El sueño de utilizar a Rusia contra China, tendencia existente hace tiempo en EEUU y la UE, se invierte ahora con la esperanza de presionar a China contra Rusia
NAHIA SANZO
"Los ucranianos se debaten entre el temor y la esperanza ante el nuevo mandato de Trump", escribía ayer EFE en un reportaje en el que recogía declaraciones de diferentes personas en Ucrania, tanto expertas como ciudadanas corrientes, para dar voz a la opinión local ante la llegada del nuevo presidente de EEUU, que ha prometido detener la guerra. Uno de los argumentos para el optimismo es la posibilidad de que, por medio de las amenazas de imposición de sanciones y aumento de aranceles, Trump sea capaz de "amenazar a Rusia a través de los chinos".
La lógica parte de la base de que, "para China, es mucho más importante tener buenas relaciones comerciales con Occidente que con Rusia". Ese análisis de Maksim Skripchenko, del Centro para el Diálogo Trasatlántico de Kiev, prefiere obviar que la presión económica y política a la que Occidente -fundamentalmente EEUU, aunque también la Unión Europea como entidad voluntariamente subordinada a la lógica de Washington- está sometiendo a Beijing está logrando que, en lugar de alejarse, los dos vecinos aumenten sus relaciones.
El objetivo de que sea China quien obligue a Rusia a detener la guerra no es nuevo y se ha llegado incluso a decir que fueron las palabras de Xi Jinping contra el uso de armas nucleares las que obligaron a Moscú a desestimar tal opción. No hace falta que haya evidencias reales de que el Kremlin estuviera en ningún momento valorando seriamente el uso de armas nucleares tácticas, como han afirmado dos periodistas estadounidenses basándose en la información que les han proporcionado fuentes de la inteligencia estadounidense pero la idea, real o imaginaria, ha pasado a ser un hecho en esta guerra en la que la narrativa es más importante que los acontecimientos. Relato mata dato.
Dependiendo de las necesidades de cada momento, el papel de China en la guerra ha sido valorado de forma diferente por las potencias occidentales. Cuando era preciso constatar el aislamiento de Rusia, se publicaban datos sobre las empresas chinas que supuestamente no cooperaban con Rusia, mientras que cuando querían imponerse nuevas sanciones ante el fracaso de las anteriores, se amenazaba a las compañías chinas con medidas coercitivas si no detenían su colaboración con Moscú. La dinámica se repite en el ámbito militar, en el que, por una parte, se acusa a China de suministrar material bélico a Rusia, mientras que el rechazo a la colaboración militar es también mencionado en el momento en el que el Kremlin acude a Irán o a la República Popular de Corea en busca de material en lugar de a China.
En su intento por dar a Beijing un protagonismo especial en el conflicto, Volodymyr Zelensky resalta la importancia de sus conversaciones con los representantes chinos, a los que recibe en Kiev, pero cuyo plan de paz, que no es sino una hoja de ruta para facilitar la negociación, es automáticamente descartado al no ser lo suficientemente proucraniano. Es habitual que Ucrania critique la colaboración militar con Rusia, de la que no hay en la guerra más evidencia que las palabras de Zelensky o las acusaciones que periódicamente plantea Antony Blinken [canciller de EEUU], declaraciones que poco después son compensadas con discursos en los que se resalta la gran importancia del Sur Global en el apoyo a Kiev.
No es un secreto oculto que Kiev y sus aliados han realizado notables labores de diplomacia para tratar de acercar a Beijing a su postura. Tras la visita de Dmitro Kuleba a China para convencer a Beijing de que el Plan de Paz de exigir a Rusia la rendición era más factible que la hoja de ruta china hacia un final negociado, fue Annalena Baerbock quien realizó el siguiente intento. "El creciente apoyo chino a la guerra de Rusia contra Ucrania tiene un impacto en nuestras relaciones, ya que se han visto afectados los intereses de seguridad fundamentales de Alemania y de Europa", afirmó la beligerante ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, que tras la zanahoria de Kuleba quiso utilizar el palo para obtener los mismos resultados.
Pese a las reticencias europeas a comprender que el siglo de la humillación terminó en China hace muchas décadas y que la Unión Europea no tiene la fuerza suficiente para exigir medidas a Beijing, los intentos continúan. Muestra del fracaso de la estrategia de presión europea es que Baerbock realizara también un triste intento de utilizar a la República Popular de Corea, cuyo principal aliado histórico ha sido la República Popular China, para convencer a Beijing del peligro inminente de ruptura de un orden internacional en el que el peso de Occidente está sobrestimado y en el que China reclama tener un papel acorde a su población y potencia económica.
"El presidente ruso no sólo está destruyendo nuestro orden de paz europeo con su guerra sino que ahora está avanzando hacia Asia a través de Corea del Norte", afirmó la diplomática alemana en una declaración que también cayó en saco roto. No hay ningún indicio de que Beijing haya visto con preocupación el relativo acercamiento de Pyongyang a Moscú, que no contradice las relaciones bilaterales entre los diferentes países, el comercio actualmente existente entre Rusia y la península de Corea ni la participación de unidades norcoreanas en la defensa de la región de Kursk.
La elección de presionar política y económicamente por medio de aranceles, sanciones y amenazas al mismo tiempo a Rusia y a China hace improbable la deseada ruptura que, desde Ucrania, se ve como el cisne negro que colapsaría la economía rusa y obligaría a Rusia a detener unilateralmente la guerra. El sueño de utilizar a Rusia contra China, una tendencia existente en el Partido Republicano, se invierte ahora con la esperanza de presionar a China contra Rusia.
Esa relación estratégica actual es coyuntural y tendrá que demostrar a largo plazo si es capaz de superar el paso del tiempo. Sin embargo, por el momento, es claramente beneficiosa para ambos: Rusia evita quedar económicamente aislada y se abre a un enorme mercado con el que compensar sus pérdidas en el comercio de materias primas y China obtiene esos bienes con importantes descuentos. El hecho de que India, un país mucho más integrado que China en el sistema-mundo occidental, haya aumentado las relaciones económicas con Rusia en lugar de disminuirlas es el reflejo del fracaso del intento de crear un bloqueo similar al que acosa a Cuba, Venezuela o Irán y que, con una amplia frontera con un aliado estratégico, es más sencillo de superar.
En estos casi tres años desde la invasión rusa, China ha continuado cooperando abiertamente con Rusia en los proyectos bilaterales en marcha, los presidentes han realizado visitas de Estado mutuas, las relaciones comerciales han aumentado -aunque posiblemente no en las cantidades que Rusia desearía-, el plan de paz promocionado por China y Brasil es el que más claramente apuesta por la diplomacia y negociación directa y sigue sin aparecer inversión china en el tracking del Kiel Institute para monitorizar la asistencia militar, humanitaria y financiera a Ucrania. La guerra en Europa se encuentra en el centro de la agenda de política exterior de los países europeos, pero no marca el día a día de las relaciones internacionales a nivel mundial como desearían Ucrania y sus aliados occidentales.
Como el experto mencionado por el artículo de EFE, también los analistas estadounidenses miran a China a la hora de encontrar vías por las que Donald Trump pueda desbloquear el proceso diplomático. "Si Trump quisiera intentar algo creativo, involucraría a China en esta puja. Zelensky desea fervientemente que China se implique para frenar futuras acciones rusas. Biden habló de implicar a Pekín, pero no avanzó mucho. "«Si Trump pudiera implicar al presidente Xi Jinping en la consecución de la paz en Ucrania, ambos deberían compartir el Premio Nobel de la Paz», afirma Graham Allison, profesor de la Harvard Kennedy School", escribía en diciembre David Ignatuius, uno de los columnistas estrella de The Washington Post. (No sería extraño, dado que ya lo obtuvo un gran guerrerista como Obama)
En esta guerra en la que los deseos se confunden con la realidad, el uso de China como herramienta contra Rusia -como si el segundo país más poblado del planeta y segunda potencia económica fuera un juguete cuyos hilos pueden manejarse a distancia- es el equivalente político a las armas milagrosas de Occidente, argumentos que dan esperanza a futuro para evitar ver la realidad del momento y aceptar que el paso necesario para cambiarla no es la fuerza, presión militar o política, sino la diplomacia.
slavyangrad.es
----
Fuente: