¿Cómo sorprenderse de los resultados electorales donde uno de cada dos europeos se abstuvo y la mayoría de los votantes apoyan la política belicista y son partidarios de endurecer las políticas migratorias?
Centrar el debate en el auge de los partidos de la extrema derecha es desviar la atención. No es Meloni, Orbán, Le Pen; es von der Leyen, el Grupo Popular y sus aliados socialdemócratas
MARCOS ROITMAN ROSENMANN
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La prensa constata: tras las elecciones al Europarlamento, Europa se escora hacia la extrema derecha. El avance de los partidos racistas, xenófobos y supremacistas ganan terreno. Pero, seamos sinceros, desde los años 70 la línea que separaba el proyecto totalitario nacido del Tercer Reich de una propuesta socialdemócrata se difuminó. El triunfo de Margaret Thatcher fue el punto de inflexión. La adopción de las políticas neoliberales y la economía de mercado destapó el verdadero rostro de la Unión Europea.
¿Cómo si no explicar la guerra de las Malvinas? ¿El mantenimiento del bloqueo a Cuba? ¿El reconocimiento del 'gobierno' espurio de Juan Guaidó desestabilizando la República Bolivariana de Venezuela? o ¿Las políticas migratorias con miles de muertos en el mar Mediterráneo? La Unión Europea es el mejor ejemplo de capitalismo económica y militarmente dependiente de los EEUU. Hoy tenemos 27 países en manos del capital financiero, las empresas transgénicas, farmacéuticas, agroalimentarias, automotrices, armamentísticas, electrónicas y capitalismo verde.
Nada es lo que parece. Este año se cumplen 80 del desembarco de Normandía. El 6 de junio de 1944 las tropas aliadas dieron un paso de gigantes para derrotar a una parte del ejército alemán, cuyo punto de inflexión fue el triunfo del ejército soviético en Stalingrado. Sin embargo, en los actos conmemorativos de 2024, las autoridades civiles y militares dan la bienvenida a un representante de la extrema derecha europea, el presidente de Ucrania Volodymir Zelensky, lanzando diatribas contra Rusia, ninguneando su papel en la derrota nazi. Todos los allí presentes son partidarios de seguir financiando la guerra bajo el paraguas de la OTAN.
¿Cómo sorprenderse de los resultados electorales donde uno de cada dos europeos se abstuvo y la mayoría de los votantes apoyan la política belicista y son partidarios de endurecer las políticas migratorias? No es Meloni, Orbán, Le Pen, es Úrsula von der Leyen, el Grupo Popular y sus aliados, flanqueado por la socialdemocracia. La presencia de la extrema derecha es desigual en la Unión Europea y sirve para encubrir políticas reaccionarias. Las diferencias se magnifican.
Centrar el debate en el auge de los partidos de la extrema derecha es desviar la atención y cerrar los ojos a una opción que se mantuvo invernada tras la derrota militar del ejército alemán en 1945. No olvidemos: sus ideólogos arriaron banderas durante el periodo de la liberación, marcado por un fuerte antifascismo. Pero en los años 60 se orquestó la operación Gladio a través de la logia P2, financiada con dineros de la CIA, la OTAN y la banca para impedir al ascenso de la izquierda comunista en Italia y Francia, salpicando a la democracia cristiana y la socialdemocracia.
Hoy la extrema derecha se reconoce fascista con orgullo, recupera el discurso y banaliza los crímenes de lesa humanidad del Tercer Reich. Las declaraciones del presidente del Partido Alternativa para Alemania, Maximilian Krah, afirmando que no todos los miembros de las SS eran criminales, refleja el pacto que siguió a los juicios de Núremberg para blanquear nazis. ¿Debemos olvidar que 90 por ciento de los dirigentes del partido nacionalsocialista, las SS y Gestapo fueron exonerados y algunos incorporados a los servicios de inteligencia de los países aliados? Científicos, músicos, juristas, militares de alta graduación, todos nazis, siguieron en las instituciones. Académicos, deportistas, actores, economistas, politólogos, vieron desaparecer su pasado nazi.
Tres ejemplos y un escándalo: Herbert von Karajan será director de la Orquesta Filarmónica de Berlín desde 1954 hasta su muerte en 1989; Wernher von Braun, ingeniero creador de las bombas V1-V2 lanzadas sobre Londres, obtuvo la nacionalidad estadounidense en 1955, cooptado por la Nasa para coordinar el proyecto Apolo, que llevó al hombre a la luna, y el ministro de guerra y armamento de Hitler, Albert Speer, tras 20 años en la cárcel (la Unión Soviética se opuso a dejarlo en libertad antes de cumplir su condena) vivió en Londres, publicó sus memorias y murió millonario en 1981.
La perversión del blanqueo nazi, fue protagonizada por el austriaco Kurt Waldheim, elegido Secretario General de Naciones Unidas entre 1972 y 1981, dirigente del Partido Popular Austriaco. Tras el escándalo, su pasado nazi no fue un problema para ser elegido presidente de Austria en 1986.
Los votos de la derecha y la extrema derecha se nutren de los miles de hijos y nietos de nazis que en la actualidad se sienten orgullosos del pasado nacionalsocialista de padres y abuelos. El hijo de Otto von Wächter, creador de las Waffen-SS en Ucrania, responsable del asesinato de más de 20 mil polacos, Horst von Wächter, participó en 2014 junto al partido ucranio fundado por Stepán Bandera en un homenaje a su padre con uniformes de las SS y Esvásticas.
¿Y extraña que hoy, la segunda fuerza política en Alemania revindique el Tercer Reich? Las universidades, la justicia, las fuerzas armadas y las empresas tienen en sus descendientes a los mejores cuadros de la extrema derecha. En Francia, Italia, Hungría o Polonia han esperado la oportunidad para recuperar su espacio.
¿Algún responsable? Pregunten a quienes han consentido su rearme. La lucha contra la extrema derecha no vendrá de la derecha ni la socialdemocracia, saldrá de la izquierda. Y contra ella todos se unen.
La historia viene cargada. Ojalá el Frente Popular encabezado por la izquierda insumisa en Francia sea un punto de inflexión, de lo contrario, la idea de una Europa solidaria de los pueblos y sin OTAN se aleja del horizonte.
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Fuente:
La Jornada