Tel Aviv sigue violando el alto el fuego que había pedido: sus tropas permanecen como invasores en cinco posiciones en lo alto de colinas en el sur del Líbano y su fuerza aérea persiste en realizar ataques aéreos en todo el país.
El funeral de Hassan Nasrallah en Beirut se convirtió en un poderoso testimonio del perdurable espíritu de resistencia, mientras millones de personas se reunieron para honrar su memoria en medio de los escombros que dejó la agresión israelí en el sur del Líbano y los suburbios del sur de Beirut. A pesar de la destrucción y las amenazas constantes, el desafío decidido del pueblo ha dejado claro que la resistencia sigue firme.
por Pepe Escobar – La Cuna
[Traducción de: Nora Hoppe]
BEIRUT – Son aproximadamente las 13.30 horas del domingo 23 de febrero. Dentro del inmenso Estadio Deportivo Municipal de Beirut, al menos 100.000 personas vestidas de negro y envueltas en banderas amarillas de la resistencia presentan sus respetos mientras los ataúdes de los fallecidos secretarios generales de Hezbolá, Hassan Nasrallah y Hashem Safieddine, comienzan una lenta vuelta por el estadio.
De repente, una formación triangular de aviones de combate israelíes F-15 y F-35 surca el cielo, sobrevolando el estadio lo más bajo posible. En cualquier otra nación, en una ocasión tan solemne, esto habría sido un homenaje aéreo a la ceremonia que tenía lugar en tierra.
Pero esto es el Líbano, una nación bajo presión de los sospechosos habituales, cuyo ejército nacional tiene prohibido comprar aviones de combate de alta tecnología y defensas aéreas importantes. El espectáculo aéreo israelí fue, como era previsible, otra provocación que, por cierto, inmediatamente se volvió en contra de los perpetradores.
Todo el estadio –y el más de un millón de libaneses allí reunidos– se alzaron ante el rugido de los agentes provocadores, en una ensordecedora cacofonía de insultos y gritos de desdén.
Más que la ira, prevaleció la burla. ¿Qué es lo que quieres hacer? ¿Bombardearnos a todos juntos, como hiciste con Sayyed Nasrallah el 27 de septiembre de 2024? Estamos aquí y estamos listos. ¡Vamos, cobardes!
“¡ Muerte a Israel! “¡Gritaron a coro, un mar de puños golpeando el aire!”. “¡ Labayka ya Nasrallah! “ (“¡ A tu servicio, oh Nasrallah! ”) rugieron al unísono.
Evidentemente los responsables no entendieron el mensaje, porque el patético espectáculo aéreo de Hasbara se repitió menos de una hora después, entre gritos aún más fuertes de burla y desafío.
Por cierto, los ingenieros libaneses confirman que cuando la fuerza aérea israelí lanzó decenas de bombas sincronizadas sobre el cuartel general subterráneo de Hezbolá en Dahiye, un suburbio del sur de Beirut, para asesinar al líder de la resistencia, esto habría sido posible sólo gracias a los satélites de alta tecnología y a los conocimientos de inteligencia de los Estados Unidos.
La información humana que facilitó este golpe masivo sólo pudo haber sido reunida por hombres sobre el terreno; en este caso, muchos creen, por un grupo de refugiados sirios ferozmente anti-Hezbolá.
La inteligencia israelí puede jactarse –potencialmente– de haberse infiltrado en algunos de los nodos de la casi férrea disciplina interna de Hezbolá y de disponer de todo el equipamiento estadounidense de alta tecnología que necesita para organizar cualquier cosa, desde provocaciones infantiles hasta el infierno desde arriba. Pero cuando llega el momento –la batalla real–, el ejército de ocupación israelí en realidad es un grupo de débiles.
Maestros de la destrucción
Y esto nos lleva a la devastación sin sentido infligida por Israel al sur del Líbano con su fallida “invasión”. Las tropas de ocupación intentaron desesperadamente durante 66 días penetrar profundamente en el sur, pero no lograron avanzar más que unos pocos kilómetros más allá de la frontera, antes de retirarse inmediatamente a sus zonas seguras.
Este patrón diario de pérdidas enfureció a los líderes israelíes, quienes compensaron este déficit lanzando ataques aéreos desproporcionados e indiscriminados en todo el Líbano. Las cifras varían, pero al menos 4.800 libaneses han muerto en combates y ataques con cohetes en el sur, la mayoría de ellos civiles.
Sin ningún beneficio tangible y con la desmoralización masiva de las tropas israelíes en la frontera libanesa, Tel Aviv literalmente ha rogado a Washington que llegue a un acuerdo de alto el fuego con Hezbolá.
Esto inevitablemente allanó el camino para la verdadera especialidad de un ejército cobarde: la venganza.
Nada prepara a nadie para presenciar los restos de la insana destrucción perpetrada por los israelíes en ciertas latitudes del sur del Líbano, desde Maroun al-Ras hasta Odaisseh; la mayor parte de esta carnicería fue perpetrada después del acuerdo de alto el fuego.
Maroun al-Ras se encuentra en la cima de una colina, con vistas estratégicas a Palestina en el fondo. Se ha convertido en un ejemplo clásico de cómo Israel destruye totalmente una aldea para no salvarla.
Maroun al-Ras, parte de la unión de municipios de Qalaa, albergaba aproximadamente 600 unidades de vivienda, con aproximadamente 2.500 a 3.000 residentes. Durante el alto el fuego, los israelíes –que no tenían la experiencia necesaria para ocuparlo durante la guerra– regresaron y destruyeron todo, utilizando diversos medios: colocando trampas explosivas en las casas, arrasando carreteras, arrancando árboles, etcétera.
Caminar por la desolada tierra de Maroun al-Ras es el epítome de Desolation Row: una especie de microcosmos de Gaza, igualmente inhabitable. Sin embargo, la resistencia es visible en todas partes: desde las banderas de Hezbolá y las innumerables fotografías de mártires locales debidamente homenajeados hasta las primeras excavadoras que empiezan a limpiar montones de escombros.
Odaisseh, justo en la frontera con Palestina, es un caso igualmente horrible. Una vez más, el ejército israelí no logró capturar la ciudad después de dos meses de duros combates con Hezbolá. Una vez más, el alto el fuego fue utilizado para una operación de venganza. Hoy Odaisseh está literalmente arrasada.
En todos estos casos, no ha habido una sola mención por parte de los medios de comunicación de la OTAN y no ha habido una sola condena enérgica, y mucho menos acción, por parte de las Naciones Unidas.
A diferencia de Maroun al-Ras, donde se ve la Palestina ocupada desde lejos, en la cima de la colina (en primer plano, en realidad tierra libanesa robada), los límites de Odaisseh están justo enfrente de un puesto de control de la potencia de ocupación/invasión. Un grupo de ocupantes israelíes nos apuntó con armas durante nuestra visita . Pero el grupo más significativo fue el de aquellos que se asomaban temerosos detrás de un muro.
Como era de esperar, Tel Aviv sigue violando el alto el fuego que había pedido: sus tropas permanecen como invasores en cinco posiciones en lo alto de colinas en el sur del Líbano y su fuerza aérea persiste en realizar ataques aéreos en todo el país.
Vistas como piezas de un mosaico, las provocaciones aéreas del domingo, junto con la destrucción sin sentido de aldeas en el sur del Líbano, describen lo que, en el mejor de los casos, debería interpretarse como una máquina de matar vengativa disfrazada de Estado-nación.
En Odeisseh, a lo largo de la frontera con Palestina. Los sionistas no lograron capturar la ciudad después de dos meses de duros combates con Hezbolá. Pero durante el alto el fuego, en medio del silencio de los medios occidentales y la indiferencia de las Naciones Unidas, las fuerzas del régimen entraron en una ciudad tras otra, destruyendo todo a su paso. imagen.twitter.com/tg1FWg8PpA
– Seyed Mohammad Marandi (@s_m_marandi) 22 de febrero de 2025
Pero la resistencia, ahora encarnada en la memoria y el ejemplo de Sayyed Nasrallah, no se dejará intimidar. No es casualidad que sea y siga siendo venerado en todo el mundo árabe, en las tierras del Islam y en la Mayoría Global.
¿Qué importancia tiene si el presidente y el primer ministro del Líbano no asistieron a la ceremonia fúnebre del domingo? Estos son solo marionetas. Lo que importa es lo que quedó sellado en esta ceremonia fúnebre extraordinariamente conmovedora: “Somos la alianza”. El grito de batalla de la resistencia no se borrará.
En su discurso final, el 19 de septiembre de 2024, el día después del ataque terrorista israelí a los buscapersonas y walkie-talkies de Hezbolá y apenas ocho días antes de su asesinato con 85 bombas estadounidenses de una tonelada, Nasrallah describió el futuro inevitable:
“Llegará la hora del ajuste de cuentas, pero sólo nosotros determinaremos su naturaleza, su alcance, su ubicación y su ejecución, en el círculo más estrecho posible. Porque estamos en el centro de la batalla más precisa, más sensible, más profunda y más decisiva”.
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