Pax Uribista
Por: Álvaro Forero Tascón
DESDE HACE CASI UN SIGLO NINGÚN sector político en Colombia había pretendido acumular tanto poder, ni por tanto tiempo, como el uribismo. Hay que preguntarse ¿para qué acumula todo ese poder? Para asegurar que los logros en materia de seguridad no se echen para atrás, dice el Presidente.
Como en el título del libro de Noam Chomsky —Hegemonía o Supervivencia—, la gran pregunta es ¿cuáles son los motivos ulteriores del hiper poder uribista? La sola supervivencia de la seguridad democrática, o la construcción de una hegemonía, de una Pax Uribista, que como la Romana le permita ejercer por largo tiempo y sin disputa un poder absoluto, resultado de su victoria militar. Porque aunque la victoria no se ha conseguido en Colombia, tanto las mayorías como los gobiernos extranjeros le reconocen al presidente Uribe condición de César Imperatore.
Como el emperador chino Shih Huang Ti, quien ordenó construir la Muralla China para blindar su dominio sobre el imperio y que mandó quemar todos los libros en un intento porque la historia comenzara con él, el uribismo ha recontado la historia con un relato según el cual antes de su llegada al poder Colombia era una nación fallida, y sostenido que el propósito del Estado de opinión es servir de muralla para mantener por fuera del poder al no uribismo.
Habría que preguntarse entonces si la vocación hegemónica del uribismo, evidente por su búsqueda incesante de mayor poder y de mayor permanencia en el poder, se limitará a buscar derrotar a la guerrilla, o si en un tercer o cuarto período presidencial, con Uribe u otro representante en el gobierno, aplicará ese enorme poder a modelar nuevos aspectos de la sociedad colombiana y sobre todo de manera más profunda a la de los dos primeros gobiernos. Porque es paradójico que a pesar de la enorme influencia del uribismo sobre la vida nacional, si se mira con objetividad, la obra de gobierno de Álvaro Uribe tiene pocos elementos perdurables. Prueba de ello es el temor obsesivo del Presidente de que con su salida del gobierno su obra pueda ser desmontada de un plumazo. Si Uribe no alcanza la paz, no firma el TLC y no consigue un crecimiento sostenido que supere la coyuntura de expansión económica mundial que se dio entre 2002 y 2007, no habrá dejado una obra de proporciones históricas.
No parecería razonable que el uribismo vaya a contentarse con seguir ejerciendo la administración del Estado y las instituciones, y no aspire a dejar una impronta más profunda sobre la propia arquitectura de la sociedad colombiana, lo que sólo se consigue reformando la Constitución. De ser así, el trofeo de guerra de la Pax Uribista será la introducción de reformas constitucionales como las de Julio César, encaminadas a fortalecer el poder presidencial y desmontar algunas de las instituciones democráticas de la Constitución del 91.
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe definen hegemonía como la combinación estratégica de principios políticos diferentes con una ideología coherente. Por tanto, una hegemonía se consigue imponiendo una concepción política integral en todos sus aspectos fundamentales. Más allá de unas elecciones, lo que está en juego en 2010 es la imposición o no de una hegemonía, que por la vocación universalista de éstas, además de autocrática, es moralmente absolutista.
Álvaro Forero Tascón