En Colombia la educación media funciona como un sistema que perpetúa la desigualdad
Mientras prepara a los estudiantes principalmente urbanos y de ingreso medio-alto para la universidad, prematuramente encarrila a los jóvenes de bajos ingresos y rurales hacia una capacitación laboral de baja calificación, sin ayudarlos a explorar sus intereses y capacidades para la vida después del colegio.
En 2023 la cobertura de educación media en Colombia (grados 10 y 11) fue del 50,85 % según el SINEB. Foto: Joaquín Sarmiento/AFP.
Víctor Manuel Gómez Campo | Profesor pensionado del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL)
periodico.unal.edu.co 17 de septiembre de 2025
El Estado colombiano se limita a garantizar 9 años de educación mínima, eufemísticamente denominada como “básica”, a pesar de que los estándares internacionales postulan 12 años de este nivel como el mínimo necesario para poder participar positivamente en la sociedad contemporánea. Por tanto, la educación media es un nivel posbásico, no obligatorio ni gratuito.
El acceso al nivel medio depende de la capacidad de pago de las familias y de algunos pocos municipios que subsidian a algunos estudiantes de bajos ingresos familiares. En 2021 la tasa de cobertura nacional neta en grados 10 y 11 fue del 70,06%, es decir que 1 de cada 3 jóvenes entre 16 y 17 años no está escolarizado. En 2024 solo el 11,6% de sedes rurales (en donde el 95% de la matrícula es pública) ofrecían educación media, frente al 39% en sedes urbanas. Todo lo anterior señala grandes desigualdades educativas entre los jóvenes urbanos y rurales, y además señala que la mayoría del 39% de los egresados del nivel medio que aspiran a alguna forma de educación superior son de procedencia urbana, y de niveles relativamente altos de capital social y cultural. Dado este carácter posbásico y no obligatorio del nivel medio es notable la ausencia y debilidad de políticas públicas sobre este importante nivel educativo.
La importancia social y formativa del nivel medio
Durante mucho tiempo las orientaciones de política, en lugar de fortalecer la calidad de la educación recibida por todos los estudiantes, según principios de igualdad social de oportunidades educativas, generan una mayor desigualdad –y segmentación– social entre los hijos de las clases media y alta que reciben la educación académica requerida para el ingreso al nivel superior, y los hijos de familias de bajos ingresos para quienes la educación media se reduce a la capacitación para oficios de baja calificación, a través de los programas de “integración” o “articulación” con el SENA, con instituciones de formación técnica y tecnológica de baja calidad, y ahora también con las denominadas “instituciones de formación para el trabajo y desarrollo humano”, antes denominadas de “educación no formal”.
No todos los egresados de la media pueden o quieren ingresar al nivel superior. Cerca del 50% de los egresados del nivel medio ingresan al mercado laboral sin ninguna cualificación, dada la escasez de oportunidades de formación técnica postsecundaria, de calidad reconocida, lo que explica su bajo estatus social y baja matrícula (4,1% en 2020), siendo el SENA la única oportunidad de formación laboral, claramente insuficiente frente a la alta demanda, y con la limitación de programas de nivel bajo y medio de calificación laboral, mientas la economía moderna requiere un alto número de científicos e ingenieros de alto nivel, con capacidad de investigación, desarrollo e innovación.
Se conforma entonces una política educativa abiertamente clasista e inequitativa, que profundiza y reproduce la alta desigualdad social preexistente: un modelo de educación media y superior para las clase media y alta, y otro muy diferente en calidad y futuros laborales para los hijos de los pobres. La mayor desigualdad social y ocupacional resultantes dificulta aún más la construcción de una sociedad democrática en este país.

En Colombia la educación media no es obligatoria, por lo que se garantizan 9 años mínimos. Foto: archivo Unimedios.
Las funciones sociales y educativas del nivel medio
Al referirse a las funciones educativas y sociales del nivel medio es útil recurrir a la metáfora del “puente”. En efecto, este es el último nivel de educación formal que reciben la mayoría de los egresados: futuros ciudadanos, estudiantes y trabajadores. Es el puente entre la vida escolar y la vida real; entre el colegio y la educación superior o el trabajo; entre lo aprendido y lo que se requiere en la vida cotidiana; entre las expectativas, sueños e ilusiones, y las oportunidades y limitaciones existentes de estudio, de trabajo y de realización personal; entre lo que la sociedad espera y lo que la escuela entrega. Para muchos es la última oportunidad de completar su formación ciudadana y de comprender la complejidad y diversidad de la vida y de las oportunidades que le esperan poscolegio. Para otros, la calidad y pertinencia de la educación recibida será decisiva en sus oportunidades y destinos educativos, laborales y personales1.
La educación media –equivalente a secundaria superior en muchos países y equivalente a grado 12– es un nivel y tipo de educación muy importante social y económicamente. A este nivel corresponden por lo menos 5 funciones formativas básicas, a saber:
- Completar y perfeccionar la formación de todos los estudiantes para el ejercicio activo de la ciudadanía. Para la mayoría de los egresados el nivel medio es el último nivel de educación formal que recibirán.
- Ofrecerles a todos los estudiantes las mismas oportunidades de desarrollar sus capacidades intelectuales generales, requeridas para el aprendizaje continuo en la actual sociedad del conocimiento. Esta función es tanto más importante –y más difícil– cuanto mayor sea la masificación de la cobertura en este nivel y la consiguiente mayor heterogeneidad en intereses y capacidades en el cuerpo estudiantil.
- Generar oportunidades de exploración, descubrimiento y desarrollo de intereses y aptitudes (intelectuales, artísticas, físico-deportivas, técnicas...) que le permitan al estudiante orientarse hacia diversas opciones de estudio, trabajo y realización personal. Esta función es de “exploración” y de preparación para la vida poscolegio.
- Orientar, preparar y seleccionar a un conjunto creciente de egresados hacia la educación superior. Esta ha sido la tradicional función de “selección” de la educación media.
- Ofrecer oportunidades de formación laboral para la mayoría de los egresados que no pueden o no quieren continuar inmediatamente estudios de nivel superior.
Con respecto a este punto, la tendencia internacional muestra que la formación laboral, así como cualquier tipo de formación profesional o especializada, está siendo aplazada hacia los niveles postsecundarios, con el fin de evitar la especialización temprana de los jóvenes y su encarrilamiento prematuro a ocupaciones de baja calificación y escasas posibilidades de promoción2.
Estas diversas funciones formativas y sociales del nivel medio entran en contradicción con la tradicional función dominante de servir de “puente” a la educación universitaria, o función “selectiva”. La necesidad social de masificar el nivel medio exige superar esa función tradicional, que solo ha servido a unos pocos estudiantes para quienes la educación superior es la etapa –socialmente deseada– que sigue a la educación secundaria.
Para la mayoría de los estudiantes este nivel debe cumplir otras funciones, como las ya señaladas, entre ellas la función de exploración, conocimiento y descubrimiento de diversos campos y áreas del saber, de índole tanto científica como tecnológica, artística, humanística, social y técnica u ocupacional; como medio de identificación de intereses y capacidades de los estudiantes a la gran diversidad existente de áreas o tipologías del que se requieren en el mundo actual, para lograr así una mejor orientación personal hacia la gran diversidad de destinos y opciones –educativas, ocupacionales y de realización personal– que se presentan en la vida después del colegio.
Tradicionalmente en el nivel medio esta función ha sido subvalorada o relegada a un rol marginal, cerrando y delimitando prematuramente estas opciones de los estudiantes, como sucede cuando solo se ofrece un tipo o modalidad predominante de educación media, como la académica general, o la opción temprana de áreas de capacitación laboral en el SENA.
Las competencias intelectuales con sólidas bases en ciencias, tecnologías, técnicas y tradiciones son a su vez las principales competencias laborales generales requeridas para el desempeño ocupacional exitoso en la mayoría de las oportunidades laborales del mundo de hoy. Igual de importante es el desarrollo de competencias matemáticas, comunicativas, de investigación y experimentación, de solución de problemas, de aprendizaje continuo, y en general de las competencias de análisis simbólico requeridas en la sociedad del conocimiento.
La formación de estas competencias generales excluye toda modalidad de especialización temprana que cierra oportunidades a los estudiantes y los obliga a tomar precozmente decisiones en cuanto a su futuro. La finalidad formativa del nivel medio, sobre todo en el contexto colombiano de bajo nivel etáreo (14-17 años), no puede ser la “especialización” temprana del estudiante en ninguna área del saber.

La educación media debe contribuir a que los jóvenes descubran habilidades y oportunidades de futuro laboral y educativo. Foto: archivo Unimedios.
Inducir o “encarrilar” (tracking, streaming, en el léxico internacional) a estudiantes de 14 o 15 años a opciones tempranas, prematuras, de “especialización” en determinada área del saber, como la capacitación en el SENA, no es una decisión ética ni pedagógicamente válida, y es claramente inequitativa pues contraría los objetivos de formación general y humanista de todos los estudiantes en el nivel medio. Pero además del problema etáreo, esta especialización temprana fácilmente deriva en una desigualdad de los destinos ocupacionales e intelectuales postsecundarios de los estudiantes, más que en la diversidad de estos. En el contexto colombiano de la Ley 115, en el mejor de los casos la “especialización” solo podría ser un complemento adicional a las áreas curriculares básicas.
Desde esta perspectiva, la educación media está llamada a hacer un aporte importante a la construcción del “sentido de vida” de cada estudiante. La construcción de estos sentidos personales de vida se desarrolla en un mundo complejo, incierto, altamente inequitativo y desigual, lo que condiciona y restringe las opciones y acciones de los sujetos. Este problema no puede ser enfrentado solo por la escuela y las políticas educativas, pero tiene un papel central en cada estudiante.
Educación centrada en los estudiantes
El gran olvidado en las opciones de política sobre el nivel medio ha sido el estudiante, principales usuarios –o víctimas– de decisiones sobre el nivel medio. Se privilegia la discusión sobre lo que le conviene más a la economía, a la empleabilidad, a la estructura ocupacional, pero poco se dice sobre los intereses, expectativas y necesidades propias de los jóvenes estudiantes. La educación media tendría que dejar de considerar al alumno como el objeto entre la economía y la certificación que otorga el sistema educativo. A pesar de la importancia de la certificación del nivel medio, en el contexto actual de rápidos cambios e imprevisibilidad el mercado de trabajo es ya insuficiente y no garantiza la obtención de empleo ni la movilidad laboral ni social.
La educación media no puede controlar o transformar ni la oferta de puestos de trabajo, ni el nivel de calificación requerido en el mercado, ni la ampliación de cupos y oportunidades en el nivel superior, ni la diversidad de programas ofrecidos. Que un joven no tenga empleo o no pueda acceder a formación postsecundaria es un resultado de múltiples factores, entre los cuales la educación media es solo uno de ellos. Las ofertas de capacitación para el trabajo, típicamente dirigidas a estudiantes de familias pobres, aunque necesarias, no deben ser el objeto principal de la educación media.
En el contexto del bajo nivel etáreo de estudiantes en el nivel medio (14-16 años) es necesario interrogarse por las implicaciones éticas de ofrecer este tipo de capacitación a niños y adolescentes que en un alto porcentaje son menores de 15 años en grado 10. ¿Qué tipo de capacitación ocupacional debe ofrecerse a niños y adolescentes menores de 15 años? ¿Para cuáles ocupaciones u oficios? ¿Debe esta capacitación ofrecerse durante la jornada escolar o en horarios adicionales o los sábados? O, más bien, ¿se debe ofrecer esta capacitación principalmente como programas postsecundarios, de corta duración, como la mayoría de los programas de la hoy denominada “educación para el trabajo y el desarrollo humano”?
El nivel medio se debe descentrar entonces de su función tradicional de selectividad para el empleo o la educación superior, y más bien fortalecer las funciones formativas de mayor valor e incidencia a largo plazo en la vida del egresado, y la adquisición de conocimientos y habilidades productivas que faciliten su inserción positiva y proactiva al mercado de trabajo.
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1Ver: Gómez V, Díaz C, y Celis J. (2009). El puente está quebrado: Aportes a la reconstrucción de la Educación Media en Colombia. Universidad Nacional de Colombia. Instituto de Investigación en Educación. Unibiblos.
2Banco Mundial. (2007). Ampliar oportunidades y construir competencias para los jóvenes: Una agenda para la educación secundaria. Bogotá: Ediciones Mayol.
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Fuente:
