El futuro es muchísimo más peligroso de lo que ahora sospechamos
Por Aurora DespiertaEl capitalismo nos lleva al colapso y éste a multiplicar los conflictos entre Estados burgueses, y de ahí, las enormes posibilidades de acelerar la llegada de una guerra nuclear como desesperado último recurso para su permanencia a costa de eliminar al oponente y competidor. Cuando se reflexiona sobre ello, la conclusión es que el futuro es muchísimo más peligroso de lo que ahora sospechamos, por lo que toca desenmascarar todas las ideas que pretenden negar o minimizar esta amenaza existencial para la Humanidad.
La guerra nuclear sería la expresión concentrada y máxima del fracaso, del colapso de una civilización, el fascismo de facto en su máximo nivel, el genocidio generalizado, el cataclismo medioambiental (invierno nuclear), la culminación de la 6ª Gran Extinción (incluida la nuestra). ¡Todo en un paquete y de rapidísima entrega a domicilio!. ¿Algo ofrece más?. Por eso, la lucha contra ese peligro creciente durante el colapso del capitalismo, debiera ser UN (no único) EJE FUNDAMENTAL en NUESTRA ESTRATEGIA que también nos permitiría abordar numerosas cuestiones a la vez, no exclusivamente las estrictamente militares como las que se tratan en los acuerdos de control de armas, etc.
De ahí el hacerlo, no con la limitación del enfoque habitual, sino con todo su potencial político para nosotros, en vez de limitarnos a afrontar los problemas uno por uno, o debilitando su interdependencia propias del cataclismo (social, medioambiental, militar) al que nos conduce el capitalismo en colapso (calentamiento global, crisis energética, alimentaria, sexta gran extinción, ecofascismo, guerras, genocidios, etc.), lo que también nos permitiría usar más eficazmente nuestros recursos, incidir en la gente más profundamente, aprovechar mucho mejor el tiempo, pues corre en nuestra contra, y adelantarnos a una crisis nuclear que rápidamente alcanzaría velocidades de esprínter y se nos impondría como hechos consumados. Capitalismo y Estados burgueses, en el colapso del capitalismo, pudieran venir a ser casi sinónimo de guerra nuclear, y argumentaré por qué (sobre todo en las secciones IV y IX).
Esto nos permitirá abrir brecha y acceder mucho más fácil a la conciencia y subconsciencia de la gente, para romper sus inercias, resistencias, negacionismos, evasiones e irresponsabilidades, creencias y valores que la atan al capitalismo y sus Estados, desbloquearlas en la marcha de la pendiente del colapso, para frenar y detener las derivas suicidas de la Humanidad capitalista. Tenemos la experiencia de la lucha en Europa contra los euromisiles (comienzos de los 1980 hasta 1983), y en España contra el ingreso en la OTAN (1981-referéndum en 1986) y debemos aprovechar sus lecciones (en positivo y negativo), porque consiguieron gigantescas movilizaciones de masas. Por una vez nos adelantaríamos a la iniciativa de la burguesía, en lugar de ir a rastras en batallas que ya están casi perdidas como contra el calentamiento global, al que, sin embargo, por contagio, podríamos infundir de más vida abordando también esto de la guerra.
Se viene ligando la extinción a las consecuencias del calentamiento global (como el movimiento Extinción-Rebelión), pero está mucho más ligada a la guerra nuclear. También pudiera ser el factor que necesitamos para resucitar un internacionalismo proletario que hoy está muerto (como ha demostrado la pasividad e impotencia ante la guerra en Ucrania), imprescindible, pues sin él, estamos condenados a padecer el ecofascismo, las guerras, genocidios y guerra nuclear. Aunque los presupuestos de guerra creen algunos empleos, sobre todo en tiempos de colapso, irán ligados al austericidio, y de ahí que pueda servir para infundir algo de energía a una clase trabajadora derrotada, aunque de momento no aplastada; pero en Europa, lo conseguiremos si sabemos aprovechar las lecciones de mi propuesta de 2012 (fundamental: nuestro marco real de lucha de clases ya no es la nación, ni el Estado, sino la Unión Europea), sobre todo en tanto que exista la Unión Europea y la OTAN. Debiéramos entenderlo así, si es que queremos sobrevivir más allá del colapso de un modo que, incluso ahora, nos parezca digno de ser vivido.
Una estrategia ante el colapso centrada en medidas para salir de él del modo más progresista, pero coexistiendo durante un tiempo con el capitalismo y sus Estados (los “botes salvavidas”, las “islas”), ya he advertido muchas veces que podría ver cómo lo que construyesen sería asimilado por el sistema o simplemente robado (al amparo de la ley, ¡cómo no!) por el capitalismo y sus Estados que todavía persistirán, o también puesto al servicio de la economía de guerra. Peor incluso: puede ser arrasado por la guerra. Ignorar esto como si la guerra nuclear fuese imposible, es ceguera voluntaria; o como si sólo pudiese afectar al capitalismo y sus Estados, es una extrapolación inadmisible: creer que seríamos como los primitivos mamíferos supervivientes al asteroide que extinguió a los dinosaurios y muchísimas más especies; pues en nuestro caso, todos los humanos seríamos los dinosaurios. Por tanto, sea cual sea la estrategia para sobrevivir durante el colapso y en qué acabar a su término, deberá plantearse muy seriamente evitar que caigamos en la guerra, y sobre todo, en la nuclear. Y como explicaré, eso no puede dejarse en manos de la desintegración del sistema provocada por el colapso, pues precisamente es el colapso el que propiciará la guerra nuclear, mejor incluso que una guerra mundial convencional, antes de que la progresión del colapso la haga imposible.
Puedo estar muy equivocada, pero no soy ninguna lunática, ni alucinada (mis artículos, informes y libros en kaosenlared desde 2007 lo demuestran, además de toda mi trayectoria política desde jovencita durante el franquismo). Pero detrás de una propuesta política importante, como de otras obras humanas de cierta relevancia (aunque sea en el mundo de los negocios capitalistas), hay siempre lo que podemos llamar UNA VISIÓN, que la aporta inicialmente una persona o unas pocas (aunque exprese lo que ya está bullendo en su medio, pero sin terminar de tomar forma), y que es previa a todo su desarrollo teórico, y sobre todo práctico, que puede necesitar de muchas más. Esta es mi visión, ahora, que os expongo para que entre muchas/os la desarrollemos al máximo. Por eso, aunque os ofrezco algo consistente, no quiero esperar a tenerlo todo resuelto, pues eso sí sería pretencioso por mi parte.
Una vez más, procuro ir por delante (como con mi propuesta estratégica española-europea de 2012, estúpidamente desaprovechada pese a mi insistencia), y no demasiado tarde o ni siquiera reaccionar, como ya es habitual en nosotros, y así nos va. En 2012 tuve aquella visión estratégica y lancé aquella propuesta a partir de la lucha anti-austericida, lo cual habría tenido efectos multiplicadores de empoderamiento para la clase trabajadora europea, y al convertirse en un ejemplo, mundial, y no se quiso hacer caso y eso contribuyó mucho a llegar a este punto y en este lamentable estado de debilidad. Diez años después tengo esta VISIÓN y lanzo esta otra propuesta estratégica, pero si cayese “en saco roto” y yo, desgraciadamente, tuviese razón, nos llevaría a otro punto que ya sería el final para todos.
Como he elaborado este artículo con la mejor voluntad y lo mejor que he podido, sin esperar tampoco a que pase más tiempo hasta tener todo más madurado (es tarea de muchas/os que debe desarrollarse cuanto antes) espero que no seáis muy severos conmigo, y por el contrario, sí que seáis implacables con mis errores, pues nos podrían costar carísimos; os lo agradeceré (bueno…, quizás en una primera reacción me resista un poco, pero tengo a mi ego bastante controlado, ja, ja, ja).
Como es evidente, no puedo estar, ni remotamente, al tanto ni de una parte importante de lo que se publica en español (libros, webs, blogs), y por ello no conozco ningún artículo que aborde como éste el tema de la guerra nuclear y el colapso del capitalismo, por lo que, de no haberlo, debiera impulsar una corriente de reflexión al respecto. Aparte de la Inteligencia General Artificial (IGA), y de los fertilizantes de los fosfatos de roca, éste es el tema más grave y trascendental que he abordado nunca, y espero haberlo hecho aceptablemente. Creo que será de gran ayuda sobre todo para las generaciones más jóvenes, que ignoran demasiadas cosas incluso del pasado relativamente reciente (quienes lo vivieron, todavía vivimos). Si no hay un artículo mejor, y en tanto no lo haya, aspiro a que éste se convierta, pese a sus limitaciones y deficiencias, en un DOCUMENTO DE REFERENCIA, por ello, PÁSALO.
GUARDA este ARTÍCULO para ATENDER con tiempo a sus argumentos y DESCARGAR los RECURSOS RECOMENDADOS, también en las Notas. Para facilitar su identificación a la hora de la traducción a otros idiomas, los términos coloquiales, frases hechas, dichos, modismos, refranes, proverbios, etc. irán entrecomillados. En mi ordenador, el archivo ocupa un total de 47 páginas.
Las partes de este artículo son: Introducción. I.- HABERLAS, HAYLAS. Discreta omnipresencia del arsenal nuclear. La consciencia en el puesto de mando. II.- CUIDADOS y GÉNEROS de VIOLENCIA. Su relevancia. Violencia de género, no, pero violencia de la OTAN ¿sí?; las dos caras del feminismo burgués. III.- MENOS, pero “MEJOR”. Desarmes que rearman. IV.- ¿Por qué, CON el COLAPSO, SÍ SERÍA MUY PROBABLE una GUERRA NUCLEAR? De la disuasión a la incitación. V.- La GLOBALIZACIÓN NO IMPEDIRÁ la MARCHA hacia la GUERRA mundial y nuclear. VI.- Los INTERESES ECONÓMICOS en SENTIDO SIMPLE, NO lo EXPLICAN TODO, ni siquiera los intereses de clase, por eso TAMPOCO SON SUFICIENTES para IMPEDIR la GUERRA NUCLEAR. VII.- ¿CONTENCIÓN con la GUERRA NUCLEAR TÁCTICA y la LIMITADA?. Unas fantasías que nos llevarán al apocalipsis. VIII.- ¿CONTENCIÓN con la DEFENSA ANTINUCLEAR, el armamento convencional, la Inteligencia Artificial (I.A.)?. ¿No nos cansamos de soñar, cuando tendremos pesadillas?. IX.- El COLAPSO del CAPITALISMO NO LLEVARÁ DE INMEDIATO al COLAPSO del SISTEMA MILITAR NUCLEAR de modo que NO PUEDA UTILIZARSE, y PUEDE ACELERAR SU USO. X.- Las NEGOCIACIONES de “desarme” o de cómo SACAR VENTAJA, ANESTESIARNOS o INVOLUCRARNOS en la carrera armamentística. XI.- La GUERRA NUCLEAR y la IMPOSIBLE DEMOCRACIA, incluso en los Estados burgueses más democráticos. XII.- La GUERRA NUCLEAR y la MUY IMPROBABLE RESISTENCIA EFICAZ CONTRA la GUERRA una vez desatada. La imperiosa necesidad de que nosotros tomemos la INICIATIVA POLÍTICA ¡DESDE YA!. XIII.- ¡LA GUERRA EN CASA!. La casi imposible limitación geográfica de una guerra nuclear y sus consecuencias. La FANTASÍA NEUTRALISTA. XIV.- ¿QUÉ HACER, cuando tenemos tan poco margen de actuación y el tiempo corre en nuestra contra?. DESPEDIDA. POSDATA. Notas. Recursos importantes.
INTRODUCCIÓN.
Vaya por delante que nada más lejos de mis inclinaciones, aficiones, temas sobre los que me guste curiosear, que los militares y las armas. Casi preferiría hacerlo con la física cuántica que es como asistir a un truco de magia, quedarte maravillada y ¡sin entender nada!. Pero corren tiempos cargados de promesas aciagas, y una debe tragar con “platos de mal gusto”, empezando por conocer los terribles escenarios del calentamiento global a los que, cada vez más, parecemos estar condenadas/os, en particular tras la estafa de la COP27 celebrada en Egipto el pasado noviembre, y terminando por la guerra nuclear.
Como no tengo nada de experta, confieso que para la elaboración de este artículo sólo cuento, fundamentalmente, con estos recursos: A) mi comprensión del capitalismo y sus Estados burgueses, y del colapso civilizatorio al que nos aboca; B) mis capacidades para la prospectiva, modestas pero superiores a las de tanto revolucionario que todavía no comprende nuestro cambio de época; C) 1— el libro ya antiguo del que, desde el franquismo, fue dirigente de la organización Movimiento Comunista (MC, NOTA 1), Eugenio del Río, titulado “La razón de la fuerza” (NOTA 2) pero que conserva información y criterios sociales y políticos muy relevantes que, en general, no han caducado; 2 – , artículos sobre todo dedicados a la época y lucha de millones de personas contra el intento, por parte de EE.UU. y algunos Estados europeos occidentales, de instalación, en el continente, de nuevos misiles nucleares, los llamados euromisiles (primeros 1980), como “respuesta” a otros de la URSS, con lecciones útiles para hoy día, publicados en la revista Inprecor (del Secretariado Unificado de la IV Internacional) https://vientosur.info/ – https://www.historialcr.info/spip.php?page=rubrique&id_rubrique=23 acceso a los números 19, 25, 30, 32, 33, 34, 35, 38, 43 en https://www.historialcr.info/spip.php?page=rubrique&id_rubrique=25 (mi caracterización de la URSS y cía. no es de “Estado obrero degenerado” por la casta burocrática, sino de Capitalismo de Estado, por lo tanto, no comparto parte de la orientación de esos análisis); 3- el número 84 de julio/septiembre de 2022 de la publicación “Vanguardia. Dossier” (del periódico catalán La Vanguardia) titulado “Rearme nuclear”, de 96 páginas, con mucha información actualizada (https://www.lavanguardia.com/internacional/vanguardia-dossier/revista/revista/20220610/8324548/rearme-nuclear.html , https://www.lavanguardia.com/vanguardia-dossier ; para poder leer sin problemas los artículos, dad al símbolo que aparece junto a la url, de una hoja de papel “Cambiar vista de lectura F9” o directamente a la tecla F9 del ordenador).
Puede parecer escaso material, sin embargo, también creo que importa más la calidad del criterio ético, social y político con el que se analiza la información, los datos, que su cuantía más allá de lo imprescindible. Por eso he expuesto mis fuentes en un orden priorizando su contenido político (libro, Inprecor) al de los datos (Vanguardia Dossier, aunque también tiene sus valoraciones, algunas muy interesantes). Con los mismos datos, el análisis y las conclusiones serían en muchos aspectos diferentes de provenir de un fascista, belicista, genocida, que estaría encantado con el futuro que se nos prepara y solo se quejaría de que no estar ya más listos para ello.
El objetivo de este artículo no es el de presentar un informe de la situación armamentística, quién tiene qué, cuánto y dónde, etc. (¿qué más dará si pueden matarnos dos, veinte o doscientas veces? ¡con una basta!), qué ha pasado con cada tratado…, pues exigiría exponer demasiadas cuestiones tecnológicas, diplomáticas etc., y unas cifras que quizás no sean del todo verdaderas (la transparencia no es un principio de la guerra, más bien el secreto y el engaño), sino explicar lo fundamental (sin perderse en detalles) para comprender el asunto y estimular una reflexión seria, inteligente, sobre lo que para mí es un peligro existencial creciente (las amenazas rusas a raíz de la guerra en Ucrania son sólo el principio) en la vertiente militar de lo que supone la entrada en el colapso del capitalismo que amenaza con arrastrarnos al cataclismo (social, medio ambiental, militar) y directamente al apocalipsis. Si hay probabilidades de que, tras el hundimiento de este Titanic, ese huracán nos arroje a las arenas de alguna playa, no será de una paradisiaca para vivir como en vacaciones, sino que puede se parezca mucho a la de la escena final de “El planeta de los simios” (1968) https://es.wikipedia.org/wiki/El_planeta_de_los_simios_(pel%C3%ADcula_de_1968) — se puede ver partes en https://www.vidoevo.com/videosearch.php?q=planeta+de+los+simios+%281968%29 , —https://www.vidoevo.com/video/WHgzUkhxcWuRpSmE2SFE/el-plaa-de-los-simios-1968-impactante-final-audio-latino
Alguien pensará que soy una pesimista, catastrofista. Creo que soy realista y quizás hasta peque de optimista pensando que todavía podemos salir bien de la trampa mortal en la que nos hemos metido cada vez más, y desde hace mucho tiempo. Estamos en el nivel en el que ya no vale el símil de interpretar si la botella está medio llena o media vacía, porque está vacía, cuando menos (soy generosa para, de entrada, no hundiros la moral), en sus tres cuartas partes. Cuando se comprende, sin fantasías espontaneistas, lo que cuesta políticamente llenar eso en valores, conciencia, combatividad, autoorganización, no ya revolucionaria, sino, al menos, progresista avanzada (debiera ser mucho más de lo que estamos viendo), cuando venimos de una tendencia al retroceso y la derrota total desde hace ya décadas, no cabe decir siquiera que está “un cuarto llena”. Si queremos que algo cambie de verdad, hay que empezar por asumir de dónde partimos, y el esfuerzo titánico que nos exigirá remontar hasta un nivel que nos permita la supervivencia en condiciones más o menos dignas.
I.- HABERLAS, HAYLAS. Discreta omnipresencia del arsenal nuclear. La consciencia en el puesto de mando.
En todo momento hay algunos desplazándose ocultos y sigilosamente por las profundidades oceánicas, pero con capacidad de lanzar hasta tierra firme su carga mortífera; otros surcan los cielos, en las entrañas de aviones, para atacar en la superficie, arrasando; la mayoría permanecen bajo tierra (en silos) en espera de que reclamen sus servicios para ascender al cielo y caer letalmente sobre sus presas. Su omnipresencia es discreta, salvo cuando alguien (últimamente Corea del Norte) quiere hacer con ellas una exhibición de su fuerza, pero los más poderosos ya no lo necesitan. A los policías los vemos en las calles con mucha frecuencia y por eso la conciencia de su fuerza se impone a la de las armas nucleares, pese a que no haya comparación posible.
Aunque no es algo que se nos evidencia a diario, y presencialmente no podamos verlas ni tocarlas, las armas nucleares están ahí y ahora, y son tan reales, materiales, como nosotros mismos, nuestro domicilio, barrio, y así como el automóvil que circula por nuestra calle podría atropellarnos, esas armas podrían, ahora mismo, aniquilar a toda la Humanidad, y eso sería completamente real, no como en una película de terror o distópica. Esto es más real que muchas relaciones, creencias, aspiraciones, esperanzas, que dominan nuestra mente y nos parecen muy consistentes aunque no lo sean (un ejemplo tópico, el famoso “sueño americano”, o aquí de la clase media progresando, o la creencia en la democracia burguesa).
Pero ya se sabe que “ojos que no ven, corazón que no siente”. Hemos terminado por creernos el calentamiento global, en buena parte también porque ya estamos percibiendo fenómenos exagerados o extremos que antes no. Sin embargo, no pasa lo mismo con las armas nucleares (tendrían que explotar) y por eso en parte, nos cuesta tanto asumir realmente su existencia (intelectual y emocionalmente), y quizás hasta que ya sea demasiado tarde, por el poquísimo tiempo de reacción que tendríamos, como veremos, y eso es un peligro existencial. Sabemos que existen, pero vivimos como si no, tan indiferentes a ese conocimiento como un niño al de saber que, algún día muy lejano, inevitablemente, alguien que llevará su nombre (ni siquiera puede verse como él mismo, no se imagina anciano), morirá.
La guerra nuclear no es una guerra más, solo que agravada. Es algo cualitativamente diferente a todo lo conocido pues, de ser general y sin límite (no habrá “dios que la pare” una vez desatada), para vencer o morir, sí o sí, sentenciará a la Humanidad, en cuestión de muy pocas horas, y lo que reste, debido a la lluvia radiactiva, al invierno nuclear…, morirá de radiaciones, enfermedades, y hambre, y si alguien sobreviviese a eso, seguramente lamentará su suerte ante el devastado mundo post-Armagedón nuclear. Guerras convencionales las hemos tenido “a patadas”, incluso desde antes de que se registrasen históricamente. Pero guerra nuclear generalizada sólo existiría una.
Por tanto, ante esto, no vale confiar en la buena suerte, en “dejémoslo sin abordar, a ver si se pasa por sí solo”, en el “escaqueo” (“a ver si consigo librarme”), etc. No nos salvarán, sino que nos condenarán, nuestra habitual chapucería política, improvisación a destiempo y mal, autocomplacencia y ausencia de autocrítica. La guerra nuclear no nos dará cómodos plazos, no se compadecerá, sino que se abatirá sobre nosotros, tal vez de sorpresa, y con la velocidad de un rayo, para “partirnos por la mitad”. Sólo tendremos una oportunidad para impedir que eso suceda, porque si sucede, todo se habrá acabado. Esto no admite hacer las cosas negligentemente, “a medias”, equivocarse pero con la esperanza de mejorar la próxima vez, como remontar tras una derrota, pues no habrá próxima vez. Y a ese grado de seriedad y responsabilidad, no hemos llegado NUNCA.
Esto exige lo que generalmente no hemos sido capaces: poner por delante el factor consciencia, la atención, la preparación a fondo, con mucho tiempo antes de que se agrave la situación, y la alerta permanente cuando lo esté haciendo, como único modo de impedir lo que con el colapso más probabilidades tiene de ocurrir y más letal será.
II.- CUIDADOS y GÉNEROS de VIOLENCIA. Su relevancia. Violencia de género, no, pero violencia de la OTAN ¿sí?; las dos caras del feminismo burgués.
A sabiendas de que no es el mejor modo de hacer muchas amigas (tampoco me importa), a riesgo de “meterme en un avispero”, y con el ánimo también de provocar y romper tanta unanimidad progre perjudicial, presento esta sección, pues aunque es tangencial al tema de este artículo, sirve para situarlo en nuestro momento actual (aparte los detalles más transitorios), contrastar con lo que debieran ser nuestras prioridades, y evidenciar nuestra gigantescas deficiencias, pues tiene una relación con el problema de la asunción política de la cuestión del arsenal nuclear y de la coherencia ante la violencia, ya que está ocurriendo a la par que la guerra en Ucrania (más de nueve meses ya y lo que queda, con una previsible nueva oleada de refugiadas) y todo lo que está suponiendo (como amenazar con el arma nuclear), y además es de total actualidad cuando lo escribo, rondando el 25 de noviembre (Día Internacional contra la violencia hacia las mujeres) y la campaña contra la ministra de igualdad, Irene Montero.
Por supuesto que no tengo nada que objetar contra este día que debe estar presente en cada uno del año, y que, diferencias políticas aparte, sólo pudo solidarizarme con Irene Montero, víctima de una repugnante campaña de violencia ideológica y psicológica machista desde la ultraderecha y derecha (incluso en el Parlamento), vergonzosamente protagonizada también por mujeres (¡toda una demostración al más alto nivel, y ejemplo de sororidad!). ¡Qué bajo son capaces de caer algunas! (acordaos también de la extrema brutalidad contra otras mujeres ejercida por las guardianas nazis de los campos de concentración). Pero después de este abrazo sin reservas, viene por mi parte la también necesaria puntualización, crítica y denuncia.
Alguien podría pensar que resultaría más apropiado para mí, más femenino y feminista por mi parte, que escribiese, por ejemplo, sobre el amplio tema de “los cuidados” o de la violencia de género. Pero como de eso ya hay quien lo haga y bien, y como me parece que a estas alturas y, sobre todo, con lo que se nos puede venir encima muy pronto (un adelanto: lo que están pasando las ucranianas/os con la destrucción de las infraestructura básicas para la supervivencia urbana, que va más allá de “los cuidados”), centrarse en la temática de los cuidados puede degenerar fácilmente en algo así como refugiarse en seguir “jugando a las muñecas” soñando con un futuro ecofeminista (imposible ya, a mi juicio pues, desgraciadamente, llegamos demasiado tarde gracias también a nuestra desidia), o centrarse en la picadura común de un mosquito cuando nos amenaza un león.
Cuando el colapso del capitalismo, con sus poderosísimas derivas bélicas y genocidas, bien puede arrasar hasta con las casas en las que vivimos (no únicamente las de ese juguete), y no sólo acabar con la vida de una minoría (en todo caso, importante) de mujeres (víctimas de la violencia de género), sino de cientos de miles, millones, de todas las edades, prefiero dedicar mis escasas energías a asuntos mucho menos gratificantes, ilusionantes y, aparentemente, menos empoderantes para las mujeres, pero de mucha mayor relevancia estratégica (mi interés siempre, por encima de las temáticas más populares o de moda en cada momento, para las que ya hay bastantes teóricas/os y publicistas sin necesidad de mi contribución). Pues de ello depende nuestra supervivencia que, incluso en condiciones de duro patriarcado, aunque lamentables, siempre serían preferibles a la extinción de la especie y de miles de millones más, a cuenta de una guerra nuclear, entre otros jinetes del apocalipsis (hambrunas, fascismos, tierra “horno”, colapso energético, 6ª gran extinción…). Si en tiempos de colapso, las políticas de “los cuidados” y contra la violencia de género, tendrían un sentido estratégico, estarían ante todo en el de enmarcarse con algo mucho más amplio: ¡cuidado con la guerra nuclear! y los genocidios. De lo contrario, sería como ir preparadas con una tirita (apósito sanitario adhesivo) cuando podemos encontrarnos con un cáncer.
Además, no olvidemos que en los movimientos contra la guerra nuclear, aunque en España no se hayan dado, las mujeres siempre hemos tenido un papel destacado, y en el futuro próximo no debería ser menos por nuestra responsabilidad ante nuestra vida, la de nuestra descendencia y la Humanidad entera.
Nos creemos muy progresistas, aunque estemos llegando a casi todo demasiado tarde y generalmente mal; cuando ya toca “jugar en otra pantalla”, nosotras/os todavía estamos en otra varios pasos atrás. Se denuncia que hay una gran distancia entre la política oficial y las necesidades de la gente, pero ese desnivel también existe entre nuestras políticas y las reales exigencias de nuestro tiempo histórico.
Por el hecho de tomar algunas iniciativas, llegamos a pensar que tenemos la iniciativa estratégica cuando es todo lo contrario: vamos siempre a la defensiva y ganando alguna pequeña batalla con tendencia a creer que la victoria es irreversible o al menos muy duradera, cuando es al contrario, pues si no será derribada antes expresamente (por ejemplo, por la sentencia de algún Tribunal Supremo “democrático”), sí por un huracán (ecofascismo, guerras…) que barrerá con todo lo que hayamos logrado.
Sólo estamos en el inicio, todavía entre dos mundos. Los tiempos históricos pronto se acelerarán hasta perder nuestra capacidad para seguirles el ritmo. No podemos estar centrándonos en asuntos que corresponderían a unas décadas atrás (pero entonces tampoco los atendimos debidamente), cuando la realidad nos imponga otras tareas mucho más trascendentales. Si la realidad nos impone una “pantalla”, no podemos decirla: “guapa, ¡espera un poco!, que todavía estoy en varias pantallas atrás, déjame que vaya resolviéndolas una a una hasta llegar hasta ti”, pues tendremos que manejarnos como sea (todo a la vez, con una jerarquía), pero atender al imperioso presente.
Por ejemplo, está bien que en Irán luchen contra la obligación de que las mujeres deban cubrirse la cabeza con un velo y la violencia para imponerlo (una violencia de género que además está institucionalizada –la ejerce la policía de la moral– y que es sistémica –parte del régimen islamista, que es machista, misógino, homófobo…), con matanza de manifestantes y condena de muerte a algunos detenidos. Sin embargo, eso mismo demuestra que están políticamente muy atrasados (debido sobre todo al particular débil desarrollo de su capitalismo y Estado burgués y correlación de fuerzas entre las clases sociales), a un nivel que debiera estar resuelto ya en el siglo XX (con el reaccionario monarca Sha, al menos eso no era obligatorio). Y aquí contra la variante más básica (la agresión, la violación, el asesinato) de la violencia de género.
Pero cosas así serán, en términos relativos, una menudencia (no son lo mismo la violencia particular, la de género, la institucional, la estatal, la guerra convencional, la guerra nuclear; hay gradaciones y jerarquías), y se manipularán como distracción, sobre todo cuando el colapso nos imponga algo todavía más terrible, para lo que, sin embargo, no estamos nada preparadas/os, y lo peor, ni siquiera somos conscientes de su necesidad, por lo que nos pillará, como siempre “con el paso cambiado”.
Se dirá que ir contra la violencia a las mujeres contribuye a disminuir la violencia en general. Cierto, pero poca cosa y no evitará la mayor. ¿O acaso la violencia de género en Rusia y Ucrania es la explicación o la causa de la guerra allí? (NOTA 3).
Sin embargo, cuestionar la mayor, la que se avecina (de la que es un preludio la guerra en Ucrania), contribuirá a cuestionar todas las violencias injustas, también las del género (aunque no las solucione automáticamente), pues tienen su mismo origen (la dominación de unos seres humanos sobre otros que hoy toma la forma fundamental de capitalismo y Estado burgués que es la determinante de todo, hasta de la funcionalidad o no de recurrir a métodos patriarcales) y además la incorporan (en la guerra se recurre también a la violación de las mujeres como arma de guerra físico-psicológica, caso también de Ucrania).
Creo en esto y no en la famosa sororidad (fraternidad entre mujeres) como posible por encima de las divisiones y enfrentamientos de clase, pues las mujeres burguesas, las mujeres capitalistas (las hay), las mujeres políticas de ultraderecha, derecha e “izquierda” (abundan), también serán responsables de esa violencia mayor (muchas también de la otra, con sus políticas machistas y negando la violencia de género). ¿De qué nos sirve (al menos a medio y largo plazo) a la inmensa mayoría de las mujeres una feminista que esté en contra de la violencia de género, pero al mismo tiempo vote por el aumento del presupuesto militar, esté a favor de la OTAN, de su papel en la guerra en Ucrania, se resigne a la existencia de armamento nuclear, etc.?. ¿De qué nos sirve a la inmensa mayoría de las mujeres que nos protejan de la violencia de género (puede que apenas o nada nos afecte en lo particular) si no nos protegerán de la guerra nuclear, de la extinción?. ¿De qué servirá a mujeres y hombres concienciarnos contra la violencia de género si permanecemos atados a los intereses y las creencias que nos llevarán y condenarán a sufrir la violencia terminal de la guerra, mundial, nuclear?. ¿No habrían preferido las mujeres ucranianas y rusas menos discursos, modificaciones del código penal y manifestaciones sobre la violencia género, y más iniciativas, como la que yo propuse, para debilitar y detener la guerra (cuando menos, generar una fuerza política independiente de los Estados directa o indirectamente implicados en la guerra), de paso evitar las violaciones por los soldados rusos, en lugar de “echar más leña al fuego”, que es lo que vienen haciendo, reclamando más armas para Ucrania – para el Estado burgués ucraniano y su ejército-?. ¿O ese no es el peor género de violencia, también con un componente de género para ambos sexos (violaciones a mujeres; prioridad a los hombres como soldados y, por tanto, como “carne de cañón”, pues se ha prohibido salir del país a los hombres “en edad de combatir”, pero no a las mujeres en edad de poder hacerlo…)?. Las altas condenas de cárcel que se piden para los agresores sexuales (no estoy hablando de los asesinatos) ¿se reclamarán también para los belicistas, los máximos violadores de la vida, no sólo los enemigos, sino los propios?. ¿Servirá la persecución de los agresores sexuales como descarga emocional desviada, algo así como chivo expiatorio, cuando arrecie la violencia militar –más si se tiende a analizar como una cuestión de género y no de clase, del capitalismo y sus Estados-?. ¿Es grotesco imaginarse a feministas burguesas pidiendo condenas de cadena perpetua (o casi) a violadores, a la vez que jalean a los ejércitos en las guerras y a los policías en la represión de los pacifistas, los contrarios a la guerra, los huelguistas…?. ¿No os acordáis ya (tenemos “memoria de pez”) de la primera ministra del Reino Unido (1979-90), Margaret Thatcher, que no sé qué pensaría de la violencia de género, pero sí de la violencia con la que trató a los mineros y su larguísima huelga, a los sindicatos, de que desmanteló parte del Estado de bienestar, impulsó el neoliberalismo, a la vez que inflaba el patriotismo imperialista británico y se imponía militarmente en las islas Malvinas, en guerra contra su recuperación armada por la patriótica dictadura militar argentina, genocida de sus opositores?. ¿No estamos ya viendo algo de eso en los medios de comunicación, por el tratamiento que se da a la violencia de género (condenada y perseguida) y al papel de la U.E. y la OTAN en la guerra en Ucrania (aprobada y apoyada con cuantiosos recursos) y la descalificación como pro-rusos de quienes nos oponemos a eso, por mucho que, desde el primer día, denunciásemos la invasión rusa como agresión inadmisible, en base también a un desprecio por la identidad nacional ucraniana, ambición anexionista (total o parcial), sin que fuese escusa la provocación OTANista?. ¿No estamos viendo a los Verdes alemanes, tan ecologistas y feministas, siendo, en el gobierno de coalición, “más papistas que el Papa” en su posición OTANista y anti-rusa ante la guerra en Ucrania?. ¿Acaso no está poniendo de rabiosa actualidad el problema del armamento nuclear, sacándolo de debajo de la alfombra donde todos lo tenían escondido (en ese sentido, nos ha hecho un servicio), el hecho de que Putin haya “desenterrado el hacha de la guerra” nuclear con motivo de su agresión a Ucrania?. ¿No es razón suficiente para que de una vez lo pongamos en un punto destacadísimo de nuestra agenda política?. La justa lucha contra la violencia de género ¿no está siendo utilizada, en alguna medida, con la ayuda de la polémica reforma del código penal y sus efectos no deseados, como distracción ante la violencia inter-imperialista en Ucrania y el ascenso del militarismo OTANista, y el riesgo renovado de guerra nuclear?. Nos manifestamos (muy bien hecho), por el asesinato de una mujer (¡ni una más!), pero ¿hacemos otro tanto por las amenazas nucleares de Putin, o quien sea, exigiendo el desmantelamiento nuclear de todos los Estados?. Preguntas incómodas aunque permitentes, que sólo resultan impertinentes (insolentes) a quienes se limitan a lo “políticamente correcto” burgués y pequeñoburgués, al ritmo de sus conveniencias en cada momento.
Que no se distorsione mi planteamiento. No estoy proponiendo que dejemos a un lado la lucha contra la violencia de género, menos que la sacrifiquemos por no sé qué objetivos masculinos, sino que la reorientemos y enmarquemos políticamente a la altura de nuestro tiempo y de los peligros existenciales que acechan también a todas las mujeres. Si no queremos desviarnos y perder nuestro norte, debemos guiarnos por lo que se impone como línea estratégica fundamental para este período.
Y esto no tiene nada que ver con una espuria “politización” o manipulación, pues todo tiene algo de político (no vivimos aislados, sino en una sociedad inevitablemente política), y todo está enmarcado, sea de modo consciente o subconsciente, explícito o implícito, por una ideología que expresa intereses sociales. Aunque lo haga mediante el llamado “sentido común”, pues no era el mismo el de los nazis o los esclavistas de los estados sudistas norteamericanos, que el nuestro, el de la gente progresista, pues para ellos era “de sentido común” muchas cosas que a nosotros nos parecen inaceptables, y el nuestro, de unas décadas para aquí, también ha evolucionado, ya no nos parecen normales o tolerables cosas que antes sí.
Hoy la condena de la violencia de género está enmarcada con unos límites ideológicos estrictos para así ignorar todo lo que estoy diciendo (“pero ¡qué tendrá que ver la violencia de género con la OTAN!”), y sin embargo, como si su condena fuese perfectamente compatible con lo que denuncio (“violaciones no, OTAN sí”).
Y esto, cuando incluso la guerra en Ucrania nos da pie al enmarque correcto de la violencia de género, apuntando al problema general de la guerra y a las tensiones crecientes inter-imperialistas y sus tremendas consecuencias para todos y en particular para las mujeres, con la denuncia de su violación por los soldados rusos, asesinato de civiles, ataques a infraestructuras y zonas civiles que afectan a la gente (agua para el aseo, cocinar, lavar; luz y gas para multitud de tareas y protegerse del frío; suministro eléctrico a hospitales, inseguridad en las escuelas…), asesinato por los ucranianos de soldados rusos prisioneros de guerra, y no solo para condenar a Putin, sino a todos los que, desde Ucrania y los países de la OTAN, no hicieron nada para impedir esta guerra (alentando desde 2008 la integración de Ucrania en la OTAN, toda una provocación a Rusia, como notables figuras políticas de la derecha norteamericana han venido avisando) y están interesados en continuarla, no por los ucranianos/as “de a pie”, sino por su Estado burgués y sus capitalistas oligarcas, derechistas a tope, y por “objetivos superiores” como reforzar la OTAN, debilitar a Rusia y China, a mayor beneficio, ante todo, de los EE.UU., a costa del padecimiento de ucranianos/as y rusos/as, sobre todo.
Claro que es más fácil y aplaudido (por la burguesía democrática progre) seguir como hasta ahora, y sin embargo, en un futuro próximo lo pagaremos mucho más de lo que ya lo estamos pagando. Esta reorientación y enmarque supondrá tensiones y fracturas con parte del movimiento feminista (el burgués y el socialdemócrata progre), pero si queremos progresar de verdad, es inevitable librarse de lastre que nos ancla a los intereses del capital y sus Estados; no debemos caer en el unitarismo por principio, pues puede ser como una jaula y, como con el matrimonio opresivo, el divorcio, la única manera de poder “volar” libremente.
Lo que es una necesidad (ninguna tolerancia con la violencia de género), lo convierten también en un lujo (darle, sobre todo por parte de la burguesía y “clase media”, una relevancia que no le corresponde objetivamente, para así desviar el foco de la atención de otros asuntos más “delicados” para ella) que hasta ahora podríamos más o menos permitirnos, pero ya no, cuando entramos en el tiempo acelerado del colapso, existencial para la Humanidad, del que la guerra en Ucrania y sus consecuencias, son un clamoroso indicador. El capitalismo, al menos el más avanzado, podría renunciar a la violencia de género, pues no le es consubstancial (de ahí los avances posibles en esa dirección), y sin embargo no puede renunciar al Estado burgués, sus policías antiprotestas, sus tribunales y cárceles, sus ejércitos y armamentos más avanzados, y a la guerra. Renunciar a la violencia de género puede ser costoso para el sistema, sobre todo donde no está muy desarrollado, pero no hasta el punto de hacer inviable el mecanismo esencial de extracción de la plusvalía en el trabajo, origen básico de sus beneficios; sin embargo, renunciar al Estado, su armamento y violencias, expondría al capitalismo a su desintegración, incluso sin colapso de por medio.
La amenaza nuclear ha vuelto a salir a la luz con la guerra en Ucrania (de la mano de Putin, pero previamente de la expansión de la OTAN al Este y los sistemas antimisiles “para defenderse de Irán”, amenazantes para Rusia como más adelante se comprenderá); guerra que una parte de las feministas anti-violencia de género, apoya desde el lado OTANista, y que supone un riesgo de escalada hasta el nivel nuclear máximo, aunque empezase por bombas nucleares tácticas.
Entiendo que resulte más cómodo y gratificante, zambullirse en el bullicio (manifestaciones incluidas) propiciado por un tacticismo que supuestamente nos empodera pero que, finalmente, nos hace perder fuerza y, sobre todo, un tiempo que nos falta, que orientarse por una brújula estratégica y prospectiva (“¡qué rollo!”) más exigente y confrontada (“¡ay!, qué mal rollo; con lo que “mola” la sororidad interclasista con las burguesas”) con el verdadero poder: el del capitalismo (no solo su expresión neoliberal) y sus Estados burgueses.
Un cierto feminismo (no sería justo meter a todas en el “mismo saco”, pues tampoco es mi caso), cuando se permitió el acceso de mujeres a las policías y ejércitos, dijo que ese paso a la igualdad les parecía bien (sin llegar a cuestionar esas instituciones de los Estados burgueses al servicio, sobre todo, del capitalismo), pero que existía una violencia de género (incluso en esas instituciones), por lo que la igualdad no era plena. Hoy, ese feminismo, puede luchar legamente contra la violencia de género, pero sigue sin cuestionar al Estado burgués y por eso, a la vez, da luz verde a la violencia imperialista con su apoyo al incremento de los presupuestos militares y al relanzamiento de la OTAN, con la guerra en Ucrania como pretexto.
De modo que aquí no debato contra el feminismo (a mi manera proletaria me considero feminista, pero no al modo burgués), sino contra ese feminismo que hace eso que he criticado y denunciado. No puedo evitar denunciar a esas feministas (no entro en si son de partido, de movimiento autónomo, ni reparto ni retiro carnets de autenticidad feminista), porque la amenaza y la guerra nuclear ya “son palabras mayores” que nos introducen en un escenario donde no nos jugamos solo la violencia de género, sino la existencia misma de la Humanidad.
Los intereses de clase, la lucha de clases, la guerra, como siempre, serán un parteaguas también en los feminismos, situándonos a uno u otro lado, enfrentándonos. Las burguesas, cual Reina de corazones – Alicia en el país de las maravillas- “pedirán nuestra cabeza”, ¡no lo dudéis hermanas, ni por un momento!.
Así que más vale que nos demos prisa en afrontar esto de la guerra nuclear, que no esperará a que nos dignemos prestarla atención pues, por sus especialísimas características (experta en escaladas exponenciales y esprintes), puede tomarnos la delantera con enorme rapidez y por sorpresa, tanto más cuando hemos dado muestras de una vergonzosa estupidez e impotencia ante la guerra “convencional” en Ucrania y las “advertencias” nucleares. Ir a rastras de los acontecimientos siempre es malo, supone reaccionar, no ser proactivo, y en el caso de una guerra nuclear, convertirse en víctima definitiva. Es hora ya de orientar el foco de atención, sobre todo, a lo más relevante y trascendental. Y ya paso a centrarme en el motivo principal de este artículo.
III.- MENOS, pero “MEJOR”. Desarmes que rearman.
Los estadistas y militares de uno u otro lado, siguen diciéndonos que buscan el desarme, que no quieren una guerra nuclear y harán todo lo posible por evitarla, salvo, claro está, que el enemigo les obligue a ello, pues deben defender a sus ciudadanos e incluso al mundo. El caso es que siempre le puedan echar la culpa al otro, nunca a sí mismos. Con frecuencia nos anuncian reducciones de armas nucleares y manejan cifras que parecen muy esperanzadoras.
Pero la realidad es muy distinta. Los Estados nucleares firmantes de TNP (Tratado de No Proliferación Nuclear; entró en vigor en 1970; nucleares firmantes: EE.UU., Reino Unido, Francia, Rusia y China, Corea del Norte se retiró https://es.wikipedia.org/wiki/Tratado_de_No_Proliferaci%C3%B3n_Nuclear ), se comprometieron a perseguir el desarme nuclear, no contribuir a la proliferación de ese arsenal, que ese era su objetivo, y lo recuerdan con frecuencia, como un buen propósito, pero en la práctica se han ido moviendo en la dirección contraria.
El aumento de las tensiones desde la guerra en Ucrania, y la entrada en el colapso, empujará a que nuevos Estados quieran hacerse con armamento nuclear (Irán…), aunque en algunos casos, tal vez más como un medio de disuasión ante potencias amenazantes que de propia iniciativa de agresión (Gaddafi, de Libia, renunció a las armas nucleares a cambio de que las potencias occidentales respetasen su régimen, pero esa parte se incumplió, lo asesinaron “como a un perro” –grabada la cacería en video- y hoy Libia está mucho peor que con él, pues es un desastre total al gusto de “señores de la guerra”); y los tres que no se adhirieron al TNP, ya son nucleares (Israel, Pakistán e India). Incluso los nucleares firmantes del tratado (ya ha ocurrido con EE.UU. y China) pueden ayudar a que otros, aliados, las adquieran (Australia, submarino nuclear, aunque en principio con armamento convencional; Corea del Sur aspirante a que en su país se vuelvan a instalar armas nucleares).
Tras un período de cierta distensión (acuerdos de 1990-1, y reducción real de armamentos -con el presidente soviético Mijaíl Gorbachov, y a cuenta de la desintegración de la URSS), desde hace tiempo, en particular con la expansión de la OTAN al Este europeo (países que antes integraron el Pacto de Varsovia dirigido por la URSS), se reanudó la carrera armamentística nuclear. Asistimos a reducciones de armamento que ya ha quedado anticuado o perdido fiabilidad en su funcionamiento, y se ven compensadas por nuevas armas nucleares más modernas que, aunque menores en cantidad, son más eficaces y destructivas. Por ejemplo, no es lo mismo un misil balístico intercontinental clásico, con una sola “cabeza nuclear” (ojiva) dirigido a un solo blanco, que un misil de tecnología MIRV (vehículo de reentrada múltiple e independiente) que tiene varias ojivas que pueden ir a distintos blancos “(de 3 a 12 dependiendo del misil norteamericano, y de 12 a 28 por Rusia)” https://es.wikipedia.org/wiki/Veh%C3%ADculo_de_reentrada_m%C3%BAltiple_e_independiente . Un poco como la diferencia entre disparar una bala y lanzar una granada de mano. ¡Para estas perversiones psicopáticas están la ciencia y la inventiva tecnológica en el capitalismo!.
Con los tratados de control y limitación de armas nucleares está ocurriendo que tienden a que cada parte procure que sea en términos que sirvan, sobre todo, para reducir el poder militar del otro, pero no el propio, no lleguen a consumarse (plazo, objetivos), ni siquiera entren en vigor por incumplimiento de condiciones previas, expiren y no sean prorrogados ni sucedidos por los que serían necesarios. Todo esto refleja una falta de interés genuino (se imponen otros intereses orientados a la hegemonía y al enfrentamiento), lo que, a su vez, sólo puede contribuir a aumentar la ocultación de información, la desconfianza, la inseguridad y la carrera armamentística. Además, los aspectos tecnológico-armamentísticos se han multiplicado, diversificado, sofisticado y complicado muchísimo más de lo que era cuando sólo contaban con la bomba atómica lanzada desde un avión (como contra Japón), pues ahora, para controlar y limitar, es un poco como contar y comparar, no sólo peras con peras, sino peras con limones, o melones con calabazas, lo que complica llegar a acuerdos, incluso si hubiese mejor disposición de la que hay y de la que habrá (a la baja), aunque eso tampoco supondría ningún obstáculo para una voluntad sincera y decidida de eliminarlo todo, sin regateos ni querer guardarse “cartas bajo manga”. Los tratados y su faceta diplomática adquieren cada vez más una dimensión propagandística (proyectar una imagen propia bondadosa de amante de la paz a la vez que guardián de la seguridad, dejar en mal lugar al contrario, anestesiar a la gente…), llena de palabrería hueca, falsos propósitos, etc., en vez de solucionadora de nada. ¿No recuerda esto a las COP sobre el calentamiento global?. Si pudiésemos oírlos, nos sorprenderían los discursos pacifistas que lanzaba Hitler en tanto se estaba preparando a toda máquina para la agresión y la Segunda Guerra Mundial.
Así que, la pura verdad, en términos reales, no es que vayamos desarmándonos, sino armándonos todavía más y mejor. ¡”Más leña al fuego”!.
Y todo esto no se debe sólo a la maldad (que también) de los estadistas y altos mandos militares y los intereses de la industria armamentística, sino a que el tiempo de las “vacas gordas” se acaba para el capitalismo y empieza el tiempo sin fin de las “vacas flacas”, que requiere el “manos libres”, la ausencia de verdadero control de armas, para que se imponga un “darwinismo” social genocida.
IV.- ¿Por qué, CON el COLAPSO, SÍ SERÍA MUY PROBABLE una GUERRA NUCLEAR? De la disuasión a la incitación.
Con la llegada del capitalismo a su etapa decadente (coincidiendo con la I Guerra Mundial, 1914), la guerra ya no se limitó a las colonias, sino que, con la I GM, y nuevamente con la II GM (nosotros tuvimos a los militares africanistas como Franco, que nos trajeron la guerra civil), volvió al corazón mismo del capitalismo (Europa). Durante el capitalismo decadente llegando a su fase terminal y de colapso, las barbaridades que hemos ido conociendo desde entonces en los países del Sur (guerras, dictaduras y represiones), podrán volver a Europa.
Ucrania (parafraseando al humorista gráfico El Roto, ese país donde “son rubias, ¡como nosotras!”), no es Irak, ni Afganistán, ni Chechenia, sino un país europeo, de cultura europea, de historia europea, integrado primero en el imperio ruso, luego en la URSS, que conoció las dos guerras mundiales, la revolución soviética, la invasión nazi, la guerra fría, que hace frontera con la Unión Europea, de grandes dimensiones y enorme importancia en la agricultura mundial, también para nuestras necesidades alimentarias. Por eso, la guerra en Ucrania, sus características contra la población civil, sus consecuencias para todos, y la “advertencia” de guerra nuclear, es un anticipo de ese mundo que ya nos espera, no con los brazos abiertos, sino con las fauces abiertas “de par en par”, el del capitalismo en colapso.
Tras la Segunda Guerra Mundial, pese a estar el capitalismo en su etapa decadente (traba al desarrollo de la Humanidad y amenaza a su existencia,) ya desde la Primera Guerra Mundial, confirmado por su incapacidad para evitar la segunda, todavía corrían tiempos de crecimiento y desarrollo para el capitalismo (acompañados de despilfarro y guerras localizadas), durante los llamados “30 gloriosos”, hasta la crisis de los 1970, y posteriormente con el neoliberalismo. Véase mi libro de octubre de 2016 en https://esdocs.com/doc/2556163/decadcapitalismo-pdf1 instrucciones aquí, al final, en “Para localizar…”.
Pese a esto, se desarrollo una terrorífica carrera armamentista nuclear entre, por un lado, el capitalismo occidental de EEUU-Reino Unido-Francia, y por el otro, el capitalismo más estatalizado de la URSS y, a muchísima distancia de los grandes, China.
Gracias a que el capitalismo mundial todavía tenía “cuerda para rato”, y quedaba suficiente “tarta” para repartir entre todos, pese a la durísima competencia y choques bélicos en la periferia del sistema mundial (a cuenta sobre todo de la descolonización y las luchas de liberación nacional), se evitó caer en el enfrentamiento nuclear y logró superar crisis militares tan peligrosas como la de los misiles rusos instalados en Cuba, en octubre de 1962 (enfrentamiento entre EEUU y URSS) https://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_de_los_misiles_de_Cuba .
Aun así, y pese a que se reconocía la posibilidad de la destrucción mutua asegurada (MAD en inglés https://es.wikipedia.org/wiki/Destrucci%C3%B3n_mutua_asegurada ), llama la atención cómo los intereses en conflicto y el desarrollo armamentístico nuclear, llevaron a la elaboración de doctrinas militares (estratégicas) que contemplaban la enorme posibilidad de una guerra nuclear y que abogaban por ganarla, sobre todo si se podía asestar al enemigo un primer golpe devastador y neutralizante, aprovechando la ventaja militar y la sorpresa. Y esto no fueron elucubraciones marginales, sino la doctrina militar que se impuso, durante décadas, en las potencias nucleares y que regía su política “de defensa”. Si había carrera armamentística era precisamente porque se buscaba superar el “empate” de la situación de la destrucción mutua asegurada, y conseguir esa ventaja crítica (no simplemente tener algún misil, etc., más que el contrario). De hecho, existen métodos, como el utilizado por la India que “permitiría lanzar armas nucleares mucho más deprisa que antes y dificultar que sus adversarios detectasen que se acerca al umbral nuclear en una crisis” o sea, un ataque por sorpresa (Vanguardia Dossier “Rearme nuclear” página 53) y no creo que EE.UU., Rusia y otros estén en desventaja en ese método con respecto a India.
El acontecimiento más demencial (¡por ahora!) de la carrera armamentista se dio cuando, durante la crisis de los euromisiles, y supuestamente como modo de superarla ante el rechazo popular, el presidente norteamericano Ronald Reagan anunció (23-3-1983) la “iniciativa de defensa estratégica” (SDI en inglés), más conocida como de la guerra de las galaxias, pues implicaba una alta militarización del espacio, en un programa de rearme nuclear “defensivo” descomunal, de costes gigantescos que habrían austerizado al mundo para siempre, y daría la ventaja militar definitiva a los EE.UU., con el consiguiente poder de chantaje total y destrucción nucleares, aunque anticipadamente, podría provocar una guerra “preventiva” por parte del oponente antes de verse en tal desventaja, cuando no errores tecnológicos imparables que la desencadenasen. La SDI fue aprobada el 26-3-1985 por los ministros de Defensa de los Estados miembros de la OTAN (Inprecor nº 43, página 19). Si no siguió adelante fue también porque se hundió la URSS y su bloque militar del Pacto de Varsovia, y previamente se llegó a acuerdos de desarme con el presidente de la URSS, Gorbachov. Pero eso demuestra a qué punto es capaz de plantearse proyectos psicópatas y huidas adelante el Estado burgués imperialista más importante, seguido por los demás miembros de la OTAN, expresión del capitalismo mundial en su etapa decadente, y ello es sobre todo un aviso sobre las “locuras” que podemos esperar durante el colapso. Véase https://es.wikipedia.org/wiki/Iniciativa_de_Defensa_Estrat%C3%A9gica y sobre todo el artículo de Inprecor nº 43.
De modo que la tan cacareada disuasión nuclear, la supuesta paz mundial conseguida a costa de la amenaza de la destrucción mutua asegurada, no era lo que realmente se buscaba, sino mantener abierta la posibilidad de romper el equilibrio a favor propio, para poder doblegar al enemigo (chantaje nuclear) y, en su caso, destruirlo. Es decir, que la inestable disuasión se acabaría convirtiendo, gracias a la ventaja armamentística o el peligro de estar en desventaja y perderlo todo, en incitación a la guerra nuclear, por propia iniciativa estratégica, o “preventiva” (NOTA 4).
La verdadera disuasión nuclear fue que, pese a buscar siempre la ventaja armamentística, la apuesta seguía siendo por entonces demasiado arriesgada para asumirla cuando no había necesidad de ello en ese tiempo de relativa bonanza económica, y tampoco convenía provocar innecesariamente a las masas populares y trabajadoras, como demostraron las luchas contra los euromisiles y la entrada de España en la OTAN.
Y ese cuento, ese autoengaño de que gracias a la amenaza de la mutua destrucción nos hemos salvado de la guerra mundial y de la guerra nuclear (por tanto, ¡bienvenida sea la carrera armamentística!) en el que ha caído la inmensa mayoría de la población mundial, ha permitido que, pese a los acuerdos de relativo desarme (sobre todo por obsolescencia o ineficacia), sigamos teniendo un arsenal nuclear que puede matarnos y rematarnos varias veces y que, para colmo, haya proliferado a Estados como Israel (en conflictos con otros de Oriente Medio), Pakistán e India (conflicto permanente por Cachemira y más que habrá por las consecuencias del calentamiento global), y a esos estalinistas de mando hereditario (casi como una dinastía real), que son los dirigentes de Corea del Norte, por lo que se han multiplicado los posibles agentes que inicien la catástrofe mundial, arrastrando a los demás. El caso de Israel es especialmente preocupante pues no solo no ha firmado el TNP (Tratado de No Proliferación), sino que ni siquiera ha reconocido ni negado que tiene armamento nuclear (al contrario de Corea del Norte que hace frecuentes exhibiciones). Su opacidad es máxima. Esto genera desconfianza, descontrol, y por eso, aumenta el riesgo de una sorpresa, e incluso de que fuese el detonante de una guerra nuclear no limitada entre Israel y otro Estado (Irán si se nuclearizase), sino generalizada por el apoyo de los EE.UU. a Israel, y al Estado oponente, tal vez por Rusia.
Si esa carrera por la superioridad ocurría en unos tiempos que todavía eran relativamente favorables al capitalismo, en los que había plusvalía, ganancias, para todos los grandes grupos capitalistas y sus Estados, sin necesidad de estar siempre “pisando” al contrario, ¿qué cabe esperar cuando el capitalismo entre ya definitivamente en el colapso, y la competencia por los recursos más básicos, cada vez más escasos, desde la energía, los minerales, al agua potable, los fertilizantes y los alimentos (NOTA 5), se vuelva feroz, en términos de supervivencia, de “o tú o yo”?. ¿Cuando “pasemos pantalla”, y cambien las reglas del juego, pues entonces será ya un “juego de suma cero”, es decir, “lo que yo gane sólo podrá ser a costa de lo que tú directamente pierdas”?.
Incluso cuando todavía tenían mucho que perder (la destrucción mutua) y poco que ganar (no había necesidad de embarcarse en una guerra nuclear cuando se podían conseguir los objetivos por otros medios y el capitalismo todavía tenía cierto “recorrido” en su crecimiento) llegaron a considerar muy seriamente la estrategia del primer golpe, con ventaja y de sorpresa, que resultase demoledor para el enemigo, pero permitiese sobrevivir bien al atacante y vencedor. Cuando debido al colapso haya menos que perder (desintegración social inevitable, recursos básicos cada vez más escasos…), y también mucho que ganar (sobrevivir, a costa de los otros), la tentación de correr grandes riesgos aumentará, y les importará menos la posibilidad de la destrucción mutua (tenderán a infravalorarla) si entienden de que hay muchas probabilidades de ganar con el primer golpe demoledor (tenderán a sobrevalorarla). Añádase a esto que confundan los deseos con las realidades y que, como en tantísimas guerras, se sepa cómo se empieza, pero no cómo se termina, y que acabe “saliéndoles el tiro por la culata”.
El instinto de supervivencia de la clase dominante ha jugado también un papel a la hora de la contención, pues no había motivos lo suficientemente poderosos como para arriesgarlo todo (posesiones, nivel de vida lujoso, la propia vida) con una guerra nuclear en la que podría ser derrotada, aniquilada, o sufrir pérdidas enormes. Pero con el colapso, cuando incluso sectores importantes de la burguesía vean que sus empresas quiebran, que se arruinan, y que la competencia se hace feroz como nunca se habrá visto, ese instinto de supervivencia girará (como una veleta) en la dirección de la guerra como último recurso para conseguirla, si calculan que puedan ganarla y reduciendo sus sacrificios. El personal político y militar más aventurero, criminal y temerario de la burguesía, tomará el mando, desplazando a los prudentes o miedosos, como ya ocurrió, por ejemplo, con los fascismos-militarismos italiano, japonés y alemán. El instinto de supervivencia no impidió a la burguesía enviar también a sus hijos a la guerra (con cargos de oficiales, pero también con riesgo de morir) en las guerras mundiales, y a tener que ver cómo sus fábricas, buques, etc., eran destruidos por los bombardeos, ataques submarinos… Si además, la clase trabajadora y sectores populares no suponen una amenaza revolucionaria (en reacción a la deriva belicista), que pondría en peligro la supervivencia (en cuanto que clase, no necesariamente en cuanto que individuos), de los miembros de la burguesía (expropiación de su poder económico), estos se verán menos frenados a seguir su impulso bélico, pues si confían en su arsenal, entenderán que, de donde puede venirles el mayor riesgo a su supervivencia, no será de tomar esa iniciativa guerrera (provocando una revolución; la destrucción mutua), sino de no tomarla (victoria militar del Estado enemigo que se adelanta). Precisamente la actual extrema debilidad política de nuestra clase y su progresiva desintegración y mayor debilitamiento durante el colapso, apuntan hacia ese escenario de impotencia y falta de freno al impulso de la burguesía de “aumentar las apuestas” y “jugarse el todo por el todo”, pues en “el juego de la gallina” (gallina o cobarde, el primero que se retira, se echa atrás), lo puede perder todo o casi todo (por aniquilación o cuando menos por sometimiento total al chantaje nuclear).
Esto no ocurrirá porque haya en la mera existencia del armamento nuclear y la carrera armamentística una dinámica imparable a la guerra y al exterminio, que escape a la voluntad humana (militares, políticos, empresarios…) que no sería más que un instrumento de un sistema independizado (no es lo mismo eso que con una cierta autonomía), pues si fuese por eso, ya habría tenido tiempo para hacerlo. La explicación está en que el paso al capitalismo del colapso, cambia la relación con ese sistema armamentístico, no porque se independice de los intereses de clase y de las decisiones políticas de la burguesía, sino porque se verá como un instrumento mucho más recurrible para satisfacer sus intereses de clase, y además, sus propias características actuaran, en el colapso, como acelerante, no como un precipicio en el que caer inevitablemente, sino como una pendiente en la que deslizarse hasta el final si no hay resistencia para impedirlo. La carrera armamentística ha sido, ante todo, el resultado de una voluntad de las potencias imperialistas de conseguir la ventaja sobre el oponente, y la relación de fuerzas resultante es lo que también ha hecho posible cierta contención y hasta desarmes puntuales, en lugar de una carrera y escalada imparable. La causa no está en las armas nucleares en sí, pues son un instrumento del Estado burgués (al servicio del capitalismo), sino en el capitalismo-imperialismo y la voluntad de la burguesía, clase dominante y sus Estados. Por ello, la ausencia de armas nucleares, no ha impedido las terribles guerras mundiales y otras muchas, con armamento convencional cada vez más destructivo.
Una civilización en colapso, desintegrándose, con una clase dominante empeñada en perpetuarse lo máximo posible y cueste lo que cueste, no son las mejores condiciones para un pensamiento racional, sereno, equilibrado, prudente, considerado, sino para que se imponga la angustia, pánico, desesperación, “huidas adelante”, salidas “a lo loco”, la más absoluta falta de empatía. Si en mejores condiciones para el capitalismo mundial, y en las naciones más civilizadas, vimos grados inauditos de irracionalidad, fanatismo, indiferencia, crueldad y barbarie, previamente insospechados, ¿a qué podría llegarse en condiciones de colapso, cuando a los más altos cargos del poder pueden llegar los personajes más inmorales, psicópatas y chiflados, haciendo grandes promesas “salvadoras” a su burguesía e incluso al pueblo, de ponerse bajo su liderazgo político-militar?. Ya hemos conocido a personas como Hitler, Harry S. Truman (presidente de EE.UU.: bombas atómicas sobre Japón), Donald Trump, Bolsonaro, Putin, otros muchos, y más y peores que vendrán, junto con el personal político y militar que les apoye.
El pasado 7 de diciembre, en Alemania se aplastó una conspiración de ultra derecha para dar un golpe de Estado e instaurar un gobierno militar; aunque me parece que estaba llamado a fracasar incluso aunque inicialmente hubiese tenido éxito, apunta hacia dónde se dirige el proceso histórico (irracionalismos y conspiranoias incluidas), y eso que, en Europa occidental, todavía no hemos empezado de verdad con el colapso. Sin pretender hacer paralelismos no pertinentes, me he acordado del fracasado “putsch” de Hitler en Munich (Baviera) a partir de una cervecería, el 8 de noviembre de 1923, hace casi un siglo; pero no tuvo que esperar ni diez años (30-1-1933) para ganar, tras el estallido de la gran crisis económica internacional de 1929 https://es.wikipedia.org/wiki/Putsch_de_M%C3%BAnich , https://historia.nationalgeographic.com.es/a/putsch-hitler-golpe-estado-cerveceria_14881 . Veremos en qué queda esto, y qué trato les dan los tribunales alemanes (con Hitler fueron muy benévolos, también durante su cómoda estancia en la prisión).
Pero ni siquiera hace falta adelantarse a ese momento dramático del colapso, ya que, los EE.UU., desde hace un tiempo, en la lucha por mantener su declinante hegemonía mundial, han comprendido que la globalización que tanto impulsaron ya no les resulta tan conveniente si el ganador no es su capital y Estado, y como no pueden recuperar la hegemonía compitiendo lealmente, con juego limpio (¿¡!?) por la vía económica (al contrario, provocan el caos mundial, como la crisis financiera de 2008 iniciada en EE.UU.), lo hacen saboteando la competitividad económica de los demás (China, Rusia, ahora la Unión Europea), incluso por la vía de la destrucción pura y simple, imponiendo “revoluciones”, golpes de Estado (aunque sean disfrazados de sentencia de tribunales, un “lawfare” https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_jur%C3%ADdica , https://es.wikipedia.org/wiki/Golpe_de_Estado_blando ; libro https://www.akal.com/libro/el-lawfare_51473/ ), guerras y el caos allí donde emergen posibles competidores o colaboradores comerciales con estos, aunque solo sea facilitando rutas para sus productos (materias primas, manufacturados), o simplemente gobiernos que no son dóciles con su dictado. De ahí que la vía de la guerra sea cada vez más importante para los EE.UU. (también, aunque menos, para la U.E., declinante ante China; de ahí su docilidad en la OTAN), por tanto, irrenunciable el posible recurso al armamento nuclear y, por consiguiente, a las innovaciones que le permitan obtener la ventaja militar para imponerse, “pacíficamente” (chantaje total) o mediante la aniquilación.
Por eso sería un error fatal para nosotras si concluyésemos: “la guerra nuclear es imposible porque a los capitalistas no les interesa autodestruirse”. Pensemos en el calentamiento global que, visto racionalmente, tampoco interesa a la burguesía a largo plazo, pero no puede evitar hacer lo que hace, pues forma parte de la dinámica autonomizada, la “lógica” del capital, de la consecución, ante todo, del beneficio mercantil, que siempre prefiere “pájaro en mano, que ciento volando”. Aquí viene bien recordar la fábula del escorpión y la rana ( https://es.wikipedia.org/wiki/El_escorpi%C3%B3n_y_la_rana ).
V.- La GLOBALIZACIÓN NO IMPEDIRÁ la MARCHA hacia la GUERRA mundial y nuclear.
En su momento, con el cuento del “fin de la historia”, durante la década de los 1990, con el auge de la globalización, surgieron fantasías de un mundo tan interrelacionado económicamente, que los Estados nacionales ya no cumplirían el papel de antaño de defensa, ante todo, del capital con su bandera, y que, si no íbamos directamente a un Gobierno mundial (en otra escala, pero como el de un Estado), sí cuando menos a alguna especie de gobernanza mundial mediante el acuerdo de las grandes potencias económicas, pero eliminando sus viejos conflictos y los riesgos de guerra.
Si se hubiese llegado a eso y prácticamente desaparecido los Estados nacionales, siendo, de todos modos, inevitable el colapso, quizás nos encontraríamos con un escenario novedoso en el que no serían los Estados, sino las grandes corporaciones transnacionales las que, creando alianzas y ejércitos privados, llevasen adelante su competencia económica y militar de un modo diferente, quizás mucho más fragmentado, al que hemos conocido a través de los Estados, sus fronteras y pasadas alianzas.
Pero como era previsible, esa especie de superimperialismo (ya especuló sobre ello el socialdemócrata alemán Karl Kautsky, pero la I Guerra Mundial, y luego la II GM, le desmintieron) que haría obsoletos los Estados nacionales, las guerras, era una fantasía ante la verdadera naturaleza del capitalismo, su relación con el Estado nacional, la lucha por la hegemonía mundial, por preservarla unos, y por conquistarla otros, su recorrido hasta sus límites históricos (colapso).
Ya hemos visto que ha bastado la guerra en Ucrania para que, rápidamente, se vuelva a la política de bloques geopolítico-militares, con un relanzamiento espectacular de la OTAN -que algunos daban por moribunda-, reforzándose nuevamente el papel de los Estados nacionales, pero dentro de ese planteamiento militar y de bloque.
Como sigue habiendo globalización, ya hay discusiones entre los especialistas sobre si es posible la desvinculación económica, no sólo de Rusia (gas, petróleo, fertilizantes…), sino de China (mucho más complicado, por una dependencia en materias primas y productos manufacturados, y también financiera, sobre todo a través de la deuda pública norteamericana comprada por China), y cómo llevarla adelante, pese a los inevitables sacrificios que, sin duda, eso acarreará, pues hay en juego intereses estratégicos mucho más importantes, en especial, perpetuar la hegemonía de los EE.UU. y también de Europa occidental (cada vez más eclipsada como potencia económica), frente a Rusia y sobre todo China, que ya no es un lugar donde simplemente invertir capital extranjero para aprovechar su mano de obra barata, sino que tiene su propio poderoso capital imperialista, con un enorme empuje tecnológico (hasta expediciones espaciales) y militar nuclear.
Con la llegada del colapso, también colapsará la globalización, pues la reducción inevitable de la complejidad de la civilización, a cuenta de los menores recursos energéticos, materias primas, etc. disminuirá obligadamente la interdependencia intercontinental en forma de asociados, cooperación (diferente del saqueo de otros tiempos), con países muy lejanos. Ya no habrá que preguntarse tanto cómo conseguir desvincularse de Rusia y China, pues la respuesta vendrá de la desvinculación que se impondrá por sí misma, en muchos aspectos al menos, con el colapso. De la necesidad se hará virtud.
Esto supone de hecho, una contracción hacia un marco que no es necesario empezar de cero, pues ya está establecido, y es el que ha permitido al capitalismo llegar hasta donde lo ha hecho: el marco estatal y a lo sumo interestatal-continental (como la Unión Europea).
Ese marco institucional geopolítico, es el que dará a las grandes corporaciones (empresas) el amparo y los recursos que necesitan para su intensificada y agresiva competencia: la gestión bicentenaria de un Estado burgués, sus aparatos, su experiencia multifacética, poder para disciplinar a la clase trabajadora y sectores populares, capacidad para impulsar una economía de guerra y organizar ejércitos, con su ya impresionante arsenal. Y los Estados, a su vez, por necesidades económicas, geopolíticas, militares, tendrán que llegar a un nivel de cooperación para tener más posibilidades de sobrevivir ante la competencia y amenaza de otros, y por ello, constituirán alianzas, bloques económico-político-militares que, por las dimensiones continentales de algunas potencias, seguirán teniendo una escala geográfica muy grande. Y parece que, como no se puede hacer tabla rasa de todo el pasado y de las circunstancias de todo tipo heredadas, se vendrán a reproducir parecidamente a los de la guerra fría: EE.UU., Canadá, Reino Unido, Unión Europea, Israel, Japón, Australia y otros países, sobre todo Latinoaméricanos y también asiáticos (posiblemente India contra China), frente a Rusia, Bielorrusia, otros países centro-asiáticos miembros de la OTSC, Corea del Norte…, y tal vez algunos africanos.
VI.- Los INTERESES ECONÓMICOS en SENTIDO SIMPLE, NO lo EXPLICAN TODO, ni siquiera los intereses de clase, por eso TAMPOCO SON SUFICIENTES para IMPEDIR la GUERRA NUCLEAR.
La creencia de que la guerra nuclear es imposible pues no les puede interesar a los capitalistas ya que acabaría con el capitalismo y la Humanidad misma, es una ilusión peligrosísima pues ignora el papel de los Estados burgueses y sus ejércitos, la dinámica de la guerra en condiciones de capitalismo decadente, de colapso, que precisamente llevan a aumentar el peligro, como hemos visto.
Conviene que pensemos más en lo que puede o no controlar que en lo que le interesa. Un conductor que maneja un automóvil con serios problemas que afectan a su seguridad, pero que no dispone de recursos para el arreglo, y sin embargo tampoco puede privarse de usarlo, aunque no quiera ni busque matarse, corre un alto riesgo de hacerlo, porque el vehículo y la conducción puede írsele de las manos.
Las guerras en el capitalismo están causadas por los Estados burgueses que representan, ante todo, los intereses de la clase capitalista. Sin embargo, esto no quiere decir que en toda guerra y todo momento se pueda atribuir el desarrollo de la guerra a los intereses generales de la burguesía, ni siquiera a los concretos de tal o cual sector de la clase capitalista (ni incluso de los fabricantes de armamentos, pues ellos no son los conspiradores en la sombra que provocan las guerras), pues la guerra no responde automática y directamente, a unos intereses económicos racionales para todos los capitalistas.
El inicio de una guerra no viene necesariamente impulsado directamente por la confrontación de intereses económicos, o impedido por la existencia de importantes relaciones de colaboración, cuando pueden imponerse intereses más poderosos de índole estratégico o necesidades de orden geográfico y militar.
El trasfondo de la Primera Guerra Mundial fue sin duda el conflicto de intereses conservadores y expansionistas entre las potencias imperialistas que ya previamente habían chocado en múltiples ocasiones y se venían preparando para un gran enfrentamiento (crecientes presupuestos “de defensa” y militarismo), pues el capitalismo entraba en su etapa de decadencia en la que no había espacio para que todos pudiesen desarrollarse plenamente y sin violencias, incluso en el corazón mismo del sistema (Europa). La existencia de alianzas militares y sus compromisos de apoyo mutuo, eran un resultado de esa situación, y a su vez jugó su papel en el desencadenamiento, en aquellas circunstancias, de la guerra, y en el fracaso de cualquier esfuerzo diplomático en sentido contrario. La pequeña historia de atentados y maniobras “entre bastidores” no es la causa de la guerra, aunque contribuya a ello, como detonante y acelerador, pero que sin el explosivo (la causa) son como una mecha sin conectar a nada.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi, cuando luchó contra Polonia y los países europeos occidentales, tenía una cierta alianza con la URSS (invasión y reparto en paralelo de Polonia) que le proveía de importantes recursos económicos necesarios para la guerra en occidente. Sin embargo, los intereses más a largo plazo del capitalismo imperialista alemán, lo impulsaban a la guerra contra la URSS, pues si entendía que podía robarle a la URSS sus recursos, aplastando previamente a sus ejércitos (¿no lo había conseguido en Polonia y en el frente occidental?, ¿no sería más fácil con esos atrasados rusos y sus pueblos asiáticos?), crear en el Este un mundo colonial del que se había visto privado en África y Asia (a diferencia de las potencias occidentales), apoderarse de las fértiles “tierras negras” de Ucrania, del petróleo del Cáucaso, etc., ¿por qué pagar por esos servicios a los odiados “comunistas”, “judeo-bolcheviques”?.
Importantes empresas industriales y bancos norteamericanos tenían grandes intereses económicos en la Alemania nazi, pero eso no impidió que los EE.UU. entrasen en la guerra, pues se impusieron intereses mayores, tanto en Europa, como en Asia (frente al imperialismo japonés aliado de Alemania).
La existencia de importantísimos intereses económicos europeos (sobre todo de la principal potencia, Alemania) en común con Rusia, en particular los energéticos (gas natural), y con China, no han impedido que se hayan impuesto los intereses mayores de los EE.UU. en su lucha por mantener su hegemonía mundial frente al ascenso económico de China y su escudo militar nuclear en Rusia, habiendo incitado a Rusia a la guerra con la provocación de una expansión de la OTAN al Este, y de una Ucrania que ya desde 2008 (antes de la intervención rusa de 2014; “Ucrania comenzó su proceso de adhesión en enero de 2008, al ser presentada en Bruselas la solicitud de ingreso en la alianza, que debe ser respaldada a través de un referéndum popular, en fecha que aún no se ha establecido” https://es.wikipedia.org/wiki/OTAN#El_Tratado_del_Atl%C3%A1ntico_Norte ) priorizaba (en su Constitución y política exterior) su integración real y formal en la OTAN (con la previsible instalación de misiles “ante las narices” de Moscú, peor que Cuba-URSS en 1962 ante EE.UU., aunque inicialmente fuesen anti-misiles, no por ello inocentes como se explica aquí), teledirigiendo la OTAN la guerra en Ucrania (Ucrania pone los muertos, EE.UU. la dirección militar y la mayor parte del armamento). También porque, en previsión de una futura guerra mundial (infinitamente más probable a causa del colapso), la necesidad de alianzas militares y la formación de bloques económico-político-militares, impulsan a Europa a reforzar sus lazos ya existentes (a través de la OTAN) con los EE.UU., el “primo de Zumosol” o, más bien, el gran padrino de entre los capo mafiosos, que impone sus reglas a los socios menores, priorizándose las necesidades de creación de alianzas y bloques geomilitares, a los meros intereses económicos a corto o medio plazo que las contradigan.
Además, la guerra tiene sus propias exigencias, dinámica, inercia, “leyes”, y puede autonomizarse mucho de los intereses económicos específicos. La agresión imperialista alemana dirigida por el nazismo, durante un tiempo respondió claramente a los intereses expansionistas de su burguesía, pero llegó un punto en que, cuando se torció la suerte en los campos de batalla (sobre todo del Este) se volvió contra ella, pues la guerra es una apuesta que puede salir bien o mal y, en ese último caso, su curso y consecuencias ser infinitamente peores que las de una mala decisión inversora en los negocios durante la paz. Una cuestión de cálculo, por un interés racional (aunque perverso) con un posible mal resultado o resultado irracional, pues no depende solo de quien toma esa decisión en un Estado, sino de la que tomen otros a los que combate, lo mismo que el resultado de una inversión económica no depende solo de quien la tome, sino también de los competidores. En su desarrollo puede volverse incluso contraproducente para los intereses estratégicos de una burguesía, y sin embargo, no por ello detenerse, por las dificultades de esa misma decisión (“¿cuál sería el mejor momento para hacerlo?, ¿seguro que no tendremos opción a una remontada en la guerra para acabar ganándola; no nos estaremos precipitando por pesimismo?, ¿qué nos exigirá el enemigo a cambio de un alto el fuego: rendición incondicional, reparaciones de guerra que nos arruinen…?”, “¿cómo vendemos al pueblo la conclusión de que tantísimo sacrificio no ha servido para nada, de que las promesas que se hicieron de progreso gracias a la guerra no serán posibles?”.), por la dinámica e inercia belicista (una batalla lleva casi automáticamente a otra, en la lucha por matar o morir en tanto no se declare el alto el fuego general), el odio, el revanchismo, el fanatismo, los intereses de perpetuarse y “salvar el cuello” de dirigentes políticos y militares implicados en la agresión y crímenes de guerra y genocidios, por el freno que a los cambios que necesariamente debieran hacerse impone la jerarquía, la cadena de mando, la disciplina (“¡A ver quién es “el guapo” que se enfrenta al Führer y su furia!”. “¿Quién se atreve a atentar contra él y matarle?”…), y que todos estos factores (implicados cálculos y pasiones) de tan variada naturaleza acaban pesando más que cualquier racionalidad capitalista. Véase por ejemplo, la “resistencia numantina” en la que cayó la Alemania nazi cuando ya estaba claro que no podría resistir al tsunami de la ofensiva de la URSS y al gigantesco poder industrial (transformado en una provisión inagotable de armamento de todo tipo) de los EE.UU., en tanto Alemania era arrasada por los bombardeos aliados, además del ataque aliado occidental, primero desde Italia (julio de 1943), y luego desde Francia (junio de 1944).
Por tanto, debemos diferenciar entre: a) que la causa última de la guerra, sea el capitalismo-imperialismo y sus Estados; y b) que la guerra responda a los intereses más inmediatos de la burguesía; pues a) se da siempre, pero b) no necesariamente.
Esto es más evidente en el caso de un pequeño Estado neutral, cuya burguesía no esté interesada en participar en una guerra entre potencias, convencida de tener todas las de perder si lo hace, y sin embargo, verse totalmente implicada contra su voluntad, al violarse su estatuto con una invasión agresora y destructiva. Las conveniencias o necesidades militares (pese a ganarse con ello otro enemigo), han podido llevar a la potencia agresora a esa invasión, aunque no hubiese en ella un poderoso interés económico (país pobre en recursos, etc.).
También en el caso de que una potencia nuclear que, aunque es ese momento, por razones de todo tipo, hubiese preferido no tener que lanzarse a la guerra, sin embargo se viese prácticamente obligada a hacerlo con un ataque preventivo que todavía le daría alguna posibilidad de ganar, pues de no hacerlo, es seguro que sería aniquilada por la potencia enemiga, ya que en poco tiempo obtendría una ventaja crítica para conseguirlo. Con esto no estoy justificando, sino explicando la situación en los términos de la lógica militar entre potencias nucleares.
En estos ejemplos se ve como la guerra tiene sus propias reglas, dinámicas, que pueden imponerse a criterios racionales capitalistas particulares o generales, sin por ello dejar de ser el efecto de su causa, capitalista.
Esto nos da una gran lección a la hora de entender lo que puede ser la guerra durante el colapso. Aunque sea una consecuencia del capitalismo en su colapso, por ello no podrá evitar que su dinámica pueda acabar por ser totalmente contraproducente a los intereses del capitalismo, sobre todo si la escalada militar, las apuestas más y más arriesgadas por ganar y para evitar ser destruidos, acaban llevándonos al apocalipsis nuclear. Añádase a esto la posibilidad de accidentes en el armamento nuclear, fallos en la cadena de mando, comunicaciones, impidiendo rectificar a tiempo…, errores (interpretar como un ataque lo que no lo es…; véase el caso de https://es.wikipedia.org/wiki/Stanislav_Petrov , hoy el tiempo para tomar una decisión es muy inferior, por los modernos sistemas técnicos, por lo que más fácilmente se podría adoptar una errónea), el azar y los “cisnes negros”(lo que no se creía que podía existir u ocurrir) que puedan adoptar muchas formas, y tendremos un coctel explosivo que ni el Molotov, por mucho que nos quieran tranquilizar con que los protocolos de actuación lo tienen todo previsto y hacen imposible, quedando todo bajo control (¿¡!?). “¡Quien juega con fuego, acabará quemándose!”. La causa última seguirá siendo el capitalismo, la “lógica” capitalista, su dinámica llevada al Estado y la guerra, pero no respondería necesariamente en todo momento a racionales intereses capitalistas.
VII.- ¿CONTENCIÓN con la GUERRA NUCLEAR TÁCTICA y la LIMITADA?. Unas fantasías que nos llevarán al apocalipsis.
Si los Estados nuclearizados sólo dispusiesen de un único artefacto total y definitivo, la bomba del fin del mundo, se lo pensarían mucho a la hora de utilizarla. Pero si disponen de “pequeñas” bombas atómicas y creen que pueden circunscribir la guerra a su uso en el campo de batalla (guerra nuclear táctica), o limitar la guerra a las fuerzas y centros militares (guerra nuclear limitada), estarán más dispuestos a utilizarlas, y con ello, corriendo el riesgo de que a partir de ahí se vaya, en una dinámica de acción-reacción, hasta una escalada total.
La pretensión de circunscribir la guerra nuclear con el uso de armas nucleares tácticas (contra fuerzas enemigas en el campo de batalla; ¿y la radiación durará solo el tiempo necesario para matar a esos soldados?) o de limitarla con grandes bombas (contra fuerzas y centros militares, como bases de armamentos terrestres, tierra-aire, aéreos, navales, pero no industriales o poblaciones civiles; ¿y la radicación, autolimitaría su expansión, sin invadir zonas civiles?), son fantasías muy peligrosas, pues invitan a iniciar la guerra nuclear y, sin embargo, no ofrece ninguna garantía de que no ascenderá de nivel.
La dinámica de acción-reacción, y de escalada para defenderse, anticiparse al siguiente paso del enemigo, para vencerlo, pronto harían que una guerra nuclear limitada en un sentido u otro, fuese tan improbable como un coito interrumpido conscientemente al poco de comenzar (“es empezar y no parar”). Añadamos a esto la doctrina aceptada de dar el primer gran golpe demoledor, y la guerra nuclear táctica o la limitada sólo habrá sido un calentamiento (también de las pasiones de odio y venganza), tanteo y puesta a punto, hasta encontrar esa oportunidad. Es más, ante el miedo a que el enemigo, que ya ha demostrado su odiosa destructividad, lo que es capaz de hacer, lanzase primero el golpe demoledor ¿no se consideraría una irresponsabilidad incluso antihumanitaria –no sólo patriótica- no adelantarse a él?, ¿no llegaría a estar deseando y exigiendo eso mismo gran parte de la gente: “antes de que lo hagan ellos, hagámoslo nosotros”?. Esa es la “racionalidad” perversa, diabólica, de la lógica militar de la guerra nuclear.
De hecho, durante la crisis de los euromisiles, la URSS anuncio que “con que uno solo de estos misiles fuera lanzado contra ellos, ellos de inmediato lanzarían todo lo que tenían directamente a los Estados Unidos. La Unión Soviética así, dejó claro que bajo ninguna circunstancia absorbería un primer golpe “limitado” “. (Inprecor nº 38, página 13). Eso, además de las millonarias protestas populares, echó atrás el programa de los euromisiles norteamericano-europeo occidentales.
Peor todavía. La velocidad creciente de los misiles nucleares, también de los intercontinentales (los hipersónicos, cinco veces superior a la del sonido), que puedan ser maniobrados, de trayectoria indetectable (por su constitución o por vuelo a muy baja altura o planeando, etc.), que sean imprevisibles hasta pocos segundos antes de alcanzar su objetivo, por tanto sin apenas capacidad de respuesta defensiva u ofensiva, puede acabar llevando a que quien piense que está siendo atacado, no espere a una confirmación irrefutable, sino que reaccione a lo que en realidad estaría todavía solo en el nivel de indicios o de alarma, no de certeza, aumentando, por tanto, las probabilidades de lanzar un ataque “defensivo” por error ante un ataque en realidad inexistente, y que también sería respondido, lo que a su vez confirmaría la impresión del ataque, etc.
Alguien podría alegar que la experiencia de horror de unas explosiones tácticas, podrían disuadir de continuar. La experiencia de la primera bomba atómica, sobre Hiroshima ¿disuadió a los norteamericanos de lanzar una segunda?; las dos bombas atómicas sobre Japón, las impresionantes explosiones en pruebas nucleares y sus resultados radiactivos, ¿disuadieron para la carrera armamentística nuclear que dura ya 77 años?. No. ¿Pesará más el deseo de vencer, de sobrevivir, el odio y la venganza cuando se dispone de medios para hacerlo de inmediato?. Sí.
Las guerras nunca tienden a la limitación y la contención, sino a desplegar más y más fuerzas para resistir o vencer, como en una partida en la que los tahúres aumentan más y más las apuestas, y con ellas el riesgo, aunque crean que pueden ganar. Vimos en la Primera Guerra Mundial cómo se desarrolló la aviación militar y los carros de combate (“tanques”), además de la guerra química, los submarinos, etc. Vimos en la Segunda Guerra Mundial el desarrollo asombroso de otro tanto, de los misiles (V1 y V2 nazis), hasta la bomba atómica ¡y no bastó con una, cuando ni siquiera la primera era necesaria para que Japón se rindiese!. ¡Siempre a la escalada!. Y también a la superación de la barrera entre fuerzas militares y población civil, como vimos sobre todo en la Segunda Guerra Mundial, Corea, Vietnam, etc., Chechenia, y también ahora en Ucrania, atacando infraestructuras no militares de las que dependen suministros esenciales para la supervivencia de la gente en las ciudades (agua para la higiene, cocinar y beber; electricidad para el bombeo del agua y demás necesidades; gas para cocinar y calefacción). Tanto más cuando los vientos, llevando elementos radiactivos, no hacen diferencias (recordemos la transmisión a extensas zonas de Europa de las emisiones del desastre nuclear de Chernóbil).
Una guerra mundial, en la que cada bando considera que se juega la supervivencia, teme la aniquilación por el enemigo, y se expone a tomar decisiones existenciales en cuestión de segundos, pues si tarda demasiado, lo pierde todo ¿puede regirse por la contención?.
Pero en todo esto puede haber una excepción. Que una potencia nuclear use las armas nucleares tácticas contra un Estado que no disponga de armas nucleares, para vencerlo, someterlo. Aunque eso ya no sería propiamente una guerra nuclear (no hay dos o más Estados nucleares en guerra), sino un ataque nuclear unilateral añadido a una guerra convencional. Ahí no habría ya el mismo peligro de una escalada nuclear, salvo la exclusiva del agresor si quisiese exterminar al contrario. A no ser que en “socorro” de ese Estado interviniese otra potencia nuclear que respondiese al agresor de la misma forma, y entonces sí. Esto es lo que podría haber ocurrido en 1951 si el general norteamericano Douglas MacArthur se hubiese salido con la suya en Corea, bombardeando y arrasando China, como comento en la nota 3 (la primera prueba nuclear rusa fue en 1949, https://es.wikipedia.org/wiki/Programa_nuclear_de_la_Uni%C3%B3n_Sovi%C3%A9tica_(1949-1959) , y la china en fecha tan tardía como el 16-10-1964 https://es.wikipedia.org/wiki/596_(prueba_nuclear) ).
Otro caso diferente, que no se puede descartar del todo nunca, es que si hubiese algún movimiento revolucionario en un país, ante la dificultad de aplastarlo por medios convencionales, no tanto por la resistencia de las tropas para cumplir ese papel represivo, como por el efecto debilitante del colapso en los recursos de las fuerzas convencionales, un Estado burgués recurriese al ataque nuclear limitado, por ejemplo, a una población importante, de importancia política y militar estratégica, donde las masas populares hubiesen conseguido derribar la autoridad del Estado burgués, etc., para así sofocar un foco de expansión de la revuelta. Enviar un avión para, desde mucha altura, tranquilamente, sin riesgo de ser derribado, lanzar la bomba atómica que estaba “muerta de aburrimiento” y “criando polvo” en un almacén, será más fácil y barato que desplazar a un montón de tropas terrestres, ¡y sin sufrir bajas, ni dar ocasión a que los rebeldes se aprovisionasen de armas de los vencidos, ni aumentase su moral de combate!. Aquí no cabría más disuasión, que la extensión de la lucha al Estado responsable de ese ataque, fuese o no el mismo, y que los criminales supiesen que lo pagarían con su vida (NOTA 6).
Por último, como ya se utilizó el truco durante la crisis de los euromisiles, no os creáis el cuento del uso del arma nuclear (una o varias explosiones) “como advertencia sólo”, pues pudiera ser más bien como el disparo de señal de inicio en la carrera para la guerra generalizada. Creatividad para el desarme y la paz no tendrán ninguna, pero para procurar enredarnos y engañarnos ¡no lo dudéis!, a ello se dedicarán sus mejores cerebros.
VIII.- ¿CONTENCIÓN con la DEFENSA ANTINUCLEAR, el armamento convencional, la Inteligencia Artificial (I.A.)?. ¿No nos cansamos de soñar, cuando tendremos pesadillas?.
La defensa antinuclear tampoco es inocente, como pudiera parecer a primera vista. Si un Estado, como es el caso de los EE.UU., dispone de un buen arsenal de misiles anti-misiles nucleares (mejor que el del enemigo), esto le dará ventaja en caso de atacar primero, pues independientemente del resultado de su agresión, podría neutralizar el contraataque enemigo y asegurarse la posibilidad de asestar posteriores ataques, hasta rematarlo; o de atacar en segundo lugar tras ser agredido infructuosamente, y con mayor éxito que el enemigo si éste no dispone de un sistema defensivo tan eficaz.
Por tanto, la combinación de unos buenos sistemas ofensivo y defensivo, acaba por aproximarse mucho a lo que habría sido un único ataque demoledor y por sorpresa, y sin necesidad de haber tenido que llegar a ese nivel de ventaja en la carrera armamentística. Por ello, el desarrollo de los sistemas defensivos, impulsa el desarrollo también de sistemas ofensivos que sean capaces de burlarlos, con armas más difíciles de interceptar (trayectorias poco detectables, poco previsibles y sí maniobrables, altísima velocidad, etc.), de modo que los llamados misiles balísticos ofensivos se comportarán cada vez menos como balísticos (trayectoria fija como la de una bala de cañón). El resultado final es una escalada armamentística ofensiva que quienes dominan los sistemas defensivos consideran desestabilizadora, y los renovadores de misiles ofensivos, equilibradora. El siguiente escalón, desarrollar una defensa contra los misiles que ya apenas son balísticos, pero el enemigo reaccionará a su vez, subiendo otro escalón… Imaginemos un Estado con misiles ofensivos que ya tienen poco de balísticos y a la vez con un sofisticado sistema anti-misiles; eso le daría una enorme ventaja a la hora de poder asestar un golpe o varios que resultasen demoledores para un enemigo con peores recursos de defensa y sin capacidad de contraatacar tan eficazmente.
El famoso sistema “defensivo” que quiso impulsar el presidente Ronald Reagan (1983, de la guerra de las galaxias), habría permitido (en teoría) la invulnerabilidad de los EE.UU. y por tanto, la impunidad para lanzar un ataque demoledor, si lo hubiese querido, o ejercer el chantaje total. Eso en el caso de que la URSS (de haber seguido existiendo), antes de que el sistema de la guerra de galaxias estuviese operativo con esa capacidad, no se hubiese lanzado a la guerra nuclear “preventiva” entendiendo que así aprovechaba alguna opción más de vencer.
Y por si fuera poco, a todo esto habría que añadir las armas convencionales de largo alcance (misiles no nucleares, artillería…). Para quien no lo sepa, y esto no es excepcional, un barco de guerra, con sus cañones, puede alcanzar objetivos que estén a 20 km de distancia, como una ciudad desde la que ni siquiera se pueda ver el mar (por tanto, ni el barco que la ataca), por lo que podría ni enterarse de dónde le viene esa destrucción, por mucho que miren al cielo en busca de aviones. La existencia de ese armamento y su potencial destructivo en manos enemigas, en caso de estar en desventaja, es también un aliciente para recurrir al “último recurso” del armamento nuclear, casi como primer recurso, aunque se empiece por el táctico, con el problema que ya hemos visto.
Y para colmo, ahora tenemos el problema de las posibilidades de ataque cibernético, que pudiera debilitar las infraestructuras nacionales de energía eléctrica, etc., los sistemas militares del oponente, para así lanzar un ataque demoledor; pero eso mismo también puede incitarle a la guerra antes de verse más debilitado, aumentar su paranoia (interpretar erróneamente que hay un intento de sabotaje cibernético o exagerarlo) que invitaría a atacar. O manipular los sistemas de una potencia para que lance un ataque limitado que sirva de pretexto a otra que está preparada para machacarla; o que alguien manipule un sistema para provocar que otros peleen entre sí y sacar de ello alguna ventaja calculada; etc..
Para evitar todo esto, confiar la seguridad y toma de decisiones a una Inteligencia Artificial (I.A.) autónoma, sería muy arriesgado, pues también podría ser vulnerable a la manipulación por ciberataque. Como una I.A. no es intuitiva, ni procura anteponer los criterios humanitarios, sino que se atiene a los datos “objetivos”, en caso de una situación como la que resolvió Stanislav Petrov (26-9-1983), de error en el sistema, tomaría una decisión más rápida, equivocada y fatal ( https://es.wikipedia.org/wiki/Stanislav_Petrov ). El miedo a que el enemigo disponga de una I.A. más eficaz, puede impulsar la decisión de lanzarse a un ataque “preventivo”.
Todo esto ya es suficientemente peligroso, sin necesidad de llegar al caso hipotético de que una I.A. autónoma estuviese muy desarrollada, al punto de situarnos en un escenario propio de la ciencia ficción distópica, como el caso del film Terminator, donde la inteligencia artificial Skynet, a la que se confía el sistema armamentístico nuclear, consciente ya de sí, engaña, provoca la guerra nuclear mundial, y se lanza al exterminio de la especie humana. He escrito varios artículos sobre la amenaza que supone la I.A., a partir de otros supuestos.
IX.-El COLAPSO del CAPITALISMO NO LLEVARÁ DE INMEDIATO al COLAPSO del SISTEMA MILITAR NUCLEAR de modo que NO PUEDA UTILIZARSE, y PUEDE ACELERAR SU USO.
Después de lo dicho, que no se puede confiar en la propia contención del sistema, ni de la gestión de la guerra limitándola, ni en la racionalidad capitalista de la guerra, quizás muchos pongan su esperanza en que sea el propio colapso del capitalismo el que impida la deriva al apocalipsis nuclear. Pero creo que será que tampoco.
En comparación con una guerra convencional a gran escala, para la guerra nuclear es suficiente la implicación de un relativamente muy reducido número de personas y una corta red de mando que va desde la máxima autoridad político-militar, el alto estamento militar, la oficialidad a cargo de silos de misiles, aviones cargados con bombas y misiles, barcos y submarinos, todos ellos con armas nucleares. Personal muy seleccionado, profesionalizado y previamente adoctrinado, muy comprometido con el Estado burgués, motivado para cumplir órdenes, a diferencia del campesino u obrero forzado a alistarse en una unidad de infantería o en un barco de guerra. Personal que sabe justo lo que sus superiores quieren que sepa, aleccionado a no creer nada en sentido contrario, entendiendo que serán maniobras del enemigo para confundirlo, aprovechar su vacilación y lanzar él un ataque que los destruiría. Pues supondrán que nadie tendrá mejor información que el alto mando que actúa velando por el bien de la Patria, por definición.
El colapso no supone necesariamente el hundimiento de los Estados tal como hoy los conocemos, sobre todo en sus comienzos, cuando esa cadena de mando nuclear todavía puede estar intacta, pues ya disponen de todos los medios, no hace falta movilizar a millones de soldados y transportes (trenes, camiones, aviones, barcos…), los submarinos funcionan con energía nuclear… Preservar esos resortes militares será una prioridad para el Estado burgués, aunque sea a costa acaparar recursos económicos y de enormes sacrificios para la población.
Hay además unos factores acelerantes. La tecnología nuclear puede quedar desfasada por la carrera armamentística, pero también porque sus instalaciones y componentes no son eternos, necesitan de revisiones, reparaciones, sustituciones. Cuanto más avance el colapso de la civilización industrial, más difícil será proceder a todo esto, sobre todo cuando se trate de alta tecnología. Si esperasen lo suficiente, tal vez todos quedasen inutilizables, desapareciendo el peligro de guerra nuclear, aunque probablemente no el de accidentes si no está debidamente asistido y desmantelado (otro peligro junto con el de las centrales nucleares y sus residuos). Pero como esto no ocurrirá necesariamente a la par entre las potencias enfrentadas, ante el riesgo de no poder actualizar y mejorar sus sistemas armamentísticos y quedar en clara desventaja, antes de volverse excesivamente vulnerables y dar al enemigo la oportunidad de vencerles, se pueden ver más tentados a usarlos.
Otro factor acelerante, relacionado estrechamente con el anterior y con sus mismas consecuencias, es que, descendiendo en la pendiente del colapso, los Estados podrán contar con recursos presupuestarios menguantes que pueden hacer ya imposible mantener el sistema nuclear y ejércitos como los actuales (NOTA 7), lo que impediría apoderarse de recursos que todavía y para el futuro, pueden ser esenciales (pensemos, por ejemplo, en el fósforo como fertilizante). El esfuerzo por mantener el entramado militar aumentaría el déficit y la deuda pública en un contexto de enorme desconfianza en el futuro que haría que no tuviese la suficiente demanda compradora, lo que supondría una elevación de su costo para el Estado (más intereses a pagar), y el recurso a la deuda y a la impresión de dinero en una economía en decadencia, aumentaría la inflación, lo que a su vez impulsaría la subida del tipo de interés… El Estado, si tiene que destinar recursos crecientes al armamentismo, tampoco podrá aportarlos a las empresas capitalistas que no tenga relación con el sector militar y que se encontrarán con dificultades crecientes. Es decir, que agravaría la crisis del sistema y la marcha del colapso. De modo que antes de que esto ocurra, estarán tentados de usar todos sus recursos (armamento nuclear, más fácil que el convencional, y usar el nuclear existente, más barato que desplegar fuerzas inmensas para una guerra convencional a escala como la II GM) para poder imponer sus intereses estratégicos.
Innovaciones como la presentada, el pasado 3 de diciembre, por EE.UU., de un súper moderno avión de bombardeo (el B-21 Raider, por un precio de 692 millones de dólares por unidad) indetectable por los radares, que puede cargar con armas convencionales y nucleares de alta precisión (carga útil de 12 toneladas), disponiendo de otras capacidades que son top secret, y de recorrer sin repostar hasta 10.000 km (como de Madrid a Vietnam, por tanto, capaz de alcanzar Moscú, Pekín, desde muchísimos puntos del planeta), con la pretensión de hacer de él “la columna vertebral” de la fuerza aérea, en una década, sólo puede contribuir a aumentar la escalada y precipitar el ataque “preventivo” del contrario, antes de que los norteamericanos lo tengan todo listo, en lugar de la “disuasión” que argumentan sus promotores. Una vez más se demuestra que la “disuasión” es sólo disuadir a los demás de atacar (incluso en defensa), pero preservando la capacidad de destruirlos, en lugar de proponer un serio programa de desarme nuclear de todas las partes. Otra huida hacia adelante, o sea, al precipicio.
Finalmente, las últimas guerras han demostrado los límites de la guerra convencional para que sus instigadores puedan obtener la victoria o al menos la que tenían prevista (EE.UU. en Irak, por su resistencia de años, Afganistán abandonándolo finalmente; la URSS derrotada en Afganistán, Rusia fracasando en Ucrania). En el colapso, la falta de perspectiva de una victoria por métodos convencionales (todo aquello que no llegue al nivel de guerra biológica, química, nuclear), cuando además apremiará vencer para obtener recursos básicos, etc., incentivará, para imponer la victoria, la escalada con el gigantesco arsenal nuclear del que aún dispondrán, y sin demora, antes de que pierda su efectividad y echar a perder tantos y costosos recursos, como he explicado.
Un indicio de esto lo tenemos ya en la guerra en Ucrania, donde Rusia, ante su impotencia para vencer como tenía inicialmente previsto, ha acabado amenazando con el uso del arma nuclear, pese a que no se prevé la invasión de Rusia por Ucrania, menos, el lanzamiento de armas nucleares por Ucrania (no se han instalado), y ni siquiera por parte de la OTAN.
Pero ya de antes tenemos otros precedentes. Por ejemplo, la “doctrina Carter” (presidente de los EE.UU. 1977-81) según la cual, de invadir la URSS los pozos petrolíferos de Oriente Medio (guerra convencional), la única respuesta eficaz para los EE.UU., sería el lanzamiento contra esa fuerzas de bombas atómicas tácticas, desde el primer momento de la invasión (véase Inprecor nº 38, página 9).
X.- Las NEGOCIACIONES de “desarme” o de cómo SACAR VENTAJA, ANESTESIARNOS o INVOLUCRARNOS en la carrera armamentística.
Que los Estados burgueses se inclinen cada vez más hacia la guerra nuclear durante el colapso, no quiere decir que sea imposible que se llegue a acuerdos calificados, de paz. Si pensásemos eso, haciendo de ello un rígido dogma, correríamos el peligro de, ante lo imprevisto (como si fuese un “cisne negro”), llegar a cuestionar todo el cuadro general de nuestra reflexión (“¿a ver si va a ser verdad que podemos tener un capitalismo pacífico y nos estamos alarmando sin motivo?”).
De hecho, las “conversaciones por la paz” pueden ser perfectamente una parte esencial en una astuta estrategia orientada a la guerra, para ganar tiempo, confundir a las futuras víctimas, a la opinión pública nacional e internacional, como fue el caso de Hitler antes del 1-9-1939 con la invasión de Polonia, cuando sus discursos giraban sobre su “sincero” interés por la paz, y era capaz de llegar a acuerdos como el Pacto de Munich (30-9-1938 https://es.wikipedia.org/wiki/Acuerdos_de_M%C3%BAnich ), en tanto pisaba a fondo el acelerador en su programa de rearme y guerra y, en otra mascarada pacifista con la URSS (Pacto Ribbentrop-Mólotov, 23-8-1939 https://es.wikipedia.org/wiki/Pacto_Ribbentrop-M%C3%B3lotov ) incluía cláusulas secretas, para la invasión y reparto de Polonia, junto con la URSS, violando posteriormente Alemania ese mismo pacto, con la invasión a la URSS (22-6-1941 https://es.wikipedia.org/wiki/Operaci%C3%B3n_Barbarroja ). Y así seguro que pueden encontrarse muchos más precedentes de “si quieres la guerra, pacta la paz”.
En ese caso de la II GM, ya se puede observar la aceleración histórica vertiginosa que se produjo en menos de tres años, a cuenta también de los “acuerdos de paz”. Con el armamento nuclear, incluso con sus pactos “de paz”, todo podría ser mucho más rápido, pues el rearme fundamental ya está hecho y la tentación por usarlas durante el colapso, sería mucho mayor que hasta hoy, como he explicado.
Sobre todo, no debemos confiarnos y “bajar la guardia” (harán todo lo posible para anestesiarnos), pues es muy probable que, “nos den gato por liebre” (parecerá lo que no es, a base de cuestiones secundarias, “maquillaje”, etc.), o que antes de que se terminen de cumplir, se violen (no sería la primera vez), o de que terminada su vigencia, se sientan con libertad para “volver a las andadas”. La experiencia de otros tratados de control, limitación y reducción de armamento, frustrados, o que tenían “truco” (limitar mejoras tecnológicas pero no aumentos cuantitativos, eliminar determinadas armas pero compensarlo con otras más baratas, exigir la eliminación de misiles en tierra cuando un solo submarino nuclear amado con poderosos misiles y no localizado, es más peligroso que una base en tierra con silos subterráneos de muchos misiles, etc.), o que sirvieron finalmente para poco, debiera disuadirnos de esas ilusiones engañosas a las que tenderemos a agarrarnos desesperadamente como “a clavo ardiendo” (“más vale pacto en mano, que misiles volando”).
Recordemos también las promesas eternas y, en lo fundamental, incumplidas de las ya 27 COP sobre el calentamiento global. Si en general, la diplomacia puede ser engañosa (empezando por la existencia de acuerdos secretos), en el terreno militar, no digamos nuclear, infinitamente más, donde las negociaciones pueden ser como una partida de cartas entre tramposos.
Es más, si hubiese un movimiento importante contra el rearme nuclear y el peligro de guerra, es muy probable que las potencias implicadas iniciasen conversaciones, supuestamente para el control, etc.. Sin embargo el verdadero objetivo no sería ese, sino desmovilizar a la gente con el discurso implícito de “¡tranquilos!, hemos entendido el mensaje, vamos a conseguir la paz, ya no hay motivos para que sigáis protestando, podéis iros tranquilamente a casa, dejadlo todo en manos de los expertos”, y reprimir más fácilmente a la minoría que no se deje engañar, y una vez logrado eso, relanzar las hostilidades acusando a la otra parte del “fracaso en las negociaciones”, “incumplimiento de lo pactado”, etc., capitalizándolo para su propaganda de guerra “¡si acabamos yendo a la guerra, conste que será exclusivamente por culpa de ellos, no porque nosotros no lo hayamos intentado de buena fe!”.
Las negociaciones pueden ser también una forma de enredarnos con cuestiones de las que tendremos siempre un conocimiento limitado (complejidad unida al secretismo, las mentiras y la propaganda), y pretenderán “vendernos la moto” de que así en serio que se tienen controlados los armamentos, limitados, en vía del desarme total, etc. Pero la verdad puede ser muy distinta, y cuando creamos que el asunto se está arreglando, encontrarnos con la sorpresa de que ha podido hasta empeorar a cuenta de “la letra pequeña”, las cuestiones tecnológicas militares que se nos escapan pero son fundamentales… Por eso no debemos entrar en esos términos en los que siempre procuran sacar una ventaja sobre el otro y engañarnos, sino exigir la eliminación rápida de todas las armas nucleares; nada de buscar el “margen de seguridad”, “la paridad”, “el equilibrio”, el “toma y daca”, las “moratorias”, la “congelación”, el desarme “en cómodos plazos”, etc.., pues todo eso es enredarse en el mismo juego substancial que arrastramos desde el comienzo de la Guerra Fría, sin haber solucionado nada, al contrario. Si hay concesiones, claro está que se aprovecharán (señal de nuestra fuerza), pero no para conformarnos, sino para seguir presionando aun más, aplicándoles aquello de “le ofrezco el dedo y ¡me coge el brazo!”, y además, desde ahí, les aplicaremos una llave de judo, para derribar su proyecto.
Incluso pueden pretender involucrarnos y hacer copartícipes, invitándonos a que presionemos a favor de determinada postura, la que a ellos les interese para sacar ventaja militar sobre el oponente, o hacernos creer que conseguimos algo relevante gracias a nuestra movilización, etc., de modo que sintamos que el acuerdo es también nuestro, y si fracasa, que no es por culpa de nuestro Estado, sino del oponente, y que es directamente a nosotros a quienes defrauda, y así haciéndolo nosotros nuestro enemigo.
A lo anterior, se une la jerga militar, orientada muchas veces a encubrir, despistar, engañar. Empezando por el eufemismo de llamar “ministerio de defensa” a lo que es siempre un ministerio de la guerra, pues no está dedicado exclusivamente a la defensa, sino también al ataque y fuera del país (a eso le llamarán “intervenciones humanitarias” o “de paz”, aunque de eso tengan bien poco y sea sobre todo propaganda y maquillaje, complementar el “trabajo” de otro ejército que se emplea en la tarea más sucia; o “antiterrorista”, atacando a la población no involucrada o ignorando las causas sociales de fondo, las injusticias, que llevan a eso; o “para eliminar el peligro de las armas de destrucción masiva”, como la mentira por Irak). O calificar de “misiles de corto alcance” (a diferencia de los de alcance medio, los de intermedio y los intercontinentales; estos últimos, hasta los 16.000 km del misil ruso Satán), a misiles que, sin embargo, por ejemplo, de instalarse en la frontera de Ucrania con Rusia, como pueden cubrir distancias entre 150 y 800 km, alcanzarían en una nada de tiempo Moscú, y quizás (un poco justo, al límite, según comprobación “a ojo” en un buen atlas) a San Petersburgo, sin capacidad de reacción, aunque no lleguen a la deshabitada tundra de Siberia; “¿veis como es de corto alcance?”. Moscú, en ese caso, quizás preferiría que le lanzasen un misil intercontinental desde la distancia máxima, pues eso tal vez le permitiría detectarlo a tiempo y defenderse. Sí, un campo minado de trampas, eso es lo que es la jerga militar. Hasta los mismos militares lo reconocen cuando dicen que “la primera víctima de una guerra es, la verdad”.
La tendencia dominante con el colapso es a la agravación de la carrera armamentística y las tensiones militares, y cuando no puedan más o entiendan que tienen ventaja y no deben desaprovecharla (la ocasión puede no volver a presentarse), a “lanzarse a degüello” o, en el mejor de los casos, usarla para el chantaje definitivo, hasta exprimir al contrario.
¡Pero si casi todo ya está inventado, y seguro que esos “viejos zorros”, con la experiencia de décadas, disponen, en su servicios de inteligencia, de guerra psicológica, diplomáticos, etc., de manuales (protocolos, argumentarios…) al respecto!. Y nos vuelven a engañar porque nosotras/os, no disponemos de organismos que, como el Estado burgués, con sus ministerios y secretariados, tienen una continuidad centenaria, con la ventaja que eso supone para acumular y aprovechar bien la experiencia, con mucha gente trabajando y bien pagada para ello. Y en nuestro caso, rompiéndose tantas veces nuestra continuidad (derrotas, retrocesos, desaparición natural de generaciones militantes, de organizaciones, represión…), a muchísima gente, estos asuntos les vienen “de nuevas”, sin conocimiento alguno, desorientadas, vulnerables a toda clase de patrañas (NOTA 8).
Por eso también es tan importante poder recurrir a las lecciones incorporadas en libros ya algo antiguos o revistas como Inprecor, publicados en tiempos que ya nos parecen remotos, y por motivos gravísimos, de los cuales, la casi totalidad de la gente que todavía es joven, desgraciadamente, ¡no tiene ni idea! (quien, con veinte años, hubiese conocido lo de los euromisiles, ahora tendría – 1982 a 2022- ¡60 años!). Aunque los datos ya han quedado desfasados, para aprender del caso y del tipo de mentiras que nos suelen contar y seguirán contando, véase, por ejemplo, el interesante análisis comparativo incluido en el artículo “¿Quién es el responsable de la carrera de armamentos?” de Jean Louis Michel, en el Inprecor nº 19, de febrero 1981.
XI.- La GUERRA NUCLEAR y la IMPOSIBLE DEMOCRACIA, incluso en los Estados burgueses más democráticos.
Si la victoria militar exige de la discreción y, el ataque sorpresa, del máximo secreto, no cabe pensar que, lo que nunca han hecho los Estados burgueses, esto es, consultar a sus pueblos, sobre si quieren ir o no a la guerra y en qué momento, se haga entonces. No habrá un referéndum con la pregunta “¿Es usted favorable a que, a la mayor brevedad, vayamos a la guerra nuclear contra tal país, y le ataquemos por sorpresa, asumiendo el riesgo, suponemos pequeño, de que algo salga mal y seamos aniquilados?”, pues eso seguramente provocaría un “ataque preventivo”, además de probablemente el rechazo de la gente, aunque puede que eso no llegase ni a conocerse si el ataque no espera al final de la hora de las votaciones.
Si, pese a haberlo ganado, salieron arrepentidos del referéndum sobre la integración en la OTAN (12-3-1986) por el riesgo que corrieron de haberlo perdido, menos se arriesgarán política y militarmente a ninguna consulta militar a la ciudadanía a la hora de decidir ir a una guerra nuclear, ni siquiera una convencional que pueda acabar en ello. ¿Qué consulta se nos ha hecho sobre la política ante la guerra en Ucrania y los acuerdos de la OTAN al respecto, y su estrategia enfilada contra Rusia y China, incluso del brutal aumento presupuestario militar?.
Incluso aunque se hiciese algún tipo de referéndum, en su mismo planteamiento puede estar la trampa, la posición correcta al mismo puede estar en desventaja a la hora de difundirse para tener opción de ganar (los media del poder, en su contra…) y, por supuesto, siempre existe la posibilidad de incumplir descaradamente lo que de positivo se haya podido prometer, como fue en el caso del referéndum sobre la incorporación de España a la OTAN (oíd lo que nos cuenta Pablo Iglesias y su equipo de La Base, en este programa https://www.vidoevo.com/video/cVRiMVI1cWuRpWTA4eTQ/la-base-66-espaa-40-aos-en-la-otan , la web https://www.publico.es/publico-tv/la-base/programas-completos , aunque ya no ofrecen siempre el video del programa completo, sino clips , también están en https://www.youtube.com/results?search_query=la+base+publico o https://www.youtube.com/results?search_query=la+base+pablo+iglesias donde –con los filtros- se pueden seleccionar por duración, y copiar el título y ver si está en vidoevo.com y allí descargarlo en el ordenador como tantas veces he explicado).
Y esto, la mayoría de los ciudadanos “de a pie”, podría asumirlo con normalidad, pues repiten que de esas cosas debe encargarse el Gobierno, ya que ellos bastante tienen con trabajar, el día a día, y llegar con su sueldo a fin de mes, y que, además, ¡para eso les pagan con sus impuestos, para que les resuelvan los problemas y no les anden devolviendo “la patata caliente”!. Tanto más si nos dirigimos hacia una sociedad todavía más autoritaria, en la que el Gobierno descanse sobre los hombros de “personas fuertes”, líderes (o lideresas) en los que depositemos nuestra confianza (y nuestra vida), porque los contemplamos como nuestros salvadores en tiempos de incertidumbre y hasta angustia.
Con el armamento nuclear ni siquiera hace falta la participación sumisa o la adhesión de millones de personas en el frente o en la retaguardia (economía de guerra: “menos mantequillas y más cañones”) con un esfuerzo y sacrificio sostenido durante años para poder ganar la guerra mediante gigantescas batallas y conquistas de enormes territorios, o finalmente perderla. Como he explicado antes, solo necesita de la participación de un número relativamente reducido de personas y la decisión que pone en marcha todo el disciplinado sistema puede recaer en una (el presidente de gobierno o similar) y alguna más a lo sumo, para “apretar el botón nuclear”. Sobre todo cuando, en caso de ser atacados o temer serlo de inmediato, se deban tomar decisiones trascendentales en un plazo de tiempo muy breve (impuesto por las características del armamento nuclear: misiles hipersónicos, difícil seguimiento de su trayectoria, ojivas múltiples en un solo misil, etc.) por lo que resultará imposible recurrir a un proceso de consultas prolongadas y de amplia participación, y la decisión deberá tomarse por un ínfimo número de personas y en espacio de tiempo muy coroto. Nada más antidemocrático, fuera del control y conocimiento de la gente.
Si la gente no estuviese muy decidida a favor de la guerra, sino más bien reacia, e incluso muy descontenta, su opinión carecería de importancia y no se necesitaría tenerla en cuenta para el desarrollo de la guerra, pues lo tendría muy difícil, si no imposible, para detener la escalada hasta la guerra nuclear, pues sus características son totalmente diferente de lo que, en las guerras anteriores, suponía una ofensiva a gran escala, que implicaba la movilización de cientos de miles o millones de soldados, tanques, aviones, barcos, etc., y podía dar lugar a un movimiento de resistencia, tanto en el frente (recordemos la confraternización puntual en la guerra de trincheras de la I GM) como en la retaguardia, y finalmente, a revoluciones. La guerra nuclear, más que ninguna otra guerra, puede presentarse como un hecho consumado e imparable.
Quienes estamos convencidas/os de que es ya inevitable el colapso del capitalismo y de la civilización industrial (al menos, del nivel alcanzado), alertamos mucho de la amenaza del ecofascismo. Pero esto no debe llevarnos a olvidar que, aunque fueron los nazis quienes empezaron a explorar el tema nuclear, las dos únicas bombas atómicas que hasta ahora han sido lanzadas contra la población civil, en ciudades, lo fueron por los EE.UU. (sin ninguna necesidad que lo justifique) que, entonces y durante mucho tiempo, ha pasado como el modelo de la democracia (pese a la segregación racial y el trato discriminatorio y violento a los negros y otras minorías nativas), el guardián de la democracia mundial contra los totalitarismos (fascismos, “comunismos”), regímenes terroristas (con doble vara de medir) o ante los regímenes autoritarios (los llamaban así para poder aceptarlos en la OTAN, como Portugal, Grecia, Turquía, o tenerlos como aliados para la instalación de bases militares y trasiego de armamento nuclear, como la España de Franco), por mucho que, por todo el mundo accesible a su intervención, haya promovido y apoyado golpes de Estado militares, regímenes genocidas (Indonesia) y dictaduras como la del franquismo.
Si se teoriza sobre ataques nucleares “preventivos”, también los puede haber represivos, y los medios y arsenal de los que ahora disponen es terrorífico. La gente en el Occidente del Norte rico somos más ingenuos y nos hemos creído el mito de la democracia, mucho más de lo que somos conscientes, pues desde la II GM no hemos conocido en carne propia la verdadera ferocidad de la bestia capitalista como sí en muchos países del llamado Sur (con guerras, golpes de Estado y represiones, causados o promovidos por nuestras democracias).
XII.- La GUERRA NUCLEAR y la MUY IMPROBABLE RESISTENCIA EFICAZ CONTRA la GUERRA una vez desatada. La imperiosa necesidad de que nosotros tomemos la INICIATIVA POLÍTICA ¡DESDE YA!.
Para darle la vuelta a la Primera Guerra Mundial iniciada en 1914, pese a la gigantesca matanza en los combates en las trincheras, hicieron falta ¡tres años! hasta que empezasen los rusos negándose a continuar la guerra (revolución de octubre-noviembre de 1917, gracias también a que habían tenido la experiencia de febrero, y de la revolución de 1905, solo doce años antes) y un año más para que lo hiciesen los alemanes (en una enorme parte, gracias al ejemplo ruso). No ocurrió eso en la Segunda Guerra Mundial, pese a horrores todavía mayores, que terminó sin el cuestionamiento de la guerra, con la inauguración de la era militar nuclear arrasando dos ciudades japonesas.
Ahora y sobre todo en el futuro, con el riesgo de escalada hasta la guerra nuclear, no contaríamos con ese tiempo de años para escarmentar, aprender y reaccionar. Un botón de muestra de lo que ahora nos cuesta reaccionar lo tenemos en la continuada impotencia ante la guerra en Ucrania pese a la destrucción y muertes allí, sus costes económicos, sociales, políticos y militares aquí y por todo el mundo, y aunque se han vertido “advertencias” sobre el uso del arma nuclear.
Un día de guerra nuclear, si se generalizase y con la potencia suficiente, sin tiempo para organizar nuestra resistencia a la guerra, podría ser suficiente para, básicamente, aniquilar la civilización humana y a nuestra especie.
Quizás tuviésemos una oportunidad, si la guerra nuclear empezase por el lanzamiento de bombas tácticas (contra tropas en el campo de batalla), y todavía tardase un tiempo en darse la escalada hasta la guerra nuclear limitada (fuerzas y centros militares) y la total (incluidas las ciudades), sobre todo debido al surgimiento de un movimiento popular de resistencia a la guerra. Pero esto último es improbable, pues tenderá a imponerse el impulso de la venganza, incentivado además por la burguesía y Estado. Incluso es difícil que se diese ese escenario de pausada escalada, pues ya hemos visto el altísimo riesgo de que, con mucha rapidez, en cuestión de muy pocos días (quizás solo de horas o de minutos), se vaya escalando de un nivel a otro en la guerra, llegando enseguida al máximo y total, bien por parte del que esté más seguro de ganar, o del más desesperado, por perder si no toma la iniciativa rápido dando un salto cualitativo en búsqueda de la ventaja de anticiparse.
Si de antemano no podemos reducir a cero las posibilidades y capacidad de resistencia popular a una guerra nuclear ya desatada, y debiéramos aprovechar las que existiesen, eso no puede llevarnos a relajarnos “ni una pizca” y contar con que esas posibilidades serán tan grandes como las que se tuvieron durante la I GM (confraternización en las trincheras, revoluciones campesinas y obreras…), y menos aun, para la idea estúpida de que la guerra nuclear sería una gran oportunidad para conseguir lo que no pudimos durante la paz (ocasión para la revolución mundial ¿y heredando qué mundo?). ¡Cuánto peor, peor para nosotras!.
La resistencia a la guerra nuclear también sería muy improbable y, en todo caso, muy difícil, porque incluso en el mejor escenario, la situación de guerra supone cambios prácticos muy importantes en el régimen político pues, por las leyes (estado de guerra, etc.) que todas las constituciones prevén para esa situación (incluso las más democráticas), los militares adquieren nuevos y grandes poderes ejecutivos (pueden llegar hasta la economía), se suspenden o restringen numerosos derechos y libertades (expresión, reunión, huelga…), se impone la disciplina militar (militarización de empresas implicadas en el armamentismo, o de cualquiera en caso de huelga, por lo que se castigaría como si fuese faltar al deber en el frente de batalla), la oposición a la guerra enseguida es tachada de connivencia con el enemigo, traición, etc., y perseguida en consecuencia no sólo por el Estado, sino por organizaciones civiles belicistas, la “opinión pública”, en lo que se puede convertir en una auténtica “caza de brujas” macartista, y linchamiento público, capaz de destruir organizaciones poderosas y hasta acabar con la vida de muchos y destacados militantes. Esto, si antes no se ha impuesto ya un régimen fascista, de dictadura militar o similar. Nada de ello debiera resultar extraño a quienes recuerden la militarización del Metro en Madrid (enero de 1976 https://www.izquierdarevolucionaria.net/index.php/historia-teoria/1021-historia/teoria/8469-enero-de-1976-rebelion-social-en-madrid ), o los estados de excepción en el franquismo (una “vuelta de tuerca” más a lo que ya era una dictadura), y eso que no había de por medio una situación de guerra.
Con la guerra se organiza la “defensa operacional del territorio” que está pensada sobre todo para hacer frente a rebeliones populares. O la “defensa civil”, cuyo principal objetivo no es tanto proteger a la gente, como asegurar la retaguardia de la “subversión” o sea, de la oposición a la guerra, hoy rearmada con las enormes capacidades de control y vigilancia (cámaras en las calles, entradas en internet, geolocalización a través de los teléfonos móviles, tarjetas electrónicas para pagar todo, etc.).
Algo de eso ya lo vimos incluso en tiempo de paz, durante la pandemia de la covid, al principio, con el papel tan destacado que se quiso dar a los militares, y con las numerosas restricciones a nuestros derechos (unas justificadas, otras menos, otras no, o que se podían haber evitado si hubiese habido una previsión adecuada); con la guerra en Ucrania se han prohibido en Europa las fuentes de información rusas como si sólo lo de ellos fuese propaganda de guerra (censura pura y dura en democracia, aunque nosotros, supuestamente, no estemos en guerra con ellos), y a los críticos con el papel de Europa- EE.UU.-OTAN en la guerra, enseguida se nos tacha de connivencia con los agresores rusos (por mucho que condenemos la invasión) y de poco patriotas porque así ponemos en peligro la libertad de todos, la seguridad europea y nacional, etc., ¡aunque nos digan que no estamos en guerra con Rusia!. Pero en el fondo esa posición es coherente pues, aunque de tapadillo y por delegación, sí que estamos en guerra con Rusia, pues Ucrania está dirigida por la OTAN y nosotros estamos en la OTAN.
Todo esto sin contar con que, sin necesidad de llegar a ese escenario de régimen guerrero, nosotros ya estamos a un nivel político más que lamentable, pues hemos sido incapaces de dar una respuesta mínima correcta a la guerra en Ucrania. Ni siquiera nos hemos aproximado al nivel de resistencia a la guerra contra Irak (a cuenta de las “armas de destrucción masiva” inexistentes, 2003), ni contra la integración en la OTAN (1981-1986), ni la campaña europea y en otros países contra los euromisiles (1982-3, con las manifestaciones más grandes desde la II Guerra Mundial).
Entramos en el tiempo del colapso y de la probable guerra nuclear, más débiles que nunca, lo que reduce todavía más las esperanzas de resistir.
Por eso, nuestra verdadera OPORTUNIDAD está en TOMAR la INICIATIVA POLÍTICA en esta cuestión crucial DESDE MUCHO TIEMPO ANTES, no esperar a que la planteen los Estados burgueses en lo que podría ser una agudización rápida de las tensiones, y toma de decisiones militares todavía más aceleradas.
XIII.- ¡LA GUERRA EN CASA!. La casi imposible limitación geográfica de una guerra nuclear y sus consecuencias. La FANTASÍA NEUTRALISTA.
No debemos perder de vista que una guerra nuclear no se desatará en África, ni en el Ártico, ni en el Antártico o cualquier otro lugar remoto para nosotros los españoles y europeos, sino, muy probablemente, “en casita”, en la misma Europa, por la OTAN, por Rusia, porque el Reino Unido y Francia son también potencias militares nucleares, porque en España hay importantes bases militares estadounidenses en las que de siempre ha habido armamento nuclear, aunque fuese “de paso” (acordémonos del incidente de las bombas atómicas caídas en Palomares https://es.wikipedia.org/wiki/Incidente_de_Palomares ).
A los dirigentes de los EE.UU. les gustaría que una guerra nuclear se limitase a Europa (así la anunciaban durante la crisis de los euromisiles) y Asia, y que los muertos los pusiésemos europeos y asiáticos, como en su conflicto con Rusia a cuenta de Ucrania, son los ucranianos los que ponen los muertos de la guerra dirigida por la OTAN-EE.UU. Pero los rusos ¿admitirán que se les ataque en una guerra nuclear mientras los EE.UU. están a salvo y “les zurra” a través de la OTAN?. En las dos guerras mundiales, EE.UU. continental, consiguió, gracias al agua de por medio de dos grandes océanos (más el helado océano Ártico), evitar invasiones y hasta bombardeos. Pero ya no está libre de los misiles nucleares de largo alcance, sobrevolando, también, el Ártico, lanzados desde tierra, submarinos y buques de guerra. Recordad la cita de Inprecor nº 38, página 13 sobre la advertencia de ataque total a los EE.UU. por parte de la URSS, si sus fuerzas eran atacadas en Europa por un solo euromisil.
España se libró o implicó poco en las dos guerras mundiales, y las guerras que le han seguido, y todo eso ha contribuido a que los españolitos seamos menos conscientes que las gentes de otros países europeos de lo que significa una guerra mundial y de los riesgos de que se desate. Esta vez, caigan o no bombas y misiles nucleares en suelo español, no podremos librarnos ni de la guerra ni de sus apocalípticas consecuencias. Por eso, aunque nos opongamos a la OTAN, no debemos caer en la ilusión de que una política neutralista nos salve, pues si estallan bombas en Francia, Portugal, Italia, la devastación de la guerra, sus consecuencias económicas, etc., y la radicación (acordaos de Chernóbil y su nube radiactiva expandiéndose, por la atmósfera, a muchos países europeos) también nos alcanzaría. Y muy difícilmente podríamos sacar ventaja económica como con la neutralidad en la Primera Guerra Mundial, por el caos que se producirá en Europa y todo el mundo (a añadir a los problemas habituales del colapso), o en el mejor escenario, porque en semejante guerra, como ya ocurrió en otras, los beligerantes pueden violar la neutralidad de otros si les conviene, o porque les perjudican aprovisionando de bienes importantes al enemigo, facilitando su resistencia, y pretendiendo hacer negocios gracias al conflicto, mientras ellos se lo están jugando todo. Por eso tenderá a imponerse el criterio tantas veces aplicado de “quien no esté conmigo, estará contra mí”.
No debemos caer en una visión del conflicto limitándolo a las “grandes superpotencias”, como si Europa estuviese ahí, “pobrecita”, “en medio”, sufriendo por culpa de ambas. Pues los miembros de la muy capitalista Unión Europea, de larguísima tradición colonialista-imperialista y guerrera (unos más que otros), también tienen ahora sus intereses y ambiciones que implican imperialismo y guerra (aunque sea armando a uno de los bandos en África u Oriente Medio), y más en tiempos de colapso.
Es por eso por lo que en la Unión Europea no ha surgido, por parte de sus Estados miembros, ningún movimiento serio de desengancharse de la OTAN, y la guerra en Ucrania, en vez de incentivar eso, marcando distancias con los EE.UU., ha servido para todo lo contrario, para reforzar los lazos y compromisos con la OTAN y de ahí con la superpotencia EE.UU., pese a los sacrificios económicos que eso también supone para Europa, en particular para la principal potencia, Alemania. No es mera cuestión de servilismo o miedo hacia EE.UU., aunque también exista. La Unión Europea (Francia incrementa su armamento nuclear), y por supuesto el Reino Unido (en 2021 anunció un aumento notable de su armamento nuclear), prefieren combinar sus esfuerzos militares con EE.UU. (importante dependencia de sus fábricas de armamento y del “paraguas” de todo su arsenal muy superior al europeo), también finalmente económicos, aunque les pese por los problemas que eso puede traerles con Rusia y con China. Fueron Estados como Alemania y Francia los que, en otro tiempo, ya reclamaron a los EE.UU. más presencia militar en Europa, incluido armamento nuclear, no tratándose por tanto de una mera imposición norteamericana “neo-colonial”, ni mucho menos. La pertenencia a la OTAN, hasta ahora ha permitido que los presupuestos militares de los Estados europeos no fuesen todo lo altos que se necesitaría si debiesen pagar proporcionalmente el coste del escudo militar convencional y nuclear del que les ha provisto EE.UU. como principal miembro de la OTAN, y eso ha facilitado el destino de fondos a gastos sociales como la sanidad pública, para tener “contenta” a la población. De ahí las exigencias, reiteradas en varias ocasiones (1977…, Trump, acuerdos de la cumbre de la OTAN en Madrid de finales de junio de 2022) de incrementar el presupuesto militar de cada Estado para correr con los gastos (además de facilitar el negocio de la industria armamentística, en especial de la más poderosa y competitiva, la norteamericana) y de cumplir seriamente con esos compromisos.
De hecho, la pertenencia a la Unión Europea y a la OTAN, se ha ido vendiendo, aunque sea de forma discreta a los gobiernos implicados, como un paquete con complemento inseparable, una moneda con sus “cara y cruz”: “¿quieres entrar en la U.E.?, pues deberás comprometerte también con su seguridad, con la OTAN, al nivel que nos resulte más conveniente a nosotros, si no es plenamente formal (quizás no queramos que, a cuenta del artículo 5 y otros del Tratado, nos impliques abiertamente en una guerra que no deseemos, al menos, de momento), sí una implicación de colaboración real” (caso de Ucrania; articulado del Tratado en la web de la OTAN https://www.nato.int/cps/en/natohq/official_texts_17120.htm?selectedLocale=es , también hacia el final de https://leyderecho.org/tratado-de-la-otan/ ).
Así ocurrió con España, en el encuentro que tuvieron en la Casa Blanca el presidente Reagan y Felipe González presidente, y mediante otros previos asuntos más siniestros (la manipulación del MPAIAC de Canarias para chantajear al gobierno español y presionarle para el ingreso en OTAN), según se ha divulgado últimamente en un programa de televisión (“La Sexta columna” clips https://www.lasexta.com/temas/lasexta_columna_40_anos_otan-1 , programa completo, de pago https://www.atresplayer.com/lasexta/programas/lasexta-columna/temporada-11/40-anos-en-la-otan-del-bases-fuera-al-que-haces-fuera_6286b47a8a87b0e43901e4fa/ ; también se comenta y da otros datos en https://www.vidoevo.com/video/cVRiMVI1cWuRpWTA4eTQ/la-base-66-espaa-40-aos-en-la-otan ), también ha ocurrido esto con otros países europeos y últimamente, seguro que con Ucrania.
Además, no es verosímil un escenario en el cual EE.UU. de un lado, Rusia y China de otro, se estén “zurrando de lo lindo” en plan nuclear, y que el arsenal nuclear de Francia y, sobre todo, de Reino Unido, no muevan un dedo a favor de los EE.UU., pues además estarían obligados por los artículos 5 y 6 del tratado de la OTAN, y que no fuesen atacados por Rusia con carácter “preventivo”.
Por si alguien cree que podríamos escapar de una guerra entre EE.UU. y China (“¡están muy lejos!”), debe saber que, aparte acuerdos que puedan darse (seguro) para ese supuesto, ya solo con el Tratado de la OTAN nos estaríamos obligando a ayudar militarmente a los EE.UU. en los siguientes supuestos: ataque al territorio de los EE.UU. en América del Norte (incluida Alaska, no Hawai que está en el Océano Pacífico central), Puerto Rico; ataque contra las fuerzas, buques o aeronaves que se hallen en el territorio defendido por la OTAN, que incluye América del Norte, Europa, Turquía, el Mar Mediterráneo y el Atlántico Norte al norte del Trópico de Cáncer, lo que multiplica las posibilidades, pues en esos lugares puede haber bases, aviones con misiles nucleares de largo alcance, barcos o submarinos atómicos con otro tanto, norteamericanos, que se conviertan en objetivo de los misiles de largo alcance chinos. Y China ya los tiene de hasta 15.000 km, cuando la distancia de Pekín a Lisboa no llega a los 10.000 km, y se si situasen en el límite fronterizo occidental de China, la distancia sería notablemente inferior; la distancia entre Pekín y Nueva York es de 10.000 km (a través del Atlántico), y sospecho que sería menor si el misil hiciese su recorrido por el Ártico (polo Norte); pero China también podría lanzar misiles atómicos desde submarino, hasta una distancia de 9.000 km, y para ello bastaría con acercarse a los EE.UU. desde el océano Índico, el Atlántico o el Pacífico. Creo que no hace falta abundar en más detalles para entender que, con las armas nucleares, “el mundo es un pañuelo”, ya se ha quedado muy pequeño como para pretender escapar de ellas solo manteniendo la distancia, como podía ocurrir en otras guerras.
De modo que está fuera de lugar apostar a una estrategia de neutralidad europea (de la U.E.), como si pudiésemos contar para ello con las burguesías europeas, y además, en caso de conflicto nuclear “a tope” entre EE.UU. y Reino Unido, contra Rusia, China y Corea del Norte, pudiese salvarnos del “invierno nuclear” que afectaría a todo el planeta.
Y si el neutralismo no sirve, menos una pretendida política autónoma con respecto a los EE.UU., dentro o fuera de la OTAN. Eso sólo acabará subordinándonos a los intereses también imperialistas de burguesías europeas que sí tienen sus desavenencias con EE.UU., pero no dejan de ser “peleas de familia” o disputas entre jefes mafiosos de la misma gran organización, por el reparto de su territorio de influencia y la parte que cada uno se lleva en el “negocio”. Esto tiene especial pertinencia en el caso de Francia, que durante mucho tiempo se ha dado aires de independencia con respecto a los EE.UU. (incluso estando en la OTAN, pero no siempre plenamente integrada en todas sus instancias, ahora mantiene la independencia de su arsenal nuclear), sin embargo eso no ha reducido sus ambiciones imperialistas en África, Oriente Medio… Caer en esa trampa del “anti-americanismo” francés, como si eso debilitase la amenaza nuclear (detalles secundarios aparte), contribuyó a que el movimiento contra los euromisiles de los primeros 1980 fuese más débil en Francia que en otros países, pese a tener una clase trabajadora más consciente y combativa. ¿Acaso los misiles nucleares franceses son pacifistas o menos letales que los de otros?. O arrasados Alemania y Reino Unido por las explosiones nucleares ¿eso no afectará a Francia?.
Así que no podemos depositar nuestras esperanzas en la “protección” de un bloque militar beligerante, ni en una neutralidad difícilmente conseguible, sostenible, o directamente inútil ante los efectos de la guerra nuclear, sino en procurar impedirla ( https://es.wikipedia.org/wiki/Efectos_de_las_armas_nucleares , https://es.wikipedia.org/wiki/Efectos_globales_de_una_guerra_nuclear ).
Si, aun y todo, he titulado esta sección planteando la “casi imposible limitación geográfica de una guerra nuclear y sus consecuencias” es pensando, sobre todo, en una guerra nuclear entre Pakistán e India, en el supuesto de que no acabase implicada otra potencia nuclear por apoyar a una u otra. Pero ésta no es la principal amenaza que corre la Humanidad, así que nuestras reflexiones no deben partir de ahí, por catastrófica e inadmisible que sería incluso una guerra nuclear limitada a esos Estados (con muchísimos habitantes; más de 222,5 millones y más de 1.393,4 millones respectivamente) que, sin duda, también afectaría de muchos modos (empezando por la radiación) a otros países.
XIV.- ¿QUÉ HACER, cuando tenemos tan poco margen de actuación y el tiempo corre en nuestra contra?.
Quizás, tras tantas páginas leyendo, primero convendría echar un vistazo a lo que es la entrada de este artículo, donde expongo mi VISIÓN.
Dicho esto, lo más evidente es sacar la conclusión de que, al menos, lo que NO debemos hacer es lo que venimos haciendo desde décadas, o sea, subestimar el asunto, ni lo más mínimo, pues sería de una imbecilidad supina y letal.
Después de muchos años de silencio, volvía a plantearse (por Putin) la posibilidad de una guerra nuclear; y otros estadistas, los partidos, medios de comunicación, ¿sindicatos?, trataban esto con una frivolidad (demonizar a Putin, pero sin cuestionar el armamento de todas las potencias) que lleva a plantearte quién está “loco” aquí, ¿ellos, o quienes nos tomamos el asunto en serio?.
Esto viene facilitado porque, aunque posteriormente ha habido guerras asquerosas, mucha gente apenas sabe nada ya de verdad de la guerra de Vietnam (un despliegue terrorífico de guerra convencional del máximo nivel, guerra química y genocida, por parte de los EE.UU.), en general de la Guerra Fría, de la crisis de los misiles atómicos en Cuba de 1962, o de la europea de comienzos de los 1980 (euromisiles). ¡Pero si he visto un documental de 2007 (“Luz blanca, lluvia negra” aporto enlace en Recursos), en el cual, a jóvenes japoneses (¿de Hiroshima?) se les preguntaba qué les decía la fecha del 6 de agosto de 1945 y, entre risas nerviosas y tontas, no sabían a qué se podía referir, cuando es el día de la bomba atómica sobre Hiroshima, y pese a que se conmemoran ambas (9-8-1945, la de Nagasaki)!. Si me hubiesen preguntado a mí, aunque no recordaría si fue el día 6 u otro, por el mes y el año, enseguida lo habría relacionado, sin duda. ¿Estamos o no estamos “gilipollas”?. Seguro que esos jóvenes recordaban efemérides de mucha menor importancia. ¿Habrá cambiado tras los misiles norcoreanos que vuelan cerca de Japón, y por la guerra en Ucrania?. Con semejante “memoria de pez” para la política ¿cómo no vamos a repetir la historia y a peor?, ¡estaríamos condenados!. Comparemos e interroguémonos qué resultaría si en España se encuestase sobre qué ocurrió el 18 de julio de 1936. Quizás mejor que no, no fuese que nos diese un “patatús”. (https://es.wikipedia.org/wiki/Bombardeos_at%C3%B3micos_de_Hiroshima_y_Nagasaki )
Para empezar, no estaría mal que, al menos por una vez, atendiésemos seriamente el problema sin esperar a que nos los planteen los Estados anunciando que ya se han lanzado los ataques nucleares, porque igual ya no nos da tiempo para hacer nada más que escondernos debajo de la mesa (un consejo muy serio, al parecer). Que, por una vez, intentásemos tomar la iniciativa política en un tema existencial, no sería mala idea, y alguna oportunidad de supervivencia podría ofrecernos. Creo que merece el esfuerzo, en vez de seguir obcecados o absorbidos, como siempre, con asuntos que, comparado con esto, son peccata minuta, y problemas de los que ¡no tendremos que preocuparnos más! si se impone la guerra nuclear (ni de los cuidados, ni de la violencia de género, ni de “llegar a fin de mes”, ni los niños/as de tener que ir al cole un día de examen…). Tener nuestra propia agenda política, en lugar de limitarnos añadir en la del enemigo comentarios en el margen de la página, es una idea a tener en cuenta. No creo que por eso nos vaya a dar un infarto (ya veis que a mí, no). Aunque visto lo visto hasta la fecha, puede que todo esto sea demasiado pedir a nuestra progresía y revolucionarios.
Con el calentamiento global estamos comprobando que, si no se abordaba en serio desde hace mucho tiempo, no podía ocurrir sino lo que está pasando: ya será imposible limitarlo a 1,5 grados centígrados. Si no venía acompañado del cuestionamiento del capitalismo y sus Estados, estos nos iban a estar engañando haciendo creer que quienes son causa y parte del problema, son quienes van a dar la solución, por lo que no puede ser sino una estafa, como estamos viendo tras las sucesivas COP.
El cuestionamiento de la guerra nuclear, si quiere tener algún alcance real y eficacia, pasa por el de sus causas, el capitalismo y sus Estados burgueses, y por hacerlo desde mucho tiempo antes de que ya sea inevitable. Y ello, independientemente de lo que podamos conseguir con hacerlo: ¿debilitar, vencer al capitalismo y sus Estados?.
Esto es muy necesario, pues si en la década de los 1990, con la disolución del Pacto de Varsovia, había todavía alguna muy remota posibilidad de que se produjese el desarme nuclear, no interesó (sobre todo a los EE.UU., pendientes de conservar su hegemonía militar en tanto decaían como potencia económica), y se dejó pasar la oportunidad. Y los Estados del capitalismo en colapso, cuando la competencia se exacerbará hasta lo nunca conocido en la Historia, estarán aun menos dispuestos a renunciar a las armas nucleares, pues verán en ellas su “último recurso” para imponerse, por el chantaje o la destrucción del competidor, o disuadir a quien desee imponérseles. Estado burgués y armas nucleares serán “como uña y carne”.
No hay que ser espontaneistas con el cuestionamiento del capitalismo y sus Estados. Alguien podría pensar que, con el colapso, la gente lo cuestionará sin duda, pero yo no pondría “la mano en el fuego”, ni de lejos. Dos guerras mundiales, la crisis de 1929, no fueron suficientes para cuestionar a fondo el capitalismo en Occidente, menos cuando se dieron los “30 gloriosos” y los siguientes años de crecimiento y “paz” en Occidente. La crisis de 2008, el calentamiento global, a lo más que ha llevado a un sector amplio de la gente es a la crítica del neoliberalismo, pero no del capitalismo en sí, entendido en su verdadera raíz (trabajo-valor-plusvalía-ganancia).
Esto se comprende, en parte, porque todavía pueden cubrir sus necesidades básicas y porque el capitalismo-Estado, constituye un modo de producción-dominación muy complejo, nada fácil de entender por la simple experiencia, para colmo, fragmentada en varias generaciones –se cuenta una cada 20 a 30 años- que ignoran muchas cosas del pasado, pues la clase trabajadora o proletariado no es una persona nacida a finales del siglo XVIII en el Reino Unido (con la revolución industrial), y que con la edad ya debería haber escarmentado hace mucho tiempo y estar de vuelta de muchas cosas. Además, la experiencia del capitalismo está fetichizada (el famoso fetichismo de la mercancía; véase explicación sencilla en mi artículo https://archivo.kaosenlared.net/la-sociedad-autofaga-de-jappe-capitalismo-y-narcisismo/ ). Su conocimiento, oscurecido además por todas las falsas explicaciones y propaganda burguesa, las malas artes de los medios de comunicación. Como sistema, carece de la transparencia que tiene capturar personas libres, cargarlas de cadenas, convertirlas en esclavos y someterlas a trabajo forzado a base de látigo y cosas peores (como los negros de África para llevarlos a las plantaciones de América). Y condiciona la psicología de la gente (autoritarismo, obediencia a la autoridad, individualismo, narcisismo…) en tanto le parece ser totalmente libre y dueña de su vida (a diferencia del esclavo).
Pero con el colapso, dada la extrema debilidad de la conciencia anti-capitalista con la que entramos en él, que el colapso de la civilización industrial cierra la posibilidad de una alternativa realmente superadora y progresista (socialismo-comunismo, anarquía), y vistas las experiencias de los fascismos y, en la actualidad, del auge de las teorías conspiranoicas de todo tipo que pretenden “explicar” el estado del mundo y no hacen sino confundirlo todavía más, no me extrañaría lo más mínimo de que la mayoría de la gente se agarrase como “clavo ardiendo” a lo poco que tenga, y en vez de aborrecer del capitalismo y sus Estados (no puede implementar una alternativa revolucionaria), elabore (con la ayuda de los apologetas y mentirosos a sueldo que siempre habrá dispuestos) una alternativa reaccionaria, toda una mitología sobre “los viejos buenos tiempos de esplendor del capitalismo, de la sociedad de la tecno-ciencia y el consumo, que tanto progreso y bienestar nos trajo”, culpe a vete a saber quién (en Occidente a los rusos y chinos, allí a los occidentales y sus aliados que han trucado el progreso del país…) como en los 1930 en Alemania los nazis culpaban de todo a la conspiración judía, capaz de manejar a la vez los hilos del capitalismo, del socialismo y del comunismo (¡qué “tíos”! los jodidos judíos; ¡esos sí que serían la raza superior, porque al final ganaron a los “cabezas cuadradas” nazis, pese a haber sido casi exterminados!), y que lo mismo que ahora se levantan eslóganes como “volvamos a hacer grande a América”, se les ocurra alguno que venga a decir algo así como “volvamos a hacer grande el capitalismo” y por supuesto al Estado burgués que, para hacer eso posible, ya no en base a un crecimiento “natural” imposible (decrecimiento “por las malas”), sino a arrebatar pura y simplemente los recursos a otros (lo que de siempre se ha hecho, pero ya sin la menor compensación ni esperanza de bienestar futuro, y a lo bestia, hasta el genocidio “silencioso” por hambre o peores métodos).
En otro momento histórico, incluso hasta antes de la guerra de Ucrania, yo podría haber dicho que nuestra única salvación está en la revolución socialista-comunista mundial, y lo habría completado con algunas propuestas táctico-estratégicas, como rechazar los presupuestos militares, la OTAN, desmantelamiento unilateral del armamento nuclear y no de la sanidad pública, etc., como vías precisamente para acumular fuerzas en la dirección de la revolución (NOTA 9)
Sin embargo, con la guerra en Ucrania (nuestra vergonzosa impotencia), metiendo ya un pie en el tiempo del colapso con el altísimo riesgo de sus derivas fascistas, belicistas, genocidas, y teniendo en cuenta la extrema debilidad con la que entramos en él, mi balance, como lo he explicado extensamente en otros artículos (NOTA 10), es que ya es demasiado tarde, la clase trabajadora mundial ya ha sufrido la derrota estratégica definitiva (aunque no haya sido expresamente aplastada) su horizonte de autoliberación se han perdido para siempre jamás, “pasamos pantalla” a la Larga Marcha de retirada hacia no sabemos bien dónde (no, desde luego, ningún ecosocialismo, ni siquiera “descalzo”, ni ecofeminismo, ni ecoanarquismo; muy probablemente, ecofascismo y genocidio generalizado, guerra mundial nuclear). Esa revolución que deseé tanto, es ya objetiva (condiciones materiales para su implantación y que no se produzca un aborto o salga una degeneración monstruosa) y subjetivamente (valores, conciencia, combatividad, autoorganización de la fuerza social revolucionaria) imposible. Hemos dejado pasar hasta el último tren, desaprovechado todas las oportunidades. Nos los hemos “ganado a pulso” por nuestra irresponsabilidad y estupidez (rozando la imbecilidad en algunos casos).
La crisis de los euromisiles (primeros años 1980) provocó una gigantesca respuesta de protesta de millones de personas en Europa (Alemania, Reino Unido, Bélgica, Francia, Italia…), EE.UU. (1-6-1982, Nueva York, manifestación de un millón de personas), y otros países como Australia y Japón. Fue posible no solo por la extrema gravedad del asunto, sino porque todavía estaba sin enfriar del todo el recuerdo de las luchas de la clase trabajadora en el periodo anterior (1968-1975, España 1976-7, 1980 en Polonia https://es.internationalism.org/tag/historia-del-movimiento-obrero/1980-huelga-de-masas-en-polonia — https://es.wikipedia.org/wiki/Agosto_de_1980_(Polonia) ) y la oposición a la terrible guerra de Vietnam. Pero ahora, en particular nuestra derrota en la pasada década (más que por luchar, por hacerlo mal y no pelear), y todo lo que veníamos arrastrando desde finales de los 1980, ha contribuido a la vergonzosa actitud (falta de reacción, cuando no, apoyo a uno u otro bando imperialista) ante un acontecimiento tan gravísimo como la guerra en Ucrania, que se convierte así en el antecedente o prólogo para la próxima guerra, como en su día lo fueron la invasión en 1931 de Japón a China, la derrota definitiva de la clase trabajadora alemana con el ascenso del nazismo al poder (30-1-1933), o la guerra civil española (1936-9).
El horizonte de grandes luchas de la clase trabajadora, con un potencial de escalada hasta la revolución ya no lo tenemos por delante, sino por detrás nuestro, sobrepasado, agotado en otro tiempo (1968-1980) o simplemente desaprovechada la oportunidad (como el imbécil desperdicio en España sobre todo, de la lucha española-europea contra la política de austeridad en la década pasada, de sobra explicado por mí, no sólo en sus implicaciones inmediatas, sino estratégicas, de cambio de rumbo adaptándolo a nuestro real marco de lucha de clases, la Unión Europea y OTAN). Y lo que es peor, pues por razones objetivas, materiales, el colapso de la civilización industrial cierra para siempre la puerta de entrada a una sociedad socialista-comunista, lo que ahoga definitivamente la posibilidad de un último ascenso revolucionario con éxito, de una clase trabajadora renacida, a la desesperada, cual ave fénix, de sus tremendas derrotas por activa (peleando en serio) o pasiva (esas que ni se notan, pues “no sangran”, por ni haber luchado, como las más recientes de la pasada década o ante la guerra en Ucrania). Para que no le quede duda a nadie: ¡la hemos pifiado! del todo y definitivamente.
De modo que, si no tenemos una solución estratégica, no podemos presentar alternativas tácticas acordes, bien orientadas siguiendo esa guía, y deberemos conformarnos con una estrategia que no será de solución, de vencer definitivamente, sino de resistencia y supervivencia del mejor modo que podamos, que parecerá muy poco comparado con las aspiraciones radicales mantenidas durante dos siglos por sectores minoritarios (fracasando una y otra vez), pero que ya será mucho (nos podremos “dar con un canto en los dientes”) teniendo en cuenta nuestra extrema debilidad y la gigantesca fuerza de la corriente que lleva a la Humanidad a su autodestrucción que, muy probablemente, será lo que se imponga.
Por tanto, nos hayamos con el tremendo problema de que la lucha pacifista ingenua, “buenista” no podrá vencer a un capitalismo en colapso que se agarrará desesperadamente al “clavo ardiendo” del arma nuclear, pero a la vez no podremos imponer la revolución socialista-comunista internacional (o la anarquía) que nos libraría de ese capitalismo.
Recordemos que, generalmente, los movimientos pacifistas, antiguerra en Europa, anti-OTAN, por el desarme nuclear, han fracasado o no han podido alcanzar los objetivos máximos, y menos eliminar el armamento nuclear y su carrera. También que, una resistencia solo por medios pacíficos no podrá detener nunca a un Estado burgués “democrático”, fascista o similar, impelido por las circunstancias y decidido a llegar hasta el final. ¿O acaso creéis que Mahatma Gandhi habría tenido alguna oportunidad ante Hitler, o que si su propósito no hubiese sido solo la independencia nacional de la India, sino acabar con el capitalismo, hubiera podido vencer con sus métodos, y que los imperialismos británico, norteamericano, le habrían respetado la vida, de poder matarlo?.
Aunque casi nadie se ha percatado, estamos ya metidos en una carrera a toda velocidad hacia el apocalipsis, y el problema es que la alternativa revolucionaria ya no puede tomarle la delantera al capitalismo y “frenar el carro” ante el abismo. ¿Cómo “echarle el freno” a esto?. ¡Porque algo debemos hacer, no resignarnos, sentados cruzados de brazos esperando la explosión termonuclear, como quien contempla una espectacular “salida del sol”, pero a las 3 de la madrugada!. La muerte individual es inevitable y, llegado lo irreparable, no queda sino asumirla. Sin embargo, no podemos aceptar que lo sea, ¡por la mano humana!, la de nuestra especie, ¡es demasiado y debemos rebelarnos contra ese destino que pretenderán imponernos!. ¿Cómo?. Lo que se me ocurre es lo siguiente.
Si ya no podrá ser que eliminemos el peligro de la guerra nuclear del modo más consecuente, esto es, acabando con el capitalismo al modo que habría sido objetivamente posible (otra cosa son las condiciones subjetivas), por ejemplo, en la década de los 1970, lo que nos quedaría, estratégicamente, es oponernos a la guerra de manera que, la “ventana de oportunidad” para ella se acabe cerrando, y ya no les sea posible ese recurso por la propia desintegración del capitalismo y de sus aparatos de guerra más organizados y sofisticados (sin creer por ello que el Estado, su policía y ejército, desaparecerán por completo, aunque ya no sea igual al que conocemos). Aunque el potencial destructor de la guerra convencional es enorme, desplegarla como se hizo en las pasadas guerras mundiales, resultará muy difícil en el tiempo del colapso, resultando finalmente de todo punto imposible. De ahí, como he explicado, la ventaja militar y “social” (para los Estados burgueses) del uso del arma nuclear en tiempo del colapso antes de que eso también les resulte inviable. Pero si impedimos que la utilicen, debido al debilitamiento de todo el sistema militar mundial, muy probablemente también nos evitaremos la tercera guerra mundial convencional y podremos salvarnos.
Es decir, hacer todo lo posible, para aguantar, resistir, y permitir que el colapso tenga tiempo para hacer su labor y termine por colapsar también ese potencial destructor: primero, dificultando el convencional, segundo, impidiendo el nuclear, y finalmente, imposibilitando el convencional. Por eso, habrá un tiempo crítico, unos años, un lustro o más, en el que la tentación de la guerra crecerá exponencialmente, pero en el que también debe subir exponencialmente la lucha de resistencia contra ella, de modo que, entre que teman alguna revolución (aunque condenada a degenerar, sin condiciones objetivas para consolidarse transformando la sociedad, acabando con el capitalismo hasta la raíz y todas las sociedades de clase y con Estado), y entre que vacilan y se enfrentan entre sí por la estrategia a seguir contra nosotros y contra sus Estados enemigos, se les pase el tiempo, desaparezca la posible ventaja militar estratégica que les habría invitado a lanzarse a la guerra, y se les agoten los recursos.
Pero para esto no sirve nuestra habitual chapuzaría estratégica (confundir el análisis científico con la formulación de ilusiones), la postergación (“mejor, mañana”), la improvisación sobre la marcha, tarde y mal, y tanta estupidez como venimos desplegando. Si seguimos siendo lo mismo que hasta ahora, ya podemos darnos por “jodidos”. Debemos ser incomparablemente más listos, más espabilados, ser muchísimo más previsores, con mucho tiempo de antelación, estar más alerta, con más iniciativa y creatividad, que lo que venimos siendo, no entendiendo lo fundamental y dejando pasar oportunidades que ni pintadas. Porque esa resistencia que nos podría salvar no se levantará de un día para otro como tal vez sí la crisis nuclear. Debemos prepararla DESDE YA:
Esto es fácil de decir, muy difícil de hacer y más todavía que resulte, pues necesitaría de un movimiento de resistencia antiguerra sostenido todo el tiempo que hiciese falta para que la “ventana de oportunidad” se cerrase para todas las potencias implicadas, pues pudiera hacerlo para una pero no para otra, que entonces podría aprovechar la ventaja.
Cuando la gente se diese cuenta de que se acerca una guerra, si se movilizase contra ella, veríamos fenómenos como que, estando la abrumadora mayoría de la ciudadanía en contra, un Parlamento votase a favor de medidas belicistas, o que lo hiciese en contra, pero de modo que no llegasen hasta el final en su ejecución, siendo sobre todo una maniobra para “torear” al movimiento de oposición, desgastarlo y ganar tiempo hasta que la guerra fuese un hecho consumado. Así que desde mucho tiempo antes, debemos ser muy conscientes de todo esto y ser fueres, para evitar que se nos impongan.
Como nos lo jugamos todo (no habrá una segunda oportunidad) y, además, partimos de una debilidad extrema, habríamos de ser extremadamente inteligentes. No deberíamos caer en tres errores: a) limitarnos, aunque sea “desde la calle”, al seguidismo de lo que se haga y decida en el Parlamento, el Gobierno, con las elecciones a las instituciones del Estado, etc. o de los sindicatos, iglesias, y otras organizaciones implicadas con el Estado burgués. b) limitarnos a la lucha en el marco extra-institucional, ignorando lo que sucede en él, en lugar de procurar incidir en todas sus contradicciones, aprovechar sus disputas, vacilaciones, para hacernos más fuertes, si fuese posible, consiguiendo allí también apoyos por muy coyunturales e interesados que sean (sin subordinarnos, sin temer a que se alejen esos “aliados” porque hagamos que las masas se hagan más independientes de ellos y fuertes), pero que nos permitan ganar tiempo y acumular fuerzas, y algo parecido con sindicatos, iglesias, etc. c) estando en el error b), con un radicalismo superficial, inmaduro, poco astuto, facilitaríamos que la gente se pudiese deslumbrar por hábiles maniobras institucionales (esas sí, llenas de astucia con la peor intención), de modo que acabase cayendo en el error a) y de ahí a la derrota.
El criterio debiera ser, unir todo lo que pueda unirse con el objetivo de que la lucha de masas, avance todo lo que, en cada momento, sea posible (evitando caer en provocaciones, etc.). A ese avanzar todo lo posible, está subordinada la unidad y no a la inversa. Esto significa que: a) los más conscientes y combativos no deben correr demasiado, sacrificando la unidad que sea imprescindible para el avance real, descolgándose de la mayoría necesaria, pues así no avanzará la masa crítica que se requiere para vencer, sino unos pocos que se destacarán, aislarán y serán derrotados; b) pero tampoco lo contrario, es decir, la mayoría necesaria verse lastrada por una minoría atrasada, impidiendo avanzar todo lo que se podría haber conseguido, por la idea errónea de antes convencer a todos, la unanimidad, etc., pues nunca se convencerá a tiempo al 100%, y será la prueba del éxito y sus buenos resultados, lo único que persuadirá a muchos; de ese modo habríamos hecho de la “unidad” (impuesta por el criterio más bajo) un fetiche, pues la unidad no es un objetivo en sí, sino un medio para avanzar en la lucha y vencer.
En este sentido no debemos dejarnos engañar por la cínica demagogia del discurso democrático de la burguesía, tan poco democrática ella en la práctica (nada en el tema de la guerra, y menos de la nuclear), pero que a nosotros, para lastrarnos, frenarnos y derrotarnos, nos exigirá un nivel de democracia socialmente imposible, y en tanto nos tachará de antidemocráticos, etc.
Como he explicado, no podemos caer en la trampa del control, limitación y desarme, tal como nos lo plantearán los Estados burgueses, como supuesta solución realista al problema, pues se ha demostrado hasta la saciedad que no tiene nada de realista cuando llevan así décadas sin resolverlo nunca, al contrario, en una tendencia permanente a la escalada cada vez más peligrosa.
La exigencia de desmantelamiento de TODO el sistema de armamento nuclear sería ante todo para no caer en las trampas de los controles, limitaciones, reducciones, etc., que de seguro nos presentarían como solución. Esto quiere decir que el desmantelamiento no debe depender de llegar a acuerdos entre los Estados opuestos, pues entonces nos acabaríamos subordinando a ellos, y eso no llegaría nunca a lo que debe llegar. Debemos pensar, en primer lugar, en dar pasos en “nuestro propio” Estado, hacia el DESARME NUCLEAR UNILATERAL, pues eso inspirará la confianza en los pueblos “enemigos” y restará a sus Estados argumentos para el belicismo.
La exigencia del desmantelamiento unilateral, sin esperar a otros, cierra la puerta a la autorización a una guerra condicionada a si el otro/s Estado/s, no quieren desarmarse, y como esa es la realidad de todos los Estados burgueses, unos a otros se darán la excusa perfecta para la matanza (“es que el otro no quiere, así que me veo obligado”), y nosotros, con nuestra política, le estaríamos “poniendo en bandeja” el método con el cual estafarnos.
Este planteamiento radical del desarme nuclear unilateral supone una ruptura con la ideología nacionalista defensista, que legitima al Estado burgués y su armamento, dándole un voto de confianza a su gestión y dejando finalmente el asunto en su manos, lo cual sería como decirle: “idealmente estamos por el desarme, pero tú no lo hagas hasta que no llegues con el Estado oponente al acuerdo de hacerlo a la par; en tanto, confiamos en que nos defiendas incluso con las armas nucleares; para esto votamos a tu gestión, y tú decides”. Aquí se ve cómo ese planteamiento anti-unilateral, nos metería en una auténtica trampa de la que tendría la llave el Estado burgués.
Si caemos ahí, a lo único que realmente estaremos aspirando será a formar organizaciones invitadas como observadores en las “conferencias de paz”, un poco como los ecologistas “convidados de piedra” o “floreros” en las COP sobre el calentamiento global. Sí podremos criticar, presionar algo, pero nada más, ante los expertos y quienes controlan la información militar secreta y los asuntos “sensibles” que deben tratarse con cuidado, no exponiéndolos a la luz pública como un mero conocimiento científico de la naturaleza, dirán. En ese marco, se entendería que la protesta en la calle, resultaría muchas veces contraproducente (“demasiada presión sobre los nuestros que puede llevarles a ceder ante los otros en lo que no deberían”) o sería manipulada según los intereses del Estado (“protestas dirigidas contra la inflexibilidad del Estado oponente para llegar a un acuerdo (ventajoso para nosotros)”, etc.). En ese marco, los unilateralistas acabarían pasando, de ser molestos, a ser considerados incluso, objetivamente, agentes al servicio del enemigo, aunque no estén a su sueldo (acusados de eso, también). Si antes del colapso no se han desarmado voluntariamente, menos cuando el arma nuclear la pueden ver como su último recurso, más irrenunciable que nunca.
Para que esta estrategia del desarme unilateral tenga éxito políticamente, hay que ser prudentes y prepararla y llevarla a cabo con mucha antelación y tomando la iniciativa para que, con tiempo, vaya calando en todas partes y estimulando el surgimiento de movimientos de resistencia a la guerra en todas las potencias beligerantes. No serviría de nada sacarla a la luz cuando ya estemos en una crisis político-militar, pues no calaría, y de triunfar (un supuesto irreal), solo sería en alguno de los países, y por ello, muy probablemente, serviría para que otra potencia en la que no hay movimiento como éste o con su fuerza, viese ahí la ocasión para imponerse o aniquilar a un oponente vulnerable. Una vez más, esto exige que nuestra estrategia se despliegue desde muchísimo tiempo antes, DESDE YA.
Cierto que es muy difícil. Uno no puede meterse, como venimos haciendo desde hace décadas, cada vez más a fondo, en una trampa mortal, y luego pretender que tenga una salida despejada. Pero es lo único realista para no perder nosotras el tiempo y debilitarlos a todos ellos lo más rápido posible. Si lo dejamos a sus acuerdos, teniendo en cuenta que los Estados nuclearizados no tienen verdadero interés en el desarme (a lo sumo, el del contrario), como avalan ya 77 años, nos expondríamos a que, dando largas al asunto, encontrasen su “ventana de oportunidad” para la guerra.
Sin embargo, debemos reconocer que ese desmantelamiento no sería posible que lo hiciesen los Estados burgueses en tanto viesen alguna posibilidad de sacarle provecho al arsenal. Tampoco podríamos proceder a hacerlo nosotros con una revolución mediante, pues esa revolución sería ya altísimamente improbable, casi imposible (en todo caso, inviable, insostenible históricamente), al menos debemos verlo así (es lo realista), pues de lo contrario, como siempre, postergaríamos alentando ilusiones (“ya lo abordaremos entonces, y solucionaremos con una revolución”).
Lo que de hecho conseguiremos con nuestro cuestionamiento radical (desarme nuclear unilateral) será la paralización de la marcha a la guerra y que no aparezca, o se cierre sin poder usarla, la “ventana de oportunidad”, dando tiempo a que el colapso haga su labor desintegradora del sistema. Es decir, que no conseguiremos el desmantelamiento y así desaparecería la posibilidad de guerra nuclear, sino que con esa reivindicación anti-defensista y anti-imperialista, cerraremos el paso a la guerra, y eso dará opción al desmantelamiento, cuando ya no tenga sentido ni sirva ese arsenal.
Una vez esté debilitada la burguesía y sus Estados por el colapso, y conscientes de que no le pueden sacar utilidad al armamento nuclear, tendrán que asumir que suponen un peligro de accidentes, etc., y que deben desmantelarse como las centrales nucleares, pero ¿serán capaces?. ¡Ay, ay, ay!. Ésta es una de las muchísimas razones por las que el colapso me disgusta tanto.
Resumen: No habrá (lo más probable) una revolución que imponga el desmantelamiento nuclear; tampoco habrá desmantelamiento por los Estados burgueses en tanto crean que pueden usarlas; la reivindicación de desmantelamiento unilateral paralizará, en términos políticos, el brazo que pulse el botón nuclear, impedirá el uso del arsenal aunque siga existiendo; pasada la oportunidad para usarlo, dado su peligro, no ya como arma utilizada conscientemente, sino como artefacto residual (como los de una centrales nuclear), exigirá su desmantelamiento.
La lucha contra las políticas austericidas en tanto se despilfarra en armamento, serían una base de apoyo importante para ligarla a la lucha contra la guerra, salvo que la burguesía haya convencido a sectores importantes de la gente de que la solución a sus problemas pasa por los empleos en la industria militar y por garantizarse la provisión de determinadas fuentes de energía, materias primas, recursos agrícolas…, mediante la guerra, sembrando la esperanza de que “el riesgo está controlado” y no terminará en la autodestrucción; que es lo que pasó en Alemania con los nazis, la aspiración al “espacio vital”, la guerra de exterminio, y su destrucción final.
Debemos estar muy, pero que muy atentas, a todas sus iniciativas políticas y militares, y a las innovaciones guerreras. Por ejemplo, y sin pretensión predictiva. Supongamos que no entrase ninguna otra variable, y que el nuevo bombardero B-21 Raider efectivamente se convirtiese en la década de 1930 en la “columna vertebral” del ejército de aire de los EE.UU. Esa podría ser la clave para tener la ventaja militar que les incitaría a lanzarse a la guerra nuclear con la esperanza de ganarla. Lo dicho no es más que un ejercicio, pero indica una de las herramientas para nuestro análisis, además de la situación económica, social, política general, que siempre serán lo más importante.
Existe un último factor político al que demasiadas veces se le resta la importancia que tiene, y es el TIEMPO (cronológico) que se puede convertir casi en el director de la obra, dando entrada, deteniendo, expulsando del escenario a los diversos personajes, sobre todo con la aceleración histórica que provocará el colapso (no serán tiempos plácidos y monocordes). Unos querrán acelerar o ralentizar determinados procesos. Entrar en escena cuanto antes para condicionar toda la obra, coger a los demás por sorpresa, sin apenas preparación, y ganar la partida; o “darle largas” al asunto hasta agotar la resistencia. Si no actúas a tiempo, se pasó tu oportunidad, quedando fuera de juego; pero si te precipitas por no ser paciente y calcular el momento adecuado, fracasas.
Durante el colapso, el factor tiempo nos tendrá de susto en sobresalto, bajando escalones de civilización, a la vez que haciendo escaladas de barbarie.
Nuestra relación con el tiempo, cuando el tiempo corre en nuestra contra, siempre será la de ganar tiempo. De dos maneras, en dos fases. A) Adelantarnos todo lo posible a los acontecimientos, es decir, ser muy previsores y traer las cuestiones del futuro al presente (donde todavía no están activadas, no pueden hacer daño), como la denuncia del peligro de la guerra nuclear, sobre todo con el capitalismo en colapso, o los problemas con los fosfatos de roca, etc. Ya no cabe el planteamiento de procurar hacer la revolución cuanto antes para salvarnos así del colapso y sus calamidades, eso ya es imposible, así que se trata de otro modo de adelantar los tiempos. B) A continuación de la anterior, pero en sentido contrario, se tratará, no de adelantar el tiempo, pues ya objetivamente por sí solo se acelerará más con el colapso y el aumento de la tentación nuclear, sino de ralentizando todo lo posible el político-militar, haciendo de freno, para que el colapso pueda llegar a tiempo para hacer el tipo de tarea desintegradora que a nosotras sí nos conviene, a falta de alternativa mejor.
Ya sé que es una tradición muy española, pero no estamos para “echarnos una siesta”. Hay que prever las cosas con mucha antelación e ir tomando medidas antes de que, como casi siempre, “nos pille el toro”, se cierre nuestra “ventana de oportunidad”. Por eso, al contrario de lo que algunas personas puedan pensar, este artículo no tiene nada de precipitación (en todo caso, por no haberle dedicado más tiempo para profundizar, pero ya estoy cansada, quiero publicarlo sin darle más vueltas y que otros/as avancen, aunque sea criticando), pues vamos muy atrasados en este asunto (desde 1945), en particular en España.
Como no quiero dar el menor pie a las ilusiones espontaneistas y automatistas de algunos colapsistas, permitidme que insista de forma sintética.
El colapso, de por sí, NO nos librará de la guerra nuclear. Al contrario, el colapso impulsará exponencialmente el peligro de guerra nuclear. Únicamente podremos impedir esto y hacer que el colapso (como mal menor en comparación con la guerra nuclear) juegue a nuestro favor, a condición de que, CON MUCHO TIEMPO y A TIEMPO, nos opongamos resueltamente con todas nuestras fuerzas a la guerra nuclear, y a la guerra convencional también, cuestionando el capitalismo y sus Estados (aunque ya no podamos derribarlo, y menos superarlo), ganando tiempo para que, entonces sí, el colapso haga colapsar también el sistema militar nuclear, y el convencional actual, dando paso a otro menos mortífero para la especie, pues el colapso no acabará con la existencia del Estado ni de la sociedad de explotación y dominación de la que será expresión, aunque ya no fuese la capitalista.
Esta reflexión sobre la guerra nuclear no hace sino reafirmarme en mi balance de la década pasada, la que era imprescindible para entrar en este tiempo con mucha más fuerza, unidad, claridad de ideas, sobre todo en la clase trabajadora de la Unión Europea (podría haber convertido su ejemplo de unidad por encima de las fronteras, en un faro para el mundo), pues las vamos a necesitar desesperadamente. Pero entre el sabotaje de unos, la negligencia de otros, la falta de visión y de prospectiva (se impone la miopía política), la irresponsabilidad, la pereza, la cobardía, la postergación (“¿luchar?, mejor mañana”), la estupidez generalizada, conseguimos lo que era más difícil: desperdiciar del modo más miserable la extraordinaria oportunidad histórica que se nos presentó, luchar mucho pero mal y para perder y, como advertí sin descanso, eso provocó nuestra definitiva derrota histórica (por incomparecencia en el combate principal, sin necesidad de “derramar sangre”), tanto más porque ni siquiera somos conscientes de ella (por eso os remito a mis balances). Y hemos ido a parar a esto. No me repito mas, tenéis extensos artículos míos sobre ello.
Lo he dicho muchas veces y lo digo otra vez. No nos merecemos la extinción (como un jovencito imprudente –algo muy frecuente por la edad- no merece morir en un accidente de moto, solo una sanción), pero nos lo estamos “ganando a pulso”, y con ganas. Solo pensar que si no hubiese sido por Stanislav Petrov, y otros casos ( véase en https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_las_armas_nucleares#Ocasiones_en_que_se_estuvo_a_punto_del_inicio_de_una_guerra_nuclear ), como en 1962 (varios errores gravísimos) y más que seguro no han salido a la luz para no alarmarnos, pudiese que ya no estuviésemos aquí, cuando menos como civilización, nos dice que venimos tolerando desde hace más de medio siglo vivir en una “puta locura”. Y saber eso tampoco ha provocado ninguna reacción mundial, ni hemos salido millones y millones de personas a la calle diciendo “¡basta ya, desmantelamiento nuclear!”. No. Hemos seguido nuestra vida como si no hubiese pasado nada y, sin embargo, cualquier otro incidente infinitamente menor (por muy dramático e injusto que sea para la persona que lo padezca y demás afectadas, y comprensible alarma social) tiene mayor relevancia y hasta nos subleva y provoca que salgamos a las calles a protestar. Pero por esto, o no, o muchísimo menos. Con nuestras necesidades, urgencias, cortoplacismo, miopía e irresponsabilidad, siempre pesa más el “fin de mes” que el fin del mundo, y eso lo dejamos, claro está, para el final, o sea, para ¡cuando ya no tenga remedio!.
Yo no quiero hacer eso. Ya veis que, aunque asustada, procuro mirar de frente a los ojos de la bestia, sin apartar la mirada, sin autoengañarme creyendo que no está, que se trata de una pareidolia (confundo unas manchas en la pared, con su cara), que “no es tan fiero el león como lo pintan”, o que bastará con un bufido o gritarle para que se asuste y se vaya, o que es “un tigre de papel” (decía, provocativamente, Mao Zedong, antes transliterado como Mao Tse-tung). Que, a pesar de mi miedo, tampoco me resigno, no “tiro la toalla”. Pero salvo estos trazos generales, no sé bien “por dónde tirar”, y creo que tampoco se me puede exigir, pues es tarea de muchísimos/as.
Al menos no pienso plantearos la “alternativa” de que forméis una cooperativa (más progre y “solidario” que solo pensar en la propia familia) para construiros un refugio-bunker anti-nuclear y lo abarrotéis de provisiones, armas y municiones para defenderos de vuestros semejantes supervivientes al apocalipsis, si los hubiere.
Así que me permitiréis que os deje aquí, un poco “colgados”, “con las ganas”, y que el desarrollo de esta parte la vaya madurando para presentarla en mejor ocasión. En tanto, idlo pensado también vosotras/os, aprovechando el marco teórico y prospectivo que os ofrezco, u otro mejor si lo tenéis. Suerte.
DESPEDIDA.
Este artículo tiene la gran limitación de que sólo aborda la guerra nuclear y además sin contemplar la posible vuelta, por su coste relativamente módico, de la bomba de neutrones (destruir personas, pero no cosas “daño mínimo a estructuras y edificios, pero tiene un gran efecto en seres vivos, incluso aunque estos se encuentren dentro de vehículos o instalaciones blindados o acorazados” https://es.wikipedia.org/wiki/Bomba_de_neutrones , y página 14 del Inprecor nº 19); también podrían recurrir a la química y biológica sobre las que hay muchísimo más secretismo, además de la convencional que hoy día tiene un poder de destrucción colosal, muy superior al de la II GM y Vietnam, que la superó. Por lo que el asunto se nos complicaría todavía más para el colapso.
Además de la guerra, está la represión contra la resistencia a la guerra y las luchas sociales y políticas de los trabajadores/as y sectores populares durante el colapso, que podrán alcanzar niveles terribles, genocidas o muy próximos, puesto que, para el capital, sobrará gente “a patadas” y, por tanto, será perfectamente prescindible y sacrificable, más si no teme que, en otra parte, surja contra su crimen una respuesta peligrosa. Los Inprecor que he leído incluyen artículos sobre las luchas en Centroamérica de aquellos años, que me han hecho recordar los espantosos niveles de represión que allí se sufrieron, divulgados por entonces también en reportajes de la televisión (NOTA 11). La gente ya no se acuerda, y los jóvenes no tienen ni idea de aquello, pero algo parecido seguro que volverá a ocurrir durante el colapso. Lo peor está por llegar.
Aunque yo diverja en muchos aspectos de su orientación política (trotskista), os recomiendo que aprovechéis los Inprecor. Que esa publicación se haya digitalizado cuando otras no, es de agradecer, pues permite hacer un recorrido muy detallado por unas décadas muy importantes que determinaron nuestro presente y de las que necesitamos aprender si queremos reconstruir algunas de las herramientas políticas que necesitaremos desesperadamente para sobrevivir.
Muchas veces me he referido a la GPS (Generación Políticamente Suicida). Nunca una generación ha cargado sobre sí semejante “marronazo” histórico y responsabilidad existencial por el futuro de la Humanidad misma y millones de especies vegetales y animales. Las anteriores, con nuestras debilidades e irresponsabilidades, os hemos dejado esta triste y peligrosísima herencia. Os pido perdón por la parte que me toca. Esta es mi forma de intentar compensarlo y ayudaros.
Por último, una vez más en estos tiempos, expresar mi mayor deseo de estar muy, pero que muy equivocada y de haberos alarmado innecesariamente. Perdonadme en ese caso también. Sin embargo, creo sinceramente que no es así y que quienes mantienen la posición opuesta restándole importancia al peligro, o se equivocan, o se autoengañan, o pretenden engañarnos.
Y ánimo, que si esto he podido elaborarlo yo, que de asuntos militares sé bien poco (los habréis notado), cuánto mejor, quienes más sepan, y tengan una buena orientación social y política.
No te olvides de PASAR ESTE ARTÍCULO a QUIENES PUDIESEN ESTAR INTERESADOS. A falta de algo mejor, hagamos que este artículo sea un DOCUMENTO DE REFERENCIA.
POSDATA.-
El 13-12-2022, me entero por la televisión de que, en EE.UU., un laboratorio ha conseguido, recurriendo solo a isótopos (deuterio y tritio) del hidrógeno, y aplicándoles rayos laser, generar energía nuclear de fusión neta, es decir, mayor que la necesaria para producirla, en concreto, 2,1 megajulios para generar 2,5 megajulios, o sea, una ganancia neta del 19% y pico (no del 20% como he leído). Pero que todavía quedarían muchos años (varias décadas) hasta desarrollar un reactor capaz de soportar esas fuerzas y temperaturas, para que la energía de fusión sea comercializable. Nos iremos enterando; espero que algo nos dirá Antonio Turiel https://crashoil.blogspot.com/ . Mi primera impresión es que la Tasa de Retorno Energético (TRE) contemplando solo la energía aplicada y obtenida, sin contar con la necesaria para las instalaciones de generación y distribución, es de 1,19/1 o 1,19 (2,5/2,1; o 2,1 es a 1 como 2,5 es a X;), lo que sitúa este logro ¡al nivel del etanol! (véase la tabla en https://es.wikipedia.org/wiki/Tasa_de_retorno_energ%C3%A9tico , una explicación con datos más antiguos https://actitudecologica.com/que-es-la-tasa-de-retorno-energetico-tre/ ). La verdad, me parece muy pequeña teniendo en cuenta las TRE que se obtenían con el petróleo (el de los mejores tiempos, se dice que 100/1, o sea 100), incluso el de hoy de 8, y con otras fuentes energéticas. Esta energía de fusión necesita invertir el 84% de la energía obtenida, cuando con el petróleo fue el 1%, y hoy es el 12,5%. ¿Subirá ese rendimiento?. “¡Y la montaña parió un ratón!” que se dice. Cierto que será milagroso, pero también me resulta decepcionante tanto esfuerzo inversor e investigador durante años, creando tantas expectativas, para un resultado de TRE tan pobre, si es que se trata del definitivo. ¿Cuánto dinero costarán las instalaciones del reactor nuclear, a qué coste saldrá la electricidad?. Me da la impresión de que todo esto exige inversiones enormes para resultados energéticos muy mediocres (obtenibles por otros medios más económicos), y que cargarían con altos costes para amortizarse. ¿Podría haber algún aprovechamiento militar nuclear a partir de estas centrales?.
¿Y en eso depositan sus esperanzas para resolver los problemas energéticos?. Mucho sospecho que además puede llegar demasiado tarde para evitar la pendiente más acusada del colapso, y el colapso incluye muchos factores más allá del energético y climático, como los minerales (¿cómo afectaría la fusión nuclear al consumo de estos y su escasez?), y todo lo referente a la agricultura (clima, tierra fértil, agua, los fertilizantes nitrogenados –dependiente del gas natural-, y de fosfato de roca, la extinción de los insectos polinizadores…), y por consiguiente, a las tensiones inter-imperialistas y la tendencia a la guerra, incluida la nuclear.
00000000000
NOTA 1. Recientemente (2022) se ha publicado el libro “El Movimiento Comunista (MC). Historia de un partido (1964-1991)” de Ernesto M. Días Macías, 286 páginas, editorial Los libros de la catarata (https://www.catarata.org/libro/el-movimiento-comunista-mc_139106/ — https://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_Comunista_de_Espa%C3%B1a —- numerosos materiales de MC (también de otras organizaciones, explorad, aunque no están todas de las que si se pueden encontrar documentos, por ejemplo, en la Universidad Autónoma de Barcelona) en https://archivodelatransicion.es/archivo-organizaciones/movimiento-comunista — https://congresotransicion2017.wordpress.com/ — de los trotskistas de la LCR-ETA VI y LC en https://www.historialcr.info/ — https://www.historialcr.info/spip.php?page=rubrique&id_rubrique=7 — de organizaciones libertarias, sobre todo en Cataluña http://www.cedall.org/cedall200.htm — sobre la autonomía obrera http://www.autonomiaobrera.net/pages/inicio.php?lang=EN —- en la Universidad Autónoma de Barcelona se archivan numerosos materiales de muchas organizaciones https://ddd.uab.cat/?ln=es (pero no resulta sencillo localizar algunas cosas)
NOTA 2.-“La razón de la fuerza. La amenaza de guerra en Europa. Política revolucionaria y violencia en Occidente. Ejército y política en el Estado español”. Eugenio del Río. Septiembre de 1982. 216 páginas. De la hace mucho tiempo desaparecida Editorial Revolución, Madrid. Escrito en unos tiempos en los que era un tema candente el de la plena integración de España en la OTAN, y la gravísima agudización de las tensiones militares entre EEUU-OTAN y la URSS-Pacto de Varsovia, a cuenta, en particular, de la instalación de nuevos misiles en territorio central europeo (los euromisiles). https://es.wikipedia.org/wiki/Eugenio_del_R%C3%ADo — https://es.wikipedia.org/wiki/Euromisil — https://es.wikipedia.org/wiki/Refer%C3%A9ndum_sobre_la_permanencia_de_Espa%C3%B1a_en_la_OTAN . Aunque sólo tiene 217 páginas, y ya han pasado 40 años desde su publicación, la información y reflexiones que contiene sobre el tema de este artículo, siguen siendo útiles y teniendo mucho valor.
NOTA 3.- Aunque en muchos sentidos podríamos decir que somos una especie bastante estúpida (sobre todo, por irresponsable), muy condicionable por dinámicas que ella misma ha creado (como el capitalismo; una enajenación en el más amplio sentido del término: del trabajo, de los valores y del juicio), no podemos decir que sea asesina pues, de serlo, no habríamos sido capaces de convivir a escala de tribus, imposible de ciudades (entre gente sin parentesco y totalmente desconocidas) ya desde el Neolítico, ni de desarrollar el grado de cooperación (voluntaria o menos o nada) para alcanzar tan altos niveles de civilización. Seríamos animales solitarios como, por ejemplo, los osos, cuyos machos pueden ser un peligro mortal para las crías. Pero sí es verdad que tenemos un potencial muy alto para la violencia intra-especie.
Esto se debe ya, de partida, a que, genéticamente, tenemos algo más en común con el chimpancé (predominio de machos un tanto agresivos) que con su primo el bonobo (predominio de hembras, y resolución de tensiones sobre todo con el sexo, “haz el amor y no la guerra”). Ya nuestros predecesores en la evolución de las especies homo, dejaron de ser vegetarianos (como los gorilas) para ser omnívoros, comedores también de carne (pese a carecer de colmillos y garras), lo que les llevó a cooperar (la carne y la cooperación de la caza impulsaron el desarrollo del cerebro), pero también a la violencia intra-especie (canibalismo, luchas violentas entre grupos).
Además existen unas diferencias ineludibles o tendenciales entre los sexos masculino y femenino (dimorfismo sexual primario y secundario: órganos sexuales diferentes, largo período de gestación y lactancia en las hembras; tendencia a mayor altura y masa-fuerza muscular en los machos, favorecida por la selección natural y de las guerras o dominaciones –por ejemplo, de entre los negros que eran capturados en África y embarcados en condiciones horribles para luego esclavizarlos en América, tendían a sobrevivir mejor los más fuertes y resistentes) que ha llevado históricamente a una especialización de tareas por sexo, creando pautas de género (en relación con la existencia de clases sociales y Estado), siendo la guerra una tarea sobre todo, cuando no exclusiva, de los hombres (para aguantar una armadura, escudo, espada, maza o lanza pesadas y a la vez golpear con mucha fuerza, mejor generalmente un hombre que, además, no tiene que preocuparse por dar de mamar a un bebé, encontrarse en avanzado estado de gestación, ponerse de parto sorpresivamente en medio de la tremenda tensión de una batalla o sufrir un aborto).
Pero cuando la altura, la fuerza muscular y la reproducción ya no importan tanto gracias a la tecnología, el control de natalidad y la especialización profesional en la tarea de cuidados, se puede dar una mayor participación de las mujeres en la guerra, no sólo en tareas administrativas, logísticas o de cuidados (enfermeras y doctoras), sino de combate directo (desde infantería hasta aviación).
La causa más importante de la guerra en la actualidad, por qué y para qué, cuándo y cómo se produce, no puede ser explicada sólo ni sobre todo por razones genéticas masculinas, ni quiera por el género (aunque todo esto tenga un papel, pero muy menor), sino por causa del capitalismo y sus Estados. Tan es así que nos podemos imaginar perfectamente a una dama de hierro (otra Margaret Thatcher, o de las muchas demócratas reaccionarias y protofascistas que abundan ya en la política, incluso en los más altos cargos de tipo ministerial relacionados con la “defensa”), haciendo algo tan simple (no se precisa una fuerza muscular especial, ni mayor altura, ni juventud, se puede realizar hasta mientras se da el biberón a una criatura…) como “pulsar el botón nuclear” como presidenta, primera ministra o lo que sea el cargo que ejerza la buena señora. ¿Achacaremos eso a características hombrunas en esa mujer? ¿A que se identifica con los valores de género masculino, machistas y violentos?. Ni aun dándose, nos daría eso la clave, pues nada de eso es imprescindible.
La posibilidad de una guerra nuclear no se debe al impulso asesino de la especie, ni siquiera al impulso de sus machos, ni al impulso de género pues, de ser así, ya nos habríamos exterminado al poco de la carrera nuclear, pues ocasiones las ha habido muchísimas, sino a la dinámica de la competencia y al impulso y necesidad de vencer en ella. Por ejemplo, durante la guerra de Corea, el general norteamericano al mando, Douglas MacArthur, en 1951, pidió 34 bombas atómicas -cada una de ellas con una potencia media seis veces superior a la bomba de Hiroshima-, para lanzarlas sobre China y Corea del Norte, lo que habría acabado provocando también la reacción de la URSS https://www.rtve.es/play/videos/apocalipsis-la-guerra-de-los-mundos/mundo-tiembla-1950-1952/6062724/ minuto 41:30 , descargable en https://www.vidoevo.com/video/RC1ZVlpWcWuRpekgyYlU/apocalipsis-la-guerra-de-los-mundos-1945-1991-el-mundo-tiembla )
Pero esa dinámica de la competencia no se da en la Historia como algo constante, por igual, y hasta el extremo del exterminio, sino que depende totalmente de las circunstancias sociales que crean esa competencia que no son las mismas en todas las sociedades (modos de producción-dominación: “asiático”, esclavista, feudal, capitalista), sino que tiene características propias muy diferentes en cada una de ellas. En el capitalismo, la competencia no está empujada por la simple necesidad de recursos materiales objetivos (más comida, minerales, madera, agua…), sino por la dinámica del capital orientada a la obtención del beneficio mercantil dinerario con el apoyo de su Estado burgués. De ahí también la obsolescencia programada, que es un sinsentido desde el punto de vista del impulso por la obtención de los recursos materiales reales, que se despilfarran miserablemente, o destinar tantísimos a la carrera armamentística que supone su obsolescencia sin llegar a usarlos, o su utilización en la destrucción de bienes reales, como centros industriales, ciudades, vidas humanas que podrían producir bienes…, pero que es perfectamente explicable desde la dinámica del beneficio mercantil capitalista.
Esto es lo que, en última instancia, determina todo, aunque no puede explicarlo todo directamente y al detalle, pues se le añade la dinámica propia de la tecnología y estrategia militares (carrera armamentística, necesidad de alianzas en bloques militares…), en particular del armamento nuclear, que tiene su autonomía, con respecto a la simple búsqueda del beneficio mercantil, como también se expone en este artículo.
Sin el capitalismo industrial y sus Estados burgueses, sería impensable la posibilidad de autodestrucción de la especie humana mediante la guerra nuclear. Esto es lo fundamental, y todo lo demás, tenga mayor o menor peso, es secundario. Si no entendemos esto, no podremos actuar correctamente y estaremos perdidos.
En cuanto a mi confianza en la especie humana, sobre todo el siglo XX nos ha enseñado lo bajo a lo que puede caer (al nivel en que asustaría al mismísimo Satanás, que durante siglos no hizo nada semejante), a la vez de a lo alto a lo que pueda aspirar (sociedad sin clases sociales y sin Estados). En las últimas décadas (especialmente en los últimos años) ha subido mi desconfianza hacia el ser humano del capitalismo. No tengo la menor duda de que entre nuestros congéneres (nombres y mujeres) los hay de sobra capaces conducirnos hasta la extinción, y que disponen de todos los medios para ello. También de que la gigantesca masa de “tibios”, “prudentes”, “moderados”, sin valor para tomar una postura correcta, les facilitarán el trabajo con su complicidad pasiva. Así que ninguna ilusión. La única esperanza provendrá de nuestra consciencia, valores, valor, lucha contra ellos/as y el sistema social en que se apoyan.
Dicho esto, es cierto que una sociedad machista, homófoba, que tolera o alienta esos tipos de violencia, es mucho menos crítica y está tolerando y alentando también la violencia del Estado, en forma de represión y de guerra, pero éstas últimas, aunque aprovechan las anteriores violencias para su propia legitimación (consciente o subconsciente), no precisan inevitablemente de ellas, pues son como afluentes menores de lo que ya en sí es un gran río, que tiene su propio nacimiento independiente en el capitalismo.
NOTA 4.- A cuenta de este problema, la banda musical juvenil punk “Polansky y el Ardor”, en 1982, durante la movida madrileña, lanzó este tema “Ataque preventivo de la URSS” https://www.vidoevo.com/video/SkZKU2NhcWuRpTmlzVE0/polansky-y-el-ardor-ataque-preventivo- , https://www.vidoevo.com/video/cDRwWFBOcWuRpV0pLQ3M/ataque-preventivo-de-la-urss-polansky-y-el-ardor-letras-hd , letra en https://www.musica.com/letras.asp?letra=1640289 , https://es.wikipedia.org/wiki/Polanski_y_el_Ardor . No es que sea gran cosa, más bien escapista (huir al Orinoco), pero se mete también, aunque mucho menos, contra la OTAN (NATO en inglés, por rimar con gato, que seguro que, al mencionarla así en la canción, mucha gente no se enteraría), y por eso la canción servía casi de propaganda occidental anti Pacto de Varsovia, pues es el que, en la canción, tomaba la iniciativa en la guerra nuclear, por lo que se le dio mucha difusión, hasta en programas de televisión (tve) de máxima audiencia, como el concurso “Un, dos, tres, responsa otra vez”; pero también, refleja los miedos de una época.
NOTA 5.- He estado tentada de reproducir citas y argumentos, pero para no abusar de quienes me vayáis leyendo, ni hacer todavía más largo este artículo, prefiero limitarme a decir que para la comprensión cabal de la importancia de la inevitable crisis alimentaria, también como muy probable desencadenante, en pocos lustros a lo sumo, de una guerra mundial y nuclear, es IMPRESCINDIBLE conocer el problema tremendo que expongo en el artículo “Fosfatos y fósforo. ¿Lo que nos faltaba? ¡Y que no nos falte!” (14-6-2022) Los fertilizantes de fósforo pueden convertirse en el talón de Aquiles de la Humanidad; otro peligro que se une a la subida de precios de los fertilizantes nitrogenados, de los alimentos, y la amenaza de hambruna a cuenta de Ucrania, más el cambio climático, y ser motivo para más guerras. Presentación del Informe del Proyecto “Our Phosphorus Future” (OPF) (Nuestro Futuro del Fósforo), del 9-6-2022. Llamamiento a su estudio y seguimiento del problema. https://kaosenlared.net/fosfatos-y-fosforo-lo-que-nos-faltaba-y-que-no-nos-falte/ .
Desgraciadamente, pese a mi insistencia, remitiéndome a las fuentes internacionales de la mayor solvencia, éste sigue siendo un asunto al que, a pesar de su enorme trascendencia, mundialmente, y muy particularmente en España, se le sigue prestando demasiada poca atención (como durante tanto tiempo al calentamiento global, etc., hasta que “nos estalla en la cara” y se vuelve irresoluble), por no decir que casi ninguna, salvo por contadísimas personas que yo sepa (como Manuel Casal Lodeiro, Jorge Riechmann…). Otro error garrafal más que nos puede costar la supervivencia; tal cual. Creo que a buen entendedor y persona mínimamente responsable no debiera hacer falta argumentarle más para que lo lea y lo difunda todo lo que pueda. Pero ya se sabe lo que le pasó a la pobre Casandra: “¡ni puto caso!”. Avisados, lo estamos de sobra; otra cosa es que, como tantísimas veces, no queramos enterarnos.
Teniendo este artículo casi terminado, dándome una alegría, me avisan de una intervención de Alicia Valero Delgado (gran especialista en minerales, reconocida internacionalmente https://es.wikipedia.org/wiki/Alicia_Valero_Delgado ). Ella dice que el fósforo es “el elemento más crítico”, ¡casi nada!, aunque no se detenga a desarrollarlo porque se ve que va apretada de tiempo en la presentación y tiene que recortarla cada dos por tres, en este acto organizado por CCOO, #4CTES CONGRESO TRABAJO, ECONOMÍA Y SOCIEDAD 1 DICIEMBRE https://www.youtube.com/watch?v=lSUEfQX67po , en tiempo 3:05:10; también está el video en https://www.vidoevo.com/video/bFNVRWZRcWuRpWDY3cG8/4ctes-congreso-trabajo-economa-y-sociedad-1-diciembre , donde ya os vengo explicando cómo se pueden descargar para tenerlos en el ordenador. ¡Muchas gracias Alicia por atender al problema!.
NOTA 6.– Un castigo menor sería una afrenta adicional a las víctimas. Hay una criminalidad cuantitativa (por ejemplo, un gánster en las guerras mafiosas) y cualitativa (crímenes contra la Humanidad…), que no pueden medirse nunca de la misma manera. ¿Acaso no aplicaríamos la pena de muerte a individuos como Hitler?, ¿deberían morir soldados y nazis que se resistiesen y le protegiesen, pero, caso de capturarle, él no?, ¿una forma atenuada de la impunidad?, ¿mentalidad de siervos hasta el final?, ¿semejante indulgencia no sería el resultado del respeto a la autoridad que se nos ha inculcado, precisamente para los tiranos protegerse mejor de nosotros, y así facilitar su dominio y supervivencia, haciendo que su vida sea siempre más importante que la de cualquiera, sacrificables?, ¿tú puedes matarme, pero yo renuncio a hacerlo porque tu vida es sagrada?, ¿me dices que porque te la ha respetado un dios que sin embargo no ha movido un dedo para evitar que matases a otros muchos más valiosos que tú?, ¿que sólo él puede dar la vida y quitarla?, ¿es acaso cómplice tuyo?, ¡que venga él a explicárnoslo personalmente!, ¡el tiempo de los reyes por supuesto designio divino se acabó!. Hay cosas que no tienen ni olvido, ni perdón, ni indulgencia que valga.
NOTA 7.- Los ejércitos, seguro que se adaptarán a los recursos, así como el nivel energético-tecnológico de su tiempo, hizo posible un poderoso y mortífero ejército legionario en el imperio romano, además de una importante marina de guerra. En canales de televisión como DMAX y MEGA he visto alguna vez que hay programas dedicados a la fabricación artesanal de espadas o en los que se explican los conocimientos precisos que tenemos sobre las características y funcionamiento de armas de la Antigüedad y Edad Media, altamente mortíferas, como la balista o ballesta de repetición romana (una “ametralladora” primitiva), catapultas capaces de derribar murallas, etc. Todo eso puede ser revisado rápidamente y actualizado a las necesidades y posibilidades de cada momento. Será un saber muy preciado y custodiado. Para el desplazamiento de tropas por tierra, se podría seguir usando y adaptando la amplísima red de carreteras y autopistas, los túneles ferroviarios, incluso las vías de ferrocarril gracias a vehículos de tracción humana (como la vagoneta de tracción manual “zorrilla”), lo que daría acceso relativamente rápido a amplísimos territorios, para conquistar, recaudar impuestos en dinero y/o en especie, o reprimir. Gracias a todos esos recursos, aunque debido al colapso retrocediésemos a niveles de energía parecidos a los del tiempo de los romanos, sería posible sostener unos ejércitos e imperio mayores, y con más facilidad. Así que no hay motivos para confiar que será imposible una civilización con Estado, pues aunque no sea el moderno y actual, los ha habido durante amplísimos espacios de tiempo en numerosos puntos del planeta, y altamente efectivos.
NOTA 8.- Patrañas que se han contado tantas veces como la de la “superioridad aplastante del enemigo que, por nuestra seguridad, nos obliga a redoblar nuestro esfuerzo por armarnos y el necesario sacrificio para lograrlo”, etc., cuando puede ser al contrario y lo saben perfectamente pero prefieren mantenerlo en secreto: clara superioridad por “nuestra” parte, si no en cantidad en algunos casos, sí, globalmente, en calidad y efectividad.
En Ucrania se ha visto la vulnerabilidad de los carros de combate rusos ante las armas portátiles anti-tanque -los modernos “bazookas”- y los pequeños drones “suicidas”; un ejemplo evidente ¿qué gran peligro suponen cien soldados enemigos armados con fusiles corrientes, si disponemos únicamente de ocho soldados pero para servir “solo” cuatro ametralladoras -podrían cubrir, si fuese necesario, 360 grados- con munición de sobra?.
NOTA 9.- Pese a que hasta ahora sólo he podido hacer poco más que hojearlo, como me parece un libro muy oportuno para combatir la desorientación actual, pues parte de una posición proletaria comunista (aunque me parece que no contempla el colapso del capitalismo y de la civilización industrial como el horizonte próximo, y que no se detiene en el análisis de la guerra nuclear), recomiendo el de Maurizio Lazzarato “Guerra o revolución. Por qué la paz ya no es una alternativa” https://tintalimon.com.ar/libro/guerra-o-revolucion/ (también https://traficantes.net/libros/guerra-o-revoluci%C3%B3n-0 ). Lazzarato, junto con Éric Alliez ha publicado también el libro “Guerras y capital” que se puede descargar gratis en https://traficantes.net/libros/guerras-y-capital . Otras obras https://traficantes.net/autorxs/lazzarato-maurizio
NOTA 10.- Se puede empezar leyendo éste: “Jalones de derrota y larga marcha. Marxistas y colapso” (27-10-2022) https://kaosenlared.net/jalones-de-derrota-y-larga-marcha-marxistas-y-colapso/ .Se impone un cambio de “chip mental”. En los marxistas, autocrítica por su incompetencia y rectificación para poder adoptar la nueva estrategia que necesitamos para el tiempo del colapso del capitalismo que arrastra a la civilización industrial, y que cierra el paso definitivamente (condiciones objetivas y subjetivas) al socialismo-comunismo o anarquía. Jalones de derrota: 1972 (fracaso estratégico al desconsiderar “Los límites del crecimiento” y horizonte de colapso, que provoca impotencia ante la ofensiva neoliberal y derrumbe de ilusiones alternativas transformadoras al poder presentar la burguesía como “fracaso del comunismo”, lo que es el hundimiento del Capitalismo de Estado de la URSS, etc., preludio del colapso del capitalismo mundial). 2012 (década perdida y gravísima derrota estratégica al no implementar, a escala de la Unión Europea, la estrategia anti-austericida adecuada que habría permitido, a la clase trabajadora, entrar en el colapso, con fuerza social y crear un faro de internacionalismo proletario desde Europa occidental; fracaso que facilita lo sucedido en Ucrania desde 2014; fracaso en la orientación de masas contra el cambio climático; desconsideración por los marxistas del horizonte de colapso muy próximo). 2022 (bancarrota política ante la guerra inter-imperialista en Ucrania que supone una derrota estratégica definitiva por inexistencia del internacionalismo proletario; con un pie ya en el colapso y cierre definitivo de todo horizonte revolucionario comunista anarquista). Necesidad de una novedosa estrategia de retirada, de resistencia y Larga Marcha, gestión estratégica de nuestras fuerzas y las etapas temporales en el colapso, conseguir que un tiempo que corre en nuestra contra acabe haciéndolo a nuestro favor, con el objetivo fundamental ya, no de llegar al socialismo-comunismo o anarquía (no es como el Éxodo y la travesía del desierto, para llegar a la Tierra Prometida de Canaán y conquistarla por quienes fueron esclavos en Egipto), sino de impedir las peores derivas del capitalismo en colapso que podrían llevarnos hasta la extinción (“eco-fascismo”, hambrunas, genocidios, guerra nuclear y biológica…). ¿Destino?. De momento no podemos saberlo; sí que ya no podrá ser el socialismo-comunismo o anarquía.
NOTA 11.- Película sobre El Salvador, Salvador (1986) de Oliver Stone, https://es.wikipedia.org/wiki/Salvador_(pel%C3%ADcula) tráiler https://www.vidoevo.com/video/VGVrLW5VcWuRpOWdSVjA/salvador-masters-of-cinema-new-exclusive-trailer , un debate en inglés con imágenes de la película https://www.vidoevo.com/video/NGZ5Z01fcWuRpb2ZMcU0/siskel-ebert-review-salvador-1986-oliver-stone , unos minutos https://www.vidoevo.com/video/aGxRWFlTcWuRpNGVtMFk/salvador-1986-oliver-stone-richard-boyle-james-woods-jim-belushi-elpidia-carrillo , otros https://www.vidoevo.com/video/VFlqbFBvcWuRpTTFLX28/pelcula-salvador-1986-oliver-stone-richard-boyle-james-woods-jim-belushi , otros https://www.vidoevo.com/video/ZHhVaFFUcWuRpLTY1cWs/pelcula-salvador-1986-oliver-stone-richard-boyle-james-woods-jim-belushi – Entera https://clubdecine2000.com/peliculas/salvador/ Arriba, en los varios Server, son todos en ingles. Abajo, ver En línea (insistid, cerrad pestañas emergentes y no hagáis caso de mensajes).
Sobre Nicaragua: Bajo el fuego (1983, Under fire) https://es.wikipedia.org/wiki/Under_Fire , tráiler en inglés https://www.vidoevo.com/video/TWdsU29NcWuRpYVhDT00/under-fire-1983-original-trailer-hd-1080p , se puede ver, aunque no como sería deseable, en https://clubdecine2000.com/peliculas/bajo-el-fuego/ abajo, ver En línea (insistid, cerrad pestañas emergentes y no hagáis caso de mensajes).
___________Fuente:
https://kaosenlared.net/guerra-nuclear-con-el-capitalismo-en-colapso/