El hecho de que cambie de ministerio, se cree otra institución burocrática y se “democratice”, no cambia su esencia
El pueblo no puede perder la perspectiva de este hecho, por lo que debe mantener las exigencias agitadas en el levantamiento popular: disolver el Esmad y los destacamentos de las fuerzas militares comprometidos en masacres, violaciones y asesinatos de dirigentes populares
Ser joven y del pueblo se ha convertido en Colombia en algo similar a llevar una lápida en la espalda. Ya sea por rebelarse y luchar contra el sistema que solo depara miseria y represión, por ello se paga muy caro: con la tortura, el encarcelamiento, la desaparición o la muerte; ya sea simplemente por estar ahí, no en el lugar equivocado, sino en el espacio y tiempo en que la violencia y el terror oficial llega, porque existe un Estado defensor de los intereses de los capitalistas, que mantiene y defiende a sus Fuerzas Militares, las encargadas de aplastar a los de abajo para que las cosas sigan como supuestamente deben ser.
Ese fue el caso de Jesús Díaz, José Arévalo y Carlos Ibáñez, tres jóvenes de 18, 22 y 26 años del corregimiento de Chochó, zona rural de Sincelejo, Sucre; a uno de ellos le dispararon mientras se divertía jugando piques en moto: la policía como loca llegó disparando con el supuesto de que quienes estaban allí eran del Clan del Golfo; pero no bastó con esto: mientras Jesús Díaz era llevado por un familiar y por otro de los tres jóvenes al hospital, fueron interceptados por varios policías que se llevaron a los tres jóvenes -el otro llegó a ayudar cuando los interceptaron- en la parte de atrás de la patrulla y minutos después fueron acribillados a sangre fría por el Coronel Benjamín Núñez, quien está libre y presuntamente fuera del país.
La forma sádica en que este Coronel asesinó a los jóvenes, con la complicidad de los demás policías que estaban en la patrulla, muestra el grado de descomposición y degradación de esa institución. No es un nuevo “caso aislado” de otra “manzana podrida”; fue precisamente el asesinato del abogado Javier Ordoñez el que colmó la copa y desató la justa ira del pueblo el 9 y 10 de septiembre del 2020; fueron cientos los casos de detenciones arbitrarias, tortura y desaparición cometidos por esa fuerza represiva en el pasado estallido social; han sido miles los crímenes cometidos por ella a lo largo de la historia ¡cuánta sangre ha corrido en estaciones de policía y CAIs en el país!
El nuevo gobierno ha propuesto separar a la Policía Nacional del Ministerio de Defensa y crear el Ministerio de Paz, Convivencia y Seguridad, realizando una modernización de esa institución con la promesa de que de esta forma, la Policía no seguirá cometiendo más crímenes contra el pueblo. La medida fue planteada por otros presidentes como Juan Manuel Santos, pero no se llevó a cabo, como muchas de las promesas que siempre hacen los administradores de los negocios comunes de los capitalistas cada cuatro años.
Pero aunque esta vez sí lleven a cabo esta reforma, tenemos que decir con toda seguridad que los crímenes contra el pueblo continuarán por parte de esa institución y todas las Fuerzas Militares. El hecho de que cambie de ministerio, se cree otra institución burocrática y se “democratice”, no cambia su esencia: las Fuerzas Militares fueron creadas, independiente de lo que pueda decir la letra muerta de la Constitución, para defender los privilegios de los explotadores y someter por la fuerza de las armas a los explotados y oprimidos.
Los falsos comunistas y revolucionarios ocultan que el Estado no es una institución imparcial, y por tanto, que sus FFMM tampoco lo son; esconden que aunque la cátedra de derechos humanos esté en la formación de los militares y ahora aumenten las horas de enseñanza, amplíen las campañas de trabajo comunitario, haya más grupos artísticos, lleven chocolate a un barrio, pongan mujeres policías en las manifestaciones y tal vez le cambien nuevamente el uniforme para que se vean más “amigables”, seguirán cometiendo asesinatos como el reciente de los tres jóvenes en Sucre.
El pueblo no puede perder la perspectiva de este hecho, por lo que debe mantener las exigencias agitadas en el levantamiento popular: disolver el Esmad y los destacamentos de las fuerzas militares comprometidos en masacres, violaciones y asesinatos de dirigentes populares. Castigo a los instigadores y perpetradores y no más fuero militar para los asesinos del pueblo. Pero además, junto con ello, hay que crear las guardias y milicias populares, porque es muy peligroso el discurso de que la Policía y el Ejército garantizarán la vida y por ello no se justifica que el pueblo se arme para defenderse.
No hay duda de que para lograr la paz, es necesario que el proletariado y el campesinado se unan para destruir el Estado burgués, y acaben con el monopolio de las armas en unos cuerpos especiales separados del pueblo. Las armas deben pasar a manos del pueblo organizado para impedir con ello que una minoría siga explotando reprimiendo y masacrando a la juventud y a la inmensa mayoría trabajadora.
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