La devaluación del bolívar
Por: Eduardo Sarmiento
El gobierno venezolano devaluó el bolívar. El precio de la divisa, que estaba en 2,15 bolívares, se elevó a 2,60 para los bienes de primera necesidad y 4,30 para otros rubros y se mantuvo el dólar permuta. La medida era perfectamente previsible en un país que registra tasas de inflación de más de 25% y revela una larga tradición de devaluaciones frecuentes.
De tiempo atrás, Venezuela se ha visto asediada por la abundancia de recursos mineros. La enorme factura petrolera resulta en ingresos de divisas superiores a los egresos que amplían la demanda y presionan la revaluación provocando la llamada “Enfermedad Holandesa”.
Esta estructura no se ha entendido ni se ha logrado manejar adecuadamente. Hace un tiempo participé en un proyecto de las Naciones Unidas sobre los países dotados de recursos naturales. Luego de un estudio amplio sobre las economías asiáticas y latinoamericanas, se arribó a la conclusión de que la abundancia de recursos naturales es un escollo para el desarrollo.
La mejor evidencia se encuentra en la crisis del alza de hidrocarburos en la década del 70. Los países petroleros recibieron enormes ingresos de divisas que no pudieron materializarse en modernización, empleo y crecimiento. Ninguno de ellos ha alcanzado el progreso de las economías del sudeste asiático y ahora de China e India.
La razón es clara en el caso de los grandes productores de crudo. Los ingresos de divisas dan lugar a grandes expansiones de los servicios y las importaciones. Como las dos actividades son complementarias y la abundancia de divisas revalúa el tipo de cambio y destruye o impide el desarrollo de actividades transables, los servicios se convierten en la única fuente de oferta y de generación de empleo. Si adicionalmente se tiene en cuenta que representan el 70% del gasto y que su productividad es cuatro veces menor que la de la industria, las economías quedan sin capacidad de crecer y generar empleo.
Durante mucho tiempo se creyó que el petróleo resuelve todos los problemas: la abundancia de divisas permite adquirir los bienes en el exterior y asegurar así un elevado bienestar. Falso. Los ingresos del petróleo no valen para obtener servicios que están representados en su mayor parte por actividades no transables, como el agua, la electricidad, la salud y la educación. A la larga el predominio del petróleo conduce a la dependencia en los servicios domésticos, porque las divisas sólo sirven para comprar importaciones. De allí la paradoja de que Venezuela, el país con mayor nivel de producción y consumo de energía per cápita de la región, se precipite en racionamiento eléctrico.
En síntesis, las economías petroleras quedan expuestas a una gran expansión de la demanda generada por los superávits externos y a una estructura productiva representada en su mayor parte por los servicios. Su estabilidad está condicionada a políticas fiscales y monetarias austeras y bajas tasas de crecimiento.
Las medidas recientes y la voluntad política no apuntan en esa dirección. Aunque se presentan como una forma de racionalizar las importaciones, la devaluación aumentará los ingresos fiscales en bolívares e inevitablemente se orientarán a incrementar el gasto público, acentuando el desequilibrio entre la demanda y la oferta, la inflación y el desabastecimiento.
Colombia no ha aprendido la lección. En los últimos años propició una entrada masiva de inversión extranjera que se ha destinado primordialmente al petróleo y las actividades mineras. Adicionalmente, las exportaciones están representadas en una alta proporción en ventas a países petroleros. El país opera con un déficit persistente de la balanza en cuenta corriente que se sobrefinancia con capital y crédito externos que profundizan la revaluación y elevan los índices de endeudamiento. Si bien este modelo puede generar bonanzas y burbujas, es inadecuado para sostener altas tasas de crecimiento y empleo.
Los defectos de las economías abundantes en recursos naturales no pueden resolverse en el corto plazo. Los sesgos a la inflación y la revaluación y la débil estructura productiva no se corrigen con medidas cambiarias y de control de precios. Lo que se requiere es la creación de poderosas instituciones para regular la demanda, propiciar la industrialización y el empleo e intervenir en los mercados comerciales y cambiarios.
Eduardo Sarmiento