La Conferencia de Seguridad de Múnich se salda con la confrontación entre EEUU y Europa, la división sobre el destino de Ucrania y la vindicación de Rusia por Trump.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, habla durante la 61ª Conferencia de Seguridad de Múnich (MSC), en Múnich, Alemania, el 15 de febrero de 2025.EFE
Juan Antonio Sanz
16/02/2025 20:34
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha jugado sus cartas en la Conferencia de Seguridad de Múnich, con la malicia de un viejo tahúr entre jugadores bisoños. Ha mostrado la debilidad de sus socios europeos y, tras desautorizarlos, les está empujando hacia una peligrosa carrera armamentística. Además, deja a Kiev a merced de las tempestades y ofrece a Rusia la oportunidad de participar en las negociaciones de paz en su papel de superpotencia, obviando de facto su responsabilidad en la invasión de Ucrania.
En Múnich lo dejó claro el representante de la Casa Blanca para Ucrania y Rusia, Keith Kellogg: Europa, es decir, los socios de EEUU en la OTAN y sus aliados de la Unión Europea, no van a participar de forma directa en las negociaciones de paz en Ucrania, país que queda también relegado a un segundo término ante Rusia, que se convierte en el único interlocutor prioritario de Washington para resolver la crisis.
En el marco de la Conferencia de Seguridad de Múnich, después de dos días de desprecios formulados contra los aliados europeos por parte del vicepresidente de EEUU, J. D. Vance, el general Kellogg evidenció que la brecha entre Bruselas y Washington es si cabe mucho más profunda por este reseteo del sistema de seguridad internacional que está acometiendo Trump.
El enviado de Trump para la guerra de Ucrania descartó la eventual participación de la UE o de sus países miembros en las negociaciones para alcanzar la paz. “Esto no va a ocurrir”, dijo tajante el general estadounidense, muy partidario de la que llamó “la escuela del realismo”, es decir, solo pueden decidir quienes tiene la sartén por el mango y la fuerza para imponer un alto el fuego.
Y no la tiene Kiev, cuyo ejército se desmoronaría sin la ayuda estadounidense, ni Bruselas, incapaz de compensar con sus aportaciones las partidas que Washington abandone. Menos ahora, cuando la prioridad europea es militarizar el continente, con ingentes inversiones en armas para asumir los gastos de la OTAN y la defensa ante una supuesta agresión de Rusia, como si este país estuviera capacitado para librar más guerras a corto y medio plazo.
En respuesta a la ofensa de Estados Unidos por desdeñar el papel europeo en la solución del conflicto ucraniano, el presidente francés, Emmanuel Macron, convocó una reunión urgente este lunes de jefes de Gobierno y Estado de Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Polonia, España, Países Bajos y Dinamarca. También asistirán la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el presidente del Consejo Europeo, António Costa, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte.
En el encuentro se abordará el cambio de rumbo en la geopolítica europea que introduce la decisión de Trump de negociar la paz en Ucrania con el presidente ruso, Vladímir Putin, como interlocutor, mientras se deja en un segundo plano al mandatario ucraniano, Volodímir Zelenski, y se excluye la participación de representantes europeos.
Rusia está pletórica ante el vuelco que ha dado la situación respecto a Ucrania y en las relaciones entre Moscú y Washington desde que Trump ocupa el Despacho Oval de la Casa Blanca. El Kremlin volvió a subrayar este domingo la buena sintonía entre Trump y Putin, y reiteró la invitación al presidente estadounidense a visitar Moscú.
Objetivos cumplidos para Moscú
Lo cierto es que, a una semana del tercer aniversario del comienzo de la invasión rusa de Ucrania, ocurrido el 24 de febrero de 2022, el Kremlin logró ya buena parte de sus objetivos con la guerra y las negociaciones con Trump podrían asegurar estas ganancias: Ucrania no será admitida en la OTAN, gracias al rechazo de EEUU; Rusia conservará los territorios conquistados (un 20% de Ucrania) y, no menos importante, Moscú negociará directamente con Washington los términos de la paz y cualquier otra negociación sobre seguridad internacional en el futuro.
Putin siempre acusó a Washington de avivar desde las sombras el sentimiento antirruso en Ucrania, desde que cayó la Unión Soviética en 1991 y sobre todo con las revueltas de 2014 en Kiev, cuando fue defenestrado el entonces presidente ucraniano, Víktor Yanukóvich, por sus simpatías hacia Moscú. Como respuesta a la caída de Yanukóvich y la injerencia estadounidense, Putin aprovechó esos momentos de caos para invadir y anexionarse la península de Crimea.
Ahora el papel de Rusia se ve vindicado por Trump, quien desde que juró su cargo el 20 de enero ha puesto patas arriba el sistema de seguridad europeo y ha beneficiado a Moscú, la “bestia parda” de la anterior Administración estadounidense del presidente Joe Biden.
Moscú está ganando la guerra, con continuados avances en el este ucraniano, en la disputada zona del Donbás, y ha dejado las infraestructuras energéticas de Ucrania al borde del colapso. Occidente, con sus sanciones y su presión en la Corte Internacional de Justicia, han convertido a Putin en un paria en busca y captura, y a Rusia en un país marcado.
Al menos de palabra, pues una gran parte de los países del Sur Global, en Asia, África y América, encabezados por China y en menor nivel India, pusieron siempre en duda la legitimidad de Occidente para dictar sus leyes en todo el planeta, incluso a la hora de juzgar lo que está pasando en Ucrania.
Trump redime a Putin
Ahora Putin ve su figura redimida por su buen “amigo” Trump y se dispone a saborear los laureles de su doble victoria militar y política cuando le plazca. Porque queda claro que ha de ser Rusia quien decrete el alto el fuego. El presidente ucraniano lo hará en cuanto lo digan los estadounidenses.
De poco sirvieron las palabras de Zelenski en el foro de Múnich, “ninguna decisión sobre Ucrania, sin Ucrania. Ninguna decisión sobre Europa sin Europa”, que corearon los europeos, especialmente países como Alemania, Francia, Polonia, Reino Unido o España, sin que provocaran mayor interés en la delegación estadounidense que alguna ceja levantada.
En otra muestra del movimiento pendular de Zelenski, el líder ucraniano insiste ahora en que no hay acuerdo con Washington para la explotación de tierras raras y otros minerales estratégicos en Ucrania a cambio de la ayuda estadounidense. Fue el propio Zelenski quien realizó esa oferta hace unos días, con gran contento de Washington. Ahora, el mandatario ucraniano está renunciando a la última carta que tenía para atraer la atención de Trump.
Aunque quizá esto sea un farol para subir las apuestas, pues este domingo Zelenski dejó caer que su Gobierno estaba ya empezando a trabajar con el equipo de Trump. “Ya sentimos que el éxito es posible”, dijo, aunque sin especificar qué éxito ni las líneas de ese trabajo conjunto.
Zelenski también demandó en Múnich la creación de un ejército europeo, ante el desinterés de Trump para hacerse cargo de la seguridad en el viejo continente. Y ya rozando el delirio, demandó el despliegue en Ucrania de un millón y medio de soldados occidentales, un requerimiento que ni los más acérrimos enemigos de Moscú en Europa podrían siquiera plantearse.
Europa, a un lado
No solo ha desdeñado EEUU a Europa en el proceso negociador. Ni siquiera esas negociaciones iniciales serán en suelo europeo. Trump señalo como país mediador a Arabia Saudí, cuyo Gobierno ya lleva días avisado y al parecer ya estaba intermediando entre Washington y Moscú. Los saudíes son los principales aliados de EEUU en el mundo árabe y también tienen buenas relaciones con los rusos.
Según la revista digital estadounidense Político, que citó fuentes de la Casa Blanca, las conversaciones de paz entre Rusia y EEUU comenzarán en los próximos días. Ya está previsto que viaje a Riad un equipo encabezado por el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio.
El jefe de la diplomacia estadounidense llamó este sábado al ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, con quien acordó preparar los detalles de la cumbre que celebren Trump y Putin, en principio también en la capital saudí. Según un comunicado del Kremlin, “las dos partes han expresado su voluntad mutua de interactuar sobre cuestiones internacionales apremiantes, como el arreglo en torno a Ucrania, así como la situación en Palestina y, en general, en Oriente Medio”.
Y aunque el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, el congresista republicano Michael McCaul, dijo que a la reunión de las delegaciones rusa y estadounidense están invitados los ucranianos, no parece que Zelenski vaya a dar ese paso sin contar con Europa.
En Múnich, Kellogg invitó a los “amigos europeos” a participar en el proceso negociador con propuestas, pero no presencialmente. Según el enviado especial de Trump, la mala experiencia de la participación francesa y alemana en los acuerdos de Minsk, en 2014, para detener los combates entre prorrusos y ucranianos en el Donbás, desaconseja que sean muchos los asistentes a las nuevas negociaciones.
La carrera de armamento en ciernes
Kellogg animó a los aliados de Europa a “incrementar el gasto” en materia de defensa y éste ha sido otro de los resultados de la reunión de Múnich. Los países europeos protestaron por el puntapié propinado por Trump y, tras reclamar en balde un lugar en las negociaciones, aceptaron orgullosos lanzar una carrera armamentística en Europa que subraye que no necesitan a EEUU para defenderles.
La presidenta Von der Leyen, una de las personas que más se han opuesto a una negociación de paz y que ha apostado una y otra vez por la derrota militar rusa, algo bastante ilusorio desde el principio, pidió en Múnich aumentar “considerablemente” los gastos militares de la UE, hasta el 3% del PIB al menos.
Para disparar las inversiones en defensa, Von der Leyen pidió activar la llamada “cláusula de escape”, mecanismo que permite acometer crisis extraordinarias en la Unión, como ocurrió durante la pandemia de covid o con la crisis energética derivada de la contienda.
Antes de la invasión rusa de Ucrania, los Veintisiete gastaban 200.000 millones de euros en defensa. En 2024 subieron a 320.000 millones de euros. Europa puede duplicar esta cifra, a cambio, claro está, de recortar los programas sociales, la sanidad, las pensiones y muchos otros gastos que definen el supuesto Estado de bienestar en la UE. Más cuarteles militares y menos hospitales, si se siguen las directrices de Von der Leyen.
Juan Antonio Sanz
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Juan Antonio Sanz. Periodista y analista para Público en temas internacionales. Es especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia Militar. Ha sido corresponsal de la Agencia EFE en Rusia, Japón, Corea del Sur y Uruguay, profesor universitario y cooperante en Bolivia, y analista periodístico en Cuba. Habla inglés y ruso con fluidez. Es autor de un libro de viajes y folclore.
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