- La pérdida de gobernabilidad;
- Los tics autoritarios autoimpuestos y poco convincentes; y
- La permanencia del régimen en Venezuela pese a la fallida presión internacional que el propio Duque ha encabezado de manera voluntarista, obligada y poco estratégica.

- La fragmentación del sistema político, sin un partido mayoritario sino con varios de tamaños y pesos semejantes;
- La polarización en temas sensibles como la movilización social y la paz, especialmente la JEP;
- Un centro electoralmente significativo, pero políticamente impotente —o tibio, para no herir susceptibilidades—; y
- Las nuevas reglas de juego, como el Estatuto de la Oposición que se aprobó con unos cincuenta años de retraso.
- La escogencia de un gabinete decididamente joven, técnico e inexperto.
- Los nombramientos en carteras estratégicas de figuras muy cercanas al presidente Uribe, pero sin un manejo suficiente de los congresistas (el caso de las ministras de Trabajo o Interior, incluso del ministro de Hacienda).
- Los mensajes desafiantes y equívocos en materia económica, social y política, acompañados de metidas de pata superficiales; y
- Los reverzasos obligados como en el apoyo a la consulta anticorrupción o el IVA sin excepciones.
- Por una parte, las objeciones a la Ley Estatutaria de la JEP y las propuestas de reforma constitucional contrarias a lo acordado y aprobado en el Congreso, mostraron que el presidente Duque sigue atrapado por la obstinación antisantista de Uribe, más que por sus propias convicciones políticas.
- Por otra parte, la pérdida de investidura de Mockus complica las cosas porque golpea a ese centro que tiende a desmarcarse del gobierno y más en época preelectoral.

- La de senador Uribe, junto con José Obdulio, Fernando Londoño y otros que prácticamente vetaron el preacuerdo y casi que exigieron la represión como única forma de mostrar autoridad;
- Y la del siempre oportuno fiscal Martínez, que avisó de un atentado a perpetrarse por parte de los terroristas de la Minga. Aunque evidentemente esas no fueron sus palabras, así quedó en el imaginario de las huestes uribistas y de muchos medios.