Crítica Política Numero: 185.
Fecha: 30 de Diciembre de 2009.
Para muchos, y mayormente en estas fechas, la familia es el centro de atención y afectos de todos sus miembros. Pero realmente no se sabe a qué obedece la estructura familiar y si ella ha sido siempre la que hoy conocemos.
En la comunidad primitiva la sociedad se nucleaba alrededor del clan o de la gens griega y la romana. En la comunidad primitiva los lazos consanguíneos no eran fundamentales. La existencia de la comunidad se basaba en la producción comunitaria y la distribución del mismo carácter. Con el advenimiento de la propiedad privada individual, particularmente en cabeza del hombre se instaura, institucionalmente, lo que se vino a llamar el vínculo matrimonial. Este vínculo se sustenta, esencialmente, en la necesidad de la transmisión del patrimonio a los descendientes de la pareja; el matrimonio se establece como un “contrato” y es por ello que su violación acarrea sanciones de toda índole, pero fundamentalmente de carácter moral. La “infidelidad” de la mujer se castiga hasta con la muerte en todas las sociedades de propiedad privada individual sobre los medios de producción. La razón es sencilla: si el hombre llega a dudar de la legitimidad de sus descendientes no puede estar cierto de que su patrimonio quede en poder de su progenie y esto no lo puede tolerar: que otros hereden su patrimonio. El patrimonio es la esencia del hombre, es su ser, es su todo. Esto en los modos de producción de propiedad privada individual sobre los medios de producción. La “infidelidad” no es rechazada por sí misma sino por las consecuencias patrimoniales. La mujer es un medio a la consecución de la transmisión del patrimonio a los hijos del hombre. De ahí que la mujer desempeñe un papel secundario en la familia tradicional y sirva a los fines de conservación y transmisión de los bienes adquiridos durante la vigencia del matrimonio. La situación ha cambiado en parte cuando la mujer accede a los espacios del trabajo, en el capitalismo más avanzado. Sin embargo, la esencia del matrimonio o el emparejamiento sigue siendo la misma: la consecución y transmisión de lo adquirido a los hijos.
En una sociedad sustentada en la propiedad colectiva de los medios de producción, la situación cambia radicalmente. El emparejamiento obedece a lo que los librepensadores consideramos el “amor libre”. En las formas colectivas los hijos no “heredan” sino que continúan el proceso elevándolo a grados cada vez más elevados de construcciones colectivas. La pareja monogámica no puede ser la esencia de las sociedades colectivas; puede darse pero no en forma obligada o incondicional. Las estructuras económicas productivas colectivas determinan nuevas formas de relaciones sociales, normas e instituciones, tanto en lo social como en lo político y lo cultural. El arte, la literatura, la música, han de ser completamente diferentes en esta clase de sociedad. Así como lo fue en las sociedades primitivas comunitarias pero a un nivel superior ya que se construyen sobre el acumulado de siglos de estructuras de propiedad privada individual pero de construcción social general ya que en ellas ha intervenido todo el conjunto social.
La construcción de la sociedad colectivista no se puede dar sobre las instituciones, costumbres y normas de las sociedades de propiedad privada. Porque son esas estructuras las que generan esas instituciones, costumbres y normas sociales; esta es la supraestructura. En la sociedad colectivista desaparece la familia que conocemos para dar lugar a otras formas de relaciones en las cuales los hijos no son objeto de propiedad de los padres ni éstos de aquellos. En esa sociedad tanto hijos como padres, hermanos y demás personas generadas por los vínculos consanguíneos, se encuentran en una relación fundamentalmente ideológica. Su identidad se sustenta en la construcción de lo colectivo no en lo individual consecuencia de la sociedad de propiedad individual. Las relaciones sociales en la sociedad colectivista son de igualdad, solidaridad y elevado nivel cultural. No hay padres dueños de sus hijos ni hijos pertenecientes a padres dominadores. Esas relaciones desaparecen porque desaparece la propiedad privada individual que las produjo cuando ella aparece en la Historia Humana. Todo conflicto interfamiliar desaparece para dar lugar a la armonía social. Esto parece la Utopía, pero será el futuro de la Sociedad si antes no desaparece por fenómenos naturales o económicos. Lo que estamos construyendo colectivamente es un anticipo de la sociedad del futuro; pero ese futuro no es algo inmediato como podría desearse por el común de la gente; es algo que deviene en la necesidad de la evolución y ahora en la Consciencia de quienes lo construimos.
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