Biogás hecho en casa
Por Cam McGrath
En Egipto, algunas familias comienzan a usar digestores de biogás que convierten los residuos orgánicos en gas metano para cocinar. Crédito: Cam McGrath/IPS.
El digestor a biogás que Hussein Farag tiene en el techo de su apartamento, en el distrito más pobre de la capital egipcia, produce el combustible necesario para cocinar y calentar agua todos los días.
Con los restos de comida, que de otro modo descartaría en bolsas de plástico o tiraría con lo que contribuiría a obstruir las alcantarillas, Farag produce biogás.
Fabricado con dos grandes tubos de plástico y casi todos materiales reciclados, el dispositivo, que no emite gases contaminantes, le permite a su familia ahorrar el equivalente a tres dólares al mes en su factura de gas.
En el distrito de Darb el-Ahmar, donde vive Farag, esa cantidad equivale casi a un jornal.
El digestor de Farag convierte en metano los desperdicios orgánicos, que se vuelcan en un tanque plástico de 1.000 litros.
Los desechos comunes de la cocina, desde sobrantes de comida, pasando por el té viejo y hasta el pan amojosado, se dejan toda la noche en agua para que se ablanden y luego se vierte en la sopa rica en bacterias del tanque para su descomposición. Mediante una tubería, el gas metano llega hasta la cocina.
“Solo vierto allí los desperdicios de la cocina, pero todo lo que sea orgánico sirve como materia prima”, explicó Farag a IPS.
“El digestor produce unas dos horas de gas al día en verano y un poco menos en invierno”, aclaró. Todas las semanas retira unos litros de un líquido residual oscuro del tanque.
“Envaso el residuo y lo vendo como fertilizante orgánico a las tiendas de jardinería”, relató.
Farag construyó la unidad por menos de 1.000 libras egipcias (unos 180 dólares) en 2008. El dispositivo casi no necesita mantenimiento ya que no tiene partes mecánicas.
“Egipto necesita un sistema como este porque hay muchos más desechos orgánicos ahora que no hay más cerdos”, opinó. Farag se refería a que el gobierno dispuso en abril de 2009 el sacrificio de estos animales en todo el país a raíz de la pandemia de gripe porcina.
Los cerdos eran un elemento fundamental del sistema tradicional de gestión de desperdicios de El Cairo, ya que consumían casi un tercio de las 20 toneladas diarias que generaban los 18 millones de habitantes que residen en esta capital.
Sin ellos, el volumen de residuos “húmedos” creció, tapó las alcantarillas, desbordó los vertederos y se acumuló en las calles.
Además, los montones de basura orgánica que se pudren atraen moscas y ratas, convirtiéndose en vectores de enfermedades.
Los fondos y el apoyo inicial para que Farag construyera el digestor de biogás procedieron de Solar CITIES, una iniciativa no gubernamental que desarrolla soluciones de energía sostenible para familias de bajos ingresos.
La organización no gubernamental ayudó a construir más de una decena de unidades de biogás en El Cairo, así como rudimentarios calentadores solares de agua, construidos a partir de materiales reciclados, antes de quedarse sin fondos.
En Manshiyet Nasr, otro distrito de bajos ingresos de El Cairo, el coordinador de Solar CITIES, Hanna Fathy, construyó su propio digestor en 2009. Desde entonces viaja mucho enseñando a las personas de menores recursos y que no están conectadas al tendido eléctrico a lograr la independencia energética produciendo biogás.
“La mayoría de las familias genera suficiente basura al día para producir gas para cubrir sus necesidades en la cocina”, indicó Fathy.
Fathy, quien actualmente trabaja en proyectos ambientales fuera de Egipto, dijo que los subsidios a las fuentes de energía tradicionales desalientan a los egipcios a invertir en soluciones sostenible. Recuperar el capital inicial de un digestor de biogás puede llevar 10 años, pero solo uno si se terminaran los subsidios.
“El gobierno no ofrece incentivos a las familias para que se pasen a la energía limpia, así que se quedan con la solución más barata de corto plazo, que es comprar bombonas”, dijo Fathy en IPS.
Más de 12 millones de hogares egipcios dependen de bombonas de butano, que se venden a ocho libras egipcias (unos 1,15 dólares) cada una. Estas duran unas dos semanas y, además, acarrean problemas.
Además del enorme peso que las bombonas, pese a ser fuertemente subsidiadas, tienen en la economía, la escasez de butano importado generó largas colas en los puestos de distribución, lo cual derivó en disputas que, incluso, dejaron víctimas.
Mal mantenidos, estos recipientes también tienden a explotar, provocando así accidentes desastrosos con muchos daños materiales y personas heridas.
El electricista Mohammad Rageb, cuya esposa resultó gravemente herida en 2010 cuando explotó la bombona mientras cocinaba, dijo que el accidente lo llevó a considerar comenzar a usar un digestor de biogás.
A partir de un modelo que encontró en Internet, piensa construir una unidad compacta en su balcón.
“Creo que son más seguros y ahorra el tiempo” que lleva que hacer cola, observó Rageb.
Hay planes de cuotas para comprar electrodomésticos que consumen energía y aires acondicionados, pero no hay facilidades para las familias que se quieren pasar al biogás.
Rageb tiene que pedir prestado todo el dinero necesario para comprar las partes para armar su digestor. Podrían pasar años antes de que recupere el monto invertido, pero él confía que su ahorro en la factura de electricidad va a aumentar a medida que el gobierno disminuya los subsidios.
“Sin subsidios, el costo de recargar una garrafa ascenderá a unas 100 libras egipcias (14 dólares)”, apuntó.
Rageb sostiene que si el gobierno subsidiara tecnologías limpias, en vez de la convencional, los ciudadanos de bajos ingresos con conciencia serían los primeros en adoptar una alternativa verde.
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