Es hora de impulsar la ciencia y la tecnología
La única fuente de prosperidad en el largo plazo son las innovaciones tecnológicas, que se dan en ecosistemas con base científica. Colombia tiene un atraso de décadas.
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El científico y humanista Carl Sagan repitió hasta la saciedad en sus documentales y libros que la inversión en ciencia y tecnología puede ser el camino dorado para que las economías en vías de desarrollo se dinamicen, generen productos de alto valor agregado y tecnifiquen muchos de los procesos productivos, haciéndolos más competitivos en un mundo globalizado. Los países del primer mundo lo entienden muy bien, y por eso todos invierten por encima del 2 % del PIB en ciencia y tecnología, según los datos que nos muestra la OCDE. Por ejemplo, Alemania (3,02 %), Estados Unidos (2,79 %), Israel (4,54 %) y Japón (3,21 %). Tienen claro que no estar a la vanguardia en ciencia y tecnología en plena era del conocimiento es devolverse a ser política y económicamente manipulados.
Colombia no llega al 0,7 % del PIB en inversión en ciencia, tecnología e innovación. Y eso explica en tiempos del coronavirus por qué estamos esperando que en otras latitudes desarrollen una vacuna o algún medicamento que permita controlar la epidemia. No es que se carezca de buenos investigadores o de ingenio, nuestra debilidad es la mediocridad gubernamental que no ha generado unas políticas claras que permitan impulsar una economía basada en el conocimiento. Gracias al coronavirus nos estamos dando cuenta de que para los grandes problemas se requieren grandes soluciones de base científica. Todos hemos visto a Merkel, a Macron y hasta Trump acompañados de reputados científicos en sus declaraciones. Lo mismo han hecho Duque y Claudia López en el plano local.
Nuestros dirigentes políticos deben de entender que en pleno siglo XXI nos transportamos en carros, trenes, aviones; nos entretenemos con celulares, iPads y televisores; nos curamos con antibióticos, analgésicos y antihistamínicos; hasta nos matamos con misiles teledirigidos, drones de precisión y armas silenciosas. Productos todos de base tecnológica, de alto valor agregado y con alta demanda en los mercados internacionales. Nada de eso, o muy poco, desarrollamos en el país, estamos frente a un analfabetismo científico absurdo. Y mientras la sociedad del conocimiento sigue avanzando, nuestra economía netamente extractiva depende principalmente de las exportaciones de petróleo, que ahora regalado es caro.
Sería una irresponsabilidad gubernamental no impulsar decididamente la diversificación de la economía apoyados de la ciencia, la tecnología y la innovación. La historia económica de Colombia nos muestra que las bonanzas petroleras y de materias primas no han venido acompañadas con serias inversiones en nuevas tecnologías, ni en aumentar la calidad de la educación, lo cual era estrictamente necesario para mejorar la competitividad del país en la producción de bienes y servicios. Más de 15 años de uribismo, con el precio del barril de petróleo muchas veces por encima de los 120 dólares, y nada de eso se hizo. El futuro no es el petróleo, este y la minería deben representar el pasado. Es hora de montarnos en la era del conocimiento y de apoyarnos en la ciencia y la tecnología.
Las evidencias históricas nos muestran que, para las naciones, la única fuente de prosperidad en el largo plazo son las innovaciones tecnológicas, que se dan en ecosistemas con base científica. Colombia tiene un atraso de décadas, pero podríamos comenzar a revertir nuestra historia.
Rodrigo Urrego Álvarez. Profesor, Universidad CES.
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Cartas de los lectores