Publicado por Julián Pérez Porto
Una guerra, por ser sinónimo de enfrentamiento, pelea y muerte, nunca puede ser el disparador de ideas agradables, pero en su desarrollo sí pueden ocurrir situaciones vinculadas a la nobleza, la solidaridad e, incluso, al amor.
En “Adiós a las armas”, una novela que apareció en 1929 cuyo título está inspirado en un verso del poeta George Peele, el autor comparte con los lectores detalles del vínculo que llegan a establecer, en la Italia de la Primera Guerra Mundial, un soldado (Frederick Henry) y una enfermera llamada Catherine Barkley.
Como podrá advertir más de un experto en literatura que conozca la vida deHemingway, este libro posee un fuerte perfil autobiográfico ya que el también creador de obras como “París era una fiesta” y “El viejo y el mar”, por citar sólo algunas, vivió una experiencia similar a la que se narra en esta propuesta donde, además de referencias románticas, hay espacio para la acción, el drama, la pasión y la tragedia.
Durante la Primera Guerra Mundial, el novelista fue conductor de ambulancias de la Cruz Roja y, en 1918, terminó herido de gravedad tras un ataque de la artillería austríaca. Tiempo después, mientras se recuperaba en un hospital deMilán, Ernest se enamoró de Agnes von Kurowsky, una enfermera que no correspondió su amor.
De “Adiós a las armas” se han hecho diversas adaptaciones cinematográficas pero, si existen posibilidades de conocer la historia a través de su formato original, no duden en dejarse atrapar por las páginas de ese libro que, por las características de su trama, es capaz de impresionar a cientos de lectores.
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