El nuevo Trump tiene que pagar facturas electorales, mientras TM juzga que la consecuencia más probable debería ser el cese de las guerras de EU en Ucrania y en Medio Oriente, y su sustitución por una guerra comercial generalizada
Alfredo Jalife-Rahme
▲ Trump y Musk formarán una dupla de superempresarios en Estados Unidos.Foto Ap
Thierry Meyssan (TM), director del connotado portal de “izquierda ( sic)” Réseau Voltaire y rankeado como el primer geopolítico global (https://bit.ly/3UPMVeL), desecha las dicotomías obsoletas de derecha e izquierda o intervencionismo y “aislacionismo (https://bit.ly/4ewNUrp)”, como también ha evocado el ilustre jázaro (https://bit.ly/3QqemJr) Jeffrey Sachs y un servidor desde hace más de cinco años en mi libro Nacionalismo contra globalismo. Dicotomía del siglo XXI antes de la inteligencia artificial (https://bit.ly/46irEyl)”.
En la tónica del esquema del nuevo orden tripolar geoestratégico del general retirado Mark Milley sobre el nuevo orden tripolar (https://bit.ly/4hSRvD1), TM, sin mencionar a China, aborda los triunfos de Putin y Trump relectos con fuerte apoyo popular, quienes van a retomar su antigua relación, sólo que ahora Rusia es más fuerte que EU en el plano militar.
En efecto, mientras Rusia, China, Irán y hasta los guerrilleros del paleolítico inferior de Ansarolá de Yemen ostentan misiles hipersónicos; en forma inverosímil, EU ha fracasado en todas sus pruebas alusivas.
TM juzga que las relaciones internacionales están cambiando extremadamente rápido y en varios frentes al mismo tiempo y alude al éxito del BRICS+ como nuevo grupo planetario, al unísono de Alastair Crooke, ex-diplomático británico, que da por vencedor al BRICS+ (https://bit.ly/4fvgUku), mientras la Cumbre Iberoamericana en Ecuador se encontraba desértica y las cumbres de la APEC –donde brilló la inauguración del megapuerto de Chancay en Perú por el mandatario Xi (https://bit.ly/3ZaLbQ7), que equivale a un nuevo canal de Panamá– y la próxima Cumbre del G-20 que padece una crónica irrelevancia desde hace más de 10 años. ¡Las famosas cumbres se expresan por sí solas! Jajajá.
TM advierte que aquellos que pierdan el nuevo tren del futuro pasarán a la irrelevancia o se tendrán que esperar al siguiente: no es momento de cometer errores que practican los ignaros en geopolítica cuando se redistribuyen (sic) las cartas.
Más allá de que la Cumbre de Kazán cambió el orden del mundo, a expensas de las “reglas anglosajonas del G-7 (https://bit.ly/4fsXA7K)”, TM considera a Trump como un fiel seguidor de Andrew Jackson (https://amzn.to/4i31rKq) –el nuevo Trump merece un juicioso escrutinio debido a su hipercomplejidad no-lineal de varios niveles– y aduce que también triunfó en el seno del Partido Republicano –a mi juicio–, frente a una pléyade de omnipotentes adversarios: desde los Cheney (padre e hija), la dinastía Bush, el mormón Mitt Romney, la hija de McCain. ¡Piedad por quienes se extravíen en la simplona linealidad maniquea!
El nuevo Trump tiene que pagar facturas electorales, mientras TM juzga que la consecuencia más probable debería ser el cese de las guerras de EU en Ucrania y en Medio Oriente, y su sustitución por una guerra comercial generalizada.
TM hace el recuento de la debacle de los gobiernos de Reino Unido, y el canciller Olaf Scholz, en Alemania, mientras en Francia se anuncia el derrumbe del casi recién creado gobierno del primer Michel Barnier.
El panorama noratlántico es tétrico, sumado al vaticinio de Elon Musk –quien prácticamente cogobierna con el nuevo Trump– quien pronostica la caída en Canadá de Justin Trudeau, apalancado por el megaperdedor George Soros y sus palafreneros regionales.
TM elabora que la única incógnita está en que no sabemos qué concesiones (¡mega-sic!) tuvo que hacer Trump esta vez para alcanzar la victoria, como los fétidos donativos de Miriam Adelson, incondicional de los sionistas revisionistas. TM aconseja que para analizar la política de Trump ya no servirán las categorías ni esquemas políticos que han moldeado nuestra reflexión desde el siglo XVIII.
Suena a perogrullada tautológica redundar en la derrota del globalismo cuando Trump enarbola el fenómeno de la desglobalización –que pronostiqué desde 2007 (https://bit.ly/3JTJRbM), hace 17 años–.
Trump no viene de la nada: leyó perfectamente el fenómeno de la desglobalización.
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