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EL MACABRO Y FALLIDO GOLPE EN BRASIL

DOSSIER: 
La consigna “intervención militar” y “S.O.S FFAA” confirma que intentaron que los militares tomaran la delantera en el movimiento. Eso fue lo que fracasó en la operación de los golpistas, que quedaron huérfanos políticamente...
El mandatario le marcó el terreno a bolsonaristas y militares pisando firme en el palacio presidencial con su vice y gobernadores. Detuvieron a los ultraderechistas.
El modelo económico e ideológico de las empresas de internet modelan y dirigen toda la realidad. La industria de la gran manipulación promovida por el marketing político arrancó en Gran Bretaña en la época de Margaret Thatcher. Su “ingeniero” fue Timothy Bell, también consejero del General Pinochet...

Lula da Silva comparó el gobierno de Bolsonaro con la Alemania nazi. | Fuente: EFE / AFP

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1. El golpe fallido

Por Emir Sader

. Imagen: AFP

Desde Río de Janeiro

Fue un intento de golpe de Estado, fruto de la no aceptación de los resultados electorales, algo que ya se había expresado de diversas formas, desde el no reconocimiento de la victoria de Lula a su toma de posesión. Ocurrió justo una semana después de que Brasilia fue escenario de las manifestaciones democráticas más importantes que había vivido Brasil para la toma de posesión de Lula. Pero las manifestaciones de los bolsonaristas continuaron, apoyadas por el propio expresidente, quien siguió negándose a aceptar el resultado electoral, algo que sirvió de estímulo a las manifestaciones golpistas.

El intento de golpe del pasado domingo tuvo características específicas. La primera es que estuvo precedido por varias manifestaciones violentas que anunciaron una escalada de acciones como la llegada de decenas de autobuses desde el viernes pasado, insinuando que se avecinaba una acción importante.

El carácter de la manifestación fue otro elemento específico. La llegada de miles de personas dieron un carácter masivo a las manifestaciones. El objetivo inmediato era crear desorden y caos con llamados a la intervención militar, alegando la incapacidad del gobierno para garantizar el orden en el país. La consigna “intervención militar” y “S.O.S FFAA” confirma que intentaron que los militares tomaran la delantera en el movimiento. Eso fue lo que fracasó en la operación de los golpistas, que quedaron huérfanos políticamente.

La condena unánime de los medios, fuerzas políticas y gobiernos de todas las regiones del mundo debilita aún más a Bolsonaro. Mientras, Lula se fortalece con el apoyo de los 27 gobernadores y consolida sus relaciones con el Poder Judicial y el Congreso.

La desesperación de los manifestantes revela el sentimiento de derrota que impregna a la oposición radical. Los discursos de varios de ellos demuestra que los movía la sensación de que Bolsonaro no tiene futuro político y que Lula ha subido la rampa del Planalto y ya gobierna.

La intervención del gobierno de Brasilia reitera las responsabilidades del gobernador, cuyos vínculos con Bolsonaro se mantuvieron y ocasionaron el fracaso total de la protección de los edificios fundamentales de la capital. Era muy evidente lo que iba a suceder y no se tomaron medidas preventivas: Brasilia quedó totalmente indefensa, ocupada por terroristas.

Hubo errores que permitieron el éxito inmediato de los ataques. Había una confianza injustificada en el gobierno de Brasilia. El ministro de Defensa del gobierno estatal ya había hecho declaraciones que permitían desconfiar de él: dijo que Bolsonaro era un demócrata y que las manifestaciones serían democráticas. Sus relaciones promiscuas con las FFAA lo llevaron a tener una postura promiscua con los militares.

Ya están configurados los mecanismos a través de los cuales el gobierno nacional y el Poder Judicial actuarán contra los manifestantes que practicaron vandalismo generalizado en Brasilia. Hay consenso en que todos los involucrados deben ser procesados, desde los que cometieron la violencia, hasta los que organizaron los hechos y los financiaron. En lugar de representar una recuperación de los bolsonaristas, todo esto conduce a su movimiento al aislamiento y la decadencia, lo que compromete su supervivencia política.

Actuaron para probar la reacción de sus adversarios, para medir con qué fuerzas tendrían que enfrentarse y con qué unidad y disposición responderían a sus acciones. Los resultados parecen haber sido muy negativos para los bolsonaristas.

El arresto de alrededor de 1400 de ellos, la condena generalizada en la opinión pública, el aislamiento aún mayor de Bolsonaro --ahora con el espectro de una posible extradición y el fortalecimiento de Lula-- permiten hacer un balance de las operaciones del domingo en Brasilia y las perspectivas futuras del gobierno de Lula y las debilitadas fuerzas de oposición.

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Fuente:

2. Brasil hoy: El macabro montaje tecno de la ultraderecha

Por Eduardo Febbro

. Imagen: AFP

Desde París

Por cuarta vez en el siglo XXI, la ultraderecha aliada con la tecnología condujo a una democracia al colapso: el montaje macabro se inició a gran escala en 2016 con las tecno manipulaciones a que dio lugar el voto a favor del Brexit en Gran Bretaña, siguió en el mismo año con la elección de Donald Trump en los Estados Unidos y el posterior trágico final de su mandato (2021) con la ocupación del Capitolio. El último capítulo se escribió en Brasil con el ataque a los tres pilares de la democracia: la presidencia, la Corte Suprema y la Asamblea Nacional.

Tres veces en el continente americano y una vez en Europa, el uso indebido de las tecnologías de la información trastornó el curso de la historia. Las redes sociales fueron la base contaminante y organizativa de la insurrección brasileña. El famoso “Stop the steal” que sirvió de contraseña a los ultraderechistas convocados por el expresidente Trump para asaltar el Capitolio el 6 de enero de 2021 tiene, dos años más tarde, su traducción en Brasil: desde el 6 de enero más de 10 mil cuentas de Twitter expandieron la expresión “Festa da Selma” como resorte de la movilización que, el 8 de enero, iba a terminar con el asalto a las sedes de los tres poderes en Brasilia.

La ultraderecha no está sola

Lo peor radica en que esta ultraderecha no está sola. Muy por el contrario, cuenta con aliados en la cima del poder tecnológico para difundir sus ideas, sus proclamas, sus consignas. Estamos muy lejos moral y políticamente del episodio que inauguró esta era de imbricaciones entre las redes sociales y los movimientos de protesta. El milagro de las redes empezó en 2011, durante la Primavera Árabe, la cual, entre cosas, hizo caer al régimen dictatorial del difunto presidente egipcio Hosni Mubarak. El seis de febrero de 2011, los manifestantes de la Plaza Tahrir en el Cairo escribieron en las veredas “somos los hombres Facebook”. En ese entonces, las redes les abrieron la posibilidad de organizar las manifestaciones, pactar las citas y, sobre todo, prescindir de los medios de comunicación de masa para hacer circular sus comunicados y sus imágenes.

El mundo virtual desempeñó un papel primordial en esas revueltas, tanto como en el drama brasileño, el asalto al Capitolio, la elección de Donald Trump y el Brexit, cuyos efectos nefastos han transformado una democracia tan antigua como la de Gran Bretaña. Hay, no obstante, una diferencia: en 2011 poco se sabía de la capacidad de las redes para influenciar a las opiniones públicas o permitirles organizarse. Ahora ya no. Se sabe muy bien y ese conocimiento derivó en un pacto implícito entre la ultraderecha y la tecnología.

De Facebook a Twitter y Tik Tok

El pacto es tanto más destructor cuanto que, como en el caso de Twitter, el propietario de esa plataforma es de ultraderecha. En junio de 2016, la empresa Cambridge Analítica “aspiró” datos personales de 87 millones de usuarios de Facebook con la meta de estructurar y enviar mensajes fervorosamente favorables al Brexit y, luego, a la elección de Trump en Estados Unidos (noviembre de 2016).

Twitter y las demás redes fueron luego una pieza tenebrosa de la toma del Capitolio, el 6 de enero de 2021. El 19 de diciembre de 2020, a través de un Twitt, Trump convocó a sus tropas civiles a manifestar en Washington el 6 de enero, día en que el presidente electo, el demócrata Joe Biden, tenía que ver su victoria certificada. ”Gran manifestación el seis de enero en Washington. ¡No falten! Sean salvajes" –escribió. Locura y sangre (5 muertos). Lo que siguió ya lo conocemos y lo hemos vuelto a ver el 8 de enero de 2023 en Brasilia.

No ha habido nada de inocente ni improvisado en la toma de las sedes de los tres poderes brasileños: desde el viernes 6 de enero, a través de unas 10 mil cuentas de Twitter, el mensaje “Festa da Selma” se propagó entre los bolsonaristas. Y no fue todo: Twitter, Telegram, Facebook y WhatsApp sirvieron para organizar el abordaje: mapas, trayectos, citas, paradas de buses, consignas operativas para el domingo 8 e itinerarios de la mal llamada “Caravana de la Libertad” fueron comunicados y compartidos a través de estas redes sociales.

El casamiento de Musk y Bolsonaro

Luego, una vez perpetrado el golpe, en un esquema similar a lo que ocurrió en el Capitolio, los golpistas difundieron imágenes y secuencias de su locura en Instagram, Telegram y Tik Tok. Ninguna de las 5 compañías movió una pestaña para conjurar el golpe. Recién el domingo, al final de la intentona, Meta (propietaria de WhatsApp, Facebook e Instagram), anunció que había “activado” una suerte de plan aplicado a los acontecimientos peligrosos. Dicho plan dio lugar a la supresión de muchos mensajes en los cuales los bolsonaristas convocaban a la gente a atacar los edificios oficiales. La decisión fue, sin embargo, posterior al golpe. En cambio, Twitter no hizo ni hará nada por la simple y terrible razón de que, su nuevo propietario, Elon Musk, es de ultraderecha y un ferviente admirador de Bolsonaro.

Si las democracias del mundo no anteponen su autoridad y sus valores auténticamente democráticos frente estas empresas, lo poco que queda de democracia terminará en el mismo cementerio que las víctimas de las crisis y los golpes que las tecno-ultraderechas desencadenan. Las políticas de moderación y limpieza de las redes es ya no uno sino El tema mayor de nuestras democracias. Si los Estados no intervienen, las ultraderechas aliadas con las tecnologías se apropiarán de todo. En parte ya lo hicieron cuando lograron convencer a millones de personas de que existía una realidad paralela y que era esta la única válida. Así, por el arte del lenguaje y las redes, el término postverdad se antepuso a lo que realmente es esa realidad paralela, es decir, una vulgar y sucia mentira.

La Corte Suprema brasileña viene interviniendo en este campo desde el año 2000. Ya obligó a Facebook a cerrar cuentas allegadas a Bolsonaro y, en marzo de 2022, fue aún más lejos cuando ordenó que la aplicación de Telegram, poco inclinada a la moderación, fuera bloqueada. Luego retrocedió en su decisión y Telegram volvió a ser este domingo 8 de enero un aliado de los piratas bolsonaristas.

Queda, también, el horrendo caso de Twitter. Entre el 30 de octubre, día de la elección de Lula, y los disturbios del 8 de enero el cambio de propietario de Twitter y la modificación radical de su política de moderación crearon una situación explosiva en las calles: Elon Musk compró Twitter en el tercer trimestre de 2022 e, inmediatamente, despidió al personal encargado de la moderación de la red. Todos los empleados de la sección brasileña de Twitter fueron despedidos de un día para otro, entre ellos 8 empleados que, en San Pablo, se consagraban únicamente a la lucha contra la desinformación y la instigación a la violencia.

La plataforma de Musk reactivó además varias cuentas cerradas pertenecientes a bolsonaristas violentos y complotistas delirantes ( entre ellos figura el diputado Gustavo Gayer). Estos hechos no son ni fortuitos ni tampoco responden a una lógica de ahorro financiero. Elon Musk es un enemigo acérrimo de la social democracia. En más de una ocasión validó la sospecha de que los empleados de Twitter en Brasil eran de izquierda. En mayo de 2022, Bolsonaro y Musk mantuvieron un encuentro. Bolsonaro se felicitó por la compra de Twitter y, al final del encuentro con Musk, Bolsonaro dijo: “es el inicio de una relación que conducirá a un casamiento”.

Internet y la democracia

Los ultras se casaron con la tecnología de la información cuando descubrieron la debilidad y la permeabilidad de las conciencias y el infinito alcance de las redes para contaminar. El hombre que organizó la elección de Donald Trump sirviéndose de redes, mentiras y manipulaciones, Steve Bannon, difundió mensajes donde decía que la elección de Lula había estado “trampeada”. El imperio y sus imperialistas pueden decir y hacer lo que les da la gana mientras que quien los denunció, Julian Assange, agoniza a fuego lento en una cárcel de Gran Bretaña a la espera de su extradición a los Estados Unidos.

Internet es un espacio social aparte, disruptivo y muy útil para que las extrema derechas prosigan con la aniquilación y la colonización de las democracias. Si los poderes se quedan con los brazos cruzados cavarán su tumba y la nuestra. El modelo económico e ideológico de las empresas de internet modelan y dirigen toda la realidad. La industria de la gran manipulación promovida por el marketing político arrancó en Gran Bretaña en la época de Margaret Thatcher. Su “ingeniero” fue Timothy Bell, también consejero del General Pinochet. Allí nació la deslina y la misma disciplina modernizada por las redes sociales sepultó la democracia británica.

efebbro@pagina12.com.ar

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Fuente:


El presidente de Brasil denunció apoyo de policías a las hordas fascistas
3. Lula volvió al Planalto y avanzará contra los golpistas
El mandatario le marcó el terreno a bolsonaristas y militares pisando firme en el palacio presidencial con su vice y gobernadores. Detuvieron a los ultraderechistas.

Por Dario Pignotti

. Imagen: AFP

Desde Brasilia

El infatigable Lula. Al día siguiente del asalto al Palacio del Planalto perpetrado por seguidores de Jair Bolsonaro, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, retornó a la sede del Poder Ejecutivo en ruinas. Decidido a revertir la marea golpista, en un gesto de fuerte peso simbólico, se dirigió a pie este lunes a la noche al Supremo Tribunal Federal (STF) en el centro de Brasilia. En su marcha por la plaza central de la capital, lo acompañaron la titular del STF, Rosa Weber, el vicepresidente Geraldo Alckmin, algunos gobernadores, senadores y diputados.

Esta suerte de marcha cívica se inició luego de una reunión con gobernadores para tratar la crisis causada por las invasiones a los palacios de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El presidente empleó un tono frontal para referirse a los hechos del domingo, diciendo que "vamos a investigar" quiénes fueron los manipulados y quiénes los responsables intelectuales que no se hicieron presentes en el Palacio del Planalto para realizar las tomas y generar un clima de ruptura institucional. "¿Qué estaban reivindicando, aumento de salario?. No, ellos estaban reivindicando un golpe".

El presidente agregó que "hubo una convivencia de la policía apoyando a los manifestantes, mientras los soldados conversaban con las personas ( subversivas) como si fuesen sus aliadas", denunció.

Desde temprano

Temprano, a las nueve de la mañana del lunes, el flamante jefe de Estado llegó al Planalto, sede del gobierno, donde casi nada quedó en pie. La turba de extrema derecha descargó el domingo su ira antidemocrática destruyendo todo lo que encontraba a su paso, desde muebles y computadoras hasta la pintura Las Mulatas de uno de los padres del modernismo nacional, el inmortal Di Cavalcanti. La obra de 1962, tasada en 1,4 millones de dólares, fue tajeada por los invasores .

¿Por qué tal ensañamiento con esa joya pictórica? Quizá porque retrata unas muchachas afrodescendientes, mal vistas por esta derecha racista y reivindicadas por el nuevo gobierno responsable de recrear el Ministerio de Inclusión Racial, a cargo de la joven negra Anielle Franco. Y quizá porque Di Cavalcanti fue afiliado al Partido Comunista.

En su retorno al predio destruido, un Lula con traje gris y camisa oscura sin corbata, observó a decenas de empleados recoger vidrios, apilar muebles, sacarlos en contenedores y limpiar las heces dejadas por ese grupo de fascistas tan escatológicos como políticamente iletrados.

Una de las pocas oficinas a salvo de la plaga fue el despacho presidencial, en el tercer piso, donde el mandatario del Partido de los Trabajadores (PT) y su vice Alckmin, del Partido Socialista Brasileño (PSB) se sentaron uno junto al otro. Los acompañaban el titular del Congreso, senador Veneziano Vital do Rego, el jefe de Diputados, Arthur Lira y la presidenta del STF, jueza Rosa Weber.

Unidos

"Estamos unidos para que las medidas institucionales sean tomadas, instamos a la sociedad a que mantenga la serenidad en defensa de la paz y la democracia, el país precisa de normalidad", señala un documento firmado por Lula, Vital do Rego, Lira y Weber. "Los poderes de la República, defensores de la Carta Constitucional, rechazan los actos terroristas, el vandalismo, las acciones criminales y golpistas que ocurrieron en la tarde de ayer en Brasilia".

Que el primer documento de los representantes de los poderes de la república escoja la palabra "terroristas" para aludir a la horda de militantes que depredó los predios públicos, dice bastante sobre la gravedad de la intentona golpista, un plan sobre el cual Bolsonaro comenzó a hablar y a agitar desde hace dos años, en enero de 2021, cuando el presidente norteamericano Donald Trump persuadió a los suyos para que asaltaran el Capitolio en Washington. La aventura del oligarca del Partido Republicano naufragó, en parte, porque le faltó el apoyo de las Fuerzas Armadas.

Al revés de Estados Unidos, en Brasil las Fuerzas Armadas se afiliaron al bolsonarismo y comulgaron con el plan para desestabilizar a Lula. Por eso el Cuartel General del Ejército fue cedido como guarida donde dos mil extremistas montaron un campamento desde donde lanzaron operaciones de terrorismo urbano, la última de ellas el domingo pasado.

Según avanzan las investigaciones, se advierte cómo los militares utilizaron a los manifestantes para generar el caos e instalar la ingobernabilidad. Con los palacios capitalinos en llamas y la policía bolsonarista inmóvil, Lula se vería obligado a decretar la intervención militar en la seguridad interna. Es decir: abdicar ante la corporación castrense una semana después de asumir el gobierno.

El plan fracasó porque el presidente, en lugar de pedir que los militares salieran a patrullar las calles, optó por intervenir el gobierno de Brasilia y tomar el control de su policía para volver a la "normalidad", como dice el documento presentado este lunes.

Campamento

La intensa agenda presidencial de este lunes buscó ampliar las alianzas políticas que permitan aislar al núcleo concentrado del golpismo formado por Bolsonaro, los militares y los activistas zombies. Después de hablar con los jefes de los poderes Legislativo y Judicial a la mañana, por la noche Lula se reunió con los gobernadores para acordar medidas en común contra los sediciosos.

Mientras se realizaban los encuentros en el Planalto en fase de reconstrucción, Lula envió a un par de ministros al Cuartel General del Ejército para pactar la evacuación de los revolucionarios de derecha. Al principio, los generales pusieron objeciones, pero con el correr de las horas y la presión de la opinión pública, se vieron obligados a consentir la salida de mil doscientos acampados y su traslado a una sede de la Policía Federal para ser interrogados.

Dos ministros

Con esta presión sobre la cúpula militar bolsonarista, el gobierno conquistó una victoria, transitoria pero importante. El rédito político es para el presidente y su ministro de Justicia, Flavio Dino, partidario de hacer justicia con los autores materiales e intelectuales de los actos "terroristas". Si la tesis de Dino avanza, las investigaciones podrían revelar los nombres de los empresarios que financiaron el levantamiento del domingo. Y no solo eso: también echarán luz sobre la probable complicidad de los militares y la casi segura responsabilidad de Bolsonaro desde Estados Unidos, donde algunos diputados demócratas pidieron al gobierno de Joe Biden que lo expulse.

El triunfo del ministro de Justicia, Flavio Dino, con la expulsión de los militantes acampados frente al Ejército, fue una derrota para el contemporizador ministro de Defensa, José Mucio, oriundo del campo conservador, quien propuso una salida conciliada con los militares, incluyendo la tolerancia con los grupos amotinados a los que no trata de golpistas sino de manifestantes con derecho a expresar sus ideas. El titular de Defensa apunta hacia una amnistía, que también abarcaría a Bolsonaro. Ese proyecto hoy perdió una batalla con Lula caminando hacia el STF y Dino haciéndose fuerte en la búsqueda de justicia.

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