"La situación del capitalismo contemporáneo implica una especie de desconexión entre la globalización del mercado y el carácter todavía mayoritariamente nacional del control policial y militar de las poblaciones. En otras palabras, existe una brecha entre la disposición económica de las cosas, que es global, y su necesaria protección estatal, que sigue siendo nacional." Alain Badiou
Artículo del filósofo francés, Alain Badiou publicado por primera vez en el semanario Le Nouvel Observateur el 2 de septiembre del año 2022. La presente traducción fue realizada por la revista Artilleria Inmanente.
Bloghemia
Por: Alain Badiou*
Tesis 1. La coyuntura mundial es la de la hegemonía territorial e ideológica del capitalismo liberal.
Comentario. La evidencia y banalidad de esta tesis obvian la necesidad de cualquier comentario.
Tesis 2. Esta hegemonía no está en absoluto en crisis, y menos aún en un coma anquilosado, sino en una secuencia de despliegue particularmente intensa e innovadora.
Comentario. En relación con la globalización capitalista, totalmente hegemónica en la actualidad, existen dos tesis tan opuestas como falsas.
• La primera es la tesis conservadora: el capitalismo, especialmente cuando se combina con la «democracia» parlamentaria, es la forma definitiva de organización económica y social de la humanidad. Es, de hecho, el fin de la Historia, como popularizó en su día el ensayista Fukuyama.
• La segunda es la tesis izquierdista de que el capitalismo ha entrado en su crisis final, o incluso que ya está muerto.
La primera tesis no es más que la repetición del proceso ideológico iniciado a finales de la década de 1970 por los intelectuales renegados de los «años rojos» (1965-1975), que consistió en eliminar pura y simplemente la hipótesis comunista del campo de las posibilidades. Permitió simplificar la propaganda dominante: ya no era necesario ensalzar los méritos (dudosos) del capitalismo, sino limitarse a sostener que los hechos (la URSS, Lenin, Stalin, Mao, China, los jemeres rojos, los partidos comunistas occidentales, etc.) mostraban que no había nada más posible, aparte de un «totalitarismo» criminal.
Frente a este veredicto de imposibilidad, la única respuesta es restablecer, como balance y más allá de los experimentos fragmentarios del siglo pasado, la hipótesis comunista, en su posibilidad, su fuerza y su capacidad liberadora. Esto es lo que está ocurriendo y lo que inevitablemente ocurrirá, y en este mismo texto intento hacer precisamente eso.
Las dos formas de la segunda tesis —capitalismo exangüe o capitalismo muerto— se basan en la crisis financiera de 2008, los desórdenes monetarios inflacionistas provocados por la pandemia del covid-19 y los innumerables episodios de corrupción, que salen a la luz cada día. Concluyen o bien que el momento es revolucionario, que basta un fuerte empujón para que el «sistema» se derrumbe (izquierdismo clásico), o incluso que basta un paso al lado, un retiro, por ejemplo, al campo, y llevar ahí una vida sobria y respetuosa con la naturaleza, para darnos cuenta de que podemos entonces organizar «formas de vida» totalmente nuevas, con la máquina capitalista destructiva girando en el vacío hacia su nada definitiva (budismo ecológico).
Nada de esto tiene la menor relación con la realidad.
En primer lugar, la crisis de 2008 fue una crisis clásica de sobreproducción (se construyeron demasiadas casas en Estados Unidos y se vendieron a crédito a personas insolventes), cuya propagación permitió al capitalismo, tomándose todo el tiempo que le hizo falta, recuperar el impulso, ordenado e incentivado por una fuerte concentración de capital, con la eliminación de los débiles y el fortalecimiento de los fuertes, y, en una ganancia importante, las «leyes sociales» que datan del final de la guerra mundial fueron en gran parte eliminadas. Una vez completado este doloroso ordenamiento, la «recuperación» ya está a la vista. En segundo lugar, la extensión del dominio capitalista sobre vastos territorios, la diversificación intensiva y extensiva del mercado mundial, está lejos de haberse completado. Casi toda África, gran parte de América Latina, Europa del Este, la India: todos ellos son lugares «en transición», ya sean zonas de saqueo o países «en proceso de crecimiento», donde la implantación a gran escala del mercado puede y debe seguir el ejemplo de Japón o China.
La verdad es que el capitalismo es corrupto en su propia esencia. ¿Cómo podría evitar la corrupción generalizada una lógica colectiva cuyas únicas normas son el «beneficio por encima de todo» y la competencia universal de todos contra todos? Los «casos» de corrupción reconocidos no son más que operaciones laterales, purgas locales propagandísticas o el resultado de ajustes de cuentas entre camarillas rivales.
El capitalismo moderno, el capitalismo del mercado mundial, que existe desde hace pocos siglos y es históricamente una formación social reciente, acaba de empezar a conquistar el planeta, tras una secuencia colonial (del siglo XVI al XX) en la que los territorios conquistados estaban esclavizados al mercado limitado y proteccionista de un solo país. Hoy en día, el saqueo está globalizado, al igual que el proletariado, que ahora procede de todos los países del mundo.
Tesis 3. Sin embargo, hay tres contradicciones activas en esta hegemonía.
1. La dimensión oligárquica extremadamente desarrollada de la posesión del Capital deja cada vez menos espacio para la integración de nuevos propietarios en esta oligarquía. De ahí la posibilidad de una esclerosis autoritaria.
2. A la integración de los circuitos financieros y comerciales en un mercado mundial único se opone el mantenimiento, a nivel de policía de masas, de figuras nacionales que inevitablemente entran en rivalidad. De ahí la posibilidad de una guerra planetaria que haga surgir un Estado claramente hegemónico, incluso en el mercado mundial.
3. Hoy existen dudas sobre si el Capital, en su actual línea de desarrollo, puede valorizar la fuerza de trabajo de toda la población mundial. De ahí el riesgo de que a escala mundial se genere una masa de población totalmente desposeída y, por tanto, políticamente peligrosa.
Comentario.
1. Hemos llegado a un punto —y la concentración continúa— en el que 264 personas poseen el equivalente de lo que poseen otros tres mil millones. Aquí mismo, en Francia, el 10 % de la población posee más del 50 % de la riqueza total. Se trata de concentraciones de propiedad sin precedentes a escala mundial. Y están lejos de haber concluido. Tienen un lado monstruoso, que obviamente no garantiza que vayan a durar para siempre, pero que es inherente al desarrollo capitalista, e incluso es su principal motor.
2. La hegemonía de Estados Unidos está cada vez más en entredicho. China e India representan por sí solas el 40 % de la mano de obra mundial. Esto indica una desindustrialización devastadora en Occidente. De hecho, los trabajadores estadounidenses ya sólo representan el 7 % de la mano de obra total, y Europa aún menos. El resultado de estos contrastes es que el orden mundial, todavía dominado por razones militares y financieras por Estados Unidos, está viendo surgir rivales que quieren su parte de soberanía sobre el mercado mundial. Ya han comenzado los enfrentamientos en Oriente Medio, África y el Mar de China. Y continuarán. La guerra es el horizonte de esta situación, como ha demostrado el siglo pasado, con dos guerras mundiales e incesantes matanzas coloniales, y como confirma hoy la guerra de Ucrania.
3. Hoy existen probablemente entre dos y tres mil millones de personas que no son ni propietarios, ni campesinos sin tierra, ni asalariados pertenecientes a una pequeña burguesía, ni obreros. Vagan por el mundo buscando un lugar donde vivir y constituyen un proletariado nómada que, si se politizara, se convertiría en una amenaza muy considerable para el orden establecido.
Tesis 4. En los últimos diez años se han producido numerosos y a veces vigorosos movimientos de revuelta contra uno u otro aspecto de la hegemonía del capitalismo liberal. Pero también han sido absorbidos sin plantear mayores problemas al capitalismo dominante.
Comentario. Estos movimientos han sido de cuatro tipos.
1. Motines breves y localizados. Ha habido motines salvajes en los suburbios de las grandes ciudades, por ejemplo en Londres o París, generalmente tras el asesinato de jóvenes a manos de la policía. Estos motines, o bien no han recibido el apoyo generalizado de una opinión atemorizada y han sido reprimidos sin piedad, o bien han ido seguidos de vastas movilizaciones «humanitarias», centradas en la violencia policial, en gran medida despolitizadas en el sentido de que no se ha mencionado la naturaleza exacta de esos abusos y el beneficio que la dominación burguesa acaba obteniendo de ellos.
2. Levantamientos duraderos, pero sin creación organizativa. Otros movimientos, sobre todo en el mundo árabe, han sido mucho más amplios en términos sociales y han durado largas semanas. Han adoptado la forma canónica de ocupaciones de plazas. Generalmente se han visto frenados por la tentación de las elecciones. El caso más típico es el de Egipto: un movimiento a gran escala, el éxito aparente de la consigna negativa unificadora «Mubarak fuera» —Mubarak dejó el poder, incluso fue detenido—, la larga imposibilidad de que la policía tomara la plaza, la unidad explícita de cristianos coptos y musulmanes, la aparente neutralidad del ejército… Pero, por supuesto, en las elecciones, fue el partido presente en las masas populares —y no muy presente en el movimiento— el que ganó, a saber, los Hermanos Musulmanes. La parte más activa del movimiento se opuso al nuevo gobierno, allanando el camino para que el ejército interviniera y pusiera de nuevo en el poder a un general, El-Sisi. Éste reprimió sin piedad a todas las oposiciones, primero a los Hermanos Musulmanes, luego a los jóvenes revolucionarios, y restableció de hecho el antiguo régimen, aunque en peor forma que antes. El carácter circular de este episodio es particularmente sorprendente.
3. Movimientos que conducen a la creación de una nueva fuerza política. En algunos casos, el movimiento ha podido crear las condiciones para el surgimiento de una nueva fuerza política, distinta de las acostumbradas al parlamentarismo. Así ocurrió en Grecia, donde los motines fueron particularmente numerosos y violentos, con Syriza, y en España con Podemos. Estas fuerzas se han disuelto a su vez en el consenso parlamentario. En Grecia, el nuevo poder, con Tsipras, cedió sin oponer mucha resistencia a las órdenes de la Comisión Europea y está devolviendo al país a la senda de la austeridad sin fin. En España, Podemos también se empantanó en el juego de las combinaciones, ya fueran mayoritarias o de oposición. De estas creaciones organizativas no surgió ninguna política verdadera.
4. Movimientos de bastante duración, pero sin efectos positivos notables. En algunos casos, aparte de algunos episodios tácticos clásicos (como la «superación» de las manifestaciones clásicas por parte de grupos equipados para enfrentarse a la policía durante unos minutos), la ausencia de innovación política ha hecho que, a escala global, sea la figura de la reacción conservadora la que se haya renovado. Es el caso, por ejemplo, de Estados Unidos, donde el contraefecto dominante de «Occupy Wall Street» fue la llegada de Trump al poder, o incluso de Francia, donde el saldo de «Nuit debut» fue Macron. El mencionado Macron fue además, un poco más tarde, el único objetivo del movimiento típicamente pequeñoburgués de los Chalecos Amarillos. Como todos los movimientos de este tipo, cuyos dirigentes son todos francamente hostiles a la muerte de la propiedad burguesa, y de hecho quieren un apoyo estatal más fuerte para esta propiedad, el resultado sólo se refería al formalismo estatal, y su único objetivo era el presidente Macron. El magnífico resultado, digno de las bromas y trucos que el sistema parlamentario reserva a sus clientes, fue finalmente… ¡la reelección de este Macron!
Tesis 5. La causa de esta impotencia es, en los movimientos de la última década, la ausencia de política, o incluso la hostilidad a la política, en diversas formas, y reconocible por una serie de síntomas. Subyace a estos afectos negativos una sumisión constante, bajo el engañoso nombre de «democracia», al ritual electoral.
Comentario. Observemos en particular, como signos de una subjetividad política extremadamente débil:
1. Consignas unificadoras exclusivamente negativas: «contra» esto o aquello, «fuera Mubarak», «abajo la oligarquía del 1 %», «rechacemos la ley laboral», «a nadie le gusta la policía», etc.
2. La ausencia de una temporalidad amplia: tanto en lo que se refiere al conocimiento del pasado, prácticamente ausente de los movimientos, salvo algunas caricaturas, y del que no se propone ningún balance inventivo, como a la proyección hacia el porvenir, limitada a consideraciones abstractas sobre la liberación o la emancipación.
3. Un léxico muy prestado del adversario. Se trata principalmente de una categoría especialmente equívoca, como «democracia», o del uso de la categoría «vida», «nuestras vidas», que no es más que una manera ineficaz de invertir categorías existenciales en la acción colectiva.
4. Culto ciego a la «novedad» y desprecio por las verdades establecidas. Este punto se deriva directamente del culto mercantil a la «novedad» de los productos, y de la convicción constante de que estamos «empezando» algo que, en realidad, ya ha sucedido muchas veces. Al mismo tiempo, impide sacar lecciones del pasado, comprender el mecanismo de las repeticiones estructurales, y nos lleva a caer en «modernidades» facticias.
5. Una escala temporal absurda. Esta escala, calcada del circuito marxista «dinero, mercancía, moneda», supone que problemas como la propiedad privada y la concentración patológica de la riqueza, que llevan milenios sin resolverse, se abordarán o incluso se resolverán en unas pocas semanas de «movimiento». La negativa a considerar que gran parte de la modernidad capitalista es simplemente una versión moderna de la tripleta «Familia, Propiedad Privada, Estado», establecida hace varios miles de años, ya en la «revolución» neolítica. Y que por tanto la lógica comunista, en lo que se refiere a los problemas centrales que la constituyen, se sitúa en la escala de los siglos.
6. Una relación débil con el Estado. De lo que se trata aquí es de una subestimación constante de los recursos del Estado, en comparación con los que están a disposición de tal o cual «movimiento», tanto en términos de fuerza armada como de capacidad de corrupción. En particular, se subestima la eficacia de la corrupción «democrática», cuyo símbolo es el parlamentarismo electoral, así como el alcance de la dominación ideológica de esta corrupción sobre la inmensa mayoría de la población.
7. Una combinación de medios dispares sin ningún balance de su pasado lejano o próximo. No se han extraído conclusiones que puedan popularizarse ampliamente de los métodos utilizados desde al menos los «años rojos» (1965-1975), o incluso desde hace dos siglos, como las ocupaciones de fábricas, las huelgas sindicales, las manifestaciones legales, la formación de grupos cuyo objetivo es hacer posible el enfrentamiento local con la policía, el asalto de edificios, el secuestro de los patrones en las fábricas… Tampoco de sus simetrías estáticas: por ejemplo, en las plazas invadidas por multitudes, las largas y repetitivas asambleas hiperdemocráticas, en las que se convoca a todo el mundo, cualesquiera que sean sus ideas y recursos idiomáticos, para hablar durante tres minutos, y en las que lo que está en juego, en última instancia, es sólo prever la repetición de este ejercicio.
Tesis 6: Debemos recordar las experiencias más importantes del pasado reciente y reflexionar sobre sus fracasos.
Comentario. De los años rojos a hoy.
El comentario de la tesis 5 parece sin duda muy polémico, incluso pesimista y deprimente, sobre todo para los jóvenes que pueden legítimamente entusiasmarse, durante un tiempo, con todas las formas de acción, que les pido que reexaminen críticamente. Estas críticas son comprensibles si se recuerda que, personalmente, en Mayo del 68 y sus secuelas, viví y participé con entusiasmo en cosas muy parecidas, y que pude seguirlas el tiempo suficiente para medir sus debilidades. Así que tengo la sensación de que los movimientos recientes se están agotando en repetir, bajo la bandera de lo nuevo, episodios bien conocidos de lo que podríamos llamar la «derecha» del movimiento de Mayo del 68, tanto si esa derecha procedía de la izquierda clásica como de la ultraizquierda anarquista que, a su manera, ya hablaba de «formas de vida», y a cuyos militantes llamábamos «anarcodeseantes».
De hecho, en el 68 hubo cuatro movimientos distintos.
1. Una revuelta de jóvenes estudiantes.
2. Una revuelta de jóvenes obreros de las fábricas.
3. Una huelga general sindical para controlar las dos revueltas anteriores.
4. La aparición, a menudo bajo el nombre de «maoísmo» —con numerosas organizaciones rivales— de una tentativa de nueva política, cuyo principio era trazar una diagonal unificadora entre las dos primeras revueltas dotándolas de una fuerza ideológica y combativa que parecía capaz de garantizarles un verdadero futuro político. De hecho, esto duró al menos diez años. El hecho de que no se estabilizara a escala histórica (cosa que reconozco de buen grado) no debe significar que estemos repitiendo lo que ocurrió entonces, sin saber siquiera que lo estamos repitiendo.
Recordemos que en las elecciones de junio de 1968 se impuso una mayoría tan reaccionaria que podría decirse que fue una vuelta a la mayoría «azul horizonte» del final de la guerra de 1914-1918. El resultado final de las elecciones de mayo/junio de 2017, con su aplastante victoria de Macron, siervo identificado del gran capital globalizado, debería hacernos reflexionar sobre qué hay de repetitivo en todo esto. Y tanto más cuanto que el idéntico Macron ha sido reelegido en 2022…
Tesis 7. Una política interna de un movimiento debe tener cinco características, relativas a las consignas, la estrategia, el vocabulario, la existencia de un principio, y una visión táctica clarificada.
Comentario.
1. Las consignas principales deben ser afirmativas, proponiendo una determinación positiva, y no quedarse en la queja y la denuncia. Incluso a costa de una división interna en cuanto superamos la unidad negativa.
2. Las consignas deben estar justificadas estratégicamente. En otras palabras, deben basarse en el conocimiento de las etapas previas del problema en la agenda del movimiento.
3. El léxico utilizado debe ser controlado y coherente. Por ejemplo: «comunismo» es hoy incompatible con «democracia»; «igualdad» es incompatible con «libertad»; cualquier uso positivo de un vocablo relativo a la identidad, como «francés», o «comunidad internacional», o «islamista» o «Europa», debe proscribirse, al igual que vocablos de carácter psicológico como «deseo», «vida», «persona», así como cualquier vocablo con disposiciones estatales establecidas, como «ciudadano», «votante», etc.
4. Un principio, lo que yo llamo una «Idea», debe confrontarse constantemente con la situación, en la medida en que conlleva localmente una posibilidad sistémica no capitalista.
5. Es necesario citar aquí a Marx, definiendo al militante singular en su modo de presencia en los movimientos: «Los comunistas de todos los países apoyan todos los movimientos revolucionarios contra el orden social y político existente. En todos estos movimientos, plantean la cuestión de la propiedad, sea cual sea el grado de evolución al que haya llegado, como la cuestión fundamental del movimiento».
6. Tácticamente, siempre es necesario acercar lo más posible el movimiento a un cuerpo capaz de reunirse para discutir eficazmente su propia perspectiva y las bases sobre las que ilumina y juzga la situación.
El militante político, como dice Marx, forma parte del movimiento general, no se separa de él. Pero sólo se distingue por su capacidad de situar el movimiento en un punto de vista general, de prever a partir de ahí cuál debe ser la etapa siguiente, y de no hacer concesiones sobre estos dos puntos, bajo el pretexto de la unidad, a las concepciones conservadoras que pueden perfectamente dominar, subjetivamente, incluso un movimiento importante. La experiencia de las revoluciones demuestra que los momentos políticos cruciales tienen lugar en la forma más próxima a la reunión, es decir, el mitin, donde la decisión que debe tomarse es aclarada por oradores, que también pueden enfrentarse entre sí.
Tesis 8. La política está cargada de una duración específica del espíritu de los movimientos, que está a la altura de la temporalidad de los Estados, y no un simple episodio negativo de su dominación. Su definición general es que organiza, en los diferentes componentes del pueblo, y a la mayor escala posible, una discusión en torno a las consignas que deben ser tanto las de la propaganda permanente como las de los movimientos venideros. La política proporciona el marco general de estas discusiones: es la afirmación de que existen hoy dos vías para la organización general de la humanidad, la vía capitalista y la vía comunista. La primera es simplemente la forma contemporánea de lo que ha existido desde la revolución neolítica, hace unos miles de años. La segunda propone una segunda revolución global, sistémica, en el devenir de la humanidad. Propone una salida de la era neolítica.
Comentario. En este sentido, la política consiste en situar localmente, a través de vastos debates, la consigna que cristaliza la existencia de estas dos vías en la situación. Como local, esta consigna sólo puede provenir de la experiencia de las masas afectadas. Es ahí donde la política aprende lo que puede hacer existir localmente la lucha efectiva por la vía comunista, cualesquiera que sean los medios. Desde este punto de vista, el resorte de la política no es inmediatamente la confrontación antagónica, sino la investigación continua, sobre el terreno, de ideas, consignas e iniciativas capaces de hacer vivir localmente la existencia de dos vías, una de las cuales es la conservación de lo existente, la otra su transformación completa según los principios igualitarios que cristalizará la nueva consigna. El nombre de esta actividad es: «trabajo de masas». La esencia de la política, fuera del movimiento, es el trabajo de masas.
Tesis 9. La política se hace con gente de todas partes. No puede aceptar plegarse a las diversas formas de segregación social organizadas por el capitalismo.
Comentario. Esto significa, sobre todo para los jóvenes intelectuales, que siempre han desempeñado un papel crucial en el nacimiento de las nuevas políticas, la necesidad de un trayecto continuo hacia otras capas sociales, especialmente las más desposeídas, donde el impacto del capitalismo es más devastador. En las condiciones actuales, hay que dar prioridad, en nuestros países como en el resto del mundo, al vasto proletariado nómada, que, como los campesinos de Auvernia o de Bretaña en el pasado, llega en oleadas enteras, al precio de los peores riesgos, para intentar sobrevivir como obrero aquí, puesto que allá ya no puede hacerlo como campesino sin tierra. El método, en este caso como en todos los demás, es la investigación paciente sobre el terreno: mercados, urbanizaciones, viviendas, fábricas, la organización de reuniones, incluso muy pequeñas al principio, la fijación de consignas, su difusión, la ampliación de la base del trabajo, la confrontación con las distintas fuerzas conservadoras locales, etc. Es un trabajo fascinante, en cuanto se sabe que la obstinación activa es la clave. Una etapa importante consiste en organizar escuelas para difundir el conocimiento de la historia global de la lucha entre las dos vías, sus éxitos y sus atolladeros actuales.
Lo que hicieron las organizaciones que surgieron con este fin después de Mayo del 68 puede y debe hacerse de nuevo. Hay que reconstituir la diagonal política que he mencionado, que hoy sigue siendo una diagonal entre el movimiento juvenil, algunos intelectuales, y el proletariado nómada. Ya estamos trabajando en ello, aquí y allá. Es la única tarea propiamente política del momento. Lo que ha cambiado en Francia es la desindustrialización de los suburbios de las grandes ciudades. Éste es también el recurso obrero de la extrema derecha. Hay que combatirlo sobre el terreno, explicando por qué y cómo se han sacrificado dos generaciones obreras en el espacio de unos pocos años, e investigando simultáneamente, en la medida de lo posible, el proceso opuesto, es decir, la industrialización de una violencia extrema en Asia. El trabajo con los obreros del pasado y del presente es inmediatamente internacional, incluso aquí. En este sentido, sería sumamente interesante elaborar y difundir una revista de los obreros del mundo.
Tesis 10. Ya no existe hoy en día una verdadera organización política. La tarea consiste, pues, en encontrar los medios para reconstituirla.
Comentario. Una organización se encarga de realizar encuestas, sintetizar el trabajo de masas y las consignas locales que surgen de él, para inscribirlas en una perspectiva de conjunto, enriquecer los movimientos y hacer que sus consecuencias sean duraderas. Una organización no se juzga por su forma y sus procedimientos, como se juzga a un Estado, sino por su capacidad controlable de hacer lo que se le ha encomendado. Aquí podemos tomar prestada una frase de Mao: una organización es algo de lo que se puede decir que «devuelve a las masas de forma precisa lo que ha recibido de ellas de forma aún confusa».
Tesis 11. La forma Partido clásica está condenada hoy porque se ha definido a sí misma, no por su capacidad de hacer lo que dice la tesis 9, es decir, el trabajo de masas, sino por su pretensión de «representar» a la clase obrera, o al proletariado.
Comentario. Hay que romper con la lógica de la representación en todas sus formas. La organización política debe tener una definición instrumental, no representativa. Además, «representación» significa «identidad de lo que es representado». Pero las identidades deben ser excluidas del campo político.
Tesis 12. Como acabamos de ver, la relación con el Estado no es lo que define la política. En este sentido, la política tiene lugar «a distancia» del Estado. Sin embargo, estratégicamente, el Estado debe ser roto, porque es el guardián universal de la vía capitalista, en particular porque es la policía del derecho a la propiedad privada de los medios de producción y de intercambio. Como decían los revolucionarios chinos durante la Revolución cultural, hay que «romper con el derecho burgués». En consecuencia, la acción política en relación con el Estado es una mezcla de distancia y negatividad. En realidad, el objetivo es que el Estado se vea progresivamente rodeado de opiniones hostiles y de lugares políticos que le son ajenos.
Comentario. El balance histórico de este asunto es muy complejo. Por ejemplo, la Revolución rusa de 1917 combinó ciertamente varias cosas: una hostilidad generalizada hacia el régimen zarista, incluso en el campo a causa de la guerra; una preparación ideológica intensa y de larga duración, sobre todo en las capas intelectuales; revueltas obreras que dieron lugar a verdaderas organizaciones de masas, llamadas soviets; sublevaciones de soldados; y la existencia, gracias a los bolcheviques, de una organización sólida y diversificada, capaz de celebrar reuniones con oradores de primera fila por su convicción y talento didáctico. Todo ello tuvo lugar en insurrecciones victoriosas y en una terrible guerra civil que finalmente ganó el campo revolucionario, a pesar de una masiva intervención extranjera. La revolución china siguió un curso completamente diferente: una larga marcha por el campo, la formación de asambleas populares, un verdadero ejército rojo, la ocupación duradera de una zona remota del norte del país, donde se pudo ensayar la reforma agraria y productiva, al mismo tiempo que se consolidaba el ejército, durando todo el proceso unos treinta años. Además, en lugar del terror estalinista de la década de 1930, China fue testigo de un levantamiento masivo de estudiantes y obreros contra la aristocracia del Partido Comunista. Este movimiento sin precedentes, llamado Revolución Cultural Proletaria, es para nosotros el último ejemplo de una política de confrontación directa con las figuras del poder del Estado. Nada de esto puede trasladarse a nuestra situación. Pero una lección atraviesa toda esta aventura: el Estado, sea cual sea la forma que adopte, nunca puede representar ni definir la política de emancipación.
La dialéctica completa de toda verdadera política consta de cuatro términos:
1. La idea estratégica de la lucha entre las dos vías, la comunista y la capitalista. Esto es lo que Mao llamaba la «preparación ideológica de la opinión», sin la cual, decía, la política revolucionaria es imposible.
2. La difusión local de esta idea o principio por parte de la organización, en forma de trabajo de masas. La circulación descentralizada de todo lo que surge de este trabajo en forma de consignas y experiencias prácticas victoriosas.
3. Los movimientos populares, en forma de acontecimientos históricos, en cuyo seno la organización política trabaja tanto por su unidad negativa como por el perfeccionamiento de su determinación afirmativa.
4. El Estado, cuyo poder hay que romper, por confrontación o cerco, si es el de los agentes de poder del capitalismo. Y si procede de la vía comunista, debe marchitarse, si es necesario por los medios revolucionarios esbozados, en fatal desorden, por la Revolución Cultural china.
Inventar sobre el terreno la disposición contemporánea de estos cuatro términos es el problema, a la vez práctico y teórico, de nuestra coyuntura.
Tesis 13. La situación del capitalismo contemporáneo implica una especie de desconexión entre la globalización del mercado y el carácter todavía mayoritariamente nacional del control policial y militar de las poblaciones. En otras palabras, existe una brecha entre la disposición económica de las cosas, que es global, y su necesaria protección estatal, que sigue siendo nacional. El segundo aspecto resucita las rivalidades imperialistas bajo nuevas formas. A pesar de este cambio de forma, el riesgo de guerra aumenta. De hecho, la guerra ya está presente en grandes partes del mundo. La política venidera tendrá también la tarea, si puede, de impedir el estallido de una guerra total, que esta vez podría poner en juego la existencia de la humanidad. También podríamos decir que la elección histórica es: o la humanidad rompe con el neolítico contemporáneo que es el capitalismo y abre su fase comunista a escala mundial; o permanece en su fase neolítica, y correrá un gran riesgo de perecer en una guerra atómica.
Comentario. Por un lado, las grandes potencias intentan hoy contribuir a la estabilidad de los asuntos a escala mundial, en particular combatiendo el proteccionismo, pero por otro libran también una sutil batalla por la hegemonía. El resultado es el fin de las prácticas directamente coloniales, como las de Francia o Inglaterra en el siglo XIX, es decir, la ocupación militar y administrativa de países enteros. Propongo llamar a esta nueva práctica zonificación: en zonas enteras (Irak, Siria, Libia, Afganistán, Nigeria, Malí, África Central, Congo, etc.), los Estados son socavados y aniquilados, y la zona se convierte en una zona de saqueo, abierta a las bandas armadas y a todos los depredadores capitalistas del planeta. O bien, el Estado está formado por hombres de negocios vinculados por mil lazos a las grandes empresas del mercado mundial. Las rivalidades se entrecruzan en vastos territorios, con relaciones de fuerza en constante cambio. En estas condiciones, bastaría un incidente militar incontrolado para llevarnos al borde de la guerra. Los bloques ya se han formado: Estados Unidos y su camarilla «occidental-japonesa» por un lado, China y Rusia por otro, armas nucleares por doquier. Sólo podemos recordar la sentencia de Lenin: «O la revolución evitará la guerra, o la guerra provocará la revolución».
Así es como podríamos definir la máxima ambición del trabajo político por venir: que, por primera vez en la Historia, sea la primera hipótesis —que la revolución evitará la guerra— la que se realice, y no la segunda —que la guerra provocará la revolución—. Fue esta segunda hipótesis la que se materializó en Rusia en el contexto de la Primera Guerra Mundial, y en China en el contexto de la Segunda. Pero, ¡a qué precio! ¡Y con qué consecuencias a largo plazo!
Esperemos y actuemos. Cualquiera, en cualquier lugar, puede empezar a hacer política verdadera, tal como se define en este texto. Y hablar con otros sobre lo que han hecho. Así es como empieza todo.
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_Alain Badiou es un filósofo, dramaturgo y novelista francés
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