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Eduardo Sarmiento
Desde hace un quinquenio la economía evoluciona dentro de una gran inestabilidad.
El país ha experimentado un debilitamiento sistemático de la industria y la agricultura, así como de la balanza de pagos, subsanado con explosiones de crédito y burbujas de acciones y vivienda.
Desafortunadamente, esta estructura no ha recibido la mayor atención, se ha enfrentado con excusas y no se ha actuado en concordancia. En los últimos años se bajaron los aranceles de la industria del 12 al 7%, proliferaron los TLC y se mantuvo la revaluación del tipo de cambio. Al final de 2012 se replicaron las cifras de la apertura. En diciembre las exportaciones totales descendieron 10% y las manufacturas 25%, las importaciones de alimentos subieron 35% y los bienes no elaborados internamente bajaron.
La economía es víctima de la combinación de errores anteriores y de las condiciones externas. El abaratamiento de las importaciones ha adquirido la forma de enfermedad holandesa que devasta la industria y la agricultura. El país se ve abocado al desmantelamiento de las actividades emblemáticas del café, los lácteos, las flores, las confecciones, la metalurgia y ahora, con el TLC de Corea, seguirán los automóviles y las actividades metalmecánicas.
Los estragos van más allá de la enfermedad holandesa. El mal desempeño de la producción no genera la devaluación que reactive la producción y equilibre la balanza de pagos. Al contrario, lo que se tiene es una revaluación que amplía el déficit en cuenta corriente y acentúa la caída de la producción. En la actualidad, el déficit en cuenta corriente asciende a 3,5% de PIB y si se resta la mejoría de los términos de intercambio por la elevación de los precios de los productos básicos, la cifra en términos reales podría alcanzar el 7% del PIB.
Esta situación corresponde a un desequilibrio que no es susceptible de corregirse con las terapias convencionales. La política monetaria expansiva no funciona porque la tasa de interés no se puede colocar por debajo de cero y la política fiscal contractiva porque acentúa la recesión. La solución sólo se puede lograr mediante la intervención en los mercados adquiriendo las divisas a un valor predeterminado y limitando los ingresos de la inversión extranjera.
El modelo económico colombiano se fundamentó en el libre mercado, el motor de la minería y la prioridad a la inflación sobre cualquier otro objetivo. Sobre estas bases, el país confió el desarrollo en el abaratamiento de las importaciones y hoy está recogiendo lo que sembró. La producción se concentra en la minería y los servicios, la mayor parte del consumo industrial y agrícola se adquiere abaratado en el exterior y el déficit en cuenta corriente significa un producto nacional muy inferior al gasto. La economía entró en un sendero de crecimiento de 3%, desempleo de dos dígitos y desigualdades crecientes.
La resistencia a reconocer la realidad y rectificar ha llevado a introducir acciones puntuales y efectistas que no resuelven las falencias estructurales. El país tendrá que construir un nuevo modelo: alinear el comercio internacional con el interés público, priorizar los sectores, con la industria a la cabeza, de acuerdo con sus vínculos internos y externos, y su contribución a la producción y el empleo, así como idear una macroeconomía que concilie el crecimiento económico y la balanza de pagos.
Desde hace un quinquenio la economía evoluciona dentro de una gran inestabilidad.
El país ha experimentado un debilitamiento sistemático de la industria y la agricultura, así como de la balanza de pagos, subsanado con explosiones de crédito y burbujas de acciones y vivienda.
Desafortunadamente, esta estructura no ha recibido la mayor atención, se ha enfrentado con excusas y no se ha actuado en concordancia. En los últimos años se bajaron los aranceles de la industria del 12 al 7%, proliferaron los TLC y se mantuvo la revaluación del tipo de cambio. Al final de 2012 se replicaron las cifras de la apertura. En diciembre las exportaciones totales descendieron 10% y las manufacturas 25%, las importaciones de alimentos subieron 35% y los bienes no elaborados internamente bajaron.
La economía es víctima de la combinación de errores anteriores y de las condiciones externas. El abaratamiento de las importaciones ha adquirido la forma de enfermedad holandesa que devasta la industria y la agricultura. El país se ve abocado al desmantelamiento de las actividades emblemáticas del café, los lácteos, las flores, las confecciones, la metalurgia y ahora, con el TLC de Corea, seguirán los automóviles y las actividades metalmecánicas.
Los estragos van más allá de la enfermedad holandesa. El mal desempeño de la producción no genera la devaluación que reactive la producción y equilibre la balanza de pagos. Al contrario, lo que se tiene es una revaluación que amplía el déficit en cuenta corriente y acentúa la caída de la producción. En la actualidad, el déficit en cuenta corriente asciende a 3,5% de PIB y si se resta la mejoría de los términos de intercambio por la elevación de los precios de los productos básicos, la cifra en términos reales podría alcanzar el 7% del PIB.
Esta situación corresponde a un desequilibrio que no es susceptible de corregirse con las terapias convencionales. La política monetaria expansiva no funciona porque la tasa de interés no se puede colocar por debajo de cero y la política fiscal contractiva porque acentúa la recesión. La solución sólo se puede lograr mediante la intervención en los mercados adquiriendo las divisas a un valor predeterminado y limitando los ingresos de la inversión extranjera.
El modelo económico colombiano se fundamentó en el libre mercado, el motor de la minería y la prioridad a la inflación sobre cualquier otro objetivo. Sobre estas bases, el país confió el desarrollo en el abaratamiento de las importaciones y hoy está recogiendo lo que sembró. La producción se concentra en la minería y los servicios, la mayor parte del consumo industrial y agrícola se adquiere abaratado en el exterior y el déficit en cuenta corriente significa un producto nacional muy inferior al gasto. La economía entró en un sendero de crecimiento de 3%, desempleo de dos dígitos y desigualdades crecientes.
La resistencia a reconocer la realidad y rectificar ha llevado a introducir acciones puntuales y efectistas que no resuelven las falencias estructurales. El país tendrá que construir un nuevo modelo: alinear el comercio internacional con el interés público, priorizar los sectores, con la industria a la cabeza, de acuerdo con sus vínculos internos y externos, y su contribución a la producción y el empleo, así como idear una macroeconomía que concilie el crecimiento económico y la balanza de pagos.
Eduardo Sarmiento P.
http://www.elespectador.com/opinion/columna-409276-deformaciones-de-economia