La respuesta nuclear de Putin al uso de misiles de la OTAN, un presidente gagá que va a ser sustituido por un sociópata y el objetivo de derrotar estratégicamente a Rusia configuran un escenario muy inquietante para el mundo
La extracción de la piedra de la locura. El Bosco (1494)
Rafael Poch, 20/11/2024
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Después de que Rusia advirtiera en septiembre de que el uso de misiles de la OTAN, imposibles de operar sin la supervisión de ésta, significa una guerra directa de los países de la OTAN contra ella, Estados Unidos y sus aliados europeos han dado ese paso.
Moscú ha respondido modificando su doctrina nuclear, abriendo el uso de armas atómicas al escenario de ataques, incluso con armas convencionales, “si tal agresión creara una amenaza crítica a su soberanía e integridad territorial”.
Pese a la evidencia no solo doctrinal, sino también histórica, de que el uso de armas nucleares es perfectamente real y creíble en caso de que Rusia se vea confrontada a un enemigo superior en recursos convencionales, como es la OTAN –esa fue, precisamente, la doctrina de la OTAN en Europa cuando la URSS disponía de esa superioridad en el continente–, los políticos europeos rechazan esas peligrosas advertencias de Moscú como “retórica” (el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell) e incluso proponen la entrada de tropas de la OTAN contra Rusia (Margus Tsahkna, ministro de Exteriores de Estonia).
Desde la misma génesis del conflicto, cuando la OTAN se metió en Ucrania a finales de los noventa, invitó a su gobierno a ingresar en la alianza (2008), forzó un cambio de régimen en el país (2014) y financió y armó después a su ejército con miles de millones, infraestructuras y entrenamiento, esta escalada ha despreciado claramente la voluntad de la mayoría de la población ucraniana expresada en múltiples encuestas. La actual escalada mantiene esa misma pauta.
En Ucrania, el 52% de la población desea poner fin a la guerra lo más rápido posible, admitiendo gran parte de la sociedad concesiones territoriales al invasor ruso, frente a un 38% que quiere continuarla, según una encuesta de Gallup conocida esta semana. En el conjunto de Europa una gran mayoría rechaza también esa política.
Hay que decir que en la cima de esta última grave y temeraria decisión de escalada se encuentra un presidente saliente errático y senil al que apenas le quedan dos meses al mando.
La combinación del propósito que encierra la guerra de Ucrania –que no es la defensa de ese país agredido por Rusia, sino debilitar a Rusia con una “derrota estratégica” más el cambio de su régimen, como han declarado repetidamente los máximos dirigentes de Estados Unidos y la Unión Europa–, con la respuesta nuclear que advierte Moscú para el caso de una “amenaza existencial” a su régimen, y un presidente gagá con sus facultades mentales mermadas en Washington que va a ser sucedido por un sociópata, configura un escenario absolutamente inquietante para el mundo.
Sobre todo si se tiene en cuenta que la coalición occidental que está escalando la guerra en Ucrania es la misma que anima un genocidio en Gaza, permite el bombardeo israelí de Líbano e Irán y calienta motores para un enfrentamiento con China en Asia.
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Rafael Poch
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Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona) fue corresponsal de La Vanguardia en Moscú, Pekín y Berlín. Autor de varios libros; sobre el fin de la URSS, sobre la Rusia de Putin, sobre China, y un ensayo colectivo sobre la Alemania de la eurocrisis.
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