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Para todos todo
El avance cualificado de la humanidad se expresa entre otras manifestaciones, en el progresivo reparto del poder, riqueza, salud, educación, ciencia, cultura y avances tecnológicos en sectores cada vez más amplios de la sociedad.
O sea, la superación de la concentración en minorías de esos atributos y derechos inherentes a la dignidad humana. En otras palabras: en la superación histórica del capitalismo salvaje. Lo anterior complementado con una conclusión que podría tener ribetes de cliché de izquierda: en la búsqueda de formas de organización social democrática y socialista. Y para hacer rabiar a varios prestigiosos politólogos, digamos: en la confrontación de la izquierda y derecha en la propuesta del tipo de organización del Estado y la sociedad.
La movilizaciones –sobre todo juveniles- que sacuden por estos días a Europa son de por sí expresiones de rechazo a la esencia estructural de la organización social bajo los valores y principios rectores del capitalismo ancestral. Al capitalismo lo siguen alabando las minorías y lo confrontan las mayorías. Es evidente. Lo comprueban las consignas agitadas tanto en la Plaza Sintagma en Atenas o en la Puerta del Sol en Madrid. En especial la de “Para todos todo”, que se ha convertido en emblemática y movilizadora.
Pero también el fenómeno de las actuales movilizaciones multitudinarias europeas tiene el trasfondo del rechazo a la indiferencia frente a las formas de organización social que mantienen como normales la existencia de sociedades con reducido número de privilegiados frente a ejércitos gigantescos de miserables. Ese movimiento de “indignados” iluminado por las enseñanzas de Stéphane Hessel considera con indiscutible sabiduría que dicha indiferencia constituye “la peor actitud humana”.
Y están despertando en Europa de ese pesado letargo conformista. Afortunadamente para ellos, y lamentable para nosotros, en la mayoría de países latinoamericanos. Sobre todo para Colombia, que se ubica en el primer puesto en América Latina en materia de desigualdad social, mientras el sector financiero –para hablar sólo del más reducido y privilegiado sector de la economía nacional- obtiene mensualmente ganancias multimillonarias que constituyen afrenta social en términos de equidad e igualdad en relación con la miseria y pobreza de las mayorías sociales colombianas.
Sin lugar a duda, Colombia requiere conquistar la capacidad de indignarse frente a la pobreza y la miseria. Y la indiferencia. Sobre todo lograr la capacidad de movilizarse para impulsar los cambios democráticos. Algo tenemos que aprender a estas alturas, para bien del país, de estas experiencias europeas. Ya era hora.
Publicada por
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO
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