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DE LA PANDEMIA A LA GUERRA Y AHORA… ¿A DÓNDE?

Pasamos de la pandemia a la guerra en medio de una posible recesión mundial, hasta reconfigurar el escenario donde poder pelearse esas áreas de interés que se estaban alejando del sistema y que permitirán que tanto Estados Unidos como la Federación Rusa se entronicen otra vez en el poder global
Las economías de ese “nuevo” sistema bipolar: Estados Unidos y la Federación rusa y China del otro lado, hoy se configuran como nuevos “ejes” que polarizan en el contexto actual.
Está en juego... áreas de influencia e interés para (re)establecer su poder político y sus mercados... Los derechos humanos haciendo “cola” de espera…

Ruth Esperanza Londoño La Rotta

Resumen


El mundo aun no acaba de salir de una pandemia, en donde no solo murieron muchas personas y la esperanza de limpiar el medio ambiente se desvaneció temprano, y ya está metido en una guerra; que no solo está acabando con otras vidas, sino que promete retroceder frente a los pocos logros ambientales y de derechos humanos que el planeta trataba de mostrar como alternativa. También parece haber un retroceso con relación a la re-configuración bipolar que el mundo está adquiriendo frente a la crisis actual; igualmente, éste se aparta cada vez más de una revisión del modelo de desarrollo capitalista haciendo más evidente que narcotráfico, cambio climático, auge de las ultraderechas y violación a los derechos humanos son males propios de un capitalismo a ultranza como el actual y que los mencionados males se potencian mutuamente.

Después de la pandemia parece claro que el concierto internacional no avanzó hacia la humanización, ni comprendió el daño que le está causando al planeta, la casa de todos. Pues la guerra en la que caímos y de la cual aún no salimos –al momento de escribir estas líneas-, esta dejando en evidencia el retroceso al que nos está llevando el no querer cambiar esta concepción de desarrollo y su consecuente sistema de organización capitalista en su versión más depredadora, esto es, el modelo neoliberal, al cual nos condujeron aquellas economías -y sus trasnacionales- que han conquistado el poder de construir subjetividades y de estructurar la dinámica mundial a su favor. Mientras la pandemia nos mostró las inequidades y desigualdades que estructuran el capitalismo -algunos sectores vulnerados de la humanidad empezaron a pedir procesos de decrecimiento de este sistema depredador-; de otro lado, la búsqueda de recuperación de ganancias y poder llevó al mundo a una nueva guerra como salida a la crisis de las economías tanto occidentales (Estados Unidos, Unión europea y países asiáticos como Korea del sur y Japón) como la rusa y china; además respondió a las lógicas imperialistas que tienen ambos bandos.

Se habla de retroceso al perder el impulso frente a los escasos logros ambientales que el planeta trataba de consolidar para menguar los efectos del cambio climático y de la contribución al desastre ambiental de hoy que las energías fósiles (extractivistas) y nucleares, así como la producción de plásticos, desechables y otros contaminantes han hecho. Igualmente el retroceso se evidencia a nivel geopolítico, pues pareciera que estuviéramos queriendo volver a esa configuración bipolar que el mundo adquirió después de la segunda guerra mundial y que estaba basada en la posesión disuasiva del arma nuclear; pero que a su vez pareció resquebrajarse con sucesos como la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS. Hoy parece resurgir ese mundo dividido en dos, cada eje con su “polo” dominante, de un lado, de nuevo, los Estados Unidos –con la OTAN, la Unión Europea, el G7 y Occidente en general a su lado y bajo su égida- y del otro, la hoy Federación rusa -acompañada y cada vez más cerca de China, Irán y otros-. Y por último, retroceso frente a los avances que la humanidad venía adquiriendo en defensa de los derechos humanos y que hoy después de la pandemia parece una meta ya no tan anhelada y cuyo alcance ha perdido interés e importancia y ha quedado en segundo lugar frente a los requerimientos económicos y políticos del mundo actual.

¿Un neo-bipolarismo?

El mundo se dividió en dos después de la Segunda Guerra Mundial, cada lado de la relación con su propuesta política, económica, militar y con un estilo de vida que pretendió diferenciarse de su antagonista; adquiriendo así, una configuración geo-política, pues era la política, la ideología y la concepción de mundo lo que lo dividía. Hacía la década de los años setenta, y noventa en América Latina, se empieza a consolidar el modelo neoliberal y hacía finales de los años ochenta y principios de los noventa –en parte por los efectos de la aplicación de dicho modelo económico- comienza a romperse dicha configuración bipolar –la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, URSS, fueron dos hechos que simbolizaron estos cambios-, quedando el sistema capitalista fortalecido bajo su modelo neoliberal y reconfigurando entonces, el mundo de manera geo-económica. Esto es importante, dado que, es la economía y la búsqueda de mercados lo que prima hoy en día, que junto a la problemática ambiental generada por este mismo sistema, parece crear el contexto adecuado para que después de pandemia y en medio de la guerra actual, se empiece a sentir el regreso de un mundo bipolar pero ahora en medio de una economía capitalista neoliberal generalizada en ambos bandos, esto es, en un mundo geo-económico, pues hoy en día ya no importan las ideologías, sino los mercados.


Las economías de ese “nuevo” sistema bipolar: Estados Unidos y la Federación rusa y China del otro lado, hoy se configuran como nuevos “ejes” que polarizan en el contexto actual. No hay una disputa ideológica, no hay discusión sobre un modelo de desarrollo distinto al de la economía de mercado, No hay una defensa por el medio ambiente ni por los efectos nocivos ocasionados por el cambio climático, No hay discusión frente a la pérdida de los derechos humanos en el mundo y por supuesto, su deriva en varias dictaduras y la violación persistente de los derechos civiles, políticos, culturales y ambientales de los seres humanos en el planeta. No son estos contextos los que están en discusión en la actual disputa; está en juego entonces, áreas de influencia e interés[1] para (re)establecer su poder político y sus mercados. Ello en ese mundo geoeconómico que empezó a prevalecer desde la década de los años setenta del siglo pasado y que llevó a la humanidad a un crecimiento incontrolable y depredador con el medio ambiente y con el ser humano –como se evidenció claramente durante la pandemia-. También esta en juego la demostración palpable de la imposibilidad política de establecer sus lógicas en el mundo por parte de cualquiera de los dos lados de la relación y de la desconfianza entre ellos y al interior de cada una de las partes[2]; así como también se demuestra una vez más por qué la economía capitalista y estas lógicas del mundo cuando entran en crisis necesitan de una GUERRA para paliar la misma.

Rusia entra en guerra para defender y ganar más áreas de influencia o no perder las que tenía, y Estados Unidos, dirige la contraparte y promociona la beligerancia y consumo desaforado de armamento por parte de Ucrania –a pesar de la propia destrucción de este país, pues es, en su terreno, donde se desarrolla la guerra–; además de revitalizar dicha lógica militarista al reforzar las bases militares que tiene en Europa; en suma, Estados Unidos está retomando el papel que siempre ha cumplido dentro de la OTAN y que se vio menguado por las actuaciones de Donald Trump. Este país siempre ha salido de sus crisis económicas –inflación alta y recesión a la vista- activando la industria militar, esto es, entrando en una guerra. Es este entramado político y económico el que ha permitido que así como Rusia, con su actuación sobre Ucrania, unió aún más, a la Unión europea con los Estados Unidos; Estados Unidos a su vez, gracias a sus temores frente a la invasión China en sus mercados, está logrando que Rusia y China se acerquen y se configuren como un contradictor –aunque haya diferencias y desconfianza entre estos dos- frente al poder del otro. El primer bloque dirigido por los Estados Unidos, reúne dentro de la OTAN, no solo a la Unión Europea sino a su dimensión asiática –korea del Sur y Japón-. El otro lado, cuyo eje es Rusia, no solo atrajo a China como ya se dijo –aunque ésta juega a no entrar directamente en la guerra-, sino también a la India, Irán, Venezuela y todos aquellos países que venían incómodos dentro de la configuración mundial actual que está siendo cuestionada.

Estamos en un momento de inflexión a nivel mundial, pues los Estados Unidos están saliendo de la lucha “antiterrorista” que emprendió frente a los ataques de las torres gemelas a comienzos de siglo para entrar en esta nueva lógica que aprovecha el hecho de que la Unión Europea y Japón, como mercados occidentales o bloques económicos competitivos de la época, no lograron, junto con Estados Unidos, crear –después del derrumbe del lado soviético a comienzos de los años noventa– un mundo “multipolar”, esto es, economías occidentales fuertes que potenciaran sus lógicas económicas y políticas. Si bien el mundo bipolar de posguerra empezó a resquebrajarse dejando económicamente herido a los Estados Unidos, aunque éste nunca haya perdido su poder militar –pues dirigió y sigue dirigiendo, todas las guerras de la época, la del Golfo, Irak, Afganistán, y las de hoy-. Era un momento en donde la UE, primera potencia comercial del mundo y Japón, tenían la fuerza económica suficiente como para penetrar la economía norteamericana y situarse de manera ventajosa dentro de ese sistema, pero no lo lograron, en parte porque militarmente no eran fuertes, estaban bajo la tutela de Estados Unidos. Eran tiempos “idílicos” en donde el corazón de ese sistema, el llamado G-7 (Japón, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Inglaterra, Italia y Francia), los siete países “más ricos”, gobernaban y decidían sobre todo lo que le pasaba al planeta en cualquiera de sus dimensiones económicas, políticas, ambientales, etc. Estaban tan tranquilos que Rusia no representaba un problema, al punto que lo invitaron a formar parte de dicho club que manejaba el mundo, (conformaron entonces, el G-8 con Rusia). Con el tiempo tienen que llamar a otros países que empezaban a salírsele de las manos, como los BRICS, (llegaron a conformar el G-25)[3].

El mundo de ese entonces, que estaba adquiriendo un tono unipolar, va dejando “regado” en el camino a una serie de países que empezaron a distanciarse de estas grandes potencias, pero sin salirse de la lógica. Lógica capitalista-neoliberal (geo-económica) que empezó a “hacer agua” como se evidenció en la pandemia y que ante la crisis económica generada por la misma, buscó recuperarse y re-encontrar ese poder global a través de una guerra. Dicho de otra manera, pasamos de la pandemia a la guerra en medio de una posible recesión mundial, hasta reconfigurar el escenario donde poder pelearse esas áreas de interés que se estaban alejando del sistema y que permitirán que tanto Estados Unidos como la Federación Rusa se entronicen otra vez en el poder global pero ya no de la misma manera bipolar de entonces, pues los requerimientos de este mundo geo-económico (capitalista-neoliberal) son otros. Lo único parecido es el poder que les confiere poseer el arma nuclear –con lo cual Rusia ha estado amenazando–. Es así como se volvió importante, por ejemplo, Irán o Venezuela para los Estados Unidos o el África y Asia para los rusos o chinos, o países del medio oriente –no importa si son dictaduras– que puedan sacar de la crisis energética en la cual se encuentra la Unión Europea, especialmente Alemania.


Es en este sentido que Rusia y China ponen sus ojos en África, el Pacífico asiático y latinoamericano, igual que en otras regiones de América Latina y sin duda, en Europa y Estados Unidos. No sobra recordar tanto el malestar de Biden o de Trump frente a la intromisión China en sus mercados; como la dependencia energética que Alemania tiene con Rusia fortalecida durante el mandato de A. Merkel y que su actual canciller busca disminuir a toda costa, así le toque depender ahora de Estados Unidos o de países con gobiernos autoritarios como los Emiratos Árabes, Catar o Arabia Saudita –el problema hoy es de búsqueda de mercados no de ideologías o concepciones de mundo y mucho menos importan las consideraciones éticas; igualmente, China explota petróleo en Guinea ecuatorial por ejemplo, y éste no es un gobierno democrático–. Rusia cuenta con un grupo de países en África para blindarse de occidente, entre los cuales está Mozambique y Etiopia; además, tiene múltiples proyectos de entrenamiento de militares en la región; mientras China invierte en estos países y ha roto la lógica de la deuda de occidente remplazando a los famosos organismos multilaterales. En fin, tanto Rusia como China se han posicionado en África a través de negocios con diamantes, bauxita y otros minerales, esto es, han entrado a la región a través de negocios militares y comerciales. De igual manera, China a través de la “ruta de la seda” ha buscado acercar a países asiáticos y latinoamericanos de la zona del Pacífico quitándole la hegemonía que venía adquiriendo Estados Unidos en la región; lo mismo sucede con los países del sudeste asiático más Australia y Nueva Zelanda, se disputan la región con Estados Unidos pero hay que prestar atención a los acuerdos comerciales que China tiene con los países de la ASEAN y estos dos de Oceanía y esto sin contar con su presencia en el foro de los países ATP, esto es, Asean más Japón, Korea del Sur y China. .

La disputa entonces entre los bloques o partes, en este mundo geoeconómico, es por recursos, por mercados para sus productos, buscando siempre allegar más zonas de influencia o interés como decía el profesor Thiago Rodrígues hasta reconfigurar esa lógica bipolar que busca repartirse y atraer hacia la égida de las mencionadas potencias dichas áreas de interés o influencia. En fin, más de lo mismo, como si no hubiéramos aprendido nada de la pandemia, pues salir del modelo no está en cuestión.

Capitalismo vs justicia climática

El capitalismo en su fase neoliberal que concentra la riqueza en pocas manos, que privilegia el mercado al buen vivir de los más pobres y por tanto, exacerba el deseo de ganancia y consumo, poniendo a los estados y bloques económicos a buscar mercados para sus productos y a moldear subjetividades capaces de consumirlos. Este capitalismo actual encarna y engendra justo tres de la problemáticas que más afectan a los ciudadanos: El Narcotráfico; el cambio climático y sus efectos devastadores sobre los seres vivos en general y su entorno; y por último, el resurgimiento de las ultraderechas que rayan con el fascismo. Estos tres males del mundo de hoy se alimentan y recrean mutuamente pues son resultado del mismo fenómeno, un capitalismo a ultranza que solo se sostiene si encuentra cada vez más riquezas, de ahí que el extractivismo sea una de sus prácticas más rentables, con su consecuente carga de deforestación, erosión, contaminación de acuíferos, daño a la capa de ozono, desplazamiento humano y muerte de líderes ambientales; realizado por las grandes trasnacionales -propiedad de los países ricos- en los países del sur del planeta, esto es, África, Asia y Latinoamérica. Otro ejemplo de esa interconexión entre narcotráfico, cambio climático y ultraderechas en los gobiernos, aquí en nuestro país, es el desarrollo de la industria ganadera extensiva: utiliza grandes extensiones de terreno, producto del despojo e intimidación paramilitar con la anuencia de gobiernos autoritarios, creando de nuevo, deforestación, gases efecto invernadero, concentración de la riqueza, y lo peor, el desplazamiento y su consecuente pobreza de cada vez más sectores de la población y su reverso, la concentración de la riqueza en pocas manos.

De esos tres males, los efectos del narcotráfico y el resurgimiento de las ultraderechas, los dejaremos para el aparte final. En éste pondremos el énfasis en el cambio climático. Este mundo geo-económico, con su modelo de desarrollo neoliberal lleva implícita, o mejor, es inherente a él, la desigualdad e inequidad entre países y seres vivos, creando tales daños sobre el planeta, cuyos efectos los sufren los pobres del mismo, y es ocasionado por los dueños del capital y responsabilidad de ellos, generando así una gran injusticia, una deuda social con los más pobres que el mismo sistema no la puede resolver, pues ello implicaría dejar de ser, esto es, cambiar el modelo. Muchos consideran que estamos frente a una crisis civilizatoria, pero mientras los dueños del capital no la consideren así, seguiremos asistiendo a escenarios grotescos como las inundaciones que hemos visto, no solo en este país, en el mundo entero, inviernos de todo un año mojando la tierra con sus consecuentes deslizamientos, derrumbes que sepultan vidas de todo orden, monzones que transforman la tierra en lagos permanentes, como en Pakistán e India, con sus consecuentes enfermedades; infraestructura perdida que impide la movilidad de personas y productos alimenticios o desbordamientos de ríos o rotura de presas o diques.


O incendios interminables e inabordables que no sólo deforestan sino acaban con todo hábitat humano posible. Contaminación de aguas y aire con tóxicos por privilegiar la extracción de minerales que permitirán saciar las necesidades de este capitalismo global, (litio, bauxita, diamantes, oro, gas, petróleo, energía nuclear, etc. etc.). O ganadería extensiva que también produce gases efecto invernadero y ocupa las tierras de producción agrícola. Entierro de desechos tóxicos producto de plantas nucleares en aguas y terrenos del sur del planeta. La lista es larga pero en cualquier caso, el deseo de ganancia y poder es lo que está detrás del cambio climático –como también del narcotráfico o del sentimiento ultraderechista de creer que les están quitando “lo que tienen en exceso”–. En fin, hambre, pobreza, ubicación en las peores tierras y cerca a los botaderos de basura, desamparo, desesperanza y muerte es el resultado.

Ante este panorama, los dueños del capital buscan solucionar los problemas de inequidad y desigualdad con pañitos de agua tibia y creando falsas dualidades, así se adaptan al contexto actual y siguen sacando provecho de él. Por ejemplo, las energías fotovoltaica y eólica contaminan menos pero de todas maneras contaminan, no son tan limpias, aunque dentro del sistema mundo actual son presentadas como la única solución –más de lo mismo con tal de no cuestionar y salir de este modelo de desarrollo-; igualmente a Europa, frente a la crisis energética que vive a propósito de la guerra, le dio por considerar “limpia” la energía nuclear –Alemania decidió dar vuelta atrás a la decisión de cerrar centrales nucleares, está volviendo al carbón y sustituyendo el gas ruso por gas licuado de Estados Unidos, de países del Magreb y del oriente asiático, o de Noruega–. Lo anterior crea falsas dualidades entre la triada de energías fósiles, nucleares y limpias.

Y obviamente el capital, crea nuevos negocios como los bonos verdes o mercados de carbono o todo lo relacionado con la transición energética, sin hacer ellos mayores sacrificios. Pasos que hay que dar pero sin dejarse obnubilar hasta perder la claridad frente a las verdaderas salidas, que a mi modo de ver, pasan por el cambio de modelo y la búsqueda de relaciones de producción, comercio e intercambio, más cooperativas y solidarias. Se abre entonces, un espacio para el debate sobre el decrecimiento –vivir mejor con menos, como dice su slogan-, que a su vez, puede sugerir procesos de descarbonización. Frente a la idea de desarrollo del capitalismo actual deben tomar forma alternativas de desarrollo que centren su atención en los seres vivos antes que en la idea de crecimiento económico –que tiene como fin y no como medio la economía y sus productos–, lo cual sugiere, procesos de participación de los pueblos en las decisiones políticas, económicas y sociales, en la gestión del agua, del territorio, de las energías, de las semillas, de la soberanía alimentaria, en la escogencia de su propio estilo de vida, en suma, se requiere más participación y procesos de colectivización.

Los derechos humanos haciendo “cola” de espera…

El mundo está dividido en dos, a la mitad la constituyen los que no tienen nada, y a la otra mitad le da miedo que los pobres les quiten lo que tienen en exceso una gran minoría de esta mitad. Esta situación, que tiene un tinte global, exacerba la violación a los derechos humanos, pues por estar mal repartida la riqueza, grandes sectores de la población carecen de los mínimos vitales para sobrevivir, además de privarlos de toda posibilidad de expresar su voz en la búsqueda de salidas. Los centros de poder del mundo de hoy están convencidos que su estabilidad está en cuestión si los recursos empiezan a mermar para ellos frente al crecimiento de la población. En la base de esta simple idea está el origen no solo de las desigualdades e inequidades actuales, sino de la mayoría de la violación a los derechos humanos ejecutadas por las ultraderechas y mediatizadas por el fenómeno del narcotráfico. Miremos:

La creación más evidente del capitalismo en su estado más depredador y salvaje –neoliberalismo–, es el narcotráfico, es la plata fácil, no importa si para adquirirla haya que pasar por encima del cadáver de quien se atraviese –algo parecido sucede con el sistema financiero, al privilegiar los entramados circulatorios de capital-, pues el capitalismo busca las ganancias aún a costa de sacrificar muchas vidas. Se requiere entonces, una cultura mafiosa que busque “eliminar al otro para poder ser”. Para “existir” se busca acaparar tierras –y sus consecuentes desalojos a sangre y fuego, desplazamientos y pérdida de las raíces culturales y por tanto de la memoria de las comunidades-; Se requiere crear valores superfluos que recaen sobre una idea homogeneizadora de cuerpo y belleza que responde justo a lo que no somos, evitando ver aquello que nos permitiría encontrarnos en medio de la diversidad; es la plata fácil, como ya dijimos, que genera la corrupción y el sicariato por unos tenis de marca y en medio de la cruz y el respeto a la “madrecita”, todo vale menos el esfuerzo del trabajo. La idea de “territorio” y “buen vivir” de las comunidades indígenas, afros, campesinas y ambientalistas se pierde por el afán de lucro de unos pocos.

Este fenómeno del narcotráfico crea “escuela” frente a otros males de la sociedad actual: trata de personas –ubicadas en oficios de servidumbre–; satanización de migrantes –pues no hay comida, ni trabajo, ni espacio para compartir con ellos-; exacerbación de lógicas patriarcales, coloniales, racistas, xenófobas y de género, que consideran al “otro” como atrasado y de menor condición, al punto que puede ser eliminado para permitirles “codearse” con ese ideal de persona -blanca, alta, europea o estadounidense, con plata y hombre- y con esos países del norte; Además y más grave aún, el mal o “maña” de convertir lo público en privado –práctica que se usa no solo para el diseño de políticas, sino para pensar las relaciones de pareja, la posesión de la tierra comunitaria, la educación, la salud, en fin, todos los espacios de la vida puestos al servicio del mercado y la tecnología–. Defender este ideal de sociedad y de persona requiere contextos con Estados autoritarios, con aparatos represivos fuertes, y por supuesto, con lógicas militaristas para la resolución de los conflictos y con un control de bio-video-vigilancia que bajo la excusa de acabar con la inseguridad y la violencia va creando las subjetividades necesarias para consumir los productos de este estado capitalista y obedecer y respetar el orden establecido. No es gratuito que las ultraderechas hayan crecido en el mundo de hoy, acercándose al fascismo, pues consideran que ese “otro” que sobra y les está quitando lo que por “derecho propio” les pertenece, tiene que ser eliminado, pues “sobra”.


Ultraderechas, narcotráfico y posesión de los mercados y áreas de interés por parte de los países centrales y sus transnacionales son la llave perfecta para mantenerse en el poder, excluyendo entonces a grandes sectores de la población, no importa si se violan sus derechos humanos, esto empieza a perder importancia en el mundo actual. Además, si esa depredación extractivista y contaminante empeora cada vez más el medio ambiente, creando el cambio climático que ya es evidente y generando igualmente una injusticia climática, con su consecuente pérdida de derechos humanos, pues el costo recae sobre los menos favorecidos, tampoco importa. En fin, el combate al cambio climático ya no es prioridad y la búsqueda de una justicia climática tampoco es importante en los actuales tiempos. En donde parece claro que después de la pandemia, se empezó a retroceder en los escenarios ambientales y de derechos humanos, frente a la urgencia del capitalismo de reorganizarse y re-configurar el mundo de acuerdo con sus necesidades de mercado.


dess Eurojournalisme, Universidad Robert Schuman, Estrasburgo (Francia) y Universidad Libre de Bruselas (Bélgica). Magíster en Comunidades Europeas, Universidad Pontificia de Comillas (España). Socióloga, Universidad Nacional de Colombia.
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NOTAS: 

[1] Como diría Thiago Rodrigues – Docente del Instituto de Estudios Estratégicos de la Universidad Federal Fluminense de Brasil. en el programa UN análisis de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en: http://radio.unal.edu.co/categorias/analisis-unal, tomado en noviembre de 2022

[2] solo la Unión Europea y Estados Unidos parecen configurarse como un bloque a través de la OTAN

[3] Acaba de pasar la cumbre el G-20, marco en el cual cada vez es más claro, por su declaración final en contra de la guerra de Ukrania cómo terminan uniéndose –pues a ella asisten tanto China como India y Rusia, cuya representación estuvo a cargo del ministro de relaciones exteriores ruso, Serguéi Lavrov- con tal de evitar que sus mercados se vean afectados

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