Si somos dueños de nuestra vida, dispondremos de ella libremente
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Crítica Política Numero: 220.
De tiempo atrás se viene discutiendo sobre el derecho que ha de tener la mujer a fin de disponer de su cuerpo sobre abortar o tener el producto de la reproducción; es una discusión que coloca como base criterios religiosos.
La ideología religiosa cubre la historia del ser humano a partir del momento en el cual se interroga sobre lo existente y sobre sí mismo; es algo que entra en el espacio del pensar y el pensar es propio de la filosofía.
Dentro de estas condiciones, si consideramos que existe un “dueño” de nuestras vidas, éstas estarán supeditadas a su voluntad. Para la inmensa mayoría de la Humanidad, el ser humano ha tenido un “creador”: son los dioses de todos los tiempos. Si así pensamos, nuestra vida le pertenece y nosotros no podríamos disponer de ella. Es lo que sucede actualmente, reforzado por la diversidad de religiones existentes en el mundo. La mujer que aborta lo hace por encima de esos preceptos aunque manifieste aceptarlos al considerar que hay un dios o una divinidad cualquiera. Sin embargo, es posible que le aqueje algún remordimiento por su conducta para lo cual existe la “confesión” y el perdón.
Dentro de las mismas creencias se encuentra el fenómeno de la eutanasia; lo tradicional consiste en que al enfermo se le ha de tratar con todos los medios a fin de evitar su muerte; ella vendrá por designio divino. Últimamente se ha convenido en que se practique la eutanasia pasiva que consiste en impedir el uso de instrumentos mecánicos a fin de sostener una vida en forma artificial. Al lado de la eutanasia pasiva se encuentra la eutanasia activa que consiste en suministrar al enfermo terminal una sustancia que adelante la muerte a fin de evitarle el sufrimiento indefinido. A ésta se oponen quienes predican la propiedad divina de la vida y la muerte, es decir los individuos conservadores y clericales.
En otro sentido encontramos el suicidio o la muerte asistida; el primero no tiene discusión porque es ejecutado en forma voluntaria por la persona; en cuanto a la segunda, nuevamente se oponen los mismos.
Liberarse de todos los prejuicios y creencias que dominan la mente de la humanidad, exige un salto cualitativo en el pensamiento. Ese salto solo puede ser dado por personas de elevados conocimientos tanto de la Historia Humana como de las diversas concepciones filosóficas, ideológicas y políticas inherentes a ella. En efecto, es esencial saber que la vida humana como toda vida existente en el mundo, es el producto de la evolución tanto universal como particular en el caso de la especie humana. Entender que las creencias son el producto de las condiciones materiales y culturales de los diversos pueblos que han existido en nuestro planeta es fundamental para superarlas. Esas creencias tienen una raíz muy profunda en la mente del ser humano debido a la tradición: de padres a hijos se trasmiten y se refuerzan permanentemente no solo en los espacios de la familia sino de la escuela y la academia.
Somos muy contados quienes podemos trascender esas tradiciones; en primer lugar se necesita poseer un cerebro de determinadas características, hecho que puede establecer la neurología; en segundo lugar es importante la influencia del entorno individual y social; si nacemos y vivimos en un ambiente conservador y religioso, podemos afirmar que es imposible liberarse de lo que ello implica y determina; en el caso colombiana, no solo se hereda lo religioso sino lo político y lo social.
Nosotros nos hemos liberado de la tradición religiosa, ideológica, política y cultural porque poseemos las condiciones que lo han podido obtener; somos la excepción a la normalidad social y cultural. Más aún, todo ello lo reforzamos mediante las estructuras materiales de naturaleza colectiva consciente. Para la inmensa mayoría de la Humanidad habrá, todavía, siglos de dominación ideológica y cultural mediante la cual los sectores económicos, sociales y políticos sostendrán su poder.
Pensamos que nuestra labor es difundir el pensamiento libre en la perspectiva de una sociedad realmente superior a las que conocemos en nuestra Historia.