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¿Comienza una
revolución anticapitalista?
Por Atilio
A. Boron
En un pasaje
memorable del Manifiesto Comunista Marx y Engels sostienen que con su ascenso
la burguesía desgarró impiadosamente el velo ideológico que impedía que hombres
y mujeres percibieran la verdadera naturaleza de sus relaciones sociales
ahogando “el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y
el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo
egoísta”.
La actual crisis del
capitalismo y las crecientes protestas y movilizaciones populares en contra de
las políticas de ajuste promovidas por el FMI, el BM y el Banco Central Europeo
corrobora que las palabras del Manifiesto son de una fuerza profética
incomparable. La nueva crisis general del capitalismo ha sumergido las
ilusiones fomentadas por los mentores y beneficiarios de la democracia liberal
“en las aguas heladas del cálculo egoísta”. Como decía una de las pancartas
enarboladas en la Puerta del Sol de Madrid “esto no es una crisis, es una
estafa”. Y de la mano de ese doloroso descubrimiento iba otro: la estafa no
sólo se ejecutaba en el terreno económico. No menor era el fraude montado en el
ámbito político al haber inducido al grueso de la población a creer que la
sórdida e inescrupulosa plutocracia bajo cuya férula se desenvolvían sus vidas
era una democracia. Por eso las quejas y reclamos exigiendo una “real democracia
ya”, una “democracia verdadera” que reemplace a la pseudodemocracia cuyo
interés excluyente es la preservación de la riqueza de los ricos y el poderío
de los poderosos.
La crisis tuvo por
efecto hacer consciente a los pueblos del mundo desarrollado que tanto ellos
como nosotros en el Sur global somos víctimas de un sistema que, habiéndose
despojado de los ropajes que ayer disimulaban su verdadera naturaleza, somete a
unos y otros a “una explotación abierta, descarada, directa y brutal”. Y que lo
que llaman democracia es en realidad la dictadura de la oligarquía financiera,
que como lo recordaba el Che en la Conferencia de Punta del Este, es
incompatible con la democracia.
Días atrás el
Financial Times de Londres hizo público un informe sobre las remuneraciones que
percibían los máximos ejecutivos de las más grandes empresas. La nota decía que
“en lo que respecta a los banqueros la era de la contención (salarial) ha
terminado”. En 2010, mientras el mundo continuaba su caída libre hacia el
desempleo de masas, las ejecuciones hipotecarias y el empobrecimiento
generalizado de la población, la “retribución media de los máximos responsables
de los 15 mayores bancos europeos y estadounidenses aumentó un 36 por ciento,
hasta (alcanzar una media anual de) 9,7 millones de dólares”. En España,
conmovida hasta sus cimientos por la oleada de manifestaciones de los
“indignados”, el presidente del BBVA, Francisco González, se conforma con ganar
unos 8.000.000 de dólares al año mientras que su colega del Banco Santander, el
más importante de España, fue más ambicioso y calmó su ansiedad al ver
recompensado sus esfuerzos en pro de sus ahorristas con trece millones de
dólares.
Ante esta situación
cabe preguntarse por el destino de estas orgullosas y arrogantes pseudo democracias,
desmitificadas al calor de una crisis que demostró que son fraudulentos
regímenes políticos puestos al servicio de las oligarquías y la opresión de los
pueblos. ¿Serán estas protestas y movilizaciones el precipitante de una
revolución anticapitalista? Difícil de saber, aunque parece ser cierto que “los
de abajo no quieren y los de arriba no pueden seguir viviendo como antes”, para
usar la clásica formulación de Lenin.
Las protestas que hoy
conmueven a Europa tal vez puedan ser la antesala de una revolución
anticapitalista, pero ésta es un proceso, no un acto. La lucha de clases y la
resistencia al imperialismo y sus “perros guardianes” en el sistema financiero
mundial (el FMI, el BM, el BCE) pueden hacer que lo que al principio comenzó
como una protesta contra el desempleo, la reducción salarial y los recortes en
las prestaciones sociales terminen siendo el motor que impulse una hasta hace
poco improbable e imprevisible revolución en el corazón del capitalismo
desarrollado. Es demasiado pronto para saber, Pero lo que sí sabemos es que de
ahora en más las cosas serán distintas: que los condenados de la tierra no
quieren seguir viviendo como antes y los ricos comienzan a percibir que no
podrán seguir dominando como antes. Son condiciones necesarias –si bien no
suficientes– de una revolución, lo cual no es poca cosa.
* Director del PLED
del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-170529-2011-06-21.html