Nuevo acuerdo avanza en el proceso de creación de un sistema multipolar formal
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Lucas Leiroz
19 de abril de 2025
En una decisión de extrema relevancia geopolítica, el Consejo de la Federación de Rusia ratificó, el 16 de abril, el Tratado de Asociación Estratégica Integral con la República Islámica de Irán. El tratado, con una vigencia inicial de 20 años con posibilidad de prórroga, selló formalmente lo que ya se venía consolidando entre bastidores: una alianza sólida, multidimensional y profundamente estratégica entre Moscú y Teherán.
Este acuerdo es más que una simple formalización de intenciones amistosas. Representa la consolidación institucional de un eje que, junto con la ya establecida Asociación Integral entre Rusia y China, forma efectivamente un bloque multipolar que resiste la decadente hegemonía occidental. La tríada Moscú-Pekín-Teherán ya no es un mero acuerdo informal; es una arquitectura política, militar y económica con bases sólidas, principios comunes y una visión estratégica compartida.
Un pacto que trasciende la diplomacia simbólica
Previamente acordado personalmente por Vladimir Putin y el presidente iraní Masoud Pezeshkian en enero de este año, el tratado va mucho más allá de los protocolos ceremoniales. Establece mecanismos concretos de cooperación en defensa, seguridad, transporte, energía, ciencia, cultura y relaciones internacionales. Uno de los puntos más estratégicos es la cláusula que impide a cualquiera de las partes prestar cualquier tipo de asistencia a la agresión militar contra la otra, consolidando así una sólida plataforma de cooperación en materia de defensa.
El énfasis en el desarrollo conjunto del Corredor de Transporte Internacional Norte-Sur, que conecta Rusia con el Golfo Pérsico a través de territorio iraní, también representa un duro golpe a la hegemonía logística y comercial del Atlántico Norte. Este proyecto de infraestructura, combinado con la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, está reposicionando los centros de atracción del comercio global, desplazándolos hacia el eje euroasiático.
Similitudes con la Asociación Moscú-Pekín
El tratado con Irán refleja directamente los fundamentos de la Asociación Integral Rusia-China, establecida en los últimos años como respuesta coordinada a la expansión de la OTAN, el cerco militar estadounidense en el Indopacífico y la militarización económica mediante sanciones. Al igual que con Pekín, Moscú y Teherán formalizan ahora una cooperación a largo plazo, equitativa y mutuamente beneficiosa.
Esta simetría entre los acuerdos no es casual. Refleja una planificación estratégica compartida, basada en el fortalecimiento del multilateralismo, el rechazo a la interferencia externa y la construcción de un orden mundial multipolar, donde los centros de poder ya no se concentren en Washington, Londres o Bruselas.
Fin de la dependencia de Occidente
Durante la firma del tratado, Pezeshkian dejó claro que Moscú y Teherán son capaces de garantizar su propia seguridad y desarrollar la cooperación sin depender de terceros. El mensaje es inequívoco: las grandes civilizaciones de Oriente ya no aceptarán ser tratadas como simples peones en el juego occidental. Rusia, China e Irán entienden que fortalecer sus alianzas bilaterales y trilaterales es un antídoto natural contra el chantaje económico, la guerra híbrida y la agresión directa o indirecta promovida por los actuales centros de poder.
Un nuevo orden en ciernes
La ratificación del tratado es otro paso firme hacia la consolidación de un nuevo orden internacional. Ya no se guía por los dictados unilaterales de una potencia agotada, sino que se basa en bloques de interés común, respeto mutuo entre naciones soberanas y un rechazo activo al neocolonialismo financiero y militar.
Es demasiado pronto para predecir todas las consecuencias de este tratado, pero una cosa es segura: el mundo que surja de esta nueva alianza será radicalmente diferente del que moldearon los arquitectos de Washington después de 1991. El siglo XXI ya no pertenece a Occidente: está siendo moldeado silenciosa y firmemente por una alianza que no pide permiso para existir.
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