Se acabó el reinado
Por: María Elvira Samper
EL FALLO DE LA CORTE CONSTITUcional sobre la inexequibilidad del referendo reeleccionista fue por goleada, un contundente 7-2 que deja claros ganadores y perdedores.
Suena a lugar común, a frase trillada, pero la primera y definitiva ganadora es la democracia. Las razones sobran —lo mismo que los ejemplos, algunos muy cercanos a nuestras fronteras— sobre la inconveniencia de períodos presidenciales prolongados que alteran el equilibrio del sistema de pesos y contrapesos, concentran demasiado poder en el Ejecutivo e impiden la renovación de liderazgos. Pero no sólo eso, hay evidencia comprobada que gobiernos que se alargan más allá de lo conveniente son terreno abonado para la corrupción, fenómeno que en el país ha adquirido dimensiones de catástrofe.
También gana, claro está, la Constitución del 91, porque queda preservado lo que en su momento decidió el constituyente. Y que quede una lección para los ciudadanos y el Congreso: la Constitución y las leyes son para cumplirlas, no para pasárselas por la faja. Ni unos ni otros pueden hacer lo que se les da la gana.
Una tercera ganadora es la Corte Constitucional que, desde el principio del controvertido y desgastador proceso, estuvo rodeada de sospechas y prejuicios hasta el punto de que no pocos la descalificaron a priori como “corte de bolsillo”, y que estuvo sometida a todo tipo de presiones, incluso de la propia Casa de Nariño que movió sus fichas hasta el final (en los últimos días vieron merodeando por los pasillos del alto tribunal a un alto y cuestionado funcionario de Palacio, el secretario jurídico, Edmundo del Castillo, el mismo de las escandalosas reuniones en Palacio con emisarios de Don Berna). Y sobre todo de la presión disfrazada del Procurador —ese sí de bolsillo—, que creyó que su concepto pesaría sobre el juicio de la Corte y que fue utilizado por los reeleccionistas como si se tratara de la voz de Dios, tan invocado en este novedoso Estado de opinión que se inventaron Uribe y sus áulicos y que en esta oportunidad los dejó colgados de la brocha. Dios resultó un demócrata.
En cuanto a los perdedores, uno de los más destacados es Alejandro Ordóñez, más conocido como el “Absolvedor General de la Nación”, y quien se ha cuidado de no tocar a funcionarios de la Casa de Nariño o muy cercanos a ella que han estado involucrados en graves escándalos (los investiga para guardar las apariencias pero al final los purifica con el agua lustral de sus fallos). Su concepto sobre el referendo quedó hecho trizas por el fallo de la Corte que consideró “graves” los vicios de forma que él consideró cosa menor.
Y no cabe duda de que el gran perdedor se llama Álvaro Uribe, a quien se le acabó el reinado: no puede ser candidato ni ahora ni nunca más. Terminó mordiendo el polvo, vencido por una Corte cuya independencia subestimó, y al dejar que las cosas llegaran tan lejos está pagando un costo muy alto en términos de institucionalidad. Su ambición de poder, su talante autoritario y su terquedad de mula cerrera lo convirtieron en el artífice de su personal hecatombe. Porque el país no se acaba y sobrevive sin él.
María Elvira Samper