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LAS BALAS DE LOS ADJETIVOS QUE PROFIEREN LOS MEDIOS EN EL CONFLICTO FRONTERIZO CON VENEZUELA

Adjetivos que se profieren como balas: los medios de comunicación y el conflicto fronterizo con Venezuela

Álvaro Sanabria Duque


Luego de ser testigos durante una larga semana de la literal lluvia de adjetivos en que han sido convertidas las columnas de prensa de los diarios del país, no queda duda que, parafraseando un conocido adagio: "lo primero que muere en los conflictos fronterizos con Venezuela es cualquier asomo de sindéresis". Si bien, nuestros "opinadores" no son muy ahorrativos en el uso de calificativos, como tampoco son pródigos en el sustento de sus afirmaciones, esas características brotan exacerbadas, casi hasta la caricatura, cuando de referirse a los vecinos venezolanos es de lo que tratan.

Las disputas con Venezuela no son nuevas, como los medios masivos de comunicación lo quieren hacer creer a las nuevas generaciones. No las inventó Chávez y las heredó Maduro, con el interés de alterar nuestro "idílico" transcurrir, tal y como lo dejan deslizar la gran mayoría de columnistas. Basta repasar en nuestra no muy lejana historia para comprender que los hechos y las declaraciones oficiales en este último impasse parecen un juego de niños si hacemos comparaciones con lo que sucedió en agosto de 1987, cuando la corbeta de la Armada de Colombia A.R.C entró en aguas que los venezolanos consideran suyas y los gobiernos colombianos estiman en disputa. El presidente venezolano de la época, Jaime Lusinchi, que nada tuvo que ver con bolivarianismo alguno, y siempre militó en Acción Democrática, uno de los dos partidos tradicionales, ordenó la movilización de 100 mil soldados a la frontera, acción que también fue respondida por el presidente colombiano Virgilio Barco, con el envío de tropas y del Submarino ARC Tayrona en defensa de la corbeta. Ante la amenaza del bombardeo a las naves colombianas por parte de la fuerza aérea venezolana, el gobierno de Barco las retiró luego de la mediación de la OEA. Hoy, esa acción hubiera sido calificada, por no pocos, de cobardía y traición.

No es lo mismo dirán algunos, pues en aquella época de lo que se trataba era de unos cuantos kilómetros cuadrados de áreas marinas y ahora el punto está en la dignidad de nuestros compatriotas deportados. Pues bien, si eso es lo que ha encendido el ánimo de nuestros comunicadores, sería bueno preguntarnos cuántos de ellos han reaccionado con la misma virulencia frente a los múltiples casos de desplazamiento interno masivo que en la actualidad nos sitúa como uno de los primeros países en el vergonzoso ranking de las expulsiones internas −más de cuatro millones de personas según algunas estimaciones−. ¿No se han burlado acaso algunos individuos como José Obdulio Gaviria de la situación, aduciendo que en Colombia no ha habido desplazamiento interno sino migración voluntaria? ¿Realmente es la prensa oficial tan sensible a las migraciones forzadas como hoy lo auto-declara?

¿Son sólo disculpas?


Brillan por su ausencia los análisis respecto a los motivos que esgrime el gobierno venezolano para el cierre de la frontera. La divulgación de un video en el que un sujeto identificado como José Pérez Venta, asesino confeso de una de sus copartidarias, en el que declara que sus actividades de oposición tuvieron, entre otras, fuentes de financiación colombiana, fue descalificado, sin más, por nuestros comunicadores, como "un falso positivo de Maduro". Esos mismos periodistas, que cuando intentan mostrarse equilibrados, luego de adjetivar al presidente venezolano, para empatar, aluden a Uribe con algunos epítetos, no se preguntan, ni le preguntan a éste último si su relación con Lorent Saleh, militante de la oposición venezolana, extraditado desde Colombia, y a quien le encontraron fotografías en las que luce camuflado y exhibe armas largas, es en realidad un protegido suyo. Como tampoco la prensa ha hecho referencia a las declaraciones que dio el actual senador y expresidente, luego que Pérez Venta −subordinado de Saleh−, lo acusara de ser financiador de hechos violentos en Venezuela, y en las que afirmó: "maduro no me va a intimidar, y seguiré apoyando a la oposición", pues acá cabe el interrogante de si tal apoyo es lícito cuando esa oposición es armada. Pues, no parece coherente que la prensa colombiana sea radicalmente crítica de cualquier asistencia extranjera a la guerrilla colombiana y favorable al apoyo que un movimiento político del país (máxime si es dirigido por un expresidente de la república) da a la oposición armada de una nación vecina. Además, si sobre las verdaderas causas detonantes de la crisis, el argumento generalizado del periodismo colombiano es que el gobierno de Venezuela busca desviar la atención de su situación económica y política, en el caso de Uribe ¿de lo que se trata no es de distraer a la opinión acerca de la responsabilidad que le puede caber en las muertes de decenas de personas, cuyos cadáveres yacen en la Escombrera? Sobre este punto los comunicadores evitaron rezar y pecar para empatar.

Respecto al contrabando, un noticiero de televisión mostró un camión que logró atravesar la frontera hacía nuestro país, cargado de productos subsidiados en Venezuela. Las preguntas al conductor se dirigieron a resaltar que el vehículo no hubiera podido salir de la nación vecina sin el pago de sobornos a las autoridades, pero, los interrogantes de porque podía entrar a Colombia sin permisos de importación ni facturas fueron esquivados. Si la corrupción campea en los dos lados, eso obliga a reconocer que en realidad existe un problema bilateral que es lo que los comunicadores no pueden ver. Desde el mundo blindado de sus oficinas, pontifican como si el país fuera el Dorado de todas las virtudes.

La "indignación" de nuestros comunicadores

Al comienzo de la crisis, forzar un paralelo entre la situación de nuestra frontera con Venezuela y los trágicos sucesos de los migrantes en el Mediterráneo fue un recurso justificativo de la vehemencia. Sin embargo, el uso de los símiles hizo agua rápidamente pues obligaba a reconocer que en una analogía de ese tipo, el papel de nuestros compatriotas es equivalente al de libios, sirios, kurdos o gambianos, y el del gobierno venezolano al de Ángela Merkel o David Cameron. Este último, por ejemplo, impulsa una ley que autoriza la confiscación de los salarios de los migrantes indocumentados y penaliza con cárcel a quienes les den alojo. Pues bien, si lo que la prensa busca es descalificar a Maduro a través de comparaciones, debería caricaturizarle con leyendas como ¡no sea como Cameron! Paralelo imposible en la mente de nuestros periodistas convencionales, no sólo por prejuicios clasistas, que les impide colocar en un mismo plano a un miembro de la élite inglesa y un mandatario del llamado tercer mundo, sino porque los miembros de los grupos medios pseudo-intelectualizados siempre han tenido su corazón en el mundo anglosajón, que asocian con lo ideal.

Ante la imposibilidad de negar que Colombia es un expulsor inveterado de connacionales, y que cinco millones de compatriotas han tenido que migrar al vecino país, el recurso fue convertir ese hecho en acausal. Un columnista literato, luego de la consabida lluvia de adjetivos, trae a colación un personaje de una de sus novelas, una anciana migrante a Venezuela que dice: "no sé qué me trajo por aquí donde todo es igual a lo de allá, solo que distinto, porque una siente que es forastera", intentando demostrar con la cita que la huida a la nación vecina no obedece a la violencia o a la falta de oportunidades en Colombia, sino a impulsos inexplicables sin causas objetivas.

El colérico lenguaje que sigue inundando las columnas de los periódicos colombianos, ha sido justificado, en no pocas ocasiones, por la "ira e intenso dolor" que, dicen nuestros comunicadores, experimentaban en el momento de redactar sus escritos. Y entonces se vuelve más fácil entender por qué, en nuestra cotidianidad, la disputa entre por ejemplo un pasajero y un conductor de un vehículo público termina con la muerte de uno de los dos, luego que han discutido y alguno ha dudado de la "pureza" de la santa madre del otro, provocándole "ira e intenso dolor". Eufemismo que busca velar nuestra intolerancia y que está generalizándose en la redacción de los periódicos y los informes de la radio y la televisión.

La democracia que deseamos a nuestros vecinos

Juan Manuel Santos reconocía en alocución presidencial, que en la OEA el país había sido derrotado en su pretensión de darle estatus de multilateral a las disputas fronterizas entre Colombia y Venezuela, pero, que no iba a cejar en su empeño de involucrar a la comunidad de naciones en la disputa, exteriorizando esa característica tan marcada de nuestras élites de actuar como un menor de edad, altamente dependiente, que busca siempre que sean las potencias o los organismos multinacionales los que solucionen los problemas que les atañen. Los inefables procurador y fiscal, haciendo pose de rígidos jurisconsultos anuncian pomposamente demandas ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Penal Internacional, buscando un juicio a Nicolás Maduro por crímenes contra la humanidad, en un gesto que suena ridículo en el momento mismo en que el mundo muestra su conmoción por la foto del cadáver del niño migrante sirio Aylan Kurdi, tirado en una playa. Las comparaciones son odiosas, más cuando se trata de tragedias humanas, pero igualar las imágenes de nuestros compatriotas atravesando una quebrada vadeable con los ahogamientos masivos en el Mediterráneo, no cabe más que en la cabeza de nuestros dirigentes y ahora en la de los "guías de opinión".

Nuestros opinadores también han sido reiterativos en que nuestras disputas fronterizas tendrán fin cuando en Venezuela sea depuesto el "régimen chavista" y regrese la "democracia", pues bien, si repasaran el conato de enfrentamiento más grave que hemos tenido, y al que aludíamos al comienzo, encontrarían que Jaime Lusinchi, un "demócrata" según los cánones de nuestro periodismo, afrontaba en el momento del conflicto con Colombia, acusaciones de corrupción y abusos de poder, y que Blanca Ibáñez, secretaria privada de la presidencia, señalada de sostener una relación extra-marital con el presidente, era a su vez acusada de asignar contratos sin requisitos y promover ascensos en las fuerzas militares, ignorando los méritos. La Masacre de Yumare ejecutada por ese gobierno, en la que fueron asesinados, el 8 de mayo de 1986 −un año antes del impase con Colombia−, nueve dirigentes sociales que luego fueron presentados como guerrilleros dados de baja en combate, en una anticipación de los "falsos positivos" colombianos, ¿es uno de los hechos estimulantes que hace suspirar y luchar a Uribe por el regreso de la "democracia" a Venezuela? ¿También, son sucesos como ese, los que hacen repetir a nuestros comunicadores que no tendremos entendimiento con nuestros vecinos si no los gobierna Acción Democrática o el Partido Socialcristiano, más conocido como Copei?

Pongámonos serios, y si en realidad queremos "vengarnos" de los venezolanos construyamos un país que no obligue a nuestros connacionales a huir al exterior, y que por sus condiciones de paz, equidad y oportunidades haga que los cinco millones de colombianos que hoy residen en Venezuela, busquen desesperadamente regresar. Pero, para eso, una condición ineludible es que seamos capaces de mirarnos al espejo, que desarrollemos pensamiento crítico y reflexivo y que erradiquemos el negacionismo frente a nuestra realidad.

http://www.desdeabajo.info/colombia/item/27158-adjetivos-que-se-profieren-como-balas-los-medios-de-comunicacion-y-el-conflicto-fronterizo-con-venezuela.html

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