A ambos establecimientos, al colombiano y al gringo, los recorre una práctica que es una visión del mundo torpe y suicida a mediano y largo plazo, que por venir de esta sociedad capitalista que entronizó el individualismo
Imagen en: https://www.telemundo.com/
Por LUCERO MARTÍNEZ KASAB*
10 Noviembre, 2024
La imagen no pudo ser más elocuente, César Gaviria, decrépito, era sostenido por varios hombres fuertes que festejaban que él siguiera al frente del Partido Liberal después de una elección catalogada de fraudulenta por muchos miembros de ese partido; con un documento fílmico mostraban que hasta hubo puños entre ellos por esa elección. Mientras tanto, en una finca, otro hombre entrado en años, pero con buena salud, aguarda el final de su juicio manejando también su capital político, silenciosamente. Y, la otra parte, el progresismo, no sabe cómo seguir unido para ganar de nuevo las elecciones del 2026. En Estados Unidos la imagen no es menos desalentadora, ganó Donald Trump, un hombre frívolo, inculto, machista, a quien le gusta contravenir la ley, claro, frente a Kamala Harris no había mucho de dónde escoger. A ambos establecimientos, al colombiano y al gringo, los recorre una práctica que es una visión del mundo torpe y suicida a mediano y largo plazo, que por venir de esta sociedad capitalista que entronizó el individualismo, el Yo primero, ni siquiera se le nombra, pero es la que va marcando inexorablemente el camino hacia la autodestrucción de los países…, la exclusión.
Un notable psicoanalista colombiano nacido en Cali, Óscar Espinosa, recientemente fallecido, nos dejó en su libro El caballo y el jinete su explicación a nuestra violencia que también nos sirve para comprender el fenómeno político de los Estados Unidos: la exclusión de los grandes sectores que producen la riqueza en los países, pero que no pueden beneficiarse de ella, que les cuesta demasiado acceder a los logros de la civilización que ayudan a construir con sus trabajos, que no pueden influir políticamente en sus destinos por la forma elitista como es esa sociedad y como están organizadas las elecciones exacerban la hostilidad del pueblo hacia el establecimiento; en Estados Unidos es una bomba de tiempo, en Colombia, no ha parado de estallar los últimos doscientos años.
En los Estados Unidos los excluidos, de los que hacen parte los inmigrantes latinos ya legalizados cruciales para el triunfo de Trump, repiten compulsivamente con el recién llegado la segregación que ellos sufrieron en sus inicios, pasándose ahora del lado opresor. Pero, olvidan que, para los gringos, en un momento dado lo que cuenta es el origen o el color de la piel. A la legalidad acceden unos cuantos, mientras la base de los excluidos se agiganta. En Colombia la exclusión es epidémica, la hace una cuadra de un barrio con la otra cuadra; un barrio con otro barrio; unas madres de un colegio con el nuevo o nueva alumna que ingresa, en un baile, en el trabajo…, excluimos por el color, por el origen, por la cultura…, a no ser que se tenga dinero o algún otro símbolo de poder y status, entonces, sucede lo contrario, caemos en la pleitesía sin ninguna vergüenza.
En Colombia la mayoría eligió, a diferencia de Estados Unidos, a un presidente, Gustavo Petro, que llegó a darle espacio a los excluidos, una política como pocas en este momento en el mundo si observamos a Estados Unidos o a Europa con las derechas avanzando. Hay que ponerle todas las luces a esa política de Petro para que sea ejemplo en Colombia, América Latina y el mundo porque, la vía es la apertura hacia la justicia social, como lo está haciendo también México; no ampliando la exclusión hasta que los ricos y poderosos se acaben entre ellos mismos –como el mayor y más peligroso de sus representantes, Eron Musk, dueño de la red X, antes Twitter, soberbio, irreflexivo e ignorante-, es ampliando la justicia social el camino hacia la concordia.
Es por el presidente Petro como nos enteramos que el establecimiento político de siempre en Colombia ejercía la exclusión de una forma silenciosamente bárbara, la que jamás hubiera sido divulgada por los medios tradicionales porque son parte de ese egoísmo de la derecha…, que la base del Ejército, los jóvenes soldados del pueblo, tenían una alimentación de miseria, los ponían a aguantar hambre (¡!). Que los jóvenes para acceder a la carrera dentro del Ejército a servir al país, debían pagar millones para su ingreso (¡!). Que las madres comunitarias del ICBF que atienden a los huérfanos, no tenían salario ni eran trabajadoras del Estado (¡!). Que los aprendices del SENA trabajaban gratis para las empresas (¡!). Que los trabajadores nocturnos, no reciben compensación salarial como en cualquier parte del mundo (¡!). Que invertía en grandes autopistas beneficiando a los terratenientes, pero dejaban sin acueductos a los pobres del Chocó (¡!). Que los bogotanos se mueren de sed, pero el alcalde privilegia a la planta de Coca-Cola (¡!) …, etc., etc., etc. El pueblo colombiano al elegir a Gustavo Petro tuvo la lucidez –que no la tiene el pueblo gringo- de detener la exclusión para crear concordia; entendió que es la política de la justicia social la que nos salva a todos, no el creciente egoísmo que tarde o temprano se devolverá sobre quienes lo practican.
Lo preocupante es que la élite del progresismo colombiano en parte es así, excluyente con sus propias bases, repite ese modelo manipulando los encuentros, invisibilizando las interpelaciones que llegan desde los territorios más lejanos, llenando de frustración y hostilidad a la juventud anhelante de cambio…, tal y como hizo el partido liberal con la elección de César Gaviria. La cúpula del progresismo tiene la responsabilidad ante la lucha del presidente Petro y ante la gran comunidad colombiana llena de esperanza de hacer una introspección –como el individuo que quiere sanar su espíritu- de ese proceder irracional de llevarse por delante a las bases excluyéndolas de los procesos democráticos. Si el progresismo no se mira a sí mismo seguirá con esa compulsión a la repetición enfermiza de sentirse inmune a las leyes de la ética universal y, por lo tanto, de creerse con el derecho de hacer las propias leyes para satisfacer sus intereses particulares usufructuando el poder a sus anchas…, desmejorando aún más a la sociedad colombiana…, y, las elecciones 2026 están a la vuelta de la esquina.
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Fuente:
https://www.lanuevaprensa.com.co/component/k2/la-politica-de-la-exclusion-en-colombia-y-estados-unidos