contra el racismo y la exclusión social. “Acabaremos con el patriarcado…”, aseguró la hoy vicepresidenta y futura Ministra de la Igualdad.
Sus palabras fueron breves pero suficientes para que las 14 mil personas que abarrotaban el coliseo la ovacionaran, en un reconocimiento a lo que su liderazgo significó para este triunfo, y a la inmensa responsabilidad que llevará sobre sí en los cuatro años que siguen, una carga que seguramente reposará en gran medida en su comunicación, conexión y coordinación con los movimientos sociales para que el gobierno no quede secuestrado por las redes clientelistas que también integran y están en el interior del Pacto Histórico.
Con sensibilidad de lidereza y agilidad política, al ver que Petro llegaba al recinto, junto con su familia, saludó al nuevo Presidente, “[…] a nuestro Presidente…” y le cedió la palabra, destacando éste desde un primer instante el propósito que fue uno de los ejes programáticos de la campaña: “[… ] Colombia, potencia mundial de la vida…”, con sus tres soportes: paz, justicia social, justicia ambiental.
La seguridad de sus palabra es recibida con entusiasmo por la concurrencia, a cuyos vítores debe imponerse con voz pausada: “(y para hacer realidad este propósito vamos a sellar) un acuerdo nacional, construido desde las regiones, con poder de mandato” […]. Un acuerdo nacional para construir la paz. Desde el 7 de agosto, paz integral para Colombia…”. Un propósito inmenso y que desde ya le abre un reto a los actores sociales.
¿Cómo recibirán las fuerzas alzadas en armas, entre ellas el Eln, este mensaje? El lunes 20 esta organización alzada en armas se expresó en un corto mensaje al país que titula “Vamos con los cambios y la paz” y en el cual, luego de algunos planteamientos de línea programática y retos estructurales que deberá encarar y resolver el nuevo gobierno, asegura:
“Si el Presidente elegido se posesiona el 7 de agosto para hacer los cambios que nos encaminen a superar el clientelismo y sacar la violencia de la política, avanzar en planes de inclusión social que contemplen empleo y emprendimientos para las mayorías, un plan de Reforma Agraria, un nuevo modelo de lucha contra las drogas y le da continuidad al Proceso de paz, Colombia tendrá un Gobierno respaldado por el movimiento popular, pero si se instala para hacer ‘más de lo mismo’ tendrá al pueblo en las calles reclamando cambios con más vehemencia que en 2019 y 2021”.
Comunicado que cierra llamando a retomar la agenda de diálogo iniciada en el 2017: “El ELN mantiene activo su sistema de lucha y resistencia política y militar, pero también su plena disposición para avanzar en un Proceso de Paz que dé continuidad a la Mesa de Conversaciones iniciada en Quito en febrero de 2017”.
Es una agenda y un modelo de negociación que, como es público, tiene diferencias notables con la seguida por las Farc, y que las llevó a su desmovilización. ¿Qué deberá esperar el país con respecto a nuevas agendas de negociación? ¿Cómo serán incluidas en ello las llamadas “disidencias” de las Farc? ¿Cómo los actores paramilitares.
Paz, justicia social, acuerdo nacional, acuerdos regionales, una agenda que permite deducir que hay un reconocimiento desde el próximo mandatario que sin movilización social no será posible gobernar, no será factible vencer las fuerzas del poder profundo que controlan economía, burocracia, fuerzas armadas, justicia, y mucho más. Según Petro, en lo caso de lo regional, se trata de “[…] diálogos regionales, que den pie para las reformas que necesita Colombia para construir la paz”. Reformas para tener “[…] derechos constitucionales vivos; derechos constitucionales vivos; una Constitución viva que pueda realizarse cada día”.
Un propósito imposible de concretar si los actores sociales pierden su autonomía frente al poder e iniciativa –así ese poder hoy esté en manos de dos de los suyos–. En este sentido, tal vez le faltó decir al hoy ungido jefe de Estado: “A esa marea juvenil que decidió hoy tomarse las urnas […] si nos equivocamos confróntenos, si dudamos, empújennos…”, recordándoles que un gobierno de real talante democrático debe ser del pueblo, con el pueblo y para el pueblo.
Retos inmensos todos estos, pero que pueden hacerse realidad toda vez que Colombia cuenta hoy con un ascendente social, en creciente desde hace varios años, que con fuerza y constancia paralizó al país en el 2021 durante varias semanas. Fuerza social juvenil, en su mayoría, que como lo anunció con estadísticas el mensuario Le Monde diplomatique edición Colombia en la edición en circulación, un importante porcentaje de esa juventud que en primera vuelta había votado por Rodolfo Hernández, al ver que había recibido el apoyo de la derecha uribista, le quitó de inmediato su apoyo y giró hacia la campaña del Pacto Histórico.
Esa reacción la marcaron las encuestas. Como también marcaron, y lo aseguró Libardo Sarmiento en ese artículo, la abstención se reduciría y ese quiebre favorecería a quien venció en las urnas. Además de recordar que el ascendente juvenil era el sector social en Bogotá, lo cual también fue ratificado por los resultados alcanzados en la capital del país.
Bien, sin el control y movilización constante de esa inmensa marea, como de otros sectores sociales que están por un cambio real en el país, profundo, no es posible concretar un gobierno del cambio, un gobierno que logre prolongarse más allá de un periodo electoral, y hacerse fuerza autónoma, cooperativa, solidaria, interrelacionada entre experiencias a lo largo de todo el país, conformando órganos paralelos de gobierno en los territorios, etcétera, para así gobernar más allá del centro político y más allá de un periodo de tiempo dado, consciente que en otra campaña electoral el Ejecutivo puede ser retomado por los poderes tradicionales.
Acción crítica, constante. Mandar obedeciendo. El realismo político, tratar de equilibrar por ‘arriba’ puede tender un distanciamiento entre gobierno y actores sociales, por eso es importante que la sociedad no deje de criticar, de exigir, de presionar, que no abandone las calles, pero tampoco los auditorios donde se discutirán los acuerdos regionales, “vinculantes” en subrayado, que como savia recorrerán el cuerpo gubernamental y, en forma de proyectos de ley llegarán al Congreso, en donde las fuerzas opuestas seguramente los obstruirá. ¿Podrán hacerse realidad estos sin confrontar ese Congreso, sin generar una acción ejecutora y en cadena con raíz en los distintos territorios? Pero también, ¿podrán hacerse realidad parte de esos proyectos, ojalá la mayoría, de manera directa por parte de los mismos actores sociales, en sus territorios, sin depender para ello del visto bueno de los legisladores?
Esta debería ser una vía expedita para no perder de vista que las autonomías sociales son fundamentales para llevar a cabo en el largo y el mediano plazo cambios de fuerte impacto para reducir la injusticia social que prima en el país, así como las exclusiones de todo tipo, entre ellas las que deberá liderar Francia Márquez al coger el timón del novísimo ministerio con que contará el país.
Una autonomía y un potencial social que muestra caminos en el sur del país, con especial relieve en Nariño, departamento en el cual la fortaleza de los movimientos sociales ha sido reafirmada en estas elecciones; una fortaleza que deja en claro que un logro tal se construye en años de acción y se acelera con experiencias de gestión y acción de diverso tipo, en todo lo cual autonomía y liderazgo social, colectivo, es deteminante.
Recuadro
¡Actuar ya!
“Queremos que Colombia, y será la prioridad de la política diplomática, se coloque al frente en el mundo de la lucha contra el cambio climático. La ciencia nos ha dicho que como especie humana podemos perecer en el corto plazo, que la vida en esta Tierra hermosa puede perecer en el corto plazo, que las dinámicas de acumulación que un mercado desaforado, que unos deseos de codicia y ganancia desaforados, que un proceso de consumo desaforado, está a punto de acabar con las bases mismas de la existencias […]
Si la ciencia nos lo dice toca actuar ya. No somos uno de estos países que emiten enormes cantidades de Co2 y de gases de efecto invernadero, pero estamos aquí, al lado de una de las mayores esponjas que consumen los gases de efecto invernadero que otros países arrojan: la selva amazónica, las selvas de América Latina. Hoy se impone que Colombia trate de salvar la selva amazónica en función de salvar la humanidad.
Nos han criticado porque proponemos una transición energética, quizás rauda dicen los críticos, hacia las energías limpias en las que Colombia tendría enormes ventajas, pues bien, se trata de establecer ahora el diálogo en las Américas.
Proponemos un diálogo en las Américas sin exclusiones de ningún pueblo, de ninguna nación en toda la diversidad que es América. Creo que llegó el momento de sentarnos con el gobierno de los Estados Unidos y hablar, dialogar sobre lo que significa que en todo este continente americano que compartimos, allá se emita, como casi ningún otro país gases de efecto invernadero y aquí los asumimos, los absorbemos a partir de nuestra selva Amazónica.
Si allá se emite y acá absorbemos ¿por qué no dialogamos? ¿por qué no establecemos otra manera de entendernos? ¿Por qué no dejar de emitir más allá y por qué no ayudarnos aquí a que las esponjas de la absorción de los gases de la muerte de la humanidad, puedan ser más eficaces.
Le propongo al gobierno de los Estados Unidos y a todos los gobiernos de América, sentarnos a dialogar para acelerar los pasos de la transición energética, los pasos de la construcción de una economía descarbonizada, los pasos de la construcción de una economía de la vida en toda América.
¿Cómo un gobierno pretende ser el gobierno de la vida no podía proponer la construcción de una economía de la vida?
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Fuente:
2.
El cambio se hizo realidad, ahora empieza lo más difícil
Un inapelable triunfo de la ciudadanía y de la democracia que han hecho posible el tan ansiado cambio.
J. Ignacio ‘Iñaki’ Chaves G.*
Democracia y ciudadanía (foto: Iñaki Chaves)
La victoria del Pacto Histórico en las elecciones presidenciales de Colombia inaugura una nueva era llena de esperanza
¡Enhorabuena a Colombia y a lxs colombianxs! Un inapelable triunfo de la ciudadanía y de la democracia que han hecho posible el tan ansiado cambio. Gustavo Petro presidente y Francia Márquez vicepresidenta. Una dupla novedosa por muchos motivos: primera vez que la política tradicional no gobernará el país del sagrado corazón; primer presidente a la izquierda de la sempiterna derecha y primer exguerrillero en ocupar la casa de Nariño; primera mujer afro, ambientalista y lideresa social en la vicepresidencia; primera vez que lxs de abajo están más cerca de lxs de arriba y primera vez que las movilizaciones sociales han provocado un verdadero cambio.
Dicho esto, toca detener un momento el tiempo y reflexionar sobre lo que supone y cómo abordarlo. Comienza lo más difícil: gobernar para todo el país y todas sus gentes en un territorio históricamente dividido y socialmente fraccionado. No será fácil. Habrá que tener mucho tacto para introducir los cambios necesarios y habrá que tener mucha paciencia para lograrlos.
No sólo en las calles para cumplirle a la gente, que deberá armarse de estoicismo y mantener la ilusión, sino en la Cámara de Representantes y en el Senado en donde el Pacto Histórico tendrá que saber navegar con firmeza pero con flexibilidad para mantener la nave del cambio a flote y en su rumbo.
La metamorfosis social no se verá de la noche a la mañana. No nos acostaremos como un complejo y cabizbajo G. Samsa y nos levantaremos como una bella y alegre mariposa amarilla. El camino será tortuoso y largo, y las piedras dificultarán su recorrido; aunque caminar nos acercará al sueño, a la utopía del cambio. No valdrá con cuatro años, se necesitarán más, tal vez toda una generación para lograrlo. Pero es un primer, trascendental y necesario paso adelante.
Con todas las dificultades, con todos los enemigos de siempre y con los amigos repentinos e interesados, con las violencias estructurales y con las desigualdades e inequidades, que no desaparecerán de repente; pero el momento, por fin, ha llegado. Coraje y fuerza, hasta que la dignidad se haga costumbre, hasta que vivir sabroso sea lo natural y hasta que Colombia se convierta en una potencia de vida.
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