Una guerra proxy o subsidiaria no es una guerra convencional
No hay duda sobre la intervención de EU en la guerra. En sendas entrevistas con la agencia Bloomberg y BBC Mundo, el ex secretario de Defensa de EU Leon Panetta admitió sin ambages que Washington y la OTAN libran una guerra proxy con Rusia mediante un tercero (Ucrania)
La cuestión, ahora, es si el imperio humillado puede subir la apuesta sin llegar a lo nuclear.
Carlos Fazio
Sergey Pivovarov (Reuters) en elpais.com/
La guerra por delegación del gobierno de Biden contra Rusia en Ucrania, que en el campo económico-financiero tiene como objetivo desacoplar a Europa Occidental de los suministros de gas ruso y forzar la dependencia del gas licuado de Estados Unidos, ha entrado en una nueva fase de resultado incierto.
Una guerra proxy o subsidiaria no es una guerra convencional. Aunque suele involucrar a fuerzas armadas profesionales de los países en pugna, comprende a actores externos que actúan sobre el terreno con fuerzas clandestinas y/o mediante empresas de seguridad privadas (mercenarios) y grupos terroristas. Salvo el despliegue masivo de tropas de manera abierta para eludir los costes en términos humanos y económicos, EU/OTAN son parte beligerante del conflicto. Han estado proveyendo al gobierno de Volodymir Zelensky armas y ayuda económica con gran profusión y son actores esenciales de la guerra sicológica y de desinformación (propaganda) por los medios de difusión masiva hegemónicos, que combinan con ciberataques y ejércitos de troles en redes sociales, cuyo resultado, en el Occidente colectivo, es la puesta en escena de una Rusia aterrorizada, débil y a punto del colapso.
No hay duda sobre la intervención de EU en la guerra. En sendas entrevistas con la agencia Bloomberg y BBC Mundo, el ex secretario de Defensa de EU Leon Panetta admitió sin ambages que Washington y la OTAN libran una guerra proxy con Rusia mediante un tercero (Ucrania). El también ex jefe de la Agencia Central de Inteligencia durante el gobierno de Obama, argumentó que las sanciones económicas contra Rusia y el envío de armas de EU y la OTAN a Ucrania configuran una guerra por delegación.
Como parte de una guerra híbrida industrial/comercial contra Rusia y sus aliados de la Unión Europea (UE), en particular Alemania, la larga mano (no tan invisible) de Washington se ve a través de actos de sabotaje contra infraestructura crítica rusa y el uso del terrorismo como arma de guerra por acción o delegación. ¿Hechos? La voladura con explosivos del auto de Darya Dugina (hija del filósofo nacionalista cristiano ortodoxo Alexander Dugin, aparente blanco del atentado), en un suburbio de Moscú, operado por el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), herramienta de la CIA y el MI6 británico, quienes gobiernan de facto en Kiev; los sabotajes contra los gasoductos Nord Stream 1 y 2 en aguas internacionales del mar Báltico, cerca de la isla danesa de Bornholm, con la eventual complicidad de Dinamarca, Suecia, Inglaterra o Polonia, y el sabotaje (que califica de terrorista debido a que hubo tres víctimas civiles) en el puente Krymsky Most de Crimea, parte de la infraestructura civil crítica de la Federación Rusa y símbolo de la reunificación con sus territorios históricos en 2014. A lo que se suman un ataque al sistema de gasoductos TurkStream por saboteadores de Kiev y actos de terrorismo con drones, artillería pesada y lanzacohetes múltiples contra las plantas de energía nuclear de Zaporozhie (la mayor instalación de ese tipo de Europa ocupada por fuerzas rusas) y Kursk (Rusia).
Con la voladura parcial con explosivos de los oleoductos Nord Stream 1 y 2 del conglomerado ruso Gazprom en las zonas económicas exclusivas de Suecia y Dinamarca (bajo estrecha vigilancia de la OTAN, lo que es una tácita declaración de guerra económica contra Rusia y los compradores europeos de gas ruso), la administración Biden parece decidida a escalar un conflicto que podría derivar en una Tercera Guerra Mundial, aun con armas nucleares tácticas (el 6 de octubre Biden dijo que el riesgo de un Armagedón nuclear está hoy en su nivel más alto desde la crisis de los misiles en Cuba, en 1962).
Sobre los oleoductos de Gazprom, la halcón del Departamento de Estado, Victoria Fuck Europe Nuland (como la llamó Michael Hudson de la Universidad de Missouri), había anunciado en enero pasado que de una forma u otra, Nord Stream 2 no funcionará. Y el 7 de febrero siguiente, Biden declaró abiertamente: “Si Rusia invade, es decir, si sus tanques y tropas cruzan la frontera ucrania […] no habrá más Nord Stream 2, le pondremos fin… Prometo que podemos hacerlo”. Según el economista Jeffrey Sachs, datos de radar indican que helicópteros de EU basados en Polonia estuvieron dando vueltas por una zona cercana cuando ocurrieron los sabotajes. A su vez, el ministro polaco de Exteriores, Radek Sikorski, agradeció cínicamente en un tuit a EU por sabotear los gasoductos.
Según Hudson, con el sabotaje estadunidense al Nord Stream, Europa ya no podrá apartarse de la política de EU y restaurar el comercio con Rusia. La amenaza de que Europa pusiera fin a las sanciones comerciales y financieras contra Rusia se resolvió en favor de EU, y pese a su dependencia energética estructural, ya no habrá gas barato para las industrias europeas. EU y la OTAN seguirán dictando la diplomacia europea y se producirá un colapso económico en Alemania y Europa. Recordar a Mackinder: el control de la masa terrestre euroasiática constituye el control del mundo. Para Hudson, la competencia de la industria alemana con EU terminó. Perdió Alemania: es la principal víctima de la guerra de Biden y la autocracia de Bruselas. La única forma que Alemania tiene para restaurar el comercio con Rusia es retirarse de la UE y la OTAN, lo que, dada la mediocridad y cobardía del canciller Olaf Scholz, es difícil.
El sabotaje terrorista del 8 de octubre en Crimea, puesto vital para la flota rusa en el mar Negro, recibió como respuesta del Kremlin dos días de ataques selectivos contra infraestructuras militares, eléctricas y de telecomunicaciones en una docena de ciudades ucranias y la inhabilitación mediante guerra electrónica de la empresa satelital Starlink, propiedad del multimillonario Elon Musk, que desconectó la guerra en red y las comunicaciones e inteligencia operacional de las fuerzas ucranias.
La demostración de fuerza de Rusia envió un mensaje por elevación a EU/OTAN: puede aniquilar al alto mando político-militar en Kiev y no ceder al chantaje nuclear de Biden. En su fase antiterrorista, el poder disuasivo no nuclear ruso busca generar condiciones que puedan forzar una negociación con una Europa degradada a nivel energético de cara al próximo invierno. La cuestión, ahora, es si el imperio humillado puede subir la apuesta sin llegar a lo nuclear.
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