El país reclama, más que una simple reforma universitaria, una profunda evaluación de los valores éticos y axiológicos que guían nuestra sociedad...
En términos generales los abogados desempeñan un oficio noble y servicial; ayudan a resolver los problemas de la gente, conocen los argumentos y las argucias jurídicas que norman las sociedades. Sin embargo, algunos abogados han prostituido la reputación de esta digna profesión, tanto así que para muchas personas la palabra “abogado” tiene connotaciones de carácter delictivo o tramposo.
Julio César Carrión Castro
Magister en Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana
“¡Ah! –gritó K, y elevó los brazos hacia arriba, como si su repentino descubrimiento necesitase espacio–. Todos vosotros sois funcionarios, como ya veo, vosotros sois la banda corrupta contra la que he hablado, hoy os habéis apretado aquí como oyentes y fisgones, habéis formado partidos ilusorios y uno ha aplaudido para ponerme a prueba”... Franz Kafka – El proceso
El país reclama, más que una simple reforma universitaria, una profunda evaluación de los valores éticos y axiológicos que guían nuestra sociedad, así como una pormenorizada revisión de las mentalidades colectivas establecidas frente al enorme poder alcanzado por los rábulas…
En términos generales los abogados desempeñan un oficio noble y servicial; ayudan a resolver los problemas de la gente, conocen los argumentos y las argucias jurídicas que norman las sociedades. Sin embargo, algunos abogados han prostituido la reputación de esta digna profesión, tanto así que para muchas personas la palabra “abogado” tiene connotaciones de carácter delictivo o tramposo, la sola mención de esta palabra los lleva a pensar en una serie de expresiones despectivas y denigrantes, como pícaro, corrupto, estafador, abusivo, sinvergüenza… en fin, estas personas generalizan; están señalando, no el serio quehacer de abogados y juristas, sino las actividades de los rábulas. Es decir, se refieren a aquellos sujetos que aplican el derecho de manera acomodaticia, oportunista, tramposa, sin conocimiento, sin seriedad, sin rigor.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define: Rábula: (Del lat. rabŭla). m. Abogado indocto, charlatán y vocinglero.
Existen otros términos de carácter peyorativo e insultante que se acercan o asemejan al de rábula: abogaducho, tinterillo, picapleitos, leguleyo, trapisondista, maniobrero, intrigante, embrollador, lioso, enredador, embaucador, conspirador, insidioso, taimado, urdidor… La lista puede extenderse ampliamente…
Se trata de esos rutinarios enredadores que pululan como funcionarios, asesores jurídicos, asistentes legales y otros empleos, en torno de las más diversas instituciones de la vida social –tanto pública como privada– adheridos como lapas a la administración –de la justicia, de la salud, de la educación, la cultura– y, por supuesto, de la vida académica y universitaria, tanto en las instituciones pequeñas o de provincia, como de las más reconocidas y prestigiosas.
Abogados que para obtener reconocimiento y prestigio, sin capacidad para llevar sus propios pleitos de manera limpia y honesta en el ambiente de sus profesiones y, sin tener la formación jurídica, académica ni pedagógica adecuadas, deciden acomodarse inmerecidamente en el mundillo político, académico y universitario, convertidos de repente no sólo en “jurisconsultos”, “estadistas”, “docentes”, “catedráticos”, etc., sino, peor aún, en “asesores” de estas instituciones, dispuestos a conseguir a toda costa las ventajas, las tajadas y las coimas que les procuren sus relaciones en estas entidades…
En ese medio pseudo-académico que se ha tomado a las universidades, se mueven como pez en el agua, operan a sus anchas, gracias a la politiquería y al clientelismo ambiente que los reproduce y fortalece. Prevalidos de intrigas en juzgados, tribunales y magistraturas, muchas veces en virtud de actividades non sactas y del amiguismo y otras cercanías con los togados –y togadas– encargados y encargadas, de aplicar “justicia” (jueces, magistrados, procuradores, procuradoras, asistentes, asesores, sustanciadores, secretarias, etc.) hacen gestiones lícitas e ilícitas, como mercenarios, a favor de los oscuros administradores de estas mercantilizadas universidades, instalados por completo en la bellaquería del acomodamiento, el oportunismo y de la hipocresía que se prohíja desde juzgados, tribunales, cortes y fiscalías...
De acuerdo con la última actualización del Consejo Superior de la Judicatura, parece ser que en el país existen más de 100 facultades de derecho, más de 50 mil estudiantes que como dice Fernando Buen Abad, “ingresan, cursan y se gradúan cargando bajo el brazo su cajita de ilusiones mercenarias” y más de 250.000 abogados en ejercicio, con tarjeta profesional que los acredita como soldados de fortuna.
En un reciente artículo publicado en la revista Semana, José Manuel Acevedo nos informa que “somos el segundo país del mundo con más abogados por cada cien mil habitantes, después de Costa Rica, según el Centro de Estudios de Justicia de las Américas, y a pesar de que una buena parte de nuestros jóvenes quieren ser abogados, pocos se cuestionan si la justicia funciona bien o mal…”. Esa congestión es de por sí, garantía para la baja calidad de muchos de estos tituladeros, mal llamados instituciones universitarias, y para la baja calidad de muchos de estos “profesionales” del derecho.
Como en el conocido poema “El sueño de las escalinatas”, de Jorge Zalamea Borda, pretendemos armar un alegato e incoar un proceso contra estos rábulas que hacen uso indebido del Derecho, facilitando la impunidad en todos los procesos que comprometen a los corruptos politiqueros que han venido descuadernando este país de leyes y de leguleyos.
Los farsantes, los simuladores, los traficantes y los mercenarios titulados que medran en el medio universitario, utilizando sus títulos y diplomas como patentes de corso e imponiendo su sesgo de retóricas y corrupción, en estos ya maltrechos centros académicos y estudiantiles, son el más claro ejemplo del desquiciamiento intelectual y moral que ojalá el gobierno del Cambio que representa Petro logre superar mediante la reforma a la educación superior que ahora se emprende.
En Colombia y en el mundo, muchas entidades no sólo de administración de la llamada “justicia”, sino, precisamente de las universidades tanto públicas, como privadas, están cautivas no sólo del círculo infernal de los deshonestos politiqueros y “contratistas”, sino sometidas también a esa especie de mafia que constituyen este tipo de abogados y asesores jurídicos, encargados tanto de los trámites legales y administrativos que dan validez a dichos “contratos”, como del direccionamiento general de las universidades, personajes estos que se han venido apropiando de la vida entera de estas instituciones ya que fungen también como los gestores y organizadores de su desempeño académico, empresarial y laboral.
Son ellos, en última instancia, los encargados tanto de los rumbos académicos y curriculares (ocupando incluso altos cargos de dirección), encargándose de la distribución acomodaticia de puestos y prebendas y mediante el recurso de las amenazas y chantajes a los contradictores, utilizando de manera oportunista las denominadas oficinas de “control disciplinario”, que se convirtieron en una poderosa maquinaria legaliforme que extiende sus tentáculos entre toda la enrevesada maraña de la “justicia” colombiana, en contra de los trabajadores y de todos aquellos que osen disentir del poder de estos rábulas, tinterillos y picapleitos, que se han tomado las universidades… y prácticamente toda la administración estatal.
En todo caso debemos insistir en este señalamiento hasta escuchar los alegatos de defensa de estos abogángster… porque consideramos, asimismo, con Jorge Zalamea, que “su demencia corroborará nuestra razón y sus palabras nuestro designio”.
Edición 834 – Semana del 22 al 28 de julio de 2023
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