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LA NECESIDAD DE UN NUEVO VOCABULARIO POLÍTICO

Los antiguos partidos de izquierda se han unido a los centristas y se han convertido en neoliberales pro-estadounidenses. No hay ningún equivalente en la antigua izquierda , salvo el partido de Sara Wagenknecht en Alemania del Este. La “izquierda” ya no existe como existía cuando yo era niño, en los años cincuenta.

MICHAEL HUDSON, ECONOMISTA ESTADOUNIDENSE
10 julio, 2024

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La aplastante derrota del 4 de julio de los conservadores británicos, neoliberales y pro guerra, a manos del Partido Laborista, también neoliberal y pro guerra, plantea la pregunta de qué quieren decir exactamente los medios cuando describen las elecciones y las alineaciones políticas en toda Europa en términos de partidos tradicionales de centroderecha y centroizquierda desafiados por neofascistas nacionalistas.

Las diferencias políticas entre los partidos centristas de Europa son marginales: todos apoyan los recortes neoliberales del gasto social en favor del rearme, la austeridad fiscal y la desindustrialización que conlleva el apoyo a la política de Estados Unidos y la OTAN. La palabra “centrista” significa que no aboga por ningún cambio en el neoliberalismo de la economía. Los programas de los partidos centristas están comprometidos a mantener el statu quo pro-EE.UU. después de 2022.

Eso significa permitir que los líderes estadounidenses controlen la política europea a través de la OTAN y la Comisión Europea, la contraparte europea del Estado profundo de Estados Unidos. Esta pasividad está poniendo a sus economías en pie de guerra, con inflación, dependencia comercial de Estados Unidos y déficits europeos resultantes de las sanciones comerciales y financieras patrocinadas por Estados Unidos contra Rusia y China. Este nuevo statu quo ha desplazado el comercio y la inversión europeos de Eurasia a Estados Unidos.

En Francia, Alemania e Italia, los votantes están abandonando este callejón sin salida. Todos los partidos centristas en el poder han perdido recientemente, y sus líderes derrotados tenían políticas neoliberales pro-EEUU similares.

Así describe Steve Keen el juego político centrista: “El partido en el poder aplica políticas neoliberales; pierde la siguiente elección ante rivales que, cuando llegan al poder, también aplican políticas neoliberales. Luego pierden, y el ciclo se repite”.

Las elecciones europeas, como la de noviembre en Estados Unidos, son en gran medida un voto de protesta, en el que los votantes no tienen otra alternativa al que acudir que votar por los partidos nacionalistas populistas que prometen acabar con este statu quo. Este es el equivalente en Europa continental del voto por el Brexit en Gran Bretaña.

Se describe a la AfD en Alemania, a la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia y a los Hermanos de Italia de Georgia Meloni como grupos que están destruyendo la economía, al ser nacionalistas en lugar de conformarse con las políticas de la Comisión de la OTAN y la UE, y específicamente al oponerse a la guerra en Ucrania y al aislamiento europeo de Rusia.

Esa postura es la razón por la que los votantes los apoyan. Estamos viendo un rechazo popular al status quo. Los partidos centristas califican de neofascistas a toda la oposición nacionalista, al igual que en Inglaterra los medios describen a los conservadores y al laborismo como centristas, pero a Nigel Farage como un populista de extrema derecha.

No existen partidos de “izquierda” en el sentido tradicional de la izquierda política.

Los antiguos partidos de izquierda se han unido a los centristas y se han convertido en neoliberales pro-estadounidenses. No hay ningún equivalente en la antigua izquierda , salvo el partido de Sara Wagenknecht en Alemania del Este. La “izquierda” ya no existe como existía cuando yo era niño, en los años cincuenta.

Los partidos socialdemócratas y laboristas de hoy no son ni socialistas ni pro-laborales, sino pro-austeridad. El Partido Laborista británico y los socialdemócratas alemanes ya ni siquiera están en contra de la guerra, sino que apoyan las guerras contra Rusia y los palestinos, y han depositado su fe en las políticas neoliberales (reaganomics /thatcherista/blairista) y en una ruptura económica con Rusia y China.

Los partidos socialdemócratas, que hace un siglo eran de izquierda, están imponiendo medidas de austeridad y recortes del gasto social. Las normas de la eurozona, que limitan los déficit presupuestarios nacionales al 3%, significan en la práctica que su menguante crecimiento económico se destinará al rearme militar (entre el 2% y el 3% del PIB, principalmente para comprar armas estadounidenses), lo que implica una caída de los tipos de cambio para los países de la eurozona.

En realidad, no se trata de una política conservadora o centrista, sino de una política de austeridad de extrema derecha que restringe el gasto público y laboral, una política que los partidos de “izquierdas” han estado apoyando hace mucho tiempo.

La idea que el centrismo significa estabilidad y preserva el statu quo resulta, por lo tanto, contradictoria en sí misma. El statu quo político actual está reduciendo los salarios y los niveles de vida y polarizando las economías. Está convirtiendo a la OTAN en una alianza agresiva contra Rusia y China que está obligando a los presupuestos nacionales a caer en déficit, lo que hace que los programas de bienestar social se recorten aún más.

Los llamados partidos de extrema derecha son ahora partidos populistas contra la guerra.

La llamada “extrema derecha” está apoyando (al menos en la retórica de campaña) políticas que antes se llamaban “de izquierda”, oponiéndose a la guerra y mejorando las condiciones económicas de los trabajadores y de los agricultores, pero en contra de los inmigrantes.

Y, como ocurría con la vieja izquierda, los principales partidarios de la derecha son los votantes más jóvenes. Después de todo, ellos son los que sufren el peso de la caída de los salarios reales en toda Europa. Ven que su camino de movilidad ya no es el mismo que el de sus padres (o abuelos) en los años 50, después de terminada la Segunda Guerra Mundial, cuando había mucho menos deuda inmobiliaria del sector privado, deuda de tarjetas de crédito u otras deudas, y no existía la deuda estudiantil neoliberal.

En aquella época, todo el mundo podía permitirse comprar una casa con una hipoteca que sólo absorbía el 25% de sus ingresos salariales y se amortizaba en 30 años. Pero hoy las familias, las empresas y los gobiernos se ven obligados a pedir préstamos cada vez mayores para mantener un incierto statu quo.

La vieja división entre partidos de derecha e izquierda ha perdido su sentido. El reciente aumento de los partidos calificados de “extrema derecha” refleja la oposición popular generalizada al apoyo de Estados Unidos y la OTAN a Ucrania contra Rusia, y especialmente a las consecuencias de ese apoyo para las economías europeas.

Tradicionalmente, las políticas contra la guerra han sido de izquierda, pero los partidos de “centroizquierda” europeos están siguiendo el “liderazgo” (a menudo por debajo de la mesa) de Estados Unidos, que es partidario de la guerra. Esto se presenta como una postura internacionalista, pero es en realidad unipolar y centrada en Estados Unidos. Los países europeos no tienen voz independiente.

Lo que resulta es una ruptura radical con las pasadas políticas de Europa. La OTAN se ha transformado de una alianza defensiva a una alianza ofensiva en consonancia con los intentos de Estados Unidos de mantener su dominio unipolar de los asuntos mundiales.

Sumarse a las sanciones de Estados Unidos a Rusia y China y vaciar sus propios arsenales para enviar armas a Ucrania con el fin de tratar de desangrar la economía rusa no ha perjudicado a Rusia, sino que la ha fortalecido. Las sanciones han actuado como un muro protector para su agricultura e industria, lo que ha provocado inversiones que desplazan las importaciones, pero han perjudicado a Europa, especialmente a Alemania.

El fracaso global de la actual versión occidental del internacionalismo

Los países BRICS+ están expresando las mismas demandas políticas de ruptura con el status quo que buscan las poblaciones nacionales de Occidente. Rusia, China y otros países BRICS Plus están trabajando para deshacer un legado de polarización económica plagada de deuda que se ha extendido por Occidente, el Sur Global y Eurasia como resultado de las políticas economicas de Estados Unidos, la OTAN y el FMI.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el internacionalismo prometía un mundo pacífico. Se atribuyó la culpa de las dos guerras mundiales a rivalidades nacionalistas. Se suponía que las guerras iban a terminar. Pero en lugar que el internacionalismo pusiera fin a las rivalidades nacionales, la versión occidental que prevaleció con el fin de la Guerra Fría se instaló un Estados Unidos cada vez más nacionalista que se propuso empujar a Europa y otros países satélites contra Rusia y el resto de Asia.

Lo que se presenta como un “orden internacional basado en reglas” es un orden en el que los diplomáticos estadounidenses establecen y cambian reglas que reflejan los intereses de Estados Unidos, mientras ignoran el derecho internacional y exigen que los aliados estadounidenses sigan el liderazgo de Estados Unidos en la Guerra Fría.

No se trata de un internacionalismo pacífico. Se trata de una alianza militar unipolar pro-estadounidense que conduce a una agresión militar y a sanciones económicas destinadas a aislar a Rusia y a China. O, más concretamente, para aislar a los europeos y otros países de su comercio e inversión con Rusia y China, haciéndolos más dependientes de Estados Unidos.

Lo que en los años 50, bajo el liderazgo de Estados Unidos, a los europeos occidentales les pareció un orden internacional pacífico e incluso próspero, se ha convertido en un orden estadounidense que está empobreciendo a Europa.

Donald Trump ha anunciado que apoyará una política arancelaria proteccionista no sólo contra Rusia y China, sino también contra Europa. Ha prometido que retirará la financiación a la OTAN y obligará a los miembros europeos a asumir todos los costos para restablecer su menguado suministro de armamentos, principalmente mediante la compra de armas estadounidenses, aunque estas no han funcionado muy bien en Ucrania.

Europa se quedará aislada. Si los partidos políticos no centristas no intervienen para revertir esta tendencia, las economías de Europa (y también las de Estados Unidos) se verán arrastradas por la actual polarización económica y militar, tanto interna como internacional. De modo que lo que resulta radicalmente perturbador es la dirección que está tomando el statu quo actual bajo el liderazgo de los partidos centristas.

Apoyar la campaña de Estados Unidos para desmembrar a Rusia y luego hacer lo mismo con China implica sumarse a la campaña neoconservadora de Estados Unidos para tratarlos como enemigos. Eso significa imponer sanciones comerciales y de inversión que están empobreciendo a Alemania y a otros países europeos al destruir sus vínculos económicos con Rusia, China y otros rivales designados (y, por lo tanto, enemigos) de Estados Unidos.

Desde 2022, el apoyo de Europa a la lucha de Estados Unidos contra Rusia (y ahora también contra China) ha acabado con lo que había sido la base de la prosperidad europea. El antiguo liderazgo industrial de Alemania en Europa –y su apoyo al tipo de cambio del euro– está llegando a su fin. ¿Es esto realmente “centrista”? ¿Es una política de izquierda o de derecha? Como sea que la llamemos, esta fractura global radical es responsable de la desindustrialización de Alemania al aislarla del comercio y la inversión en Rusia.

Se está ejerciendo una presión similar para separar a Europa del comercio con China, lo que ha dado como resultado un creciente déficit comercial y de pagos con ese país. Junto con la creciente dependencia de Europa de las importaciones de Estados Unidos para lo que antes compraba a menor costo en Oriente.

El debilitamiento de la posición del euro (y la apropiación por parte de Europa de las reservas extranjeras rusas) ha llevado a otros países e inversores extranjeros a deshacerse de sus reservas de euros y libras esterlinas, lo que ha debilitado aún más las monedas, lo que amenaza con elevar el costo de vida y de hacer negocios en Europa.

Los partidos “centristas” no están generando estabilidad, sino contracción económica, pues Europa se está convirtiendo en un satélite de la política estadounidense y de un antagonismo con las economías BRICS.

El presidente ruso, Putin, dijo recientemente que la ruptura de las relaciones normales con Europa parece irreversible durante los próximos treinta años aproximadamente. ¿Quedará toda una generación de europeos aislada de las economías de más rápido crecimiento del mundo, las de Eurasia? Esta fractura global del orden mundial unipolar de Estados Unidos está permitiendo a los partidos anti-euro presentarse no como extremistas radicales, sino como quienes buscan restaurar la prosperidad perdida de Europa y su autonomía diplomática –eso si que con una política antiinmigrante de derecha, por cierto. Esa, lamentablemente se ha convertido en la única alternativa a los partidos pro-EE.UU., ahora que ya no hay una izquierda real.

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