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SANTOS Y EL MINISTRO LIZARRALDE, AVERGÜENZAN A COLOMBIA ANTE EL MUNDO. LA PROPUESTA DEL POLO, ROBLEDO.

Ministro Lizarralde involucrado en despojo de tierras a campesinos


Con falsas tradiciones y compra de mejoras, Indupalma pretende apropiarse de baldíos de campesinos. Lizarralde preside el Incoder, donde puede legalizarse el despojo. Santos avergüenza a Colombia ante el mundo.

Noticias Uno reveló un nuevo caso que según el senador Jorge Enrique Robledo descalifica al ministro Rubén Darío Lizarralde y en el que Santos avergüenza a Colombia ante el mundo. Se trata de la tentativa de despojo de tierras campesinas por parte de Rubén Darío Lizarralde a favor de Indupalma. El caso ha sido denunciado por el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, creado con el liderazgo del sacerdote jesuita Francisco de Roux.

De acuerdo con Noticias Uno, numerosas familias campesinas de San Alberto, César, ocupan desde hace años tres predios que suman 911 hectáreas (http://bit.ly/1bBcN3s). Por ser tierras baldías del Estado, en el año 2006 los labriegos solicitaron su adjudicación y titulación al Incoder. Pero Indupalma –encabezada por Rubén Darío Lizarralde- se opuso a la adjudicación, alegando que son predios privados porque la empresa los compró en 1961.

Contrario a lo que afirma la empresa, los certificados de libertad y tradición de los tres predios (https://db.tt/OA4Mw308) demuestran que Indupalma no ha adquirido la propiedad, pues en ellos aparecen con “falsa tradición”. El certificado del predio Islandia especifica que se trata de un bien baldío y que en 1960 Indupalma compró “mejoras puestas en baldíos de la Nación”. En los certificados de los otros dos predios aparece la anotación “venta de cosa ajena”, lo que quiere decir que Indupalma se los compró a personas que no eran los verdaderos dueños. Sin embargo, el entonces gerente Lizarralde calificó a los campesinos como “invasores” de las tierras de la compañía.

De acuerdo con la investigación “Parceleros de San Alberto, un conflicto con Indupalma”, de la Corporación Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (2008), los tres predios son baldíos del Estado, por lo que solo pueden titularse a campesinos sin tierras y no a empresas como Indupalma. El estudio también señala que durante la gerencia de Rubén Darío Lizarralde la empresa amedrentó a los campesinos, al punto que existen numerosas denuncias contra Indupalma que van desde daño en bien ajeno a intento de homicidio.

Aunque un juez rechazó los argumentos de Indupalma y falló en favor de los campesinos, el pleito no termina, porque Indupalma apeló, lo que significa que el Incoder debe definir si son tierras baldías. Y el ministro Lizarralde preside el Consejo Directivo de la entidad. ¡La desvergüenza!

El senador Robledo resaltó la gravedad de la denuncia y explicó que, de acuerdo con la Superintendencia de Notariado, la falsa tradición (comprar mejoras sobre baldíos para quedarse ilegalmente con la tierra) es una de las modalidades más usadas para apropiarse de los baldíos de la Nación.

Por un desarrollo para la producción, democrático y ordenado de la Altillanura


Lo que hay es más un modelo de especulación inmobiliaria que de producción agropecuaria

Si Colombia tuviera conciencia de los mal que se gobierna este país, los juanmanueles hacía mucho no gobernarían. Según la FAO, el 80 por ciento de las inversiones en extranjerización de la tierra son especulativas. El Polo está por un modelo agrario de tipo que dual, que combine producción campesina y empresarial. Qué hacer con la Altillanura debe debatirse con seriedad. Es difícil desarrollar la Altillanura. En el Piedemonte Llanero hay mayores facilidades. El desarrollo de la Altillanura no debe servir de pretexto para hundir el agro del resto de Colombia. Hay muchas falacias sobre la Altillanura. En ningún país hay agro sin protección del Estado. En el ambiente de los TLC no habrá agro. No hay parecido con lo del Cerrao brasileño. ¿El futuro de la palma africana está en la Altillanura? La fragilidad ambiental de la Orinoquia. La propuesta del Polo. No puede haber agricultura en la Altillanura si no hay agro en Colombia. El caso de la cal.

Aun cuando sea un debate sobre la Altillanura y la Orinoquia, no voy a repetir el debate ya hecho con el representante Wilson Arias en torno a la ilegalidad de la acumulación de tierras en la Altillanura. Para mí está claro que hay en marcha una enorme operación calculada por grandes firmas de abogados y grandes empresas dedicadas al oficio lamentable de violar la ley. Digamos de paso que el doctor Urrutia sigue en Washington. ¿Hasta dónde va a llegar el gobierno? Urrutia renunció por su responsabilidad en estos horrores y el doctor Santos le aceptó la renuncia, pero lo dejó en Washington. Y ahora escogió para reemplazarlo a don Luis Carlos Villegas, el anterior presidente de la Andi, a quien le premiaron no haberse dado cuenta de que la industria se estaba acabando, porque el TLC también arrasa con la industria. Ojalá todos los colombianos leyeran un artículo de ayer del doctor Luis Prieto Ocampo en El Tiempo. Él fue presidente de la Andi y explica lo sucedido con la industria nacional y cómo los distintos gobiernos la han liquidado de manera inmisericorde. Y a quien no vio esa tarea destructiva lo despachan para Washington a que haga llave con el doctor Urrutia.

El debate tampoco versa sobre el modelo agrario nacional, que amerita análisis aparte. Solo voy a decir que el modelo agrario nacional es un desastre. Uno de los escollos que más perturban en esta controversia es la soberbia con la que quienes gobiernan hablan del agro. Si con un desastre de esta magnitud se pavonean como pavos reales, cómo sería si el agro funcionara bien. Y ay de quien se atreva a afirmar que no funciona, porque de una vez le caen a aplastarlo. Lo del agro nacional es tan grave que Colombia tiene 21 millones de hectáreas de tierras agrícolas de buena calidades, no me estoy refiriendo a la Altillanura, y apenas se cultivan cinco. Colombia no sabe qué hacer con su agro. Una vaca de vez en cuando, un arbolito. Me explicaba alguien que los propietarios ponen ahí la vaca y el arbolito para que no les invadan la tierra. El negocio de las grandes propiedades no es agrario, es un negocio de especulación inmobiliaria. El truco consiste en que usted se compra un buen pedazo de tierra, le pone una vaca o media vaca por hectárea, tres arbolitos, un guachimán y espera a que algún día esa tierra valga un montón de plata para venderla y sacar una enorme utilidad.

Y al mismo tiempo estamos importando casi diez millones de toneladas de productos del agro que podríamos producir en Colombia. Es el drama de este país. Nos echan cuentos. Llevan 25 años echándonos el cuento de que vamos a convertirnos en grandes exportadores. ¿Exportar qué? Desde las flores, hace como 40 años, no se crea un nuevo renglón de exportación agrícola en Colombia. Y ya ni café, porque el café está también arruinado. Colombia está importando el café del consumo nacional. Si Colombia tuviera conciencia de lo mal que se gobierna este país, los juanmanueles hacía mucho rato que no olerían gobierno ni de lejos.

Es el modelo agrario que estamos padeciendo. Y a él le va a sumar el gobierno la extranjerización. A la especulación inmobiliaria le van a meter el ingrediente de traer a los gringos a que ayuden a especular en el casino. En algún sitio de la Costa Caribe me decía hace unos años un senador, hoy ausente, mire, senador Robledo, las tierras aquí son tan caras que para que una vaca sea rentable, se necesita que dé leche condensada. Y se ha creado un círculo vicioso. Con el país inundado de importaciones y la tierra carísima, producir se vuelve costosísimo y más difícil. Es un problema de una gravedad inaudita. Y cuando de encima nos meten a los gringos, como ya está ocurriendo, solo va a empeorar. Porque ya hay estadísticas de la FAO, según las cuales el 80 por ciento de las inversiones en extranjerización de la tierra son en especulación inmobiliaria, no en producción agrícola.

El Polo propone un modelo agrario de producción. Hay que poner a producir la tierra, obvio. Cómo podemos progresar si no ponemos en juego los factores de producción. Si nuestra gente del agro no puede emplearse productivamente y nuestra tierra no produce, cómo desarrollamos el país. Los polistas defendemos nuestra economía campesina e indígena y lo hacemos de frente, porque tenemos pruebas para demostrar que es muy importante, muy productiva, y podría ser todavía mucho mejor si el Estado la respaldara. Pero no nos oponemos a la producción empresarial, nunca lo hemos dicho. Por ahí hay unos mentirosillos aduciendo que el Polo se opone a la producción empresarial. Y en ese sentido los llamo a la seriedad. Uno no puede abusar de los medios escritos de comunicación y argüir que el Polo se opone a la producción empresarial. Los mismos que lo dicen saben que es falso. Aquí lo ratifico: no nos oponemos. Ahora, si me obligan a escoger entre Cargill, con 100 mil hectáreas, y Pedro Pérez y Juan Rodríguez, empresarios comunes y corrientes, creo que debemos hacer un esfuerzo para hacerlo con empresarios comunes y corrientes. Pero tampoco me opongo a que haya grandes. Nunca hemos propuesto que se acaben los ingenios azucareros del Valle del Cauca, y miente el que lo afirme. Quienes van a acabarlos son los que defienden el libre comercio y los TLC. 300 mil toneladas de azúcar entraron el año pasado a Colombia. Está amenazada de muerte la industria azucarera del Valle del Cauca, y con el TLC vienen las importaciones de jarabes de maíz, que son miedosos.

Debatir con objetividad lo de la Altillanura

Qué sí es este debate. Este debate sí es por sobre todo un esfuerzo que tenemos todos que hacer para que se conozca el tema de la Altillanura y para que se debata, pero con objetividad. No pueden seguir los grandes medios de comunicación, Semana, El Tiempo, El Espectador, Caracol, todos, metiéndonos propaganda sobre los grandes negocios de la Altillanura como si fueran información. El mínimo derecho de un país que se precie de elementalmente democrático es que los medios informen, y cuando sea publicidad pagada, que le pongan entonces el letrerito respectivo, como sucede en las campañas electorales. Pero no puede ser que nos metan unos ladrillos de supuesta información sobre la Altillanura y uno mira y es pura publicidad. La chispa de la vida, la felicidad, el mundo se salvará con la Altillanura y no sé qué más cuentos.

El primer propósito de mi intervención es bregar a mostrar ciertos hechos de qué es lo que pasa allí en realidad. Desde ya digo que el Polo Democrático Alternativo está por el desarrollo de la Altillanura, que quede claro. Estamos por el desarrollo de la Altillanura, pero el debate es cómo, quiénes, cuándo. Es el mismo lío con el libre comercio. Nosotros no nos oponemos a las relaciones económicas internacionales, pero sí exigimos que se nos diga cómo son. ¿Vamos a volver a la Colonia española por cuenta del libre comercio? No. El Polo Democrático Alternativo no está de acuerdo.

En la Altillanura debe haber desarrollo pero con cinco criterios mínimos. Uno, desarrollo para la producción agraria, no para la especulación inmobiliaria. Dos, desarrollo democrático, es decir, socialmente diverso, de modo que puedan estar los grandes, pero también el resto del país, los pequeños y medianos, los empresarios comunes y corrientes, los campesinos y los llaneros. Cómo así que “los nuevos llaneros” y llegan los “cacaos” a los Llanos sacando a los llaneros. Ese no puede ser el desarrollo de la Altillanura. Tampoco el Polo está de acuerdo. Tres, cuidadoso con el medio ambiente. Si la tarea se hace mal, la región se vuelve un desierto. Y cuando digo diverso, también estoy haciendo referencia a una abrumadora realidad sobre la que me acaba de insistir Wilson Arias. Allí hay desde hace miles de años una cantidad de comunidades indígenas. También hay que contar con ellas. Cuatro, debe ser un desarrollo ordenado, no el caos, qué partes primero, qué partes después, cómo, para hacerlo bien hecho. Y cinco, debe ser dirigido por el Estado. Se trata de un tema muy complejo. No pueden ser don Luis Carlos Sarmiento ni don José Leibovich organizando todo, como si estuviéramos todavía en el Medioevo.

La senadora Maritza Martínez ya ha analizado varios temas muy importantes que no voy a repetir. Quiero empezar mostrando un mapa (http://db.tt/YehAYbBY) para ubicar al país. Lo que está en verde es lo que llamamos la Orinoquia. La parte más alta es Arauca y Casanare, que no es exactamente Altillanura. En la Altillanura hay áreas distintas, pero no voy a entrar en mucho detalle para no aburrirlos. A la izquierda del mapa, lo azul es el Océano Pacífico, al norte el Océano Atlántico y a la derecha está Venezuela. Entre lo verde y el Océano Atlántico hay una distancia enorme. Esa es la Altillanura. Está situada en la parte oriental de Colombia. En la siguiente figura (http://db.tt/GOcQgN2e), y vean las enormes distancias, lo amarillo es la Altillanura. Desde La Primavera, un municipio en el centro de la Altillanura, en el Vichada, hasta Buenaventura hay 1.159 kilómetros, dato muy importante en el debate, porque La Primavera está lejísimos. Está a 550 kilómetros de Bogotá, a 500 kilómetros de Puerto Carreño, en la frontera con Venezuela. Y de Puerto Carreño al Océano Atlántico atravesando toda Venezuela hay 1.200 kilómetros.

El centro de la Altillanura en el telón es muy grande. Puerto López está mucho más acá. Lo que quiero enfatizar es que la Altillanura está lejos de los océanos y lejos de Bogotá. Y por qué lo enfatizo. Porque produciendo allí agricultura, y repito, me interesa es la producción, tienen que vender en alguna parte. En el Vichada solo viven 130 mil personas, luego el consumo departamental es muy escaso. Bogotá es el mercado clave. El lío es que como estamos en los tiempos del libre comercio y de la apertura, a la capital de la República le entran los bienes agrarios importados es por Buenaventura. Si estoy entonces en La Primavera, a 500 kilómetros de Bogotá, compito es con los gringos, desde Buenaventura y en la misma distancia a Bogotá. No es fácil, porque los precios de los fletes de mar, en cierto sentido, son despreciables. Uno calcula cuánto vale el flete de una pechuga desde Estados Unidos hasta Buenaventura y es despreciable. Pero ojo. La Primavera está a 559 kilómetros de Bogotá, la mitad por carreteras absolutamente intransitables cinco meses del año, porque los inviernos allí son diluvianos.

Ante este enorme obstáculo, los publicistas nos han dicho que vamos a sacar la producción de la Altillanura por el río Meta hasta Puerto Carreño y desde allí por el Orinoco, atravesando toda Venezuela, hasta el Atlántico. Ya aclaró la senadora Maritza Martínez con toda precisión que no existe proyecto de navegación por el río Meta. Existen unos de esos monitos de servilleta que hace la gente al final de los almuerzos, y eso da una cierta idea, pero hacerlos realidad vale toda la plata del mundo. Bueno, llego a Puerto Carreño y todavía me quedan 1.200 kilómetros al mar, y de ellos, 800 no navegables. En conclusión, lo primero que hay que aterrizar es cómo vamos a resolver el problema de producir en la Altillanura y vender, y, repito, no me opongo a que se produzca allí, pero contando con las realidades.

La siguiente figura nos detalla las cosas en un color más azul (http://db.tt/yNDocJPY). Ahí el río Meta, en el extremo, a la derecha, Puerto Carreño, en la otra punta se alcanza a ver a Villavicencio, y aquí están las distintas poblaciones, La Primavera, Santa Rosalía, Puerto Gaitán y Carimagua. En el mapa (http://db.tt/mIWA1UY7), lo que está en amarillo al lado derecho es Puerto Carreño, el área más cercana a Venezuela pero también lo más lejano y difícil de desarrollar. Hacia la izquierda está Villavicencio y una serie de municipios, en lo que llamamos el Piedemonte Llanero, con posibilidades agrícolas muy importantes, con tierras mucho mejores que las de la Altillanura y que necesitan todo tipo de respaldo del Estado. Si estamos en política, nosotros tenemos que ser gentes de Estado. No podemos plantear soluciones ajenas a la realidad nacional. Cualquier proyecto que se haga en cualquier sitio de Colombia genera una contradicción de si se hace ahí o se hace en otro sitio, porque los recursos son insuficientes y no tenemos plata para gastar indefinidamente en cuanto nos pase por la cabeza. Las tierras del Piedemonte Llanero, en los Llanos Orientales, les llamo la atención, cuentan con enormes potencialidades agropecuarias. Y si llega a haber proceso de paz, y ojalá lo haya, y es probable que lo haya, muchas de las tierras hoy con dificultades graves de orden público se van a abrir por completo y allí podría haber unos factores de desarrollo supremamente grandes.

Montar agricultura en la Altillanura, un desafío complicado

En contraste, las tierras de la Altillanura, y de la Orinoquía en general, tropiezan con ingentes dificultades. Me lo explicaba un llanero, una persona honrada y con criterio científico, muy conocedor del tema: mire, senador, párese en el Piedemonte Llanero, en las estribaciones de la Cordillera Oriental que caen sobre los Llanos, y mire hacia Venezuela. Y cada kilómetro que usted se aleje de la cordillera es más difícil producir, no solo porque la calidad de los suelos empeora, sino también porque los inviernos y los veranos son más difíciles de manejar. Allí hay un régimen de lluvias y de sequías bastante complicado. Y me hacía esta reflexión: ahí hay un proyecto de desarrollo, pero surge una pregunta clave, cuándo y cómo. Es decir, de qué plazo estamos hablando: ¿5, 10, 20 ó más años? Debería ser a mi juicio un desarrollo por etapas para ir avanzando en la geografía y en el territorio nacional.

En la Altillanura propiamente dicha, sin contar Arauca y Casanare, según los últimos datos de Planeación Nacional, son más o menos utilizables unas 3.5 millones de hectáreas, aun así, repito, de calidades complicadas. La infraestructura sí que es bien difícil. En el Vichada, por ejemplo, apenas hay 2.500 kilómetros de carreteras. De ellos, en la red secundaria hay 1.600 y en invierno apenas es transitable el 25%. Por ellas solo se atreven en invierno, y conozco la región, los corredores de deportes extremos. En estos días hubo un Rally de Villavicencio a Puerto Carreño y apenas llegó la mitad de los vehículos. Y la red terciaria apenas es transitable en invierno en el 15%.

Cuál es el lío con los suelos. Me lo ilustraba también este llanero. En la Altillanura no hay árboles, solo unas cuantas matas de monte y unas sabanas inmensas cubiertas con un pastico de muy exigua capacidad de sustentación para ganadería. Y me decía, senador, en esas tierras no hay árboles, no porque los hayan tumbado, sino porque nunca los hubo, por la calidad de los suelos. Se puede montar agricultura ahí, me explicó, pero es un desafío complicado. Entonces, cuál es el lío que enfrentamos. Desde el punto de vista físico las tierras son muy buenas, casi todas planas, pero la química, no. No es que sea imposible, pues con solo encalar las posibilidades aumentan. Lo cierto es que ahí está la paradoja. Creo que la Altillanura no se ha desarrollo, no por falta de vías, sino por el problema de los suelos, porque si los hubiera buenos, la colonización habría entrado, como ha pasado en otros sitios, y las vías vendrían detrás.

Lo de la Altillanura está montado sobre falacias

Pero ojo, aun siendo tan difícil el problema de los suelos, soy enfático en señalar que no es cierto que solo los puedan desarrollar los magnates nacionales y extranjeros. Es una falacia. Esto de la Altillanura está montado sobre un poco de falacias. Primera, que en Colombia no hay tierra y por eso hay que irse para la Altillanura. Falso. En Colombia sí hay tierra, ya di las cifras. La Altillanura sería un área de más, y repito, no me opongo a que se desarrolle. Pero no nos digan que no hay tierras. Aquí la senadora Maritza Martínez mostró unas cifras muy complicadas, como para meditarlas, sobre los costos de producción en la Altillanura, en relación con el resto del país. Y deben de ser costos del lado de acá de la Altillanura (al occidente), senadora, porque del lado de allá (al oriente) no hay. No es lo mismo estar en Puerto López, incluso, en Puerto Gaitán o más acá, que estar de Santa Rosalía y de ahí para allá. Entonces en Colombia sí hay tierras y hay que aprovecharlas. Las tierras de Córdoba son de una calidad 1A y están lamentablemente en ganadería extensiva, porque en Colombia no es rentable el agro. ¿Las tierras están en la especulación inmobiliaria por culpa de los propietarios, refractarios a utilizarlas en agricultura, o porque la macroeconomía impide utilizarlas en agricultura? Tiendo a pensar que es lo segundo. En Colombia, el que haga agricultura se quiebra. No faltará el excéntrico que no quiere utilizar la tierra, pero en general a la gente le gusta ganar plata. Tiendo a pensar más que no se van a la agricultura y se quedan en ganadería extensiva es porque el ambiente nacional y el país que tenemos no les permite funcionar.

Otra falacia. Desde la Altillanura vamos a abastecer a Colombia y al mundo. No digo que no pueda suceder algún día, pero hoy, en el corto plazo, a 10, 20 años, francamente les digo que no lo creo factible, sobre todo si el gobierno se empeña en no cambiar las políticas de libre comercio. Porque si al país le establecemos un sistema de protección, de pronto podemos agilizar el desarrollo de la Altillanura sobre la base de protecciones por aranceles, barreras en frontera, ¿pero en libre comercio? ¿Navegación por el río Meta? ¿Navegación por el Orinoco? ¿Cuándo? Me dice el representante Wilson Arias que si las abren, de pronto va a ser para que entren los productos de Estados Unidos y la Unión Europea. Pero además hoy no lo veo. Son de esos proyectos de servilleta que sí, algún día, de pronto, tal vez, podrían ser realidad.

¿Centrar allí el gasto del Estado? No niego que haya que atender la región y hacerlo de mil maneras, pero el país tiene que mirar hacia dónde encauzar prioritariamente el gasto público. Nos alegan también que solo se puede desarrollar la Altillanura con grandes capitales privados, el sofisma con el que algunos quieren tapar sus ilegalidades, porque mientras nosotros denunciamos que lo que hicieron con las tierras es ilegal, ellos se obstinan en que es el progreso. El progreso no se puede montar sobre la base de violar la ley, es lo primero que se debe aclarar. Pero además nos han metido el cuento de que los pobres no pueden estar en la Altillanura –y dentro de los pobres incluyo empresarios comunes y corrientes–, porque solo los magnates tienen la plata para hacerlo. Aquí voy a decir algo que es de fondo en este debate: no hay agro en el mundo que se pueda desarrollar sin la protección del Estado, incluida, ojo, la gran producción.

¿Me van a alegar que los grandes agricultores de Estados Unidos y Europa trabajan sin subsidios? Pongámosle seriedad al debate. ¿Me van a aducir que en Brasil laboran sin protección, sin el Estado ayudándoles? Pero además, miren aquí en Colombia unos datos que encontré: los señores de Cargill tienen en la Altillanura como 60 mil hectáreas, de las que solo dedican unas pocas a la agricultura, pero recibieron 33 mil millones de pesos de créditos Finagro. ¿No dizque ellos no necesitan respaldo del Estado? CIF, Certificados de Incentivo Forestal, a empresas en la Altillanura, no a personas naturales, 22 mil millones. ¿No dizque no necesitan respaldo? Claro, agrego yo, si el Estado no se mete en la Altillanura, no hay cómo desarrollarla ni para pequeños ni para medianos ni para grandes. Cuántas son las exenciones tributarias de que gozan los monopolios, cuántos los ICR, que no nos metan cuentos. Es más, les hago un llamado de atención a los empresarios que echan cuentos: caballeros, no se terminen disparando a sí mismos con sus teorías, porque en Colombia está haciendo carrera la idea de que no debe haber protección al agro. Y si no la hay, se acaba todo el agro, incluyéndolos a ustedes. No se puede entender la agroindustria azucarera del Valle del Cauca sin la protección del Estado. No se puede entender el cultivo del arroz sin la protección del Estado. Ahora me voy a detener en la palma, pero desde ya afirmo: sin la protección del Estado no habría ni una palma sembrada en Colombia, y si se la quitan, se acaba. Pido entonces más seriedad en el debate. Es muy difícil encarar un debate montado a punta de cuentos.

Que hay un gran desarrollo actual en la Altillanura, dicen. También mirémoslo para ver en qué van las cosas. Son 3.5 millones de hectáreas útiles según Planeación Nacional, y hay cultivadas 92 mil, en los municipios de la Altillanura de Meta y Casanare. No hay entonces ningún gran desarrollo en la Altillanura. Podría haberlo, pero hoy no lo hay. Nos dicen que en palma de aceite hay mucho, 19 mil hectáreas, según cifras de Planeación Nacional del 2011, y pónganle que haya subido un poco. Ahí lo que se vaya a hacer está por hacerse. Si lo vamos a hacer, miremos cómo, pero hagámoslo bien.

Nos han echado otro cuento. Que lo que se está haciendo en la Altillanura fue lo que hicieron los brasileños en El Cerrao. Y como Brasil exporta mucha comida, entonces en la Altillanura vamos a exportar mucha comida. En el colegio le enseñaban a uno que había silogismos engañosos: de premisas ciertas, conclusiones falsas. Lo primero es que lo que se está haciendo aquí en la Altillanura no se parece en nada a lo que hizo en El Cerrao. Lo del Brasil sí que es un buen ejemplo de un Estado con todo el peso de su poder bregando a desarrollar una región. Es más, cambiaron la capital del Brasil y la pasaron para allá, hoy Brasilia. Imagínense el tamaño del proyecto. Movieron a 250 mil familias para que ocuparan la región, adelantaron descomunales inversiones en infraestructura desde 1970, crearon Embrapa en 1973, y no quiero referirme de mala manera a lo que puedan hacer en Corpoica, solo digamos que Corpoica, nuestro gran centro de investigaciones, es una especie de pigmeo al lado de Embrapa. No es un problema de los funcionarios, no quiero maltratar a nadie. Y me dicen que lo que se hace en la Altillanura es lo mismo que hicieron los brasileños, paja. Les doy otro par de datos: en 1999, Brasil creó un Ministerio de Desarrollo Agrario especializado en la pequeña producción agrícola, porque tampoco es cierto que en El Cerrao solo haya grandulones. El 84% de las fincas del Brasil, incluido El Cerrao, son fincas familiares como las llaman allá, en manos de pequeños productores. El 38% del total de la producción sale de los pequeños. Más datos: el 87% de la yuca de Brasil la producen los familiares, lo mismo el 70% del fríjol, 59% de la cría de cerdo, 58% de los lácteos, 50% de la cría de aves, 46% de maíz, 38% del café, 34% del arroz, 30% de la cría de bovinos, 21% del trigo, 16% de soya. ¿Por qué ocultan estos datos los medios de comunicación, por qué no se los cuentan al país? Estoy reclamándoles a los medios de comunicación que cumplan con el deber de informarle con seriedad a este país. Entiendo que los medios son de ellos, pero hay deberes mínimos que se deben cumplir.

El futuro de la palma africana ¿está en la Altillanura?

Lo que voy a contarles es una de las historias más escabrosas. Estoy seguro de que no hay colombiano que, tras haber leído la profusa publicidad que sale en los medios sobre el desarrollo de la Altillanura, no esté convencido de que el futuro de la región es la palma africana, la palma de aceite. Durante el famoso debate de Carimagua, me dijo Jens Mesa, el presidente de Fedepalma, senador Robledo, no hay paquete tecnológico para la palma en la Altillanura. No acababa de creerle. La sorpresa fue inmensa. Pues bien, hablemos un poco de la palma. No hay negocio en grande de la palma aceitera en Colombia sin la protección del Estado. Aprovechemos este debate para aclararlo de una vez por todas. ¿Por qué? Porque una parte muy grande de la producción de palma se va al consumo interno de agrocombustible, o alcohol carburante y biodiesel, como es también llamado.

El biodiesel de palma de aceite es la protección hecha persona. Primero, nos obligan a los colombianos a mezclar el biodiesel con el ACPM de hidrocarburos. Usted no puede llegar a una estación de servicio y decir que le vendan ACPM sin biodiesel. Y es el Estado colombiano el que le fija el precio para que el negocio sea rentable. Ahí no hay libre competencia. El biodiesel es más caro que el diesel de hidrocarburos. El negocio funciona porque nos obligan a consumir, sin derecho a discusión, y para que el negocio no sea tan escandalosamente encarecedor de los costos de los combustibles, el Estado les quita los impuestos al biodiesel y al alcohol carburante que sí pagan los originados en hidrocarburos. Dice el doctor Salomón Kalmanóvitz, antaño miembro de la junta directiva del Banco de la República, que los subsidios al negocio de los agrocombustibles vía exenciones y pagos de los ciudadanos vale 452 mil millones de pesos al año. Tomen nota. No estoy ni siquiera haciendo un juicio de valor, sino tan solo dando la información. 343 mil millones de pesos valen las exenciones del gobierno nacional, o sea, lo que pierde la nación; 108 mil millones de pesos vale lo que pierden los departamentos y 71 mil millones pagamos los ciudadanos de nuestro bolsillo, según información de Fedesarrollo. Que no nos vengan entonces a echar cuentos y a decirnos que los subsidios son un crimen. Si el arrocero pide subsidios y protección es un criminal, pero en los de la palma sí está muy bien. Vuelvo a pedirles que hagamos un debate franco.

Pero ojo, viene lo más grave. Qué pasa con la palma africana en la Altillanura. Aquí muestro una carta que le envió el presidente de Fedepalma al presidente de la junta directiva de Riopaila, una de las empresas comprometidas en estos últimos debates y que posee en La Primavera 40 mil hectáreas, que no sé muy bien qué van a hacer con ellas en semejantes lejanías. Miren la historia. En una reunión celebrada en la Casa de Nariño, y aquí los detalles son importantes, con el presidente de Santos a bordo –y había más gente–, el doctor Jens Mesa plantea sus dudas sobre qué pasa con la palma en la Altillanura y expone una serie de riesgos sobre el negocio. Eso irritó bastante al presidente de la junta directiva de Riopaila, doctor Alfonso Ocampo Gaviria, y ahí mismo, delante de Santos, le hizo el reclamo a Jens Mesa. Y entonces Jens Mesa, a la semana siguiente, ni corto ni perezoso, le mandó esta carta al presidente de Riopaila. Voy a leer algunas frases: “Debo confesarle que nos hemos sorprendido con las molestias o incomodidades de muchas personas frente a los argumentos válidos que Fedepalma ha presentado en varias reuniones y foros, especialmente, sobre los requerimientos de todo tipo que se necesitan para producir palma en la Altillanura”. Se me pasaba mencionar un detalle. Lo que molestó tanto al presidente de Riopaila es que el presidente de Fedepalma le insiste en que producir palma en la Altillanura es muy riesgoso. Que le echen ojo porque pueden terminar perdiendo plata. Cabría preguntarse, agrega el doctor Mesa, cuál es el interés que muestran algunos en no estudiar detenidamente y debatir abiertamente toda una información, válida tanto a escala nacional como internacional, primero, que la palma de aceite es un cultivo de trópico húmedo, y no de altillanura. Que si la palma de aceite se cultiva exitosamente en regiones del trópico húmedo, en otras regiones más secas enfrenta limitaciones productivas y competitivas, por lo que se requieren inversiones cuantiosas para tratar de subsanar las brechas de la oferta ambiental. Si bien en Colombia hay mucha tierra disponible para el cultivo de la palma de aceite, no toda es apta para el desarrollo productivo y competitivo de esta actividad agroindustrial.

Segundo, “las condiciones naturales climáticas de la Altillanura son un limitante de la productividad de la palma de aceite”. Ya le va al almendrón del debate. Le dice: “la experiencia y la literatura muestran que la oferta ambiental del lugar donde se desarrolla el cultivo de palma de aceite condiciona de manera muy importante la productividad del mismo. Es bien conocido que los suelos de la Altillanura en general presentan baja fertilidad y que el comportamiento estacional de las lluvias de esa región determina un déficit hídrico alto durante aproximadamente cinco meses al año”. Las palmas pueden morirse en esos cinco meses o deteriorarse en grado sumo. “Lo cual permite prever productividades en muchos casos inferiores al 50% de su potencial”. Precisa: “En la Federación –Fedepalma– hemos recibido información que los promotores de estos proyectos le apuestan a que si bien van a tener bajos rendimientos aspiran a tener bajos costos amparados supuestamente en los relativos bajos precios que pagaron por la tierra”. Aceptan los promotores que sí es muy difícil, pero que como la tierra es barata, el negocio se puede hacer. Es justamente lo que está cuestionando Jens Mesa.

Tercer punto: “La competitividad de la palma de aceite en la Altillanura enfrenta muchas dificultades. La baja productividad esperada de muchos cultivos en la Altillanura puede ser un limitante para su competitividad económica. Una estrategia para reducir costos es incrementar la producción”. Jens Mesa explica que eso no es suficiente, y miren lo que agrega, que es al punto adonde más quería llegar: parte del lío que tenemos con este proyecto de la palma en la Altillanura es que Colombia ya hoy cuenta con palma suficiente para cubrir el 10% que se le añade a la mezcla del ACPM. Se habló de aumentar la mezcla al 20%, pero lo cierto es que el gobierno no ha tomado la decisión. Empieza entonces a aparecer un excedente de aceite. Miren lo otro que le dice Jens Mesa: con la información que tenemos de la siembra de palma en los últimos años, es posible señalar que las palmas necesarias para producir incluso el aceite requerido para ese incremento de mezcla de 10 a 20 por ciento, ya están sembradas. Y por consiguiente, le remarca, quien siga sembrando palma en Colombia va a tener que salir a venderla al mercado mundial. ¿Y sí es factible? Todos sabemos que Colombia no es competitiva en el mercado mundial ni con Malasia ni con otros de los países productores. Espero por lo menos haber dejado planteada la duda de cómo las cosas son mucho más complicadas de lo que parecen y de cómo es deber del Estado y de quienes asumimos con seriedad estos problemas mirar a fondo los asuntos.

Y está el caso de La Fazenda, una de las fincas que han desarrollado con más insistencia tecnológica la producción en la Altillanura. Salió a bailar también ahora, porque está acusada de compras ilegales de tierras. Me quiero referir a que esa finca, y conozco en detalle el proyecto, ha generado una agricultura de precisión con todas las tecnologías del mundo. Pero cuál es el problema –y son averiguaciones del día de mi oficina–, qué es lo que hacen en La Fazenda. Sembrar soya y otros productos para engordar cerdos, una cosa muy bonita tecnológicamente. Pero cuando se miran los precios en Bogotá de la carne de cerdo de La Fazenda y se comparan con los precios del cerdo importado, La Fazenda no está siendo competitiva. En el lomo hay una diferencia de menores precios a favor de La Fazenda, pero la costilla sí es bastante más costosa que la importada. El país se está inundando de carne de cerdo importada, como lo han reconocido los propios dirigentes de la organización de porcicultores. Y no está entrando más porque todavía hay barreras de protección. Surge entonces la duda de qué va a pasar con este proyecto.

Se desata la especulación

El otro asunto puede ser lo que descifre el acertijo. Hay que ver cómo se desarrolla la Altillanura, y hay que hacerlo con seriedad, cosa nada fácil, porque de entrada hay unos problemas de competitividad muy complicados. Por Buenaventura está entrando de todo y con subsidios desde Estados Unidos y desde todas partes. Es el problema que afrontamos y que se complica aún más porque las tierras de la Altillanura están sujetas a un desatado proceso de especulación inmobiliaria y cada vez son menos baratas las tierras, lo que hace más difícil hacer agro ahí. Ahora, para los que están en el negocio de comprar las tierras baratas y revenderlas caras, es una maravilla. Miren los datos, de 2009, Banco de la República: la hectárea en la Altillanura pasó de 400 mil pesos a 3 millones de pesos, es decir, se valorizó 750 por ciento. Son ganancias como de mafioso. Creo que ni el narcotráfico dé tanta ganancia. Según elpais.com, 2007, la tierra aumentó su precio en el 500 por ciento en cinco años. La SAC, 2013, un dato escalofriante: hace diez años una hectárea de tierra valía 42 mil pesos. Hoy vale 1,2 millones de pesos, una valorización del 2.900 por ciento. El que hizo ese negocio se ganó toda la plata del mundo. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos, año 2009: la tierra en Puerto Gaitán, no sobre vía pavimentada, se ha valorizado en 500 por ciento. Añade el mismo informe que Manuelita –también con tierras ilegales y además con enredos graves de paramilitarismo– reconoce valorización del 500 por ciento. Y Manuelita, puntualizan los gringos, reconoce que la valorización se está volviendo un obstáculo productivo. Cargill, otro escándalo bochornoso, porque también hizo compras ilegales de tierra partiendo las compras en pedazos para ocultar que hay acumulación, y el gobierno de Juan Manuel Santos lo sabe, aun cuando uno no sabe qué es lo que esté sucediendo, compró un predio en 10 millones llamado Aguazul. El intermediario de Cargill, como parece ser, le compra a alguien un predio en ese valor, y ese intermediario se lo vende a Cargill al mes en 3.100 millones de pesos. ¡Al mes! Otro, El Moralito, de 10 millones a 3.094, al mes. Otro, en dos meses, de 10 millones a 2.800 millones de pesos. Las cifras parecen mentira, pero las da Black River, fondo tras del cual opera Cargill.

Aquí surge la pregunta que tengo el deber de formular: ¿qué es lo que hay de verdad en la Altillanura? Toda esa propaganda, toda esa publicidad, todos esos grandes poderes nacionales repitiendo que es el paraíso terrenal, el futuro de la Humanidad, salve usted, fulanito, a Colombia y al mundo, páginas y páginas y páginas en los medios de comunicación, en la televisión, avisos en papel brillante, ¿son para qué? ¿Para un montaje agrícola o para un negocio de especulación inmobiliaria? Es la pregunta que los colombianos tenemos derecho a hacernos. Porque tengo la preocupación muy grande, que no la certeza, de que ahí lo que hay sea una ruleta especulativa. Ahora, quiero ser muy preciso, no en todos los casos, y hay mil distintos. La Altillanura es una región muy diversa, como ya lo explicó la senadora Maritza Martínez. Se ve incluso en calidades de tierras, y no es lo mismo tener la carretera cerca que lejos, estar o no al lado del río Meta. La gente que está invirtiendo ahí es muy diversa, desde viejos llaneros, gente nueva que ha llegado, grandes magnates y gente más común y corriente. Pero por todos los datos que les estoy dando, tengo la idea de que aquí hay unos cuantos muy poderosos que están en el negocio de la especulación inmobiliaria. En la legalidad. No voy a decir que sea un crimen que usted compre un terreno, le infle como pueda el precio y luego lo venda. Pero socialmente no es positivo, porque mucha gente a la que embarcan en estos proyectos, por ejemplo, en el de la palma de aceite, sin saber las limitaciones, puede estar al borde de perder hasta la camisa, gente que entró al negocio creyendo que si el doctor fulano está metido en él es porque tiene que ser muy bueno, y resulta que el doctor fulano sí sabe para dónde va y el otro no.

Repito, la gente que está en el negocio especulativo se gana un montón de plata, pero ¿es bueno para el país, para el Meta, para la propia Altillanura? ¿Qué pasa si sucede lo de siempre, que los precios se inflan y se inflan y se inflan hasta que llega un momento en que viene la destorcida, y un montón de gente pierde la plata. No es la primera vez que ocurre. Uno estudia la historia de los terrenos de La Florida, antes del crac de Wall Street de 1929, y esa es la historia. Tierra en La Florida a la orilla del mar y usted iba a mirar y quedaba a 30 kilómetros de la carretera y en medio de pantanos, pero como el que compraba lo hacía solo para vender más caro le importaba un pepino. Y qué sucedió, que los precios subieron y subieron y un día, plum, se vinieron a pique y la gente se quebró. Quiero insistir en que nosotros los del Polo estamos profundamente interesados en que lo de la Altillanura se desarrolle y en que el Meta funcione, y no solo la Altillanura, la Orinoquia toda, porque hay que mirar también hacia Casanare y hacia Arauca. Incluso es curioso que solo se hable de la Altillanura, porque buena parte de los desarrollos agrícolas de la zona se están haciendo más hacia Casanare, por ejemplo, en el caso del arroz. Me temo que haya mucha tela de donde cortar.

Fragilidad ambiental

Dejé aparte este punto porque es muy importante y es la preocupación que embarga a los estudiosos del tema ambiental en la Altillanura, por ejemplo, al doctor Manuel Rodríguez y a otros muchos, quienes han venido haciendo ver la fragilidad ambiental de la Orinoquía. En ese sentido hay que moverse con pies de plomo. Si la tarea se hace mal, la catástrofe ambiental puede ser de proporciones descomunales. Se llegaría algo así como a matar esas tierras.

La propuesta del Polo

Cuál es la propuesta del Polo para el desarrollo de la Orinoquia y de la Altillanura. Enfatizo que es una propuesta, porque nuestros enemigos de cabecera siempre nos acusan de no proponer. Estoy tomando entonces un seguro a prueba de bobos: voy a hacer una propuesta y que quede registrado en el acta, señora secretaria, que es una propuesta. Método a prueba de vivos o de bobos, normalmente más vivos que bobos.

Lo primero, no puede haber agricultura en la Altillanura si no hay agro en Colombia. No me van a meter ese cuento, porque donde es más difícil es allá. Se acaba el agro en Córdoba, en el Magdalena Medio, en el Valle del Cauca, en el Tolima, ¿y en la Altillanura sí va a haber agro? Uno pediría que en los debates fuéramos respetuosos con la inteligencia de los demás.

Lo segundo, no puede haber agro si no hay protección del Estado. Es un debate que hay que hacer con toda claridad. La producción empresarial, particularmente, necesita protección. En ciertas circunstancias son más resistentes a la crisis los campesinos pobres que los empresarios. El campesino siempre tiene la posibilidad de hacer las cosas como en Boyacá. Los pobres solo comen papa, los peluquea la señora, nunca van al médico. Entonces pensar en agro y pensar en modernización, ministro, lo primero que hay que hacer es renegociar los TLC. O que el doctor Juan Manuel Santos diga de frente que aquí no va a haber agro. Voy a repetir un cuento que he relatado mil veces. El doctor Jorge Humberto Botero, el ministro que negoció el TLC con Estados Unidos, me dijo, senador, por qué Colombia tiene que producir alimentos si dispone de minería y con eso los paga. Lo escribió después en La República y me lo volvió a decir hace unas semanas en un congreso de estudiantes de economía en Medellín, ante mil muchachos. Ahora, no es que el doctor Botero esté loco, aunque lo parezca. No, es la teoría económica de las ventajas comparativas, que machaca que los países se especializan en lo que puedan, una falacia, claro está, pero es la teoría.

Es lo que hay que aclarar y preguntarle al doctor Santos: ¿usted quiere que haya agro en Colombia? Pues métase en el proteccionismo, porque sin protección no hay agro, la protección lo es todo. Lo demuestran los costos de los insumos, el crédito suficiente, oportuno y barato, los precios de sustentación, la infraestructura, la ciencia. Este es el único país del mundo en el que los funcionarios le echan a uno el cuento de que va a haber agro sin ciencia. En Estados Unidos aparece un bicho y llegan ahí mismo diez mil científicos y técnicos. Aquí aparece uno y el campesino tiene que rezarlo a ver si se muere.

Cuál es la propuesta específica. En ese ambiente, en un país que protege su agro, ver qué hacemos con la Altillanura. ¿Para qué? Primero, para el desarrollo agropecuario y para producir donde se pueda, no para especular. Segundo, tiene que ser un desarrollo democrático, socialmente diverso. Puede haber uno que otro grandulón, no digo que no, pero también campesinos. Es mentira que no puede haber economía campesina. Paja, esas tierras con un poco de cal se mejoran muchísimo, no le pongan tanto misterio a las cosas. Y hay mil prácticas. El día del debate de Carimagua me enviaron de la Universidad del Llano un documento grandísimo con todas las posibilidades de desarrollo agrícola en Carimagua, que es Altillanura. Buena parte del desarrollo que se está haciendo en la zona del Piedemonte y hacia adentro son producciones de 100, 200, 300 hectáreas, de empresarios. Se puede hacer desarrollo con cooperativas de verdad, no falsas cooperativas. Es que un grandulón coge a un poco de campesinos-siervos para clavárselos el día de la crisis y a eso lo llaman una cooperativa. Socialmente diverso, con los llaneros a bordo, empezando por los propios indígenas. Este es un caso especial que se debe tratar con juicio. El colmo de la desproporción es que a uno le digan que vamos a desarrollar los Llanos Orientales y la primera idea sea sacar a los llaneros dizque porque llegaron los nuevos llaneros. Nos lo presentaron en una revista con foto grande de portada, casi poniéndoles veladora a los nuevos llaneros. Tiene que ser una tarea ordenada, por etapas. El Estado colombiano carece de músculo financiero para desarrollar la zona en un solo día. No hay vías, no hay electricidad, salvo unas plantas pequeñas en unos cuantos pueblos, no hay nada. Hay que hacer un Conpes de verdad, que no sea un truco para que don fulano ponga a su amigo ahí para inventarse un cuento. Tiene que ser un desarrollo cuidadoso con el medio ambiente. Y por supuesto, tiene que ser dirigido por el Estado.

Hay prácticas tan simples como la de echarles cal a las tierras. He hablado con gente como Eudoro Álvarez, que conoce los Llanos de toda la vida. Con solo echarles cal se puede pasar de sostener una vaca cada diez hectáreas, a poner varias, nada del otro mundo, porque no tiene que ser cal al cien por ciento.

Pero miren cuál es el lío que hay con la cal. Parece mentira. Primero, es muy extraño que en toda el área de la Orinoquia no haya sino una mina de cal. En medio país, como 500 mil kilómetros cuadrados, y no hay sino una mina de cal. Y miren la casualidad. ¿Saben de quién es? Entiendo que es de los Carranza. Claro, esa cal vale más que el oro. ¿Acaso no debería intervenir el Estado para garantizar que la mina estuviera de verdad al servicio del desarrollo y para que se le vendiera a la gente la cal a precios módicos? A cualquiera se le ocurriría que fuera así, pero a este gobierno no. Supe por ahí que, por el contrario, cuando empezó este bum, alguien pensó en comprarle la mina a Carranza, para que no fuera Carranza el que hiciera el negocio sino otro más distinguido. La otra cal que hay en el país está en un municipio del sur del Huila, tal vez Gigante o Garzón. Y algo también tan elemental como hacer una carretera directa del Huila a los Llanos sigue en veremos y se va a echar tal vez cien años. La cal del Huila pasa por Bogotá para seguir hacia los Llanos Orientales. Que no me vengan entonces a echar cuentos de que el gobierno está de verdad por el desarrollo agrícola de la Altillanura, con este par de historias que acabo de contar.

Concluyo resumiendo lo que he dicho. El Polo Democrático Alternativo no se opone al desarrollo de la Altillanura, pero plantea todos estos interrogantes, sobre los cuales, si alguien me da un argumento mejor, estoy dispuesto a examinarlo, porque son temas que tienen sus complejidades técnicas y sus realidades. Pero hagámoslo en un debate serio, con razones, con argumentos, y miremos entre todos qué hacer. Los criterios que estamos planteando son sanos, democráticos.

Termino insistiendo en que no nos esponjen más las narices quienes han malgobernado a Colombia. Cuento mucho una historia. Éramos un grupo de amigos y alguno de ellos era de una soberbia y un pretencioso enormes, aunque era pobre como el resto. Hasta que uno le dijo, ole, qué tal que usted fuera rico. Parecido les digo a quienes gobiernan a Colombia: qué tal que hubieran gobernado bien, si gobernando tan mal casi que no dejan ni hablar y el que se atreva a decir algo en desacuerdo queda satanizado y lo menos que le dicen es que es un terrorista.

Insisto en que se está hundiendo el país, senadora Maritza Martínez. Uno no puede tener un país cuyo negocio agrario central no sea agrario, sino de especulación inmobiliaria. Estoy convencido que la explicación principal no es un problema de mala actitud ni siquiera de quienes poseen la tierras, sino de condiciones reales, porque hacer agricultura o ganadería en Colombia es una actividad de altísimo riesgo. Y no solo por la violencia, aunque la violencia cuenta. En Boyacá no ha habido violencia y les acabaron con el trigo y la cebada. Las cafeteras son zonas más bien tranquilas y se están arruinando. Si siguen las importaciones de azúcar se quiebran los ingenios azucareros y es una tierra controlada por el Estado.
Es un problema del modelo económico, un modelo de sustitución del trabajo nacional por el trabajo extranjero. De eso se trata este rompecabezas. Aquí hay unos que creen que son genios y otros que ganan diciendo que mejor lo extranjero que lo nacional. Y cada vez que se quiebra un agricultor o un ganadero aplauden, porque, dicen, se quebró otro ineficiente, otro enemigo del progreso. Y creo que en esa lógica estamos metidos en la Altillanura. Es en resumen lo que hay que modificar.

Intervención del senador Jorge Enrique Robledo, Comisión Quinta del Senado, 3 de septiembre de 2013

Oficina de Prensa Senador Jorge Enrique Robledo, Bogotá, septiembre 23 de 2013

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