Puedes vivir tu vida desde la reacción o desde la acción. ¿Cuál es la diferencia? ¿Cuál es la clave de cada una de estas formas de vivir? ¿Qué es lo que realmente te va a funcionar? Descubrámoslo juntos en los próximos párrafos
Rebeca Montoya
22/01/2025
La reacción es algo que ocurre como consecuencia de un estímulo. Por ejemplo, una mujer embarazada compra una cuna como reacción a la espera de su bebé. Algunas personas se mudan a una casa más grande como reacción a un ascenso en el trabajo, que implica un aumento de sueldo. La mayoría de las personas vive su vida en reacción.
¿Reacción a qué?
Tal vez te lo estés preguntando. La respuesta es simple: reaccionan a todo. Comen como reacción a la rutina, no al aviso de hambre que el cuerpo da. Van al baño como reacción al dolor de aguantar las ganas. Se casan como reacción a ciertos acontecimientos en una relación, que muchas veces son fracturas o rupturas (aunque esto merece un artículo aparte). Tienen hijos como reacción a un matrimonio que tal vez funcione o tal vez no. Y así continúa la lista.
Ahora bien, tal vez esto no aplique para ti. Si eres una de las pocas personas que vive en acción, ¡te felicito! En lo personal, me tomó varios años y un cambio de hábitos aprender a vivir en acción y dejar de reaccionar constantemente a mi entorno.
Esto no significa que la reacción sea algo negativo. De hecho, en física, la reacción es un principio esencial. Pero, cuando involucramos sentimientos, emociones y nuestras elecciones, vivir desde la reacción puede volverse tóxico.
Por ejemplo, muchas personas reaccionan a la agresividad. Sus cerebros han sido condicionados para reaccionar ante un grito. Me di cuenta de esto con mis hijos. Sin importar cuántas veces les pidiera que organizaran su habitación, no lo hacían hasta que yo me molestaba y levantaba la voz. Fue entonces cuando recordé todas las veces en las que yo hacía lo mismo con mi madre. Así, comencé a observar si en mi vida adulta estaba viviendo en reacción o en acción.
¿Qué significa vivir en acción?
Una acción es algo que eliges hacer sin necesidad de un impulso externo. Es lo opuesto a la reacción. Por ejemplo, en vez de esperar a que mis hijos tuvieran hambre para cocinar, comencé a organizarme para tener la comida lista siempre a la misma hora. Si tenían hambre o no, ya sabían que a esa hora había comida recién hecha. Este pequeño cambio les dio estabilidad y alivió la tensión de «reaccionar» a sus necesidades de última hora.
Lo mismo hice en el trabajo. En lugar de esperar hasta el último minuto para cumplir con mis entregas, comencé a tomar acción para terminarlas con antelación, eligiendo horarios que fueran cómodos para mí.
El resultado fue sorprendente. Todo a mi alrededor comenzó a cambiar. Sentí más satisfacción en mis acciones y menos peso emocional en mis reacciones. Mis pensamientos se volvieron más saludables. Estar en acción me liberó de las expectativas hacia los demás.
Por ejemplo, ya no me sentía mal si una amiga no me llamaba en mi cumpleaños. Si esa persona era importante para mí, la llamaba yo misma un día antes y le decía: «Mañana es mi cumpleaños y me encantaría verte en algún momento del día o la semana». Este simple cambio de actitud transformó mi manera de relacionarme y de experimentar la vida.
Preguntas para reflexionar y salir del piloto automático
- ¿Qué acción puedo tomar hoy para crear un día maravilloso?
- Si no estuviera reaccionando, ¿qué elegiría?
- ¿Qué acción es requerida en este instante para transformarlo todo?
- Si elijo estar en acción en vez de reaccionar, ¿qué podría cambiar?
La clave está en hacerte estas preguntas sin buscar una respuesta inmediata. Deja que la energía te guíe y fluye después de plantearlas. Lo más importante es mantenerte atento a tus elecciones. Pregúntate: ¿es más fácil para ti reaccionar o tomar acción?
_______
Fuente: