Por Esteban Morales Estrada. Magíster en Historia
La Hoja 42, La Bagatela
16 Enero, 2025
El tristemente célebre alcalde de Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia ha desatado una gran polémica y alboroto en el país. Federico Gutiérrez (alias “Fico”), con una actitud canalla y superficial (al igual que la de Néstor Morales con sus desafortunadas “opiniones”), que demuestra su inmensa incultura y la falta de ideas coherentes sobre cualquier tema de interés, ha emprendido una cruzada por desterrar y anular el arte callejero, por medio de la pintura gris. Federico Gutiérrez, es un hombre profundamente vinculado a las ideas de derecha y es un alfil del uribismo, que pretende vender el relato ficticio de que en Antioquia todo es armonía y unificación en torno al antipetrismo.
Sin embargo, la visión simplificada y maniquea del alcalde se cae por su propia ausencia de rigurosidad y falta de gestión, ya que su principal tarea cotidiana consiste en hablar mal de Petro, el culpable de todo lo negativo en el universo según él y es poco o nada lo que ha liderado en la ciudad. Su idea de Medellín es una mezcla de tres grandes elementos: un apoyo irrestricto al empresariado tradicional antioqueño, una oposición férrea y mediocre al proyecto Petro, y una profundización del regionalismo paisa con características pandas y parroquiales.
En los últimos días, el debate en torno a Fico se desató por su intención de borrar grafitis en la ciudad, sin ninguna justificación concreta y con parámetros ridículos y parcializados como “mantener limpia” la urbe o utilizando categorías como “feo” y “bonito”, que son profundamente subjetivas y frívolas, lo que sorprende al examinar el relato que venden alcaldes como Federico o Galán que se auto-conciben como “técnicos”, “eficientes” o “tecnócratas”.
Las tentativas de Fico ocultan profundos prejuicios, debido a que lejos de querer embellecer la ciudad, lo que le molesta al alcalde es el arte político, contestatario, crítico y militante, debido a que su visión de ciudad consiste en establecer un consenso ficticio donde todos los antioqueños tienen que pensar como él o serán censurados. Aparte de borrar la memoria del estallido social del 2021, el alcalde ha pretendido callar las manifestaciones artísticas respecto al hallazgo reciente de restos humanos en La Escombrera, rastros de la terrorífica Operación Orión realizada al principio del primer mandato de Uribe Vélez en 2002, que produjo cientos de muertos y desaparecidos cuando se le entregó la Comuna 13 al paramilitarismo.
Las reivindicaciones artísticas incomodan profundamente a sectores retardatarios de la ciudad, que añoran la “seguridad” de los tiempos de Uribe Vélez, la llamada “mano dura”, que no gustan de este tipo de manifestaciones callejeras que reviven y cuestionan la historia reciente de Medellín. Pero los murales que recuerdan la Operación Orión, y que les dan voz a las víctimas obstaculizan particularmente el relato de Fico y de toda la derecha antioqueña, que quiere vender la región como bastión del uribismo.
El arte es libre y la juventud de las universidades, colegios, barrios y colectivos artísticos de la ciudad no tienen por qué pedirle permiso a Federico Gutiérrez o seguir sus débiles parámetros estéticos. La ciudad no le pertenece exclusivamente al uribismo y sus corifeos y la idea de eliminar y borrar los grafitis es fascista, ya que pretende acomodar la historia a relatos políticos negacionistas. A pesar de hablar de la necesidad de “democracia” en Venezuela, Fico muestra su talante autoritario y reaccionario en la ciudad que gobierna, cuando pretende anular y suprimir los sucesos que han marcado a muchas personas en la ciudad, utilizando una vez más argumentos endebles en sus decisiones.
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