Autor: Ulises Casas Jerez
Crítica Política Numero: 185.
Fecha: 07 de Diciembre de 2009.
El problema de la contaminación ambiental de nuestro planeta no es de si quienes dirigen políticamente las naciones, y particularmente las potencias de mayor poder capitalista, deseen impedir la continuación del deterioro ambiental, sino del cambio de la estructura material que genera ese deterioro.
Es imposible que los dirigentes de las potencias capitalistas puedan determinar las condiciones que generan el problema así se comprometan a dictar normas de toda clase al respecto. En efecto, no son las normas las que determinan las condiciones materiales sobre las cuales se desarrollan los pueblos, sino, por el contrario, ellas son efecto de esas condiciones; ya lo hemos dicho muchas veces: primero es el hecho y luego el derecho.
La contaminación del planeta se inicia con la industrialización: son las primeras fábricas y las primeras máquinas, ya fuesen movidas por vapor generado por la combustión de carbón y luego por la electricidad, a la vez también generada por combustión o turbinas hidráulicas, lo que da comienzo a la predación de la naturaleza; con el desarrollo de la estructura del capitalismo se produce una sed enfermiza de enriquecimiento de tal naturaleza que el ser humano pasa a segundo término: millones de niños, mujeres y hombres de toda edad sucumbieron bajo la explotación capitalista de las primeras industrias inglesas y luego propagadas por todo el mundo.
En el mundo moderno el capitalismo logró su internacionalización y con ello su multiubicación a lo largo y ancho del planeta. El capital busca, y encuentra, en regiones particulares, el sitio ideal para obtener mayores ganancias: mano de obra barata por la necesidad, materias primas cercanas y baratas, gobiernos supeditados al interés del capital, etc. etc.; ya en Kyoto, algunos países se comprometieron a emitir normas tendientes a sanear el ambiente; pero eso fue otra forma de pensar con el deseo; las grandes potencias, que son los grandes capitalistas y las poderosas multinacionales, hicieron caso omiso de ese deseo. Ahora se pretende que sí es posible porque en esta reunión van a hacer presencia muchas más naciones y, especialmente, las más poderosas. Se piensa que sus dirigentes son autónomos.
El capitalismo es un modo de producción que surge en el proceso de evolución de la Sociedad Humana, es decir, es producto necesario de esa evolución; no es una estructura o sistema ideado por persona o institución alguna. En estas condiciones tampoco puede ser objeto de liquidación o reforma a voluntad de personas, instituciones o Estados determinados. Ya tenemos la experiencia “comunista” como clara evidencia de esta ley. La sociedad humana, como todo fenómeno, está sujeta a leyes. La situación es que, hasta ahora, las dirigencias de toda comunidad o pueblo no conocen las leyes que rigen la realidad y consideran, idealistamente, que son ellas las que determinan el curso de la Historia. Hasta encontramos Mesías y Redentores en pleno siglo XXI. Como si estuviésemos aún en los comienzos de la comunidad primitiva en donde el brujo y el adivino de las sociedades más avanzadas como la griega, eran los que determinaban la conducta de los jefes políticos y guerreros.
Mientras se siga considerando que es la voluntad de las personas, dirigentes económicos, políticos, religiosos, militares y otros de similar catadura, los que dirigen la Historia, podemos estar seguros de la continuación del deterioro del planeta y su futura destrucción con todos sus habitantes; naturalmente que no es cuestión de pocos años porque el proceso evolutivo se da en términos indefinidos, pero el final de todo fenómeno es algo necesario, inevitable. El mismo sistema solar nuestro explotará y desaparecerá dentro de nuestra gran galaxia y en medio de los grandes sistemas galácticos.
Quienes analizamos la realidad mediante el método del materialismo filosófico podemos acertar al considerar que la estructura material sobre la cual la Sociedad deviene es la que debe ser cambiada a efecto de impedir la carrera hacia el final de las condiciones vitales del planeta. En lo que respecta a nosotros, al colectivizar esa estructura hemos obtenido un ambiente mejor al que poseen quienes no lo pueden hacer. En el momento en que desaparece la ambición por la riqueza y el lucro, dando lugar a la priorización del bienestar colectivo y, en consecuencia, el individual, cambiará la conducta individual y social y el planeta volverá a ser de todos como una integridad naturaleza-sociedad-individuo.
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