La investigación surgió a raíz de la creciente evidencia de que la forma del cerebro afecta su funcionamiento
A medida que las personas envejecían, las regiones frontales inferiores del cerebro tendían a desplazarse hacia afuera, creando un sutil efecto de abultamiento.
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por Eric W. Dolan
psypost.org 16 de octubre de 2025
Un nuevo estudio publicado en Nature Communications aporta evidencia de que el cerebro humano no solo se encoge con la edad, sino que cambia de forma de forma consistente y mensurable. La investigación sugiere que estos cambios de forma están estrechamente relacionados con el deterioro cognitivo asociado a la edad y podrían ofrecer una nueva forma de detectar el riesgo de demencia antes de que aparezcan los síntomas.
La mayoría de las investigaciones sobre el envejecimiento cerebral han hecho hincapié en la pérdida de volumen en regiones específicas, como el hipocampo, que desempeña un papel fundamental en la memoria. Estos estudios han revelado que ciertas áreas cerebrales son más vulnerables al envejecimiento que otras, mostrando una contracción pronunciada con la edad. Sin embargo, el cerebro no está compuesto de partes aisladas. Sus regiones están conectadas e interactúan de forma compleja. El nuevo estudio se centró en estos patrones más amplios, con el objetivo de comprender cómo el envejecimiento afecta la geometría de todo el cerebro, en lugar de solo el tamaño de sus partes individuales.
La investigación surgió a raíz de la creciente evidencia de que la forma del cerebro afecta su funcionamiento. Estudios han demostrado que la estructura física del cerebro puede limitar la comunicación entre sus diferentes regiones. Cambios sutiles en la posición, la forma o la separación entre regiones podrían alterar la coordinación interna del cerebro. A pesar de esta posibilidad, los métodos anteriores no solían examinar la geometría de la distribución espacial del cerebro. Este estudio se propuso subsanar esa deficiencia.
“Es bien sabido que el cerebro cambia con la edad, pero la mayoría de las investigaciones se han centrado en regiones individuales, como el hipocampo, que se sabe que se encogen con el tiempo”, afirmó el autor del estudio, Niels Janssen , profesor adjunto de psicología en la Universidad de La Laguna (España). “En nuestro estudio, analizamos cómo el envejecimiento afecta la forma de todo el cerebro. Descubrimos que el cerebro no solo se encoge, sino que se hunde, casi como si se asentara lentamente bajo su propio peso. Las partes inferiores de los hemisferios se expanden, mientras que las superiores se unen, produciendo una ligera flexión hacia abajo en la forma general del cerebro”.
El equipo de investigación analizó más de 2600 exploraciones cerebrales de adultos de entre 30 y 97 años. Estas exploraciones provenían de dos grandes conjuntos de datos independientes: el análisis principal utilizó 2039 exploraciones de la Serie de Estudios de Imagen de Acceso Abierto, y los hallazgos se confirmaron posteriormente en un conjunto separado de 564 exploraciones del Centro para el Envejecimiento y la Neurociencia de Cambridge. Todos los participantes se habían sometido a resonancia magnética de alta resolución, lo que permitió a los investigadores observar características estructurales con gran detalle.
Para medir los cambios en la forma del cerebro, el equipo utilizó un método que calcula la distancia entre puntos de la superficie cerebral y entre regiones coincidentes en los hemisferios izquierdo y derecho. Por ejemplo, evaluaron la distancia entre el hipocampo izquierdo y el derecho, y si dicha distancia variaba con la edad. Este enfoque permitió a los investigadores identificar patrones de "expansión", donde las regiones parecían alejarse, y de "compresión", donde se acercaban.
Encontraron un patrón consistente en las muestras. A medida que las personas envejecían, las regiones frontales inferiores del cerebro tendían a desplazarse hacia afuera, creando un sutil efecto de abultamiento. Al mismo tiempo, las regiones posteriores superiores del cerebro se retraían hacia adentro. Esto producía un efecto de inclinación o flacidez, casi como si el cerebro se estuviera asentando lentamente. Estos patrones se acentuaron con la edad.
Además de analizar la forma general, el estudio examinó cómo cambiaban con el tiempo las distancias entre regiones cerebrales emparejadas a lo largo de los hemisferios. Muchas de estas distancias, especialmente entre las áreas temporales y subcorticales, aumentaban con la edad. Estos cambios no eran simplemente consecuencia de la contracción cerebral. Incluso después de considerar los cambios de volumen, los cambios espaciales seguían siendo significativos.
El estudio también relacionó estos cambios de forma con el rendimiento cognitivo. Los participantes con peor rendimiento en pruebas de memoria y función ejecutiva tendían a mostrar patrones más extremos de expansión y compresión. Por ejemplo, las personas con peor memoria mostraron una mayor separación entre las partes del lóbulo temporal y una mayor compresión en las regiones parietales. Estas asociaciones se observaron incluso después de considerar la edad, lo que sugiere que los cambios de forma podrían estar más estrechamente vinculados a la función cognitiva que la edad por sí sola.
“Comprender cómo envejece el cerebro es un desafío complejo que requiere analizarlo desde múltiples perspectivas”, declaró Janssen a PsyPost. “La mayoría de los estudios se centran en el nivel microscópico (en moléculas y células), pero nuestros hallazgos muestran que la forma del cerebro también cambia significativamente. Observar el cerebro a esta escala mayor podría proporcionar nuevos conocimientos sobre los mecanismos del envejecimiento saludable y los cambios que se producen en enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer”.
Aunque los hallazgos son consistentes y están respaldados por dos conjuntos de datos independientes, presentan varias limitaciones. Una de ellas es que la mayoría de los datos provienen de muestras transversales, lo que significa que se compararon personas de distintas edades. Esto dificulta el seguimiento de los cambios cerebrales de un individuo a lo largo del tiempo. El estudio incluyó un grupo más pequeño de participantes sometidos a múltiples exploraciones, y sus resultados respaldaron las tendencias generales. Aun así, se necesitan más estudios a largo plazo para confirmar estos patrones.
Otra limitación es que el método empleado en el estudio mide las distancias entre puntos en el espacio, pero no los mecanismos biológicos que impulsan estos cambios. Por ejemplo, no está claro si la expansión y la compresión observadas se deben a cambios en la composición tisular, el equilibrio hídrico u otros factores como la gravedad y la posición de la cabeza.
Investigaciones futuras podrían investigar si el estrés mecánico, como el desplazamiento descendente gradual del cerebro, contribuye al daño relacionado con la edad. Esto podría abrir nuevas vías para comprender cómo los cambios estructurales conducen al deterioro funcional. También podría ser posible desarrollar sistemas de alerta temprana basados en la forma del cerebro, identificando a las personas con mayor riesgo de deterioro cognitivo antes de que aparezcan los síntomas.
A pesar de estas limitaciones, el estudio presenta una nueva perspectiva sobre el envejecimiento cerebral. Sugiere que la forma del cerebro puede ser tan importante como la cantidad de tejido cerebral que se pierde. Sutiles cambios en la geometría podrían afectar la comunicación entre las diferentes partes del cerebro y su eficiencia de trabajo en conjunto. Algunas regiones, como la corteza entorrinal, se encuentran cerca de estructuras duras como la base del cráneo y podrían ser particularmente vulnerables a la presión del tejido circundante.
“Esto podría ayudar a explicar por qué la corteza entorrinal es la zona cero de la patología del Alzheimer”, afirmó Michael Yassa, coautor del estudio y director del Centro de Neurobiología del Aprendizaje y la Memoria de la Universidad de California en Irvine, y titular de la Cátedra James L. McGaugh. “Si el cerebro envejecido se transforma gradualmente, presionando esta frágil región contra un límite rígido, podría crear la situación ideal para que el daño se arraigue. Comprender este proceso nos brinda una nueva perspectiva sobre los mecanismos de la enfermedad de Alzheimer y la posibilidad de una detección temprana”.
Apenas estamos empezando a descifrar cómo la geometría cerebral influye en las enfermedades. Pero esta investigación muestra que las respuestas podrían estar ocultas a simple vista: en la propia forma del cerebro.
El estudio, “ Restricciones relacionadas con la edad en la geometría espacial del cerebro ”, fue escrito por Yuritza Y. Escalante, Jenna N. Adams, Michael A. Yassa y Niels Janssen.
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