Décadas de capitalismo salvaje –con gobiernos a modo, igualmente brutales–, de exprimir y depauperar a la mayoría
1. FMI: señales de alarma // ¿Nueva crisis en puerta?
la mejor solución para salir del hoyo es mandar a paseo al FMI y a sus recomendaciones
Carlos Fernández-Vega
El sistema neoliberal echa aceite por doquier y su motor está destartalado, pero los genios de este modelo –con el Fondo Monetario Internacional (FMI) entre sus grandes promotores– defienden el supuesto de que los problemas se resuelven con más parches a lo ya parchado, especialmente ante el recrudecimiento de la incertidumbre, dada la creciente desigualdad y, desde luego, las numerosas manifestaciones de repudio en un buen número de países.
Décadas de capitalismo salvaje –con gobiernos a modo, igualmente brutales–, de exprimir y depauperar a la mayoría, pero los genios todavía se sorprenden de que crezca el número y la intensidad de las manifestaciones de hartazgo en no pocas zonas del planeta, en especial en América Latina. Sólo hay que tener en mente los recientes casos de Chile, Ecuador y Colombia.
Años y años de neoliberalismo expoliador, de fomentar la concentración del ingreso, de privilegiar a la minoría, pero sólo hasta ahora el FMI, por medio de su directora-gerente, Kristalina Georgieva, registra que la desigualdad interna en los países sigue en aumento en muchas economías, y esa preocupante tendencia recuerda a la primera parte del siglo XX, cuando las fuerzas combinadas de la tecnología y la integración condujeron a la primera época dorada, los felices años 20 y, al final, a la catástrofe financiera (la Gran Depresión).
Georgieva dice, como si fuera novedad, que la incertidumbre es perjudicial para la confianza de las empresas, la inversión y el crecimiento. Pero esa no es la incertidumbre en la que piensan millones de seres día a día. Piensan en la zozobra de pagar las cuentas a fin de mes. La incertidumbre sobre la salud y el bienestar futuros de sus familias. El temor constante es quedar rezagado.
Sí, pero la incertidumbre y el quedar rezagado, como ella denomina a los desastrosos resultados del modelo neoliberal, implica que la mitad de los habitantes del planeta no puede satisfacer sus necesidades básicas, mientras el uno por ciento de sus pobladores concentra más de 80 por ciento del ingreso global.
Pero para efectos del FMI lo anterior no cuenta. Sólo que debemos aprender las lecciones de la historia y adaptarlas a nuestros propios tiempos. Sabemos que una desigualdad excesiva obstaculiza el crecimiento y carcome los cimientos de un país. Corroe la confianza dentro de la sociedad y las instituciones. Puede alimentar el populismo y la turbulencia política. Enfrentados a la desigualdad, muchos gobiernos recurren primero a las políticas fiscales. Estas son y seguirán siendo herramientas indispensables. Lo cierto es que la mayoría de la humanidad vive en crisis permanente.
El punto es que la señora Georgieva cree que se evitará una nueva crisis –algo ya recurrente– al aplicar las mismas fórmulas que, tarde que temprano, la provoca; es decir, lo mismo que suponía su predecesora, Christine Lagarde, y todos sus antecesores.
Por cierto, cuando reventó la crisis de 2008-2009 (la peor desde la Gran Depresión), Lagarde pasó del pánico al desbordado optimismo, pues había hallado –según dijo– la ruta de salida: parchar el de por sí parchado modelo neoliberal, y fortalecer a la mafia financiera que, en buena medida, provocó dicha crisis.
Pero el FMI insiste, porque el mensaje implícito de Georgieva es la posibilidad de una nueva crisis económico-financiera, y para evitarla –o cuando menos estar bastante preparados para hacerle frente– la solución es mantener la ruta del modelo fallido y no dar marcha atrás, como ya comenzó a ocurrir en algunos lugares, porque sería un craso error. Los países deben llevar a buen término el programa de reformas y complementarlo con nuevas iniciativas. En los hechos, la mejor solución para salir del hoyo es mandar a paseo al FMI y a sus recomendaciones.
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https://www.jornada.com.mx/2020/01/20/opinion/019o1eco
2.La reforma neoliberal
José Blanco
No me refiero a la reforma del capitalismo global construida a partir de las ideas de Hayek, Von Mises, Friedman et al. a partir de los años 1970, que inauguró la era neoliberal. Me refiero a parte de lo que está ocurriendo hoy: la reforma que los mismísimos neoliberales buscan llevar a cabo, para salvar al capitalismo neoliberal de sus propios demonios.
Como en toda formación social que se agota, bajo la tensión que produce una legitimidad agonizante, la hegemonía se desestabiliza y sucumbe frente a la multiplicación de miríadas de demandas sociales insatisfechas. Los excluidos, que durante demasiado tiempo otorgaron lealtad al neoliberalismo, desobedecen aquí y allá el orden existente. El convencimiento, que va generalizándose, de que la raíz del desastre económico, social y político se halla en el ideario neoliberal, abre la posibilidad de una transformación de las bases en que puede fundarse una formación social distinta.
El consenso sobre la crisis del neoliberalismo es amplio y recorre el mundo occidental, donde reinó a sus anchas por más de 40 años. El reino está agrietado por doquier, se debilita continuamente y ya las alarmas aúllan cada día a mayores decibeles entre sus poderosos beneficiarios. Hasta donde puede advertirse, el populismo de derecha puede tener también los días contados: su nacionalismo antiglobalización, basado en valores étnicos y rechazo a los inmigrantes, está destinado a la debacle.
Como en toda crisis social generalizada se abre el espacio social que Gramsci llamó interregno: un espacio de lucha entre relatos distintos o antagónicos. Con el propósito de retener el gobierno sobre el rumbo del capitalismo, un grupo de capitalistas se alista para formular un discurso ad hoc, para vestir al capitalismo neoliberal reformado. El flanco izquierdo está ante un interregno abierto.
Durante más de 40 años los empresarios, especialmente los estadunidenses, han sostenido que la única responsabilidad de las empresas era maximizar sus ganancias. Lo lograron como nunca aplastando los salarios en todas partes, configurándose así una de las más poderosas tendencias generadoras de la desigualdad del siglo XXI. Pero están asustados de su criatura: la Mesa Redonda de Negocios de EU ha dicho que adoptará, en la reunión del 50 aniversario del Foro Económico Mundial (FEM), que comienza hoy en Davos, un enfoque que llama capitalismo de las partes interesadas ( stakeholder capitalism), centrado no sólo en los accionistas, sino también en los clientes, empleados, proveedores y comunidades, a los que considera esenciales para el desempeño de sus negocios.
Laura Tyson, ex presidenta del Consejo de Asesores Económicos del presidente de EU, y Lenny Mendonca, asesor económico y empresarial, jefe y director de la Oficina de Desarrollo Económico y Empresarial de California, en reciente colaboración en el Daily Maverick, escriben que los empresarios discutirán cómo dar un significado concreto al capitalismo de las partes interesadas, un concepto articulado por primera vez por el fundador del FEM, Klaus Schwab, quien propondrá, en ese foro, otro Manifiesto de Davos, con todo y su capítulo verde. Ya veremos si sale adelante el nuevo relato y cuáles son sus principios.
Por supuesto, los tiempos que corren plantean un reto enorme al pensamiento alternativo. Ningún programa alterno al capitalismo neoliberal podría prosperar sin una amplia base social de sustentación. Y, al mismo tiempo, ese programa es indispensable como relato alternativo para articular esa base social que, por necesidad, tendría una historia particular en cada Estado-nación. Aunque las cosas son así, los movimientos sociales de cualquier parte deben contar con una idea estratégica sobre la globalización. Lo más pernicioso para la sociedad globalizada y para las sociedades nacionales es, evidentemente, el predominio del sector financiero, un fardo incomensurable.
Será de verse qué hará Donald Trump con ese nuevo ideario que quieren impulsar sus colegas los empresarios de la Mesa Redonda de Negocios de su país. El éxito del neoliberalismo en su implantación y desarrollo, fue avasallador. Las oposiciones keynesianas y quienes habían cabalgado del lado del Estado de bienestar entregaron la plaza íntegramente. La reconversión de todo mundo a la idea de la libertad individual, detrás de la cual apareció la soberanía del consumidor y el mercado libérrimo, convenció a las mentes más progresistas (la reflexión sobre la izquierda marxista requeriría un espacio aparte).
No sé si en el 50 aniversario del Foro de Davos saldrá avante un nuevo manifiesto, pero el stakeholder capitalism (whatever that means) parece la propuesta que buscará crecer en los años venideros. Los retos del pensamiento alternativo son enormes, no sólo para la elaboración programática sino, especialmente, para crear las bases sociales organizadas capaces de sostener y luchar por un mundo distinto.
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3. ¿Se avecina una crisis?
León Bendesky
Luego de la crisis financiera de 2008 se preguntaba recurrentemente cómo era posible que no se hubiese previsto.
Los economistas académicos y profesionales estaban en otra cosa, asentados en las respectivas conveniencias, y aún no parecen advertir del todo ni expresamente lo que ocurrió y su significado.
Los políticos y funcionarios en los ministerios de hacienda y bancos centrales aceptaban de buen modo los excesos que ocurrían en los mercados y se adaptaban a la exuberancia irracional, término que englobaba lo que sucedía. Pero no se impulsaba reacción alguna para frenarla y reorientar el destino de los fondos para invertir; en cambio, era como si se echara más leña al fuego.
A medida que ha pasado el tiempo, lo que se repiten son las advertencias de las derivaciones negativas de dicha crisis: las de carácter social, productivo, comercial y la fragilidad financiera que persiste en el mundo, disfrazada de distintas maneras.
Apenas hace unos días, la directora del Fondo Monetario Internacional dijo en una reunión en el Instituto Peterson de Washington DC que las tendencias económicas actuales se asemejan a las observadas en la década de 1920 y que culminaron en la Gran Depresión.
Se centró en el hecho de que la desigualdad económica al interior de los países se ha acrecentado y que, en el caso de los países de la OCDE, llega a cifras récord. Esto, predijo, junto con el cambio climático y el proteccionismo comercial agravarán la agitación social y la fragilidad financiera.
Deberán discutirse los escenarios políticos vigentes y también la visión del FMI, institución cuya propia historia y entorno político están de por medio y que no puede obviarse.
La enorme intervención que hizo la Reserva Federal, inundando con liquidez los mercados financieros, luego de la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, llevó a una política monetaria que provocó un entorno de tasas de interés prácticamente de cero.
Este ambiente se mantuvo de diciembre de 2008 a finales de 2015, para luego irse ajustando hacia arriba, progresivamente, hasta el 1.75 por ciento actual.
Así se regresaba a lo que se considera la norma de la política monetaria. Pero está muy lejos de fincar un escenario de crecimiento sostenido, con una mejor distribución, menor volatilidad en los mercados de dinero y de capitales y menos confrontación de los intereses nacionales.
El proceso provocó distorsiones significativas en la asignación de las inversiones que buscaban mejores retornos, como es igualmente la norma. Así ocurrió en los mercados de bienes raíces, acciones y bonos, y, en general, en los precios relativos de todos los activos, en una perspectiva altamente especulativa.
La generación de valor en la producción se relegó, beneficiando los rendimientos provenientes de las rentas, con un impacto más grande en la desigualdad de los ingresos y la riqueza.
El fenómeno, iniciado en Estados Unidos, se propagó a otros países y en Europa, por ejemplo, hay casos de tasas negativas de interés para los depósitos.
El dinero disponible para la inversión de tipo financiero se coloca en mercados con mayores rendimientos, como fondos de bienes raíces; índices de inversión en las bolsas de valores; los que se colocan en mercados fuera de Estados Unidos y Canadá; los bonos de distintos tipos; el petróleo o el oro. En todos estos casos los retornos han estado por encima de la inflación promedio.
Los bancos, como los de Estados Unidos que estuvieron en el centro de la crisis financiera, se restructuraron siguiendo un patrón definido por el Tesoro y la FED, en un fuerte proceso de concentración de los activos que controlan. Sus ganancias se han recuperado con creces en el ambiente especulativo predominante. En esencia, un entorno de bajas tasas de interés favorece los márgenes que se ganan cuando se realizan las transacciones en los distintos mercados.
En este contexto es que se ha propuesto la noción de un estancamiento secular. El reducido crecimiento productivo exacerba la diferencia entre el ahorro y la inversión, y se provoca así una hipertrofia del sistema financiero. La política fiscal puede reforzar el efecto adverso cuando se reducen los impuestos a los estratos de más altos ingresos.
Lo que ha quedado fuera de foco es la necesidad de generar producción y empleo, aumentar el ingreso relativo de la gente que trabaja y ordenar la política fiscal y monetaria para aminorar las distorsiones que ocurren a partir del ámbito de las operaciones financieras.
Las advertencias sobre las condiciones de persistente inestabilidad, desigualdad, estancamiento, calentamiento global y confrontación social no pueden sino seguir creciendo, pero por lo pronto yacen en un campo poco fértil para que las políticas vigentes se transformen.
¿Qué papel juega la constante advertencia de una posible crisis?
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