1. Estados Unidos de Banana
Ángel Guerra Cabrera
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Apropósito del deprimente espectáculo televisivo montado el 4 de febrero por Donald Trump para presentar el tradicional discurso sobre el estado de la Unión, tomo prestado para este artículo el título de una extraordinaria novela satírica de la escritora puertorriqueña Giannina Braschi. Braschi realiza con su ópera prima en inglés lo que puede considerarse el primer gran homenaje de la novela a la inmigración latinocaribeña en Estados Unidos. Utilizando muy creativos recursos literarios disecciona la crisis terminal del imperio yanqui y por eso relaciono su libro con el discurso-espectáculo trumpiano. El país relatado por Braschi después del atentado a las Torres Gemelas, donde circulan personas que asemejan pollos sin cabeza, es también el que vimos en la comparecencia de Trump ante el Congreso de Estados Unidos. Auténtica pieza del peor teatro bufo escenificada en el mismo recinto donde al día siguiente, cumpliendo con un guion escrito con mucha antelación, el Senado puso fin a otra obra bufa al absolver al presidente en el impeachment o juicio político, abierto por un desfalleciente y mediocre Partido Demócrata.
Tump y toda su pandilla son mentirosos contumaces que han logrado superar cualquier marca de mendacidad establecida en otro gobierno anterior, no obstante que la mentira haya sido siempre un recurso habitual de los políticos en Washington. Eso ya lo sabemos. Pero al escuchar este discurso uno no podía salir de su asombro, pues difícilmente nadie, en ese o en otro podio importante de la política mundial, haya mentido tanto y de una forma tan cínica e hipócrita como el presidente de Estados Unidos en esta ocasión. En un país con millones de pobres y desamparados, derechos sociales básicos desmantelados, sindicatos terriblemente disminuidos, infraestructura en condiciones críticas y creciente y escandalosa desigualdad social comparable a la existente en 1929, un Trump drogado por el narcisismo y la demagogia habló de sus muy grandes realizaciones en materia de salario, empleo, salud y educación que, como sabe cualquier persona medianamente informada, nada tienen que ver con la realidad. Un ocasional buen viento económico no puede ocultar tamaña tragedia social. Aunque no sorprenda, fue muy insistente el tono antimigrante e irrefrenablemente xenófobo del discurso, una especie de adoración al dios muro, apuntalado con cifras inventadas que probarían el carácter criminal de quienes llegan a la barrera procedentes del sur: principalmente los latinos. Por loco que parezca, este discurso le acomoda muy bien al votante de Trump. Son los pollos sin cabeza de Braschi. Enajenados pues, si hablamos con corrección política. La enajenación es, sin duda, el peor crimen del sistema capitalista contra los seres humanos.
En un gesto que subraya su adhesión a la doctrina Monroe, Trump cargó contra Cuba, Venezuela y Nicaragua: Conforme restauramos el liderazgo de Estados Unidos en el mundo, seguimos apoyando la libertad de nuestro hemisferio. Es por eso que mi gobierno revocó las políticas fallidas de la administración anterior sobre Cuba. Estamos apoyando las esperanzas de cubanos, nicaragüenses y venezolanos para restaurar la democracia. Miente una vez más al decir que restaura el liderazgo de Estados Unidos, cuando éste nunca antes había rodado tan bajo ante pueblos y gobiernos como en su mandato. Miente también al decir que apoya la libertad en nuestro hemisferio cuando sus amigos más cercanos son el fascista Bolsonaro, el represor Piñera, los gobiernos narcoparamilitares de Iván Duque y Juan Orlando Hernández, el odiado y corrupto presidente haitiano Jovenel Moïse y la asesina dictadora y candidata presidencial de Bolivia, todos repudiados por sus pueblos. Miente también cuando invoca esperanzas de pueblos, pues lo único que le interesa a Trump es Trump. Resultaría grotesco siempre escuchar a un estadista presumir de los asesinatos que ordena. El hecho de ser presidente, así sea de un país poderoso como Estados Unidos, no autoriza a nadie a vulnerar la ley a su antojo, aunque algo de eso se esté desprendiendo de la defensa que los republicanos han hecho de su líder en las sesiones del impeachment. Pero sinceramente, es repudiable ver a este hombre, tan vulgar además, exhibir como trofeo la cabeza de un combatiente por la liberación de los pueblos del Medio Oriente como el general iraní Suleimani.
El colmo del espectáculo electorero del martes fue la presencia de Juan Guaidó, recibido al día siguiente en la Casa Blanca. Pero es todo lo que puede hacer Washington por él, ya que las acciones golpistas y terroristas no han logrado derrocar a Maduro y, al contrario, la revolución bolivariana y chavista se ha fortalecido ostensiblemente.
No hay cómo tener buenos amigos cuando se vive casi en las fauces del monstruo. Tras las bravatas de Trump, nada más auspicioso que la visita del canciller de Rusia, Serguei Lavrov, a Cuba, México y Venezuela. América Latina unida es lo que Rusia desea, reza una declaración oficial de Moscú.
Twitter: @aguerraguerra
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2. EU: ocaso de la institucionalidad
Como estaba previsto, ayer el Senado de Estados Unidos absolvió al presidente Donald Trump de los dos cargos con los que la Cámara de Representantes lo llevó a juicio político. En una votación dividida marcadamente por las líneas partidistas, 52 senadores (de 100) lo declararon inocente de haber abusado de su poder al condicionar la ayuda militar que su país entrega a Ucrania a cambio de que su homólogo Volodymir Zelensky abriera una investigación contra el hijo del ex vicepresidente y aspirante presidencial demócrata Joe Biden, y 53 consideraron que no obstruyó la acción de la justicia durante las investigaciones del Congreso en torno al primer cargo. Mitt Romney, senador por Utah y ex candidato presidencial, fue el único republicano que se pronunció en contra de Trump.
Con esta apresurada resolución, el Legislativo de Estados Unidos sancionó, tras un juicio de apenas dos semanas, la continuación de la ilegalidad y la indecencia en la Casa Blanca. En efecto, al margen de las motivaciones que hayan llevado a los demócratas a impulsar el proceso de juicio político, el carácter delincuencial de la conducta trumpiana se encuentra documentado más allá de toda duda, por lo que absolverlo supone abrir las puertas a cualquier atropello.
Si a ello se suma la obstrucción de los senadores republicanos a que la acusación citase a testigos claves en el entramado de diplomacia irregular urdido por Trump y sus colaboradores, no queda sino concluir que el partido mayoritario en el Capitolio es cómplice en los actos ilícitos del mandatario.
En suma, el bipartidismo, que constituye una de las bases más arraigadas del sistema de Washington, desvirtuó el procedimiento político más serio de la nación hasta convertirlo en un episodio que favoreció a quien ha sido cuestionado por sus constantes transgresiones al orden legal. Además de desnudar la inoperancia de este sistema para salvaguardar la normalidad democrática, la absolución fast track del mandatario ahonda la fractura política existente en la ciudadanía, pues una parte de la población reconoce que su jefe del Ejecutivo resulta impresentable, una verdad en la que este sector lúcido de la sociedad estadunidense coincide con el resto del mundo.
Tal impunidad supone una pésima noticia: si el magnate de los bienes raíces devenido político se ha distinguido por su bravuconería y su total desprecio a las normas, incluso en momentos en que su poder se vio amenazado, ahora que el partido que controla la Cámara alta y al Poder Judicial le ha refrendado su apoyo incondicional, sólo resta esperar la acentuación de sus peores rasgos. Muestra de ello es la recepción que ayer mismo brindó al líder de la oposición venezolana, Juan Guaidó, embarcado en una gira internacional de aventurerismo en busca de apoyo para forzar una salida violenta a la crisis que atraviesa su nación.
El Partido Demócrata, por su parte, aparece descolocado, huérfano de programas y de prospectos presidenciales capaces de articular los descontentos sociales con la esfera político-empresarial en la que se toman las grandes decisiones en Washington. Cabe preguntarse si en tales circunstancias la campaña de Bernie Sanders podría traducirse en un vuelco general de las inercias, una perspectiva que parece poco probable.
En lo que toca a México, la consolidación del trumpismo representa la continuidad de una espada de Damocles pendiente sobre los siempre frágiles y complicados equilibrios de la relación bilateral. El gobierno y la sociedad mexicana deben prepararse para meses difíciles –o años, si el republicano logra la relección que en este momento se vislumbra probable– , pues a estas alturas es bien sabido que atacar al vecino del sur es uno de los recursos favoritos de Trump cada vez que necesita exacerbar las paranoias y los chovinismos de su base electoral.
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