Los científicos descubren un vínculo sorprendente entre las interacciones intestino-cerebro y la salud mental
Eric W. Dolan
psypost.org 28 de septiembre de 2025
Un nuevo estudio proporciona evidencia de que la conexión entre el cerebro y el estómago podría estar relacionada con la salud mental de forma medible. Investigadores de la Universidad de Aarhus (Dinamarca), que publicaron su trabajo en Nature Mental Health , informan que un patrón específico de comunicación entre el cerebro y el estómago refleja cómo se sienten las personas emocional y psicológicamente. Sus hallazgos sugieren que estas interacciones entre el intestino y el cerebro pueden indicar los niveles de ansiedad, depresión, bienestar y calidad de vida general de una persona.
La idea de que las emociones están vinculadas a las sensaciones físicas en el estómago se refleja ampliamente en el lenguaje. A menudo, las personas hablan de sentir "mariposas en el estómago" cuando están nerviosas, o de sentir "náusea y vómito" cuando están angustiadas. Sin embargo, a pesar de estas expresiones comunes, la mayor parte de la atención científica en el campo de la interacción cerebro-cuerpo se ha centrado en otros órganos, como el corazón y los pulmones. Estas áreas se han estudiado desde hace mucho tiempo por su papel en las emociones y el estado de ánimo.
Los investigadores quedaron impresionados por lo poco que se sabía sobre cómo el estómago, en particular, interactúa con el cerebro. Si bien estudios recientes han explorado la influencia de las bacterias intestinales y la digestión en la salud mental, se había investigado muy poco sobre los ritmos eléctricos del estómago y cómo estos pueden comunicarse directamente con las redes cerebrales implicadas en la emoción, la atención y la cognición.
El equipo responsable de este nuevo estudio quería explorar si el perfil psicológico de una persona podría reflejarse en la intensidad de la conexión entre el estómago y el cerebro durante el descanso. Su objetivo no era vincular un diagnóstico específico, como la depresión, a una sola región cerebral, sino identificar patrones en un amplio espectro de experiencias de salud mental.
“Nuestro interés surgió del prolongado debate sobre el papel del cuerpo en la formación de las emociones, una cuestión que ha fascinado a filósofos y científicos durante siglos”, afirmó la autora del estudio, Leah Banellis ( @leahbanellis ), investigadora postdoctoral en Neurociencia Cognitiva en la Universidad de Aarhus. “Sin embargo, mientras que el corazón y los pulmones han recibido mucha atención, el estómago ha sido ampliamente ignorado. Esta brecha nos sorprendió especialmente, porque el vínculo entre el estómago y la experiencia emocional resulta muy intuitivo. Se refleja con fuerza en el lenguaje cotidiano, con frases como 'mariposas en el estómago', 'enfermedad del estómago' o 'confía en tu instinto'”.
La investigación formó parte del Proyecto Mente Visceral, una iniciativa a gran escala que combina datos sobre la actividad cerebral, los ritmos corporales y las evaluaciones psicológicas. El equipo registró datos de 243 personas mediante un método que captura tanto las señales eléctricas del estómago (electrogastrografía) como la actividad cerebral medida mediante resonancia magnética funcional (RMf).
Los participantes representaban una amplia gama de perfiles de salud mental, desde quienes reportaban un alto bienestar hasta otros que mostraban signos de angustia, como ansiedad, depresión, fatiga e insomnio. Para captar esta diversidad, los investigadores no excluyeron a las personas con síntomas o diagnósticos psiquiátricos. En cambio, buscaron la variación, lo que permitiría a sus modelos detectar patrones en todo el espectro de la salud mental.
Cada participante se sometió a una serie de grabaciones mientras permanecía inmóvil en el escáner de resonancia magnética. Simultáneamente, sensores en el abdomen captaron el ritmo eléctrico lento del estómago, que se cicliza aproximadamente tres veces por minuto. Este ritmo, que se origina en células especializadas del revestimiento del estómago, suele estar involucrado en la coordinación de la digestión. Sin embargo, los investigadores sospecharon que también podría estar relacionado con el estado mental.
Para analizar la relación entre la actividad estomacal y cerebral, el equipo empleó un método que analiza la sincronización de ambos ritmos a lo largo del tiempo. Esta medida, conocida como valor de sincronización de fase, captura esencialmente el grado de sincronización entre las señales estomacales y cerebrales en diferentes regiones.
Los investigadores combinaron estos datos con los resultados de un cuestionario exhaustivo sobre salud mental. La batería incluyó 37 puntuaciones diferentes en diversos dominios, como ansiedad, estrés, estado de ánimo, fatiga, atención, calidad del sueño y satisfacción vital. Mediante un método estadístico conocido como análisis de correlación canónica, buscaron patrones que vincularan la conexión cerebro-estómago con los perfiles de salud mental de los participantes.
El análisis reveló un patrón claro y estadísticamente significativo. Una mayor sincronización entre el ritmo estomacal y la actividad cerebral se asoció con una peor salud mental. Las personas que reportaron más síntomas de ansiedad, depresión, estrés y fatiga tendieron a mostrar una mayor sincronización entre sus ritmos estomacal y cerebral. Por el contrario, quienes mostraron mayores niveles de bienestar y satisfacción vital mostraron una sincronización más débil.
“Por primera vez, hemos descubierto un vínculo científico entre las corazonadas y la salud mental, mostrando una sorprendente conexión entre el ritmo natural del estómago y el cerebro”, declaró Banellis a PsyPost. “En concreto, nuestro estudio reveló que una comunicación más fuerte entre el estómago y el cerebro se relaciona con una peor salud mental, como mayores síntomas de ansiedad, depresión, estrés y fatiga, mientras que una comunicación más débil entre el estómago y el cerebro se asocia con una mejor salud mental, lo que se refleja en un mayor bienestar general y una mejor calidad de vida”.
Esta señal estómago-cerebro no fue aleatoria. Se localizó en redes cerebrales específicas, en particular las implicadas en la atención, el control cognitivo y la detección de prominencia. Algunas de las asociaciones más sólidas se encontraron en regiones como la circunvolución angular superior y las áreas frontal y parietal posterior, regiones a menudo implicadas en tareas cognitivas y trastornos de salud mental.
Es importante destacar que los investigadores realizaron múltiples análisis de control para garantizar la solidez de sus hallazgos. Descartaron la posibilidad de que los efectos observados se debieran simplemente a patrones generales de actividad cerebral, fluctuaciones en la frecuencia cardíaca o la respiración, o características básicas de la fisiología estomacal. En otras palabras, la asociación parecía ser específica del acoplamiento entre el ritmo eléctrico del estómago y redes cerebrales específicas, no solo un marcador general del estado corporal o cerebral.
Su enfoque se diseñó para detectar dimensiones psicológicas amplias en lugar de centrarse en un solo diagnóstico. El patrón psicológico más sólido que encontraron fue un espectro que abarca desde estados afectivos negativos (como ansiedad y depresión) hasta rasgos positivos (como bienestar y calidad de vida). Este resultado sugiere que la conexión estómago-cerebro no está ligada a ningún trastorno en particular, sino que refleja un modo general de funcionamiento psicológico.
“La ansiedad, la depresión, el estrés y la fatiga mostraron los vínculos más fuertes con la comunicación estómago-cerebro”, explicó Banellis. “Si bien frases como 'mariposas en el estómago' o 'náusea' son formas comunes de describir la angustia emocional, fue sorprendente encontrar evidencia tan consistente y clara en estos síntomas. Aún más inesperada fue la dirección del efecto: podríamos haber asumido que una mayor alineación entre el cuerpo y el cerebro sería beneficiosa. En cambio, nuestros hallazgos sugieren que una mayor comunicación estómago-cerebro podría actuar más como una señal de advertencia, un sistema de alarma interno que refleja tensión mental en lugar de armonía”.
Como ocurre con toda investigación, existen limitaciones. Los hallazgos se basan en mediciones en estado de reposo, lo que significa que los participantes no realizaban ninguna tarea durante las exploraciones cerebrales. Esto deja abierta la pregunta de cómo se comporta la relación estómago-cerebro durante desafíos emocionales o exigencias cognitivas.
Otra limitación es que el estudio fue transversal, es decir, se midió a los participantes en un momento dado. Esto limita la capacidad de determinar la relación causa-efecto. Se necesitarán estudios longitudinales que sigan a las personas a lo largo del tiempo para determinar si los cambios en la conexión estómago-cerebro pueden predecir cambios en la salud mental, o si las intervenciones que alteran esta conexión pueden mejorar el bienestar.
“A pesar de que nuestro estudio incluyó a cientos de participantes, superando con creces el tamaño de estudios previos, y utilizando una robusta técnica de aprendizaje automático, nuestro estudio es de naturaleza correlacional”, señaló Banellis. “Por lo tanto, se necesitan futuros paradigmas causales para comprender mejor esta relación entre el estómago y el cerebro asociada a la salud mental”.
Los investigadores también señalan que sus mediciones se basaron en registros superficiales de la actividad estomacal, que pueden verse afectados por el ruido y la variabilidad. A pesar del exhaustivo control de calidad, fue necesario excluir una parte de los datos. Estudios futuros que utilicen herramientas de mayor resolución o métodos invasivos en entornos clínicos podrían arrojar señales aún más claras.
“Nuestro estudio plantea importantes preguntas sobre la causalidad: si el estómago influye en el cerebro, si el cerebro influye en el estómago, o si ambos, así como sobre cómo se desarrolla la comunicación entre el estómago y el cerebro con el tiempo y si puede predecir cambios en la salud mental”, afirmó Banellis. “También abre la puerta a nuevos enfoques terapéuticos dirigidos a la conexión cerebro-cuerpo alterada que identificamos”.
Para desarrollar estos hallazgos, planeamos seguir tres próximos pasos estrechamente relacionados: primero, estudios de casos y controles en pacientes diagnosticados con ansiedad o depresión; segundo, estudios longitudinales para rastrear cómo evoluciona la comunicación estómago-cerebro y si predice trayectorias de salud mental; y tercero, probar nuevas intervenciones diseñadas para modular las interacciones estómago-cerebro y evaluar su potencial para mejorar la salud mental.
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El estudio, “ El acoplamiento estómago-cerebro indica una firma dimensional de salud mental ”, fue escrito por Leah Banellis, Ignacio Rebollo, Niia Nikolova y Micah Allen.
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