A 25 años del ‘Plan Colombia’, un experimento de intervención estadounidense y de obsecuencia de la élite colombiana
El pasado mes de julio de 2025 se cumplió un cuatro de siglo de haberse suscrito en Washington el injerencista y violador de derechos humanos, Plan Colombia
Cronicon.net
RESUMEN AGENCIAS /
A 25 años de la implementación del denominado ‘Plan Colombia’, resulta imprescindible repensar y analizar los alcances, limitaciones y consecuencias de una de las estrategias más ambiciosas y controversiales en la historia de la relación bilateral entre Estados Unidos y Colombia. Lanzado en julio del año 2000 durante la administración de Bill Clinton, el Plan marcó un punto de inflexión en la política exterior de Washington hacia América Latina y, en particular, en la dinámica interna de la nación suramericana.
El ‘Plan Colombia’ surgió en un momento de aguda crisis institucional, social y de seguridad en el país. El crecimiento del narcotráfico, la escalada del conflicto armado interno, y el debilitamiento de la presencia estatal en vastas zonas rurales propiciaron el escenario para que el Gobierno neoliberal y obsecuente de un cuestionado exmandatario como el conservador Andrés Pastrana Arango buscara “apoyo” internacional para afrontar la situación. Washington, bajo la premisa de la “guerra contra las drogas”, vio en esa coyuntura la oportunidad para intervenir de manera directa y decidida en el conflicto colombiano, propagando la falsa narrativa de que se trataba de una “ayuda”, lo cual obtuvo el aplauso de la corrupta elite del país suramericano a través de su corrupta dirigencia bipartidista liberal-conservadora y sus medios corporativos de comunicación.
La estrategia, presentada como un paquete integral de cooperación, se centró en el fortalecimiento militar y policial, la erradicación forzosa de cultivos ilícitos y la interdicción de drogas, aunque también contemplaba componentes de desarrollo alternativo y fortalecimiento institucional que nunca cristalizaron.
Magros resultados y alto impacto ambiental
En términos de resultados, el Plan Colombia logró muy parcialmente algunos objetivos puntuales: la reducción de los cultivos de coca durante los primeros años, la debilitación de grandes carteles tradicionales y el golpe militar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y otros grupos insurgentes. Sin embargo, los éxitos fueron parciales y de corta duración. El narcotráfico mostró una resiliencia notable, mutando y adaptándose a nuevas geografías y modalidades delictivas, mientras los cultivos ilícitos retomaron su tendencia al alza en la década siguiente.
La insurgencia, por su parte, perdió capacidad territorial y militar, pero el conflicto armado no se extinguió. Nuevos actores armados, fragmentaciones criminales y dinámicas de violencia siguieron proliferando en distintas regiones del país, evidenciando que la estrategia militarista no fue suficiente para solucionar las profundas raíces estructurales del conflicto.
Un aspecto controvertido del ‘Plan Colombia’ fue su impacto sobre la población civil y el medio ambiente. Las fumigaciones aéreas con glifosato, la militarización de territorios campesinos y la prosecución de políticas de erradicación forzosa generaron desplazamientos masivos, afectaciones a la salud, pérdida de cultivos legales y graves daños ecológicos, especialmente en ecosistemas amazónicos y áreas de importancia estratégica.
El énfasis en la seguridad y la represión terminó desdibujando las promesas de desarrollo rural, inclusión social y reconstrucción territorial que el discurso del Plan enarbolaba. Comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas fueron las más afectadas, lo que exacerbó la desconfianza hacia el Estado y alimentó la conflictividad local.
Además, la «ayuda» estadounidense que en gran parte terminó pagando el erario colombiano se vio manchada por los numerosos casos de violación de derechos humanos por parte de los contratistas militares y mercenarios norteamericanos que hicieron presencia en territorio colombiano gozando de inmunidad diplomática.
Subordinación política y militar a los intereses estratégicos de Washington
A 25 años de distancia, el balance del Plan Colombia sigue siendo motivo de intenso debate. Para los sectores de la ultraderecha, representó un éxito en términos de retomar el control territorial, profesionalizar las Fuerzas Armadas y sentar las bases para eventuales negociaciones de paz. Para otros no fue más que la cristalización de una subordinación política y militar a los intereses estratégicos de Estados Unidos, con costos sociales y humanos elevadísimos.
El obsecuente mandatario de ultraderecha, Andrés Pastrana Arango, suscribe con el presidente de EE.UU., Bill Clinton, el injerencista Plan Colombia.
Lo cierto es que, aunque el Plan marcó un antes y un después en materia de seguridad y cooperación hemisférica, también dejó lecciones sobre los límites de la intervención externa y la necesidad de enfoques más integrales que prioricen el desarrollo social, la justicia y la inclusión. La experiencia colombiana demuestra que la paz y la reducción de economías ilegales no se consiguen sólo con fuerza militar, sino que requieren respuestas estructurales y una interlocución real con las comunidades afectadas.
De «fracaso» tildó Comisión Política de Drogas el ‘Plan Colombia’
Según un informe elaborado a finales de 2020 por una comisión bipartidista de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos el controvertido ‘Plan Colombia’ que se suscribió durante el obsecuente Gobierno del mandatario conservador Andrés Pastrana (1988-2002) constituyó todo un “fracaso” en la lucha contra las drogas. Quedó en evidencia, igualmente, que la fumigación contra los mal denominados cultivos ilícitos además de generar efectos altamente negativos en las comunidades y el medio ambiente es costosa e ineficiente. También se colige del documento que la certificación unilateral por parte de Washington sobre las políticas internas de los países en la lucha contra el narcotráfico es contraproducente.
En definitiva, la estrategia del Estado colombiano para erradicar los cultivos ilícitos y el tráfico de sustancias ilegales ha sido criticada por los propios organismos estadounidenses ante su poca o nula efectividad, aunque de manera cínica el informe destaca la intervención directa de Washington en la lucha contrainusrgente.
El Plan Colombia, a un cuarto de siglo de su lanzamiento, es tanto un símbolo de la persistencia de los desafíos colombianos como de la complejidad de las relaciones internacionales frente a fenómenos como el narcotráfico y la insurgencia.
Su análisis crítico invita a repensar el papel de la ayuda internacional, la corresponsabilidad en la lucha contra las drogas y, sobre todo, la urgencia de construir paz y equidad desde abajo, con la participación real de las comunidades protagonistas de los territorios.
17 septiembre, 2025
__________
Fuente:
