Alto el fuego entre Irán e Israel, no representa el fin de la guerra. Al contrario, es solo el final —dudoso— de la primera batalla sangrienta
Al final, como era de esperar, el cabecilla se volvió TACO (“Trump siempre se acobarda”).
Pepe Escobar
Cultura Estratégica- 26/06/2025
[Traducción de: Nora Hoppe]
Estaba aterrorizado por tres acontecimientos cruciales basados en la realidad.
- El mensaje de Irán sobre los preparativos para cerrar el Estrecho de Ormuz. La CIA advirtió a Trump que China se oponía rotundamente a bloquear el Estrecho. Según un veterano del Estado Profundo, esta es una de las razones por las que Trump decidió seguir adelante con su espectacular operación teatral en Fordow. Pero cuando la amenaza de un Ormuz bloqueado que destruyera la economía global se hizo realidad, se apresuró a actuar.
- La advertencia iraní se transmitió con el bombardeo de la base Al-Udeid en Qatar, la joya militar de la corona imperial en Asia Occidental. Fuentes atlantistas en Doha también confirman que los daños en la base —evacuada— fueron monumentales, con al menos tres misiles impactando sus objetivos. Teherán afirmaba inequívocamente que podíamos atacarlos donde y cuando queramos. Y sus lacayos del CCG los culparían.
- Probablemente la razón principal: los genocidas de Tel Aviv se están quedando sin interceptores (cohetes); de hecho, toda su red de defensa aérea, plagada de vulnerabilidades, está en problemas. En el último lanzamiento masivo de misiles iraníes sobre la Palestina ocupada el lunes por la mañana, la tasa de interceptación cayó por debajo del 50% e Irán comenzó a atacar la red eléctrica israelí. La nueva directiva iraní (ofensiva estratégica, no paciencia) pretendía paralizar por completo la economía israelí. Además, los genocidas ya le habían rogado a Teherán que "pusiera fin a la guerra". Teherán respondió que aún no había llegado el momento. Así que los genocidas le rogaron a Papá Trump que los salvara.
La cadena de acontecimientos que condujo al alto el fuego sigue sin estar clara. Un factor clave que aceleró los acontecimientos fue la reunión personal de Putin con el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Araghchi, en el Kremlin el lunes.
Hablando en nombre del Ayatolá Jamenei, Araghchi puede haber pedido un suministro sustancial de armas y, especialmente, de sistemas de defensa; pero esto llevará tiempo, especialmente considerando que la asociación estratégica aprobada recientemente tanto por la Duma como por el Majlis en Teherán no es, oficialmente, una alianza militar.
Sin embargo, según fuentes moscovitas informadas sobre la reunión, Putin puso a Rusia en el centro de una posible resolución, desplazando así a Washington. El equipo de Trump 2.0 estaba furioso. Trump se jactó de que tanto Irán como Israel lo habían llamado casi simultáneamente para acordar un alto el fuego. Tonterías: solo Tel Aviv lo hacía. Cuando Putin dejó claro, una vez más, que Rusia apoyaría a Irán, indirectamente le ofreció a Trump una salida.
Fiel a su estilo, el cabecilla aprovechó la oportunidad, promoviendo su propio alto el fuego, al estilo de un reality show. Y esto tan solo dos días después de jactarse de que el programa nuclear iraní había sido "aniquilado" (insiste en ello a pesar de que las agencias de inteligencia estadounidenses admiten que el programa podría haberse retrasado unos meses).
Se ha roto un tabú supremo
Irán ha aprendido lecciones importantes a las malas y ha pagado un precio terrible. Teherán ha sido demasiado transparente y razonable al tratar con un grupo de gánsteres: desde permitir la monitorización nuclear del OIEA, que resultó ser un proceso de acumulación de información valiosa para fines israelíes, hasta creer en la diplomacia y cumplir acuerdos que fueron abandonados sin contemplaciones.
No hay diplomacia cuando se trata de lidiar con el Leviatán/Behemot Imperial, especialmente cuando contempla con horror la reducción de su presencia en el Sur Global.
Sin embargo, a nivel nacional, Irán está avanzando hacia el siguiente nivel. Hay al menos tres facciones en pugna: el ayatolá Jamenei y su círculo íntimo, además del CGRI; los reformistas, encarnados por la apacible presidencia de Pezeshkian; y aquellos que podrían interpretarse como nacionalistas laicos, que desean que Irán sea fuerte, pero no una teodemocracia.
El CGRI ahora ostenta todo el poder. La defensa de la patria contra el mortífero eje sionista, incluido el Imperio, ha cristalizado un sentimiento generalizado de unidad y orgullo nacional. Todos los segmentos de la población iraní —90 millones, que alguien se lo diga al patético Marco Rubio— se han unido bajo la bandera.
En teoría, el alto el fuego —cuya duración nadie sabe— es desfavorable para Irán, pues ha perdido su creciente capacidad disuasoria. Israel reforzará frenéticamente sus defensas aéreas, mientras que Irán, por sí solo, necesitará meses e incluso años para reconstruirse.
El modus operandi imperial sigue siendo el mismo. El maestro de ceremonias previó que se avecinaba una humillación monstruosa, algo similar a un Vietnam israelí, así que anunció un alto el fuego unilateral y huyó.
Sin embargo, la configuración de las próximas batallas ha cambiado. Si Washington decide intensificar el conflicto de nuevo o recurre a la práctica tradicional de usar intermediarios terroristas, Irán, como líder de facto de la Resistencia, contraatacará con determinación. El mito de la invencibilidad genocida ha quedado destrozado para siempre. Todo el Sur Global lo ha visto y ahora lo toma en serio.
Sigue habiendo un serio debate sobre si Teherán finalmente optará por seguir el modelo norcoreano para contrarrestar la hasta ahora fallida imposición del modelo libio y/o sirio. El enriquecimiento de uranio continuará. Con un giro aún más cinematográfico: nadie sabe dónde está el uranio.
El Imperio del Caos, como era de esperar, nunca se detendrá. Solo cuando todo el Sur Global se una con una voluntad férrea y lo obligue a detenerse. Las condiciones no están dadas, todavía no.
En la situación actual, el verdadero alto el fuego se daría entre Estados Unidos y el Sur Global, liderado institucionalmente por Rusia-China, los BRICS y varias otras organizaciones multipolares. La probabilidad de que las clases dominantes estadounidenses respeten un alto el fuego tan duradero, si alguna vez se concreta, es prácticamente nula.
En cuanto al alto el fuego entre Irán e Israel, no representa el fin de la guerra. Al contrario, es solo el final —dudoso— de la primera batalla sangrienta. Los perros y las hienas de la guerra volverán, tarde o temprano. Habrá sangre, una y otra vez. Sin embargo, al menos un tabú supremo se ha roto: ese culto a la muerte en Asia Occidental puede, sin duda, ser herido de muerte.
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